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Spike jonze analiza las claves de 'her'

Cómo hacer el amor a tu ordenador personal

El director estadounidense Spike Jonze vuelve a la carga con una fantasía romántica futurista nominada al Oscar a la mejor película

Foto: El director estadounidense Spike Jonze (REUTERS)
El director estadounidense Spike Jonze (REUTERS)

El hombre que llevó la cultura alternativa al mainstream merece un respeto. Aunque solo sea por llevar a cabo con gracia dicho trasvase cultural. Hablamos, claro, del director de cine Spike Jonze (Maryland, 1969). Él era el típico chaval ochentero estadounidense obsesionado con escuchar música hardcore y montar en patín, hasta que un buen día empezó a crear, a tener una idea tras otra, y ya no paró de escalar posiciones en la montaña de la cultura global.

Primero fundó varias revistas de arte urbano (Dirt, Big Brother), más tarde lanzó un hito de la televisión juvenil (la escatológica y desternillante Jackass), luego realizó algunos videoclips epatantes (Beastie Boys, Daft Punk, Fatboy Slim, Chemicals Brothers) para acabar entrando en Hollywood en medio de un hype de dimensiones bíblicas (boda multimillonaria incluida con Sofía Coppola, de la que se separó hace unos años).

Pese a ponerse muy de moda, Jonze ha logrado sobrevivir a su estatus de geniecillo alternativo audiovisual. Entre otras cosas porque sus dos primeras películas como director, -Cómo ser John Malkovich (1999) y Adaptation (El ladrón de orquídeas, 2002)- estaban francamente bien. Profundas, entretenidas y con un punto entre excéntrico e iconoclasta. Es decir, justo lo que se esperaba del hombre destinado a modernizar el mainstream con una sobredosis de sofisticación callejera.

Mejor con máquinas

Spike Jonze vuelve ahora a la carga con Her, sostenida sobre una de sus características ideas brillantes: cuenta la historia de amor entre un hombre solitario (Joaquin Phonenix) y un sistema operativo (al que pone voz Scarlett Johansson). La cinta, nominada a cinco oscar, incluido mejor película y mejor director, se estrena el viernes en España. De momento, Spike Jonze ya se ha llevado el Globo de Oro al mejor guion.

El director estadounidense pasó ayer por Madrid para defender su nuevo filme. A uno le hubiera gustado que Jonze le recibiera montado en un skate y fumando porros a lo loco. No fue así. Sin embargo, el muchacho de 44 años hizo honor a su leyenda en cierto modo. Jonze recibió al pequeño grupo de periodistas blandiendo un cuchillo (de pescado) y luciendo ropa de sport, cabellera despeinada y una encantadora sonrisa de marihuanero. El clásico tipo con el que te irías a hacer surf ya mismo (y seguro que lo pasarías en grande).

Encantador, oye, solo que Jonze también confirmó ayer su bien ganada fama de no decir absolutamente nada relevante durante sus encuentros con la prensa. Digamos que el hombre le da muchas vueltas al coco mientras escribe y rueda sus películas, pero no busquen muchas neuronas jonzianas para lo que viene después (divulgación de sus trabajos) porque no las encontrarán. A Jonze no le gusta hablar ni de sí mismo (lo cual es razonable) ni de sus películas (lo cual es bastante extravagante dado que se supone que ha volado desde EEUU para hacer precisamente eso).

Un fregado promocional y periodístico del que se puede destacar esto: 1) “La tecnología es la manera actual de evitar la intimidad”. 2) “La soledad es algo que ha existido siempre, antes de que tuviésemos teléfonos móviles”. 3) “La gente puede tener una idea equivocada y pensar que Her habla de los avances tecnológicos, pero en realidad, es una película sobre el amor, las relaciones y la intimidad".

En efecto, pese a que la película transita por los siempre conflictivos y fructíferos terrenos de la inteligencia artificial, el director insiste una y otra vez en llevar las cuestiones cibernéticas más filosóficas hacia los terrenos del sentimentalismo. “Lo que verdaderamente me interesaba era contar una historia de amor. Solo quería escribir sobre dos personas que quieren conectar emocionalmente, y resulta que una de ellas es sólo una voz”, aseguró, como si enamorarte de tu sistema operativo no fuera más que un mero accidente. Lo típico, vaya, que enciendes tu ordenador y le tiras los trastos, a ver si cae algo...

Es una pena que Jonze no quiera profundizar en los abismos futuristas que se vislumbran en Her. Una pena para la entrevista, pero también, ay, para la película. Porque lo verdaderamente interesante de Her son sus inquietantes variaciones de la relación humano/robot en un contexto amoroso. Ocurre que todo parece ser una argucia tecnológica para contar un poco lo mismo de siempre, aunque sea desde un punto de vista novedoso: cómo pasar del desamor al amor con música de Arcade Fire de fondo (indie cursi y lánguido para las masas).

Con todo, lo de que Spike Jonze merece un respeto, sigue en pie. Como mínimo hay un par de ideas en Her tan brillantes que darían por sí solas para varias películas, volúmenes y tesis doctorales. Como cuando el sistema operativo da muestras de haber conquistado la cima utópica del amor libre. Un lugar donde uno puede tener decenas de relaciones sentimentales simultáneas sin volverse tarumba. Hasta que llega el humano y lo echa todo a perder con sus celos, claro.

Jonze, cómo no, quitó hierro a sus propios hallazgos en materia de utopías tecnológicas. "No me importaba tanto lo grande que pudieran ser las ideas como que encajaran dentro de la historia de amor que quería contar”, zanjó.

Nadie podría acusar a Spike Jonze de adornarse en exceso, desde luego. Más pasota que egocéntrico. Así están las cosas en el mainstream alternativo.

El hombre que llevó la cultura alternativa al mainstream merece un respeto. Aunque solo sea por llevar a cabo con gracia dicho trasvase cultural. Hablamos, claro, del director de cine Spike Jonze (Maryland, 1969). Él era el típico chaval ochentero estadounidense obsesionado con escuchar música hardcore y montar en patín, hasta que un buen día empezó a crear, a tener una idea tras otra, y ya no paró de escalar posiciones en la montaña de la cultura global.

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