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La película que necesita España
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estreno de 'gente en sitios'

La película que necesita España

Llega a las salas el último filme de Juan Cavestany, tras su éxito en Toronto y haberse rodado desafiando a las normas de la producción habitual

Foto: 'Gente en sitios', de Juan Cavestany
'Gente en sitios', de Juan Cavestany

Hay un hilo que conecta al hombre que pasea por un polígono industrial abandonado con su recién estrenada peluca, y el que permanece paralizado en mitad de la calle porque se le ha olvidado andar. Hay una conexión secreta entre el filete tirado en medio de un pasillo y la vecina a la que le molesta el felpudo del vecino de abajo, que solo descubrirá cuando se le estropee el ascensor. Hay un vínculo común que une a los ladrones que friegan obsesivamente el piso que querían desvalijar y ese padre al que un equipo de TV no le deja recoger a su hijo en el colegio. Ahora bien: ¿cuáles son esos hilos, cuál es la trama ideológica, que no narrativa, que vincula esos momentos inacabados, esas escenas sacadas de una dimensión tan surreal que no puede ser sino la nuestra propia? La respuesta no está en la película, tampoco en el director, sino en el propio espectador, que se verá enfrentado a un puzzle incompleto que deberá recomponer. Si la sonrisa heladora que provoca la nueva película de Juan Cavestany se lo permite.

Inspirado en lo que José Sanchis Sinisterra llama la “poética de lo inacabado”, esa que trabaja sobre lo mínimo, lo invisible, lo aparentemente insignificante e inconcluso, Juan Cavestany rodó su tercera película sin más plan que el propio rodaje: a salto de mata, en ratos libres, componiendo las escenas sobre la marcha, trabajando sobre el boceto, la intuición, el fragmento, la construcción colectiva y fragmentada. Un anti-rodaje que empezó poniendo en duda el proceso clásico de construcción de una película para acabar desmontando la propia definición de qué es, o qué no es, una película. Porque, si esto no es una película, ¿entonces de qué estamos hablando? Hablamos de desmontar un microondas y descubrir que sobran piezas al volver a montarlo. Hablamos de arreglar una tele sin leer el manual de instrucciones. Hablamos del cuestionamiento obsesivo de lo cotidiano: ¿por qué hacemos lo que hacemos?, ¿cómo sería nuestra vida si la viviéramos como la vive ese otro al que vemos en la calle?

Sea una película, o no, no cabe duda de que Gente en sitios es el retrato más fiel de nuestra vida como un puzzle al que le faltan piezas, o ese mecanismo que nos empeñamos en reparar, y que a cada vuelta de destornillador pierde más orden y sentido. Hablamos, para qué engañarnos, de un enorme espejo deformante que interpela al espectador, haciéndole partícipe del aparente sinsentido: ese otro de ahí eres tú.

Esperpento de rotonda

La idea del cine como espejo deformante no es sino la actualización de la vieja tradición española del esperpento, un género que, no olvidemos, hunde sus raíces en la crítica social y política: el auténtico espejo del callejón del Gato no es la pura fascinación por lo grotesco, la estilización de lo absurdo, sino el resultado humorístico y amargo de una severa actitud crítica y una profunda preocupación por el hecho de vivir. Gente en sitios es ese espejo que nos deforma (o no) y para devolvernos una imagen más precisa de nosotros mismos a través de la acentuación de nuestros defectos y virtudes. Sin cinismo, o más bien al contrario, desde una profunda curiosidad por lo humano, Cavestany ha compuesto lo que termina por erigirse como un monumento a la resistencia cotidiana de la gente ante las embestidas de lo macabro, del mal encarnado en la hipocresía política y la falta de moral. Esos personajes desnortados, que podíamos ser nosotros, construyen actos de belleza invisible que terminan por erigirse como gestos heroicos de militancia y protesta. El viaje de lo patético a lo poético nunca había sido tan escarpado, ni nadie, en muchos años, había mirado a lo común, a cómo construimos nuestra vida en sociedad, con tanta curiosidad, cariño y, al mismo tiempo, extrañamiento, como Juan Cavestany en esta película.

Eduard Fernández en 'Gente en sitios'Ese esperpento en el país de las rotondas para políticos y aeropuertos peatonales solo podía adoptar la no-forma que trabaja Cavestany: a medio camino entre la colección de entremeses, el haiku existencialista y el post-humor, Gente en sitios se convierte en un gesto cinematográfico de primer orden, una escritura tan libre como interactiva, capaz de acoger en su seno a los espectadores, invitándoles a manifestarse con perplejidad, a memorizar discursos en inglés para descubrir que cualquier discurso es una gran mentira. La gran película sobre el desmoronamiento de un país y la lucha de sus habitantes por sobrevivir. Quizás el gran acierto de la película, además de inventar una forma capaz de dialogar con lo real desde lo absurdo, sea la de convertirse en un cuento moral sobre la España contemporánea sin moraleja. Una reivindicación de lo ordinario, filmado en colores feos, como antídoto ante lo consensual, los suplementos de diseño y los falsos horizontes.

Gente en sitios
Director: Juan Cavestany
Reparto: Maribel Verdú, Adriana Ugarte, Alberto San Juan, Antonio de la Torre
Nacionalidad: España
Duración: 83 minutos

Hay un hilo que conecta al hombre que pasea por un polígono industrial abandonado con su recién estrenada peluca, y el que permanece paralizado en mitad de la calle porque se le ha olvidado andar. Hay una conexión secreta entre el filete tirado en medio de un pasillo y la vecina a la que le molesta el felpudo del vecino de abajo, que solo descubrirá cuando se le estropee el ascensor. Hay un vínculo común que une a los ladrones que friegan obsesivamente el piso que querían desvalijar y ese padre al que un equipo de TV no le deja recoger a su hijo en el colegio. Ahora bien: ¿cuáles son esos hilos, cuál es la trama ideológica, que no narrativa, que vincula esos momentos inacabados, esas escenas sacadas de una dimensión tan surreal que no puede ser sino la nuestra propia? La respuesta no está en la película, tampoco en el director, sino en el propio espectador, que se verá enfrentado a un puzzle incompleto que deberá recomponer. Si la sonrisa heladora que provoca la nueva película de Juan Cavestany se lo permite.

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