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estreno del nuevo 'mad max'

Charlize Theron quiere más gasolina

George Miller resucita su legendaria franquicia en un blockbuster trepidante: 'Furia en la carretera'

Foto: 'Mad Max'
'Mad Max'

Palabras salidas de la radio de un vehículo en mitad de la nada: “El mundo se está quedando sin agua. Matamos por gasolina. Se avecina el caos absoluto. Es el fin del mundo”. Resumiendo: vuelve la Australia profunda de Mad Max. ¡Hip hip ¡hurra!

Un apunte antes de entrar en materia fílmica: quizá conozcan ustedes una novela australiana llamada Pánico al amanecer, escrita por Kenneth Cook en 1961, sobre un fulano de ciudad enfrentado a una turbamulta de paletos enloquecidos del interior del país. Esta brutal novela fue llevada al cine en 1971 como Despertar en el infierno (1971), pistoletazo de salidade un subgénero fantástico australiano muy especial: el apocalipsis en el desierto (o algo).

El martillazo final lo pegó George Miller en Mad Max, salvajes de la autopista (1979), que pese a su ambiente alucinado y enfermizo, llevó el apocalipsis australiano al centro mismo del mainstream: Mad Max fue durante dos décadas el mejor negocio de la historia del cine en base a la relación presupuesto/recaudación.

Luego llegaron la segunda (El guerrero de la carretera, 1981) y la tercera parte (Más allá de la cúpula del trueno, 1985), rodadas por Miller con muchos más medios. Que si bien no superaron el rollo malsano del original, mantuvieron viva la llama del apocalipsis punk. Ya saben: unfuturo posnuclear en el que los macarras campan a sus anchas. O cuando el mundo se queda sin gasolina, desaparece cualquier atisbo de sociedad y prima el sálvese quien pueda.

Un abuelo fuerade sí

Y en esas llegó el Hollywood digital del siglo XXI y decidió reflotar la franquicia a lo grande: tirando de chequera y volviendo a poner al mando a George Miller.

Las paradojas son múltiples. A nivel industrial: Tratar de reverdecer el espíritu de una historia que costó 350.000 dólares gastándose tropecientas veces más: 150 millones de dólares. A nivel artístico: si el primer filme hizo de la austeridad virtud, el cuarto apuesta por el desenfreno. Y a nivel artístico/industrial: George Miller ha rodado los siguientes filmes en las últimas dos décadas: dos partes de Babe, el cerdito valiente y dos partes de Happy Feet. Que no es que estén ni bien ni mal (están más bien que mal), es que no deja de ser cómico que tras veinte años rodeado de pingüinos y cerditos, Miller haya decidido echarse otra vez almonte posnucleara los 70 años.

Dicho de otra forma: el primer Mad Max creó escuela, fue una de las películas más locas de su tiempo y fue imitada hasta la saciedad. Pero eso sucedió hace una eternidad, el cine de acción es ahora unacosa muydiferente, y si el frenesí apocalíptico era antesuna rareza, ahora es el pan nuestro de cada día: no hay blockbuster de acción digital que no destruya el mundo tres o cuatro veces… por minuto.

Pues bien: ya pueden ustedes ir quitándose los sombreros porque George Miller ha vuelto a hacerlo: viajar a la Australia profunda, arrasar con todo y salir triunfante. En efecto, el abuelo ha adelantado por la izquierda (conduciendo un vehículo en llamas) a todos los nuevos directores de blockbusters frenéticos. El nuevo Mad Max es un blindado enloquecido capaz de convertir en chatarra todos los vehículos de la saga Fast & Furious. Por aplastamiento.

El filme es un blindado enloquecido capaz de convertir en chatarra todos los vehículos de 'Fast & Furious'.  Por aplastamiento.

Mad Max. Furia en la carretera es un auténtico jolgorio apocalíptico de principio a fin. Un reflotamiento de franquicia que no se basa tanto en replicar un filme en concreto, aunque beba más de las secuelas que del original, como en resucitar unespíritu. De ahí que sus carteles acompañen las estampas apocalípticas con un eslogan autoconsciente: “¡Qué bonito día!” Como diciendo: sí, hemos vuelto al infierno y lo vamos a pasar en grande. Y así es.

Todo esto podía haber acabado perfectamente con menos de lo mismo, como ocurre con otras franquicias resucitadas, pero no es el caso. Que todo el mundo tenga (más o menos) claro en qué consiste el universo Mad Max ha sido una ventaja: Miller no solo va al grano desde el principio, sino que maneja unos niveles de abstracción visual y narrativa poco habituales en un filme de estas mastodónticas características.

Otraproeza old school deMiller: la batalla realismo/efecto digital la gana aquí el realismo (siempre cogiendo con pinzas la palabra, ya que lo de Miller siempre ha sido más realismo alucinado que otra cosa). De igual modo, las barroquísimas coreografías de acción están construidas bajo una lógica realista razonable, pese a las dementes capasde explosión y destrucción, que cualquier otro hubiera convertido en un festival del montaje epiléptico. Todo ello orquestado bajo el ya característicoritmo demoledor del director.

Por último, Miller ha convertido una de las sagas más testosterónicas y masculinas de la historia en un thriller feminista de la mano de Charlize Theron, coprotagonista del filme junto a Tom Hardy y nueva reina de la gasolina apocalíptica.

Por poner algún reparo podríamos hablar de su trama mínima, o de que el imaginario rave cyberpunk se acaba merendando en parte los conflictos de los personajes… Pero vamos: Peccata minuta. En tres palabras: dame más gasolina.

Palabras salidas de la radio de un vehículo en mitad de la nada: “El mundo se está quedando sin agua. Matamos por gasolina. Se avecina el caos absoluto. Es el fin del mundo”. Resumiendo: vuelve la Australia profunda de Mad Max. ¡Hip hip ¡hurra!

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