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estreno de 'el único superviviente'

Emboscada talibán

Estreno de la última película de Peter Berg, un drama bélico protagonizado por Mark Wahlberg

Foto: Escena de 'El único superviviente'
Escena de 'El único superviviente'

El cine bélico de Hollywood post 11-S no se plantea el porqué y sólo habla del cómo. En este sentido, es sintomática la película de Kathryn Bigelow La noche más oscura, donde la operación de búsqueda y captura de Osama Bin Laden se retrata como un procedimental, una ficción articulada plenamente en torno al proceso, sin cuestionar métodos, políticas o contextos. Aunque Bigelow introduce una duda muy pertinente en torno al quién: deja claro que la insistencia de su protagonista en identificar a su sospechoso como Bin Laden es más una cuestión de fe, que una seguridad apoyada en hechos comprobados.

El único superviviente se inspira en el libro homónimo del militar Marcus Luttrell sobre la Operación Alas Rojas, que llevó a cabo el ejército estadounidense en Afganistán, durante el verano de 2005 con el objetivo de capturar al líder talibán Ahmad Shah. La operación resultó un fracaso: murieron todos los soldados que participaron en ella, excepto el autor de la novela que ha dado pie a la película, como bien se encarga de desvelar el título. Y Shah consiguió escapar. El filme dirigido por Peter Berg, responsable de Very Bad Things (1998), Hancock (2008) o Battleship (2012),y protagonizado por Mark Wahlberg se mueve entre un cine de exaltación militar alérgico a la autocrítica y la survival movie. Aquí la ausencia de contextualización política del conflicto es inversamente proporcional a la sobreabundancia de drama humano. Desde el arranque del film donde se suceden una serie de escenas sobre el duro entrenamiento al que se someten los miembros de la armada estadounidense, el esfuerzo de los soldados ocupa tanto espacio en la historia que no queda lugar para que alguien cuestione su presencia en Afganistán.

El núcleo del film lo constituye la emboscada mortal en la que se ven envueltos los protagonistas. El director pretende sumergirnos en una impresión realista de la guerra, transmitirnos la experiencia vivencial de un pelotón atrapado entre las montañas y rodeado por el fuego enemigo. Berg se centra en mostrar la desprotección de los protagonistas, aturullados por el ruido de las explosiones y la confusión que los rodea. Al tiempo que ofrece un final heroico para todos y cada unos de los soldados, con contraluces y ralentíes tomados prestados de La delgada línea roja (Terrence Malick, 1998) o Platoon (Oliver Stone, 1986).

Berg se mueve entre dos aguas en cuestiones políticas. Por un lado sugiere que los soldados estadounidenses están muriendo por algo tan engorroso como el respeto a la legislación internacional que impide matar a civiles. Incluso cuando esos civiles tienen toda la pinta de ir corriendo a contarle a los talibanes que acaban de cruzarse con un pelotón yanqui. Por otro lado traza una improbable e increíble historia de amistad entre el protagonista y un niño afgano para redimir a ambos de cualquier prejuicio nacionalista: que quede claro que aquí los únicos villanos y también los principales enemigos del pueblo afgano son los integristas. Para subrayarlo, el director elabora un montaje paralelo entre las órdenes de atacar que recibe el ejército norteamericano y la decapitación a cámara lenta que sufre un afgano acusado de ayudar a los estadounidenses a manos de un talibán.

Este cine bélico patriota del siglo XXI también ha dejado atrás al héroe testosterónico que dominó cierto cine hollywoodiense durante la era Reagan. En El único superviviente, todos los soldados están cortados por el mismo patrón: son muchachotes sanos sin doblez alguna que solo sueñan con volver a casa para casarse con su novia. En ellos la guerra no hace mella en ningún sentido, apenas se crean tensiones psicológicas, no cruzan líneas rojas ni atisban el horror. Dramáticamente simplista y políticamente cuestionable, el film ni tan siquiera tiene la fuerza cinematográfica de títulos polémicos como el anteriormente citado de Kathryn Bigelow.

El apunte más interesante de El único superviviente es la insinuación de que Afganistán ha resultado ser la misma trampa mortífera que Vietnam: una guerra que debería haberse resuelto rápidamente se acaba alargando durante años; un ejército entrenado para aguantar condiciones extremas, equipado con las mejores armas y apoyado por logística de última generación acaba sucumbiendo en las montañas de un país de cabreros como le sucedió medio siglo antes en las selvas de un país de campesinos.

Mark Wahlberg produce

Al contrario que otros actores guaperas de Hollywood, Mark Wahlberg no ha reconducido su carrera de la mano de cineastas del cine independiente o en películas con aroma a Oscar buscando una legitimación profesional más allá de su imagen. Sin embargo, el antiguo modelo de ropa interior de Calvin Klein ha llevado a cabo una encomiable tarea como productor. Ha apoyado series como El séquito, una muy atinada ficción sobre las dinámicas relacionales de una estrella del cine inspirada en su propia experiencia, o Boardwalk Empire. En su filmografía como actor, sin abandonar casi nunca los géneros comerciales en los que se encuentra más cómodo, el thriller y la acción, también ha producido a directores como James Gray en La noche es nuestra (2007), David O. Russell en The Fighter (2010), Baltasar Kormakur en Contraband (2012) o Denis Villeneuve en Prisioneros (2013), en la que ni tan siquiera aparece. El único superviviente quedaría como una excepción en la reivindicable carrera como actor-productor de Mark Wahlberg.

El único superviviente

Dirección: Peter Berg

Duración: 121 minutos

Género: Bélico

Nacionalidad: EEUU

Reparto: Mark Wahlberg, Taylor Kitsch, Ben Foster, Emile Hirsch, Alexander Ludwig, Eric Bana

El cine bélico de Hollywood post 11-S no se plantea el porqué y sólo habla del cómo. En este sentido, es sintomática la película de Kathryn Bigelow La noche más oscura, donde la operación de búsqueda y captura de Osama Bin Laden se retrata como un procedimental, una ficción articulada plenamente en torno al proceso, sin cuestionar métodos, políticas o contextos. Aunque Bigelow introduce una duda muy pertinente en torno al quién: deja claro que la insistencia de su protagonista en identificar a su sospechoso como Bin Laden es más una cuestión de fe, que una seguridad apoyada en hechos comprobados.

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