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Cómo Hollywood se nutre del talento extranjero

Un mexicano y un británico dominan los Oscar. No es extraño. La meca del cine lleva viviendo del talento foráneo desde que se creó

Foto: Alfonso Cuarón y Angelina Jolie en los Oscar (REUTERS)
Alfonso Cuarón y Angelina Jolie en los Oscar (REUTERS)

Los cineastas extranjeros toman los Oscar. Mejor director: un mexicano (Alfonso Cuarón). Mejor película: una dirigida por un londinense (Steve McQueen). Pero la clave aquí no es tanto que Cuarón y McQueen sean forasteros, como que sus trabajos son 100% hollywoodienses. Doce años de esclavitud no es una película británica y Gravity tampoco es una cinta mexicana. La meca del cine impulsa las carreras de los talentos de otras latitudes, sí, pero sobre todo las integra y las hace suyas. Cuarón y McQueen trabajan para Hollywood. Históricamente siempre ha sido así.

Sería noticia si habláramos de los Goya o los César, de las industrias española o francesa, pero si atendemos a los 100 años de historia de Hollywood, la invasión foránea es ya más rutina que noticia.

Lo de Hollywood como tierra de oportunidades es un tópico real, y lo es casi desde el primer minuto en el que echó a andar la industria estadounidense del cine hace más de un siglo.

Las oleadas de emigración a Hollywood suelen estar vinculadas a coyunturas históricas adversas

Recuerden a lo más granado del cine europeo (alemanes, húngaros, suecos) dando el salto a Los Ángeles en los años veinte del siglo XX. Primera de las muchas oleadas de un fenómeno de emigración artística vinculado muchas veces a coyunturas históricas adversas: de los cineastas europeos que escaparon del yugo nazi durante la II Guerra Mundial (Billy Wilder, Otto Preminger, Fred Zinnemann o Robert Siodmak) a los jóvenes directores españoles instalados los últimos años en Hollywood (Fresnadillo, Berdejo, Collet-Serra) ante la incapacidad de su propia industria de ofrecerles trabajo.

Eso sí: puede que Hollywood te abra sus puertas, pero también te pasa una factura. El lugar común dice que uno tiene más libertad creativa cuando rueda en Europa, porque los condicionantes comerciales en EEUU son mucho mayores.

Los hermanos Álex y David Pastor, que rodaron su segundo filme en España (Los últimos días, 2013) tras debutar en Hollywood (Infectados, 2009 ) lo explicaban así en una entrevista con este periódico: "El concepto de lo que es y no es comercial es un poquito más flexible en España. Aquí te permiten arriesgarte más. El trato con la gente que pone el dinero es más abierto. Los debates creativos se basan más en el respeto. En EEUU tienes conversaciones un poco absurdas".

placeholder Fotograma del filme de Cuarón

Es cierto que Alfonso Cuarón rodó finalmente la película que quería hacer (Gravity) y que sólo Hollywood podía financiarle, pero a cambio pasó por un calvario de varios años por las dudas de sus inversores sobre la viabilidad económica del proyecto.

Ocurre que Hollywood, como buena máquina de producir finales felices en pantalla, tiene también un lado luminoso. El happy end de Gravity es el siguiente: la industria estadounidense le dio una tonelada de dinero a un mexicano para que rodara un filme de ciencia ficción comercialmente dudoso que acabó arrasando en taquilla, gustó mucho a la crítica y ganó siete Oscar, incluido mejor director.

El caso de Steve McQueen demostraría también que el modelo cazatalentos funciona: el Hollywood más inquieto (la productora de Brad Pitt) fichó a uno de los mayores cracks del cine de autor europeo para contar por fin la historia de la esclavitud sin sentimentalismos. Y Doce años de esclavitud se llevó el Oscar a la mejor película. Un hito.

Eso no quita para que la relación del renovador McQueen con la industria estadounidense sea potencialmente conflictiva. ¿Se instalará allí? ¿Conservará el rigor cinematográfico?

McQueen parece una roca de integridad artística, pero no sería el primer joven británico que se despeña en Hollywood siguiendo el siguiente modelo: icono de la modernidad europea debuta en Hollywood con el ímpetu de un Miura... y acaba convertido en un rutinario cineasta comercial. Fenómeno que se podría llamar así: el síndrome Ridley Scott (o cómo arrancar tu carrera americana con Alien y Blade Runner para terminar rodando superproducciones comerciales un tanto absurdas).

También puede ser que uno se mantenga en sus trece. Alfonso Cuarón es autor de un hito de la ciencia ficción... rodado mucho antes que Gravity: Hijos de los hombres (2006), una película formidable que no tuvo la suerte comercial de Gravity. Pero, tras estrenar Hijos de los hombres, Cuarón siguió a lo suyo, avanzando metro a metro en los despachos de los ejecutivos para poder financiar la película del espacio que tenía en mente. Y acabar triunfando: es el primer latinoamericano que gana el Oscar al mejor director. Eso sí, la pasta se queda en Hollywood.

Los cineastas extranjeros toman los Oscar. Mejor director: un mexicano (Alfonso Cuarón). Mejor película: una dirigida por un londinense (Steve McQueen). Pero la clave aquí no es tanto que Cuarón y McQueen sean forasteros, como que sus trabajos son 100% hollywoodienses. Doce años de esclavitud no es una película británica y Gravity tampoco es una cinta mexicana. La meca del cine impulsa las carreras de los talentos de otras latitudes, sí, pero sobre todo las integra y las hace suyas. Cuarón y McQueen trabajan para Hollywood. Históricamente siempre ha sido así.

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