El esqueleto podrido de Rusia
Andréi Zviáguintsev estrena 'Leviatán', un filme ruso bien recibido en Cannes y uno de los favoritos al Oscar a la Mejor película de habla no inglesa
El director Andréi Zviáguintsev invoca a Thomas Hobbes desde el título de su cuarto largometraje. El protagonista de Leviatán es un ciudadano corriente de un pueblo al norte de Rusia que ve su vida desmoronarse ante el abuso de poder del estado. Kolya habita en una hermosa casa con vistas al Mar de Barents que se construyó él mismo y donde se gana la vida como mecánico. Comparte el hogar junto a su hijo y su segunda esposa, que trabaja en la factoría de pescado local.
La residencia de Kolya resulta una excepción en un pueblo donde la mayoría de habitantes se alojan en destartalados bloques de pisos. La privilegiada situación de su casa, en primera línea de costa, ha despertado la envidia del alcalde, que propone comprársela.
Entre ambas partes se desarrolla un pulso desigual. En la primera secuencia en el tribunal, la cámara aguanta el plano sobre la magistrada que lee la sentencia. Durante unos largos minutos oímos su jerga entonada de forma acelerada hasta el punto que resulta prácticamente incomprensible. La juez habla en un idiolecto burocrático que poco tiene que ver con la defensa de los derechos de la ciudadanía. Pero entendemos que falla en contra de Kolya. A partir de aquí, el protagonista entra en un espiral de destrucción que pone en evidencia una sociedad decadente en lo íntimo y en lo social.
Zviáguintsev hace bascular el film entre el drama familiar de un hombre que se siente traicionado por sus seres más queridos y el thriller comandado por un político corrupto capaz de cualquier argucia para conseguir aquello que desea. Ambas crisis aparecen entrelazadas en el relato, y el director juega oportunamente con las elipsis para no concretar algunas de las causas exactas que llevan a la perdición del protagonista.
En la escena justo en el corazón de la película, Kolya y Dmitri salen a pegar unos tiros a la montaña junto a algunos amigos. Se divierten disparando a viejas botellas mientras vacían otras a gran velocidad. Cuando se terminan los envases, el amigo policía recurre a otras dianas: los antiguos cuadros de mandatarios rusos que presidían alguna edificio oficial: Lenin, Brézhnev, Yeltsin... “¿Y no hay alguno más reciente?”, pregunta uno de los hombres. “Todavía no disponemos de suficiente perspectiva histórica”, responde el policía local que ha organizado la escapada. El retrato de Putin preside aún el despacho del alcalde...
El tema de fondo de Leviatán, una Rusia donde se ha instalado la corrupción en todos sus estamentos, es recurrente en el cine actual no solo de este país, también de otros estados surgidos del desmantelamiento de la antigua URSS. Estas cinematografías dibujan un presente donde el capitalismo ha aprovechado las estructuras podridas de los antiguos regímenes para instalarse, sin dejar tiempo a que allí se asentara la democracia. En Leviatán , Kolya contempla como no se le permite ocupar un espacio propio entre el capitalismo voraz y los despojos del comunismo.
El título del film no solo refiere al libro de Hobbes. El sacerdote del pueblo cita a su vez al Leviatán bíblico que inspiró al filósofo, ese monstruo marino encarnación de un poder maléfico incontrolable, para oponerlo a la paciencia y resignación de Job. En el film, los representantes de la Iglesia se mantienen siempre elusivos al compromiso, como si los problemas terrenales no fueran con ellos.
Como los jueces, los sacerdotes recitan unas prédicas vacías de contenido en unas liturgias que legitiman el poder del estado. Incapaz de tener la paciencia del santo Job ante las injusticias de las que es víctima, Kolya se refugia en el vodka, que riega la mayoría de encuentros sociales en la película. Aunque hable del presente del país, Leviatán presenta una serie de personajes fácilmente identificables en la ficción rusa de las últimas décadas, desde el protagonista espontáneo y fiel a sus principios a la esposa que se siente atrapada por su cotidianidad, pasando por esa serie de amigos siempre con una copa de más.
Discípulo de esa escuela cinematográfica que otorga todavía un peso específico a la imagen, Andréi Zviáguintsev saca todo el provecho al entorno natural de esta Rusia ártica. La luz azulada que impide distinguir si ya es de día o todavía es de noche, el mar que rompe agresivo contra los acantilados, el viento que azota el paisaje agreste, convierten el contexto a primera vista idílico donde vive Kolya en un paisaje claustrofóbico, un fin del mundo que parece no ofrecer escapatoria.
Y en la playa yace durante toda la película el esqueleto de una bestia marina, los restos de ese contrato social que lleva décadas podrido en Rusia.
Leviatán
Dirección: Andréi Zviáguintsev
Género: Drama
Duración: 141 minutos
Nacionalidad: Rusia
Intérpretes: Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Aleksey Serebryakov, Anna Ukolova, Roman Madyanov, Lesya Kudryashova
El director Andréi Zviáguintsev invoca a Thomas Hobbes desde el título de su cuarto largometraje. El protagonista de Leviatán es un ciudadano corriente de un pueblo al norte de Rusia que ve su vida desmoronarse ante el abuso de poder del estado. Kolya habita en una hermosa casa con vistas al Mar de Barents que se construyó él mismo y donde se gana la vida como mecánico. Comparte el hogar junto a su hijo y su segunda esposa, que trabaja en la factoría de pescado local.
- Una mente atrapada dentro del armario Javier Zurro
- Me llamo Angelina Jolie y quiero un Oscar Javier Zurro