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El talento sin fama de Chris Marker
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retrospectiva en londres sobre el autor

El talento sin fama de Chris Marker

La galería Whitechapel de Londres dedica una muestra al inclasificable cineasta, fotógrafo, artista y escritor autor de obras maestras como 'La jetee'

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Existe una enfermedad cada vez más común entre los mortales del siglo XXI: la egolatría. Es un virus que ayudado por la sobredosis de narcisismo que domina las redes sociales se está cebando con todo tipo de humanos, jóvenes y ancianos, mediocres y geniales, anónimos y célebres, pero es particularmente voraz entre artistas, tradicionalmente aquejados de problemas de ego.

Por eso resulta refrescante, incluso radical, sumergirse en la obra del “más conocido autor de películas desconocidas” (en sus propias palabras), uno de los creadores menos ególatras que ha dado el cine, un hombre del que apenas existen fotografías, que firmaba sus obras con múltiples seudónimos y que jamás concedió una entrevista, el inclasificable cineasta, fotógrafo, escritor, experimentador y activista Chris Marker, al que la galería Whitechapel de Londres le dedica esta primavera una sugestiva y palpitante exposición retrospectiva.

“¿Por qué perder vuestro talento y vuestra energía, por no hablar de ese concepto tan escaso, tiempo, en un proyecto tan absurdo como un documental sobre mí mismo?” escribía el autor del clásico del cine de ciencia-ficción La Jetée (1962), en una carta fechada en 1991 y dirigida a un colectivo de cineastas británicos que le proponían hacer un documental sobre él. “Hacer un documental centrado en mi persona es algo tan radicalmente opuesto a lo que he tratado de hacer y de ser que no entiendo como alguien que conozca mi trabajo me lo pueda plantear. Además, viendo el enfrentamiento de ideas y fuerzas que se dan actualmente en el mundo resulta extravagante pensar que se quiera utilizar la fuerza que tienen ochenta minutos de programa en hacer algo que no sea tratar de entender lo que está ocurriendo a nuestro alrededor”.

La jetee, Chris Marker, 1962 (BFI)Estas palabras, que pueden leerse entre las diferentes cartas que se exhiben en la muestra, titulada A Grin without a cat (La sonrisa sin en el gato, un juego de palabras extraído de Alicia en el país de las maravillas y que también dio título a una de sus películas-ensayo más importantes) pueden servir para resumir gran parte de la trayectoria creativa de un artista al que también se le puede aplicar el cada vez más raro denominador de ‘viajero’, y quizás otro aún más audaz, el de “viajero global”, a pesar de que cuando comenzó a viajar en los años cincuenta sin apenas saber utilizar su cámara, la globalización y sus efectos eran conceptos que al mundo se le escapaban, pero a Chris Marker no.

De hecho es fascinante observar a través de la exposición, dividida en cuatro áreas temáticas interconectadas entre sí, su capacidad para absorber lo que ofrecían otros mundos lejanos a su Francia natal, y su talento para hacer conexiones intelectuales, antropológicas y políticas.

Una de esas secciones de la muestra se titula precisamente Viajes y en ella se proyecta un fragmento de Sans Soleil (1983), otra de sus películas más celebradas, donde reflexiona sobre la memoria, las imágenes y la tecnología a través de un viaje que le lleva a relacionar lugares tan dispares como Japón y Guinea Bissau.

placeholder Le joli mai (Chris Marker)

Una gran parte de sus más de sesenta películas-ensayo -ese género a caballo entre el documental y la reflexión personal del autor del que Marker es considerado un maestro- versa en torno a la observación de turbulencias históricas, desde las protestas en París a principios de los sesenta por la guerra de independencia de Argelia (Le Joli Mai, 1962), a las promesas incumplidas del socialismo global de los años sesenta y la realidad en Europa y Latinoamérica una década después (A Grin without a cat, 1977), sin olvidarse de la guerra de Irak ya entrado el siglo XXI, cuando Marker filmó Chats Perchés (2004). Todos estos trabajos están reunidos en la sección titulada Guerra y Revolución, temas presentes en su obra desde los inicios de su carrera profesional y también reflejados en una serie fotográfica que realizó a lo largo de su vida titulada Staring back series: they stare 1952-2006.

Muchas de esas imágenes, miradas robadas a cientos de personas en docenas de rincones del mundo, distribuidas por toda la muestra, están acompañadas por las palabras del propio Marker, quien no sólo era un poeta de la imagen sino que tenía gran talento para las palabras: ”Durante esos años llegué a la conclusión de que las únicas armas contra la policía son las cámaras. No son gloriosas pero a veces son eficientes. Y así, con una cámara de 16mm que robé de un cajón de la Unesco, filmé mi primera manifestación, no muy bien, robándole luz a la gente de la televisión. Y ese fue un momento decisivo en mi carrera cinematográfica (qué palabra más despreciable). En otros tiempos supongo que me habría conformado con filmar gatos y mujeres. Pero no elegimos el tiempo en que vivimos”.

Hay una sección dedicada exclusivamente a La Jetée, esa película de ciencia ficción realizada en foto fija y no con película (sólo hay un plano filmado) que Marker dirigió en 1962 y cuya influencia se ha perpetuado hasta nuestros días. Es su obra más célebre, como atestiguan los visitantes a la exposición, que se agolpan en la sala donde se proyecta una versión restaurada con un principio diferente al conocido.

placeholder Zapping Zone. Foto: Rosey Trickett

La Jetée fue la única película de ficción firmada por Marker, y su trama post-apocalíptica – un superviviente de la tercera guerra mundial se somete a un experimento para viajar en el tiempo y conseguir cambiar el presente- sirvió de inspiración a Terry Gilliam para su película Doce Monos e inspiró a James Cameron para Terminator. Los cuadernos originales de trabajo de Marker sobre el filme acompañan a la proyección.

La muestra también refleja la inagotable curiosidad de este artista, cuyo verdadero nombre era Christian François Bouche-Villeneuve. Lúcido hasta su muerte, que le visitó en 2012, a los 91 años, en la década de los noventa comenzó sus primeras incursiones en la video-instalación. A esa época pertenece el tan caótico como impactante Zapping Zone. Proposal for an imaginary televisión donde una docena de pantallas escupen imágenes desde diferentes partes del globo mezcladas con fotos del propio Marker o entrevistas a sus amigos, entre ellos Christo o Matta.

Dos décadas más tarde el mundo está lleno de artistas multimedia que hacen cosas muy parecidas y creen que aún son modernos. Marker se adelantó a todos ellos y tampoco tuvo miedo en saltar sin paracaídas en el mundo de Internet a los 85 años, creando un avatar propio (el gato Guillermo en Egipto) para el juego online Second Life y construyendo en su interior un museo con obras de arte clásico ‘tuneadas’ por él, dejando así constancia de su admiración por el arte, pero también de su crítica a los museos y sobre todo, mostrando su inagotable ironía, presente en toda su producción.

Existe una enfermedad cada vez más común entre los mortales del siglo XXI: la egolatría. Es un virus que ayudado por la sobredosis de narcisismo que domina las redes sociales se está cebando con todo tipo de humanos, jóvenes y ancianos, mediocres y geniales, anónimos y célebres, pero es particularmente voraz entre artistas, tradicionalmente aquejados de problemas de ego.

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