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El patio trasero de la América oficial
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estreno de 'lost river'

El patio trasero de la América oficial

El actor Ryan Gosling, icono del Hollywood contemporáneo, debuta como director

Foto: Fotograma del filme estadounidense, que se estrena hoy
Fotograma del filme estadounidense, que se estrena hoy

El debut como director de Ryan Gosling arranca con una serie de postales al más puro estilo “ruin porn” que sirven de telón de fondo para la presentación de los protagonistas del filme: Billie, una madre en el paro (Christina Hendricks, con quien Gosling coincidió en Drive de Nicolas Winding Refn), y sus dos hijos, el joven Bones y su hermano todavía bebé. El panorama queda claro. En una ciudad devastada que se parece mucho a Detroit esta familia intenta sobrevivir como puede, mientras sus pocos vecinos se marchan del lugar y las excavadoras derriban las casas que quedan en pie en el barrio. Las intenciones cinematográficas de Gosling, también. El realizador novel filma unas imágenes que pretenden tener fuerza por ellas mismas, sin necesidad de someterlas a una narración convencional para que cobren sentido.

Hay que reconocerle a Gosling su apuesta. Este actor canadiense que debutó en el Disney Channel y se convirtió en uno de los rostros más populares del cine contemporáneo gracias a El diario de Noah, adaptación de Nicholas Sparks convertida en hito del cine romántico para adolescentes de la mano de Nick Cassavetes, no ha tomado el camino más fácil en su primera película tras la cámara. Para empezar, ha renunciado a ser el protagonista a pesar de que su presencia hubiera garantizado el recorrido comercial del filme. En su lugar, en el papel de Bones, el muchacho que deambula por esta América en pleno naufragio, aparece el casi desconocido Iain De Caestecker. Además, en el panteón de referencias a las que apela la película se encuentran algunos de los nombres más inimitables del cine independiente norteamericano, de David Lynch a Terrence Malick.

Como en el cine del director de Twin Peaks, Lost River se adentra en unos escenarios de onirismo surreal y grotesco que funcionan a modo de patio trasero de la América oficial. Billy necesita conseguir dinero como sea para que no les desahucien. Su nuevo banquero (un personaje a medio camino entre el homenaje y la parodia al Dennis Hopper de Terciopelo azul) le proporciona trabajo en un cabaret de espectáculos gores, donde hermosas mujeres (Eva Mendes es la jefa de todas ellas) son mutiladas ante el público de la manera más violenta. Pero el show no termina en el escenario. Los sótanos de la sala albergan una experiencia más perturbadora... Gosling rueda todas estas secuencias a base de planos aberrantes, (ab)uso del gran angular (aquí se nota también la influencia de Nicolas Winding Refn), cámara oscilante, montaje sincopado y filtros de colores que les otorgan el más que previsible tono pesadillesco.

A la manera de los protagonistas de los primeros filmes de Malick, entre otros, Bones y su novia-vecina Rat (Saoirse Ronan, adivinen cuál es su mascota) encarnan a una pareja de jóvenes marginados a causa de las circunstancias socioeconómicas que se mueven por paisajes de indudable poética. Bones está siempre huyendo del abusón del lugar, Bully (sí, la película no brilla por su sutileza conceptual), que se dedica como él a recoger chatarra para ganarse la vida. Bully se pasea en un Cadillac que lleva detrás un sillón a modo de trono ambulante. En la mejor escena del film, sienta a una temblorosa Rat en él durante un paseo nocturno por la ciudad.

El director ha filmado un cuento oscuro con la crisis económica de telón de fondo

El Detroit postindustrial, cada vez más abandonado por sus habitantes, deja paso a una naturaleza en proceso de recuperación del espacio que una vez le sustrajeron. Esta tensión entre urbe decadente y paisaje natural está siempre presente en la película e inspira su título: el río perdido es el que sumergió bajo sus aguas al viejo pueblo. Todavía hay habitantes que lo recuerdan y están convencidos que éste fue el origen de todos sus males. Como la abuela de Rat que, encarnada por Barbara Steele, le permite a Gosling añadir todavía otra capa de referentes estéticos a su obra: la chica y la anciana resisten en un antiguo caserón de tintes góticos.

Cuento oscuro con la crisis económica de telón de fondo, Lost River abraza más influencias de las que es capaz de asimilar. Ryan Gosling apuesta fuerte en su debut como director, pero su jugada resulta ruinosa debido a su dependencia de referentes visuales anteriores, que él no consigue digerir adecuadamente para ofrecer a cambio un imaginario propio hipervitaminado. Como esos encuadres iniciales que se regodean en la supuesta belleza decadente de las ruinas de Detroit, casi todas las imágenes de Lost River tienen algo prestado o de desgastado. Casi todas intentan deslumbrar con algún elemento visual, como si fuera un poema sobrecargado de metáforas y epítetos. Y acaban convertidas en un pastiche involuntario de grandes nombres del cine estadounidense. Claro que podría haber sido peor. Puestos a imitar, mejor que Ryan Gosling haya optado por David Lynch y Nicolas Winding Refn que por Nick Cassavetes.

El debut como director de Ryan Gosling arranca con una serie de postales al más puro estilo “ruin porn” que sirven de telón de fondo para la presentación de los protagonistas del filme: Billie, una madre en el paro (Christina Hendricks, con quien Gosling coincidió en Drive de Nicolas Winding Refn), y sus dos hijos, el joven Bones y su hermano todavía bebé. El panorama queda claro. En una ciudad devastada que se parece mucho a Detroit esta familia intenta sobrevivir como puede, mientras sus pocos vecinos se marchan del lugar y las excavadoras derriban las casas que quedan en pie en el barrio. Las intenciones cinematográficas de Gosling, también. El realizador novel filma unas imágenes que pretenden tener fuerza por ellas mismas, sin necesidad de someterlas a una narración convencional para que cobren sentido.

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