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El 'mea culpa' del capitalismo alemán
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en el cerebro de un 'trader' de un banco de inversión

El 'mea culpa' del capitalismo alemán

Triunfó como trader en la banca de inversión, pero un día entró en crisis existencial. Ahora critica la deriva de las finanzas en un documental. Al habla con Rainer Ross

Foto: Rainer Voss en el documental
Rainer Voss en el documental

Es posible que usted se suba por las paredes cada vez que oye a un político hablando de recortes en televisión, pero quizás nada es comparable al desasosiego económico que puede causarle a uno un jefe con tendencias laborales sádicas. Que se lo digan a Rainer Voss. Llevaba dos décadas triunfando como trader en la banca de inversión de Fráncfort. Ganaba un dineral y todo parecía ir viento en popa... hasta que su empresa empezó a tocarle las narices.

"Pasaron de desearme buenas vacaciones por el verano a preguntarme si me podía permitir esas vacaciones", cuenta Voss refiriéndose a un clima de creciente presión en la oficina.

Algo hizo clic entonces en su cabeza. Tras retirarse de la primera línea financiera, Voss se ha convertido ahora en el protagonista único de Master of the Universe, documental donde critica los excesos financieros del capitalismo alemán y sus consecuencias sobre el mundo del trabajo. “Lo mío no ha sido una epifanía. No es que viera de pronto la luz. Las epifanías provocan que las personas cambien, pero no he sido yo el que ha cambiado, sino lo que había a mi alrededor, como si hubieran movido el techo de sitio”, explica Voss a El Confidencial desde la terraza de la Cineteca madrileña.

Master of the Universe, que compite en la sección oficial del Festival Documenta Madrid, sitúa a Voss en un edificio de oficinas abandonado de Fráncfort, centro neurálgico del capitalismo financiero alemán/europeo. En este escenario de alto contenido simbólico, con rascacielos de fondo y mesa de consejo de administración alrededor, va exponiendo sus críticas sosegadas al sistema. “No creo que estemos ante un problema sistémico, sino social”, matiza.

La visión de Voss, en efecto, no se centra tanto en lo macroeconómico como en lo laboral. “Podemos dividir el trabajo en dos campos: el creativo y el distributivo. Creativo es cuando ofreces un producto a alguien que lo necesita, cubriendo así una necesidad. Ocurre que cada vez hay menos de eso y más luchar contra el otro, ya sean tus propios compañeros de trabajo o la competencia empresarial. Un puro juego de ganadores y perdedores”, aclara un hombreque, deliberadamente, evita pronunciar el nombre de sus antiguos empleadores tanto durante la entrevista como en el documental.

Pero no nos volvamos locos. Voss en un hombre de orden y lo que parece pedir no es otra cosa que un capitalismo compasivo. Pero eso no significa que comulgue con ruedas de molino. A Voss, por ejemplo, le da la risa floja cuando se le pide una valoración de uno de los pilares políticos fundamentales de la doctrina económica imperante: el libre mercado como medida de todas las cosas:

“Eso del libre mercado es un mito. La gente que más se desgañita defendiendo la necesidad del libre mercado lo que reclama en realidad es un mercado donde ellos (y no los otros) puedan obtener el máximo beneficio”.

En otras palabras: las cartas del libre mercado están marcadas. Y lo están, según Voss, hastaen el lugar supuestamente más puro y libre de injerencias de todos: el parqué de las bolsas internacionales, ese paraíso liberal donde el mercado distribuye sus ganancias con su ya célebre desparpajo y ecuanimidad.

Voss da el siguiente ejemplo en el documental sobre lo crudo que lo lleva uno en la bolsa sin el respaldo de un gran conglomerado: "Es fácil hacer ganar una millonada con minúsculos movimientos de precios. Pongamos que empiezas con 100.000 euros. Necesitarías que el precio se moviera un 1% para ganar 1.000. Pero si tienes millones de euros a tu disposición para invertir, sólo necesitas que el precio varíe un 0,0001% para obtener grandes beneficios. En el mercado, las armas de cada uno son muy desiguales. Siemens o Volkswagen son más listas que un banco. Y debajo de ellos estaríanlas compañías intermedias, los Gobiernos locales y los inversores privados. Hay un viejo dicho en las bolsas: los inversores privados siempre pierden. Vale, a veces ganan, pero es como jugar a la ruleta... Ganar dinero en los mercados de valores sin correr riesgos es muy complicado”, razona haciendo migas el concepto de capitalismo popular.

O esta otra joya sobre la progresiva complejidad de los instrumentos financieros: "Me atrevería a decir que nadie está capacitado para comprender en su totalidad los balances contables del Deutsche Bank. Es demasiado complejo. ¿Cómo podemos entonces demandar transparencia a algo que no lo puede ofrecer? Es como lo de la partícula de Dios: yo no sé si existe, como tampoco sé cómo funcionan todas y cada una de las ramas de la industria financiera... porque nadie lo sabe".

Aunque su crítica al capitalismo financiero es más cultural que económica, Voss tiene algo de radical, al menos en el siguiente sentido: suele ir a las raíces del problema. Como por ejemplo en la siguiente reflexión sobre un concepto económico clásico, el homo economicus, o cómo se comporta el hombre ante ciertos estímulos monetarios: "Se trata de una figura creada por la ciencia económica que consiste en aislar al hombre de sus atributos políticos, morales o sexuales y enfrentarle desnudo a la economía con el objeto de que obtenga el máximo beneficio. Sucede que nos lo hemos tomado al pie de la letra. Lo que antes sólo era una abstracción sobre el papel ha dado el salto a la realidad. Ahora mucha gente quiere ser homo economicus; es decir, ganar la mayor cantidad de dinero posible sin someterse a condicionantes políticos, morales, sexuales o de cualquier tipo", zanja.

Es posible que usted se suba por las paredes cada vez que oye a un político hablando de recortes en televisión, pero quizás nada es comparable al desasosiego económico que puede causarle a uno un jefe con tendencias laborales sádicas. Que se lo digan a Rainer Voss. Llevaba dos décadas triunfando como trader en la banca de inversión de Fráncfort. Ganaba un dineral y todo parecía ir viento en popa... hasta que su empresa empezó a tocarle las narices.