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Los malvados duermen a pierna suelta
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estreno de 'los canallas'

Los malvados duermen a pierna suelta

Claire Denis, directora francesa de culto, analiza las claves de su nuevo filme, 'Los canallas', un thriller enfermizo protagonizado por Vincent Lindon y Chiara Mastroianni

Foto: Fotograma del filme francés
Fotograma del filme francés

Los veteranos del lugar recordarán que uno de los iconos de la cinefilia europea allá por las profundidades del siglo XX era el actor japonés Toshiro Mifune. El mito de Mifune en pantalla erael siguiente: el de un tipo impasible (aunque implacable) que protagonizó de títulos míticos de Akira Kurosawa como Los siete samuráis (1954) y Rashomon (1950), historias que el cine mundial saquearía en incontables remakes más o menos encubiertos.

Menos conocido, aunque igualmente inspirador, sería su thrillerLos canallas duermen en paz (1960), en elque Mifune se veía envuelto en una turbia trama de corrupción política e inmobiliaria. De hecho,a la directoraClaire Denis (París, 1948)se le encendió la bombillita de su nuevo filme (Los canallas) al recordar este trabajodel tándemMifune/Kurosawa:

"Fue el punto de partida: un hombre sólido, seguro de sí mismo, como el actor Toshiro Mifune, que en la serie negra de películas de Kurosawa es héroe y víctima al mismo tiempo", ha explicado Denis, una de las grandes cineastas de culto del cine francés.

El otro motor que puso en marcha el proyecto de Los canallas, que se estrena hoy en España, fue el veterano actor francés Vincent Lindon, que quería hacer una última película con Claire Denis antes de dejarde "lucir sexy", como recuerda Denis, que pasó esta semana por Madrid para presentar su película

placeholder Claire Denis y Vincent Lindon durante la presentación en Cannes de 'Los canallas'

Dicho y hecho. Lindon volvería a lucir sexy en pantalla, aunque a costa de hacerlo en unmalsano thrillercriminal.

"Vincent Lindon es un poco el mismo tipo de hombre que Toshiro Mifune, un hombre fuerte y sólido, con quien uno tiene la impresión de no correr peligro y que, por tanto, puede llegar a ser una víctima", razonala directora.

Héroe y víctima al mismo tiempo de una trama enfermiza en la que se mezclan familias que esconden terribles secretos, empresarios degenerados y tramas de corrupción sexualque dejan los pelos de punta.

Todo ello narrado con esa mezcla entre cruda y poética característica de Claire Denis: pocos diálogos, escasas concesiones a los arquetipos del thriller, nulainformación sobre la psicología de los personajes, intensotrabajo visualy unas elipsis narrativas montadas a hachazo limpio y que la directora explica así:.

"Durante el proceso de escritura, siempretengo la impresión de que una determinada escena va a decir algo que la película debería dejar adivinar. Y a menudo, aunque sé que es peligroso para la narración, prefiero eliminar esa escena. Es como con la familia. No se puede decir todo a los seres queridos -hermanos, madre, padre-, siempre hay secretos".

Denis, en efecto, no es directora de subrayados narrativos. También tiene claro que unaha de ser "expeditiva" en el rodaje para no pasarse de presupuesto.

Implacable en el plató, en la sala de montaje y a la hora de contar unashistorias protagonizadas casi siempre por personajesde moralidad turbia. Denis, no obstante, no tiene malas palabras para sus personajes más oscuros: "Son humanos,todos tenemos un lado oscuro", asegura.

El espectador, claro, también tiene que poner algo de su parte: como poco, no apartar la mirada: "Hacer que el público mire lo que no quiere ver es sádico, y yo no quiero ser sádica. Pero creo que convivimos con montones de imágenes ocultas, historias de incestos, malos tratos, abusos de poder, que aparecen a diario en los periódicos y que el cine permite liberar", zanja Denis.

Los veteranos del lugar recordarán que uno de los iconos de la cinefilia europea allá por las profundidades del siglo XX era el actor japonés Toshiro Mifune. El mito de Mifune en pantalla erael siguiente: el de un tipo impasible (aunque implacable) que protagonizó de títulos míticos de Akira Kurosawa como Los siete samuráis (1954) y Rashomon (1950), historias que el cine mundial saquearía en incontables remakes más o menos encubiertos.

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