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estreno de 'difret'

Contra los matrimonios forzados

Angelina Jolie produce un filme que denuncia los abusos machistas en Etiopía

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En 1996 Aberash Bekele, una adolescente etíope que regresaba a casa desde la escuela, fue secuestrada por un grupo de hombres a caballo. La encerraron en una cabaña donde fue maltratada y violada por el líder de la banda. La intención del tipo era dejarla embarazada para luego casarse con ella. Pero en un momento de descuido, la muchacha consiguió escaparse con un arma. Acabó matando a su abusador cuando este se disponía a apresarla de nuevo. A pesar de tratarse de un caso de defensa propia, Bekele estuvo a punto de ser linchada por los hombres del lugar.

Una jurista, Meaza Ashenafi, decidió encargarse del caso desde la Asociación de Mujeres Abogadas Etíopes. Esta organización está especializada en acoger a las víctimas de la “telefa”, el secuestro de niñas con el objetivo de obligarlas a casarse cuando todavía son menores, práctica ilegal pero tan arraigada en la cultura etíope que la policía apenas interviene para impedirla. Era la primera vez que una menor, apoyada por otras mujeres desde la jurisprudencia, ponía en jaque una tradición patriarcal centenaria en el país.

La historia de Bekele ha servido de inspiración para Difret, una producción etíope que ha alcanzado cierto eco internacional por, entre otras causas, el apoyo como productora ejecutiva de Angelina Jolie.

La película, sin embargo, arranca fijando la atención en el otro personaje de la historia, el de abogada, a quien vemos tomar cartas en un asunto de violencia de género desde el despacho de la Asociación donde trabaja en Adís Abeba. Meaza Ashenafi se convierte así no solo en el hilo conductor sino en la verdadera heroína del filme desde que se traslada a la aldea de la niña (Hirut en la ficción) y se encarga de garantizar su defensa legal.

La película retrata a Ashenafi como una mujer lista e independiente, una profesional de sobras preparada y una abogada que se mueve por puro altruismo. A lo largo del metraje comprobamos que tampoco se deja amedrentar por los aires de suficiencia y desprecio que gastan hombres de todas las condiciones y oficios cuando se cruzan en su camino. Y, por si fuera poco, se presenta ante Hirut como un modelo de lo que podría llegar a ser la niña: ella también creció en el campo y estuvo a punto de ser entregada en matrimonio en contra de su voluntad, pero consiguió trasladarse a la capital para estudiar en la Universidad.

Aunque basado en una persona real, el personaje de Meaza Ashenafi parece trazado con la intención de mostrar un arquetipo de mujer sin fisuras que contraste en todos sus aspectos con el modelo que se les ofrece tradicionalmente a las niñas etíopes. Porque Dirfet es una de esas películas rodadas con un objetivo claro y meridiano: concienciar tanto a la población local como a los espectadores internacionales de la injusticia que representan los matrimonios forzados y de la necesidad de que las niñas puedan educarse y decidir sobre su propio futuro. La película incluso se ha convertido en la punta de lanza de una campaña de alcance global con este propósito que ya está dando sus frutos. El gobierno etíope se ha comprometido a erradicar la telefa antes de 2025.

La campaña impulsada por el filme da frutos: El gobierno se ha comprometido a erradicar la telefa antes de 2025

El filme subraya la importancia del derecho en un país donde todavía perduran formas tribales de enjuiciamiento. Una de sus mejores secuencias es la del seguimiento del consejo de hombres de la aldea para discutir el caso de Hirut, en que el padre de la niña y el del violador exponen sus respectivos argumentos. Los responsables del filme aprovechan para contextualizar la película a partir de las declaraciones de los personajes: los hombres del pueblo reivindican como tradición intocable el secuestro de niñas para contraer matrimonio y consideran injerencias externas, promovidas por el maestro y la gente proveniente de la ciudad, las críticas a esta costumbre.

Melodrama judicial

Al convertir a la abogada en la heroína que cuestiona en un tribunal el machismo imperante en Etiopía, Dirfet deviene un melodrama sobre una mujer que se enfrenta judicialmente a la mentalidad de todo un país. Aunque caiga en esa tendencia al esquematismo propia de los filmes basados en hechos reales que pretenden dar a conocer una causa, hay que reconocerle al director Zeresenay Mehari, cineasta etíope residente en Estados Unidos, la sobriedad con que encara la reconstrucción de los hechos, evitando tanto recrearse en los aspectos más escabrosos del caso como transmitir una épica exagerada durante el proceso judicial.

Difret también se ha visto envuelta en una polémica que pone de manifiesto las paradojas de este tipo de filmes que parten de unas supuestas buenas intenciones. La ya adulta Aberash Bekele declaró que se había utilizado su historia sin su permiso, denunció que no había recibido ningún tipo de compensación económica por ello y protestó porque el personaje de la abogada recibía mucha más atención que el suyo propio. Incluso interpuso una demanda para impedir el estreno del filme en Etiopía alegando además que podía poner en peligro la seguridad de su familia. Tras llegar a un acuerdo con los productores, Dirfet finalmente se ha podido ver en los cines etíopes.

En 1996 Aberash Bekele, una adolescente etíope que regresaba a casa desde la escuela, fue secuestrada por un grupo de hombres a caballo. La encerraron en una cabaña donde fue maltratada y violada por el líder de la banda. La intención del tipo era dejarla embarazada para luego casarse con ella. Pero en un momento de descuido, la muchacha consiguió escaparse con un arma. Acabó matando a su abusador cuando este se disponía a apresarla de nuevo. A pesar de tratarse de un caso de defensa propia, Bekele estuvo a punto de ser linchada por los hombres del lugar.

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