Estalinistas borrachas y monjas de clausura, la alianza política definitiva
El director polaco Pawel Pawlikowski analiza las claves de 'Ida', que se estrena ahora tras arrasar en festivales como Gijón y Londres
En las películas de carreteralos azaressuelen generarextraños compañeros de viaje. Pero quizás nunca antes habíamos visto al volante a una pareja tan improbable comola deIda: unafiscal estalinista y una monja. Todo ello contado en blanco y negro y enel contexto de la Polonia de 1960,con el país abriéndose perezosamente a la modernidad, aunque elpasado siga llamando violentamente a la puerta: de los muertos de la ocupación nazi a las purgas comunistas trasla guerra.
En efecto, suena un poco para echarse a temblar (película polaca y en blanco y negro protagonizada por una monja de clausuray una estalinista borracha), pero haría mal usted en perderse Ida, que se estrena ahora en España tras arrollar en el circuito de festivales:mejor película en Londres, FIPRESCI en Toronto y ganadora de cuatro premios en Gijón.
Para hablar del pequeño fenómeno de autor que es Ida pasó por Madrid el director Pawel Pawlikowski (Warsaw, 1957). Primero hay que aclarar que aunque Ida es una película 100% polaca, Pawlikowski es un director polaco sui géneris, lo que explica en parte las peculiares características políticas del filme En efecto, Pawlikowski abandonó la Polonia comunista a los 14 años (1971) para vivir en Alemania e Italia, aunque finalmente se instaló en el Reino Unido, donde desarrolló una fructífera carrera como documentalista de culto (Serbian Epics(1992) y director de ficciones (Last Resort, 2000; My Summer of Love, 2004).
El caso es que el hijo pródigo ha vuelto a casa tres décadas después para rodar Ida, con gran éxito internacional, lo queno ha impedido que lavisión histórica del filme haya generara una buena controversiaen Polonia.
La acción del filme arranca día antes de que la noviciaentre en clausura. Criada en el convento desde pequeña tras ser asesinada su madre (judía) durante la ocupación nazi, la monjadecide visitar a su desconocida tíapara que le ayude a buscar los restos familiares. Resulta que su tía esuna ex fiscal estalinista, quepurgóa colaboracionistas yenemigos políticos tras la guerra, aunque ahora andede capa caída y entregada al trago.
Los patriotas de mi país han criticado que no sean los alemanes los que matan judíos en el filme, sino los polacos
"Algunas voces marginales creenque Ida esuna película anti polaca. Lo que critican estos patrioteroses que no sean los alemanes los que matan judíos en el filme, sino los polacos. No obstante, nome he tomado muy en serio estaspequeñas polémicas", cuentaPawlikowski a El Confidencial.
A algunos "nacionalistas patrióticos" tampoco les ha gustado el retrato de la ex fiscal estalinista, que entre trago y trago ayuda a su sobrina a buscar los restos de su madre. El personajeha levantado ampollas al mostrarun arrojo y un carisma a prueba de pasados políticos turbulentos. "'¿Por qué ha filmadoa una fiscal estalinista de un modo tan empático? ¿Cómo ha podido rodarla cara humana de un monstruo?, me preguntan los patriotas".
Pawlikowski admite, en efecto, que "uno no puede evitar simpatizar con ella", pero no entiende por qué eso tendría que ser un problema dado que la película "no trata de hacer ningún tipo de declaración política". "Este personaje escindido es el corazón dramático del filme. Representa a un tipo de polaco que conozco bien: con un sentido del humor trágico y nada sentimental: no quiere ser una perdedora y está un poco de vuelta de todo", cuenta el director sobre una arrolladora fiscal a la que no le importa entrar en la boda del lobo y nose deja amedrentar por los hombres.
Pero la controversia más chocantees aquella que ve en Ida unapelícula antisemita. El equívoco surgió así: "Algunos intelectuales de mi país creenque el personaje de la fiscal estalinista judía es uncliché polaco potencialmente antisemita. Me explico:los antisemitas polacos, que existen, creenque los judíos trajeron el comunismo a Polonia, loque es un sinsentido. Es cierto que gran parte de la intelectualidad judía de la época era de izquierdas, pero también mucha otra gente", explica el director.
Los que tienen una ideología preconcebida usan la película como si fuera una pelota de fútbol político
"El problema de base de todas estas polémicas es que mi filme no va sobre nada de eso, no tiene una agenda política oculta, no usaa los personajes para ilustrar una tesis. Son ellos, aquellos que tienen una ideología preconcebida, los que usan la películacomo si fuera una pelota defútbol político", añade Pawlikowski.
Más contradicciones. Pese a que Ida cuenta un episodiomuy polaco,está llegando a una gran cantidad de público internacional que desconoce dichaposguerra. El director niega otra vez la mayor: "No creo que Ida sea tan polaca. De hecho,muchos polacos creen quesólo la podía haber rodado alguien de fuera, ya que nome he dejado influenciar por la complejaretórica política del país. Quería rodar una películaconformas propias. No queríadar explicaciones. No queríaacusar a unos oexcusar a otros. Buscaba unamirada universal. Quería hablar del destino, de la identidad y de la Historia, perode forma oblicua. Condiálogos más sugerentes que explicativos para queel público pudiera participarrellenando detalles. Que laforma del filme convirtieradicho asuntos políticos concretos en atemporales. Que Idafueramásun sueño que algo prosaico".
Una última cuestión formal para rematar. Idase rodó enun formato cuadrado (4:3) que ahoraasociamos más a la televisión que al cine. El director razona así su elección: "No es tan extraño como parece. Era un formato habitual de la época que retrata el filme. Recuerda lo bien que quedaba en películas de Bergman como Persona (1966). Es un formato muy bueno para filmar rostros, quizás no tanto para los paisajes, aunque te permite redefinir los mismos: en lugar de filmarlos en horizontal lo haces en vertical". Conclusión metafórica: en lugar de explicar la posguerra polaca de izquierda a derecha, lo ha hecho de arriba a abajo.
En las películas de carreteralos azaressuelen generarextraños compañeros de viaje. Pero quizás nunca antes habíamos visto al volante a una pareja tan improbable comola deIda: unafiscal estalinista y una monja. Todo ello contado en blanco y negro y enel contexto de la Polonia de 1960,con el país abriéndose perezosamente a la modernidad, aunque elpasado siga llamando violentamente a la puerta: de los muertos de la ocupación nazi a las purgas comunistas trasla guerra.