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Tú a Tel Aviv y yo a Cisjordania
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estreno de 'el hijo del otro'

Tú a Tel Aviv y yo a Cisjordania

La película de Emmanuelle Devos, que llega hoy a las salas, retoma el tema de hijos intercambiados al nacer y añade un componente político a la historia

Foto: Fotograma de 'El hijo del otro'
Fotograma de 'El hijo del otro'

A Alon, orgulloso oficial del ejército israelí, se le cae el mundo encima cuando descubre que su hijo Joseph, a punto de cumplir el servicio militar, no es su hijo biológico. Mucho peor. Ni tan siquiera es judío. Y el joven Bilal no puede disimular su ira el día que le cuentan que su hermano Yacine es realmente un joven israelí, un ciudadano del estado que ocupa y oprime a su pueblo, del estado al que ha jurado odio eterno.

Justo después de nacer en un mismo hospital de Jaffa, Joseph y Yacine compartieron incubadora. El caos provocado por un bombardeo ocasionó que cada uno fuera retornado a la madre equivocada. El error no se descubre hasta casi dieciocho años después, cuando Joseph tiene que someterse a una serie de análisis de sangre.

La premisa de los bebés intercambiados accidentalmente de la que parte la producción francesa El hijo del otro resulta un buen punto de partida tanto para el drama como para la comedia. Pero además es un terreno abonado para todo tipo de reflexiones en torno a la identidad, la nacionalidad, el sentimiento de pertenencia, la religión, los prejuicios, la cultura o el concepto de familia.

El año pasado Hirokazu Koreeda utilizaba el mismo desencadenante narrativo en De tal palo, tal astilla, para desarrollar un drama que cuestionaba la idea de paternidad definida exclusivamente a partir del factor consanguíneo.

El japonés también explotaba de forma harto simplista el choque social entre las dos familias que descubren que el hijo que han educado y amado no es el que parió la madre, de manera que la familia pobre aleccionaba moralmente a la rica sobre qué significa querer a un hijo.

La francesa Lorraine Lévy traslada esta colisión de identidad a un territorio mucho más complejo, el del conflicto entre Israel y Palestina. De esta manera, en El hijo del otro no solo se pone en jaque la naturaleza del sentimiento paterno-filial sino que también entran en juego cuestiones tanto políticas como religiosas.

En cuanto se pone de manifiesto el equívoco, al joven Joseph le prohíben hacer la mili, algo que no sabe cómo justificar ante sus amigos, obligados todos ellos a pasar por este trámite. Pero sobre todo ve cómo su fe es desautorizada por el rabí, quien le recuerda que el judaísmo va vinculado a la filiación materna. De poco le sirve a Joseph su probada devoción si su madre biológica no es judía.

Yacine, en cambio, no siente un especial apego por su identidad religiosa o cultural. Se encuentra estudiando en Francia (una de las formas que tienen los guionistas de justificar que buena parte del film esté hablado en francés a pesar de situarse entre Tel Aviv y Cisjordania) y acaba de regresar a Palestina. Lo que no le impide estar concienciado de la opresión que vive su pueblo. Le prometió a su hermano Bilal que cuando acabe la carrera de medicina construirá un hospital en Cisjordania. Pero éste ya no ve claro el hecho que en el fondo sea hijo de una judía.

Lévy utiliza la excusa de los hijos intercambiados para confrontar a dos familias en principio opuestas en un film de vocación claramente conciliadora. La situación en estos territorios se hace explícita en todo momento, sobre todo en lo que se refiere a la vida cotidiana de la familia palestina. Cualquier movimiento que lleva a cabo la familia Al Bezaaz va ligado al muro construido por Israel y a las continuas humillaciones en los controles militares. Queda claro que el padre trabaja como mecánico porque la situación política le impide desarrollar su carrera como ingeniero. Y también planea en el film el fantasma de un hijo muerto sobre cuya desaparición no se ofrecen más pistas.

Aunque ponga sobre la mesa el conflicto político, Lévy sin embargo se apoya sobre todo en la cuestión humana a la hora de desarrollar el drama entre las dos familias. La directora se esfuerza en matizar e intentar entender todas y cada una de las reacciones de los diferentes miembros de ambas familias, de manera que ninguno de ellos acaba actuando según lo que dictarían los prejuicios políticos en cualesquiera de los bandos.

Aunque por otro lado Lévy no puede evitar recurrir a ciertos tópicos universales: en la película las madres son las que se muestran comprensivas en todo momento mientras que los hombres de las dos generaciones encarnan la testarudez y la falta de flexibilidad. La música ejerce igualmente el papel de unificadora por encima de culturas, lenguas y religiones. Y la contención para no estigmatizar ni a palestinos ni a judíos acaba jugando en contra de la película en su desenlace. En su esfuerzo por mostrar las aristas del conflicto, todas convenientemente limadas, El hijo del otro opta por una conclusión donde los buenos sentimientos le ganan la partida a la verosimilitud.

El hijo del otro

Dirección: Lorraine Levy

Duración: 105 minutos

Nacionalidad: Francia

Género: Drama

Intérpretes: Emmanuelle Devos, Pascal Elbé, Jules Sitruk, Mehdi Dehbi, Areen Omari, Khalifa Natour

A Alon, orgulloso oficial del ejército israelí, se le cae el mundo encima cuando descubre que su hijo Joseph, a punto de cumplir el servicio militar, no es su hijo biológico. Mucho peor. Ni tan siquiera es judío. Y el joven Bilal no puede disimular su ira el día que le cuentan que su hermano Yacine es realmente un joven israelí, un ciudadano del estado que ocupa y oprime a su pueblo, del estado al que ha jurado odio eterno.

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