La odisea de los hermanos Coen a ritmo de música folk
Los hermanos Coen estrenan su última película, una mirada a los inicios de la música folk que consiguió el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes
El viaje de Ulises en La Odisea siempre parece el referente al que todas las narraciones miran cuando hay que contar el trayecto físico (y psicológico) de un personaje. Que el espejo en el que se miran los hermanos Coen en su última película es la obra de Homero es tan claro como que el gato que acompaña al protagonista se llama Ulises. Pero ese espejo en el que se reflejan esta deformado por su particular visión. Nuestro particular héroe, Llewyn Davis, nunca llegará a su destino, sino que parece condenado a revivir la misma y terrorífica semana una y otra vez. Así son los artistas, nunca aprenden y siempre se levantan.
En este particular viaje olvídense de la redención y de finales dulzones, lo que A propósito de Llewyn Davis respira en cada fotograma es tristeza y melancolía. El espectador acompaña al personaje de Oscar Isaac (maravilloso redescubrimiento) sabiendo que, por muy antipático que sea, se parece a todos nosotros. Y eso duele. A nadie le gusta identificarse con alguien que va quemando las pocas oportunidades que le quedan para ser feliz y a todos los que le ofrecen una mano para salvarse. Pero así somos.
Ese tono melancólico los Coen lo consiguen gracias a la magnífica fotografía de Bruno Delbonnel y al inteligente uso de la música folk. Porque por mucho que digan que esta película trata del Greenwich Village en los 60 el filme va mucho más allá. El folk, la música, y el ambiente son más un estado de ánimo, un personaje más en la vida de Llewyn Davis (inspirado en el músico Dave Van Rock de quien utilizan sus canciones), un fracasado que seguirá buscando el éxito dejando todo atrás.
Todo esto sin grandes aspavientos, sin subrayar cada instante, con una sutileza e inteligencia que hace que resulte fácil. Joel y Ethan Coen han conseguido que su película, en apariencia, más sencilla sea también una de las más completas. El recuerdo de sus imágenes sigue ahí días después preguntándonos, como ese mensaje en el baño que lee Llewyn, “What are you doing? (¿Qué estás haciendo?)”.
Los dos hermanos consiguen con su última película algo muy difícil, que su particular universo (que en ocasiones se despendola en sus historias), sea reconocible para el que conozca su filmografía, pero no un lastre para aquellos que no lo hagan. Han logrado atar en corto sus vicios y aunque su humor y sus personajes (ese representante de Llewyn, John Goodman…) estén ahí nunca están metidos con calzador, sino que suponen bocanadas de aire fresco dentro del triste cuadro que han pintado. En definitiva han creado un filme tan personal que casi ni parece serlo.
Como siempre consiguen un reparto cuajado de grandes interpretaciones aunque sea en papeles pequeños. Ahí está Carey Mulligan, que vuelve a cantar en un filme tras su conmovedora interpretación de New York New York en Shame, para demostrar cómo se puede transmitir mucho en pocas escenas. Ni siquiera molesta la presencia de Justin Timberlake, para el que guardan una divertida escena con canción incluida.
Todo se encuentra tan medido que es difícil encontrar una pega a A propósito de Llewyn Davis. Su música (con versiones de clásicos de la época), su tono, su pesimismo… todo cala, hasta ese guiño final con Bob Dylan. Los Coen demuestran que son como la música folk: No suenan a nuevo, no envejecen, pero siguen emocionando.
A propósito de Llewyn Davis
Dirección: Joel y Ethan Coen
Duración: 105 minutos
Nacionalidad: EEUU
Género: Drama
Intérpretes: Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman, Garrett Hedlund, Justin Timberlake, F. Murray Abraham
El viaje de Ulises en La Odisea siempre parece el referente al que todas las narraciones miran cuando hay que contar el trayecto físico (y psicológico) de un personaje. Que el espejo en el que se miran los hermanos Coen en su última película es la obra de Homero es tan claro como que el gato que acompaña al protagonista se llama Ulises. Pero ese espejo en el que se reflejan esta deformado por su particular visión. Nuestro particular héroe, Llewyn Davis, nunca llegará a su destino, sino que parece condenado a revivir la misma y terrorífica semana una y otra vez. Así son los artistas, nunca aprenden y siempre se levantan.
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