La segunda parte se merienda al original
Siempre que llega la secuela de alguna película alguien se apresura a decir eso de "segundas partes nunca fueron buenas". Suele ser verdad, pero existen varios filmes
Siempre que llega la secuela de alguna película alguien se apresura a decireso de "segundas partes nunca fueron buenas". Suele ser verdad, pero existen varios filmes que rompen esa tradición: El Padrino II, El Imperio contraataca… y ahora Los juegos del hambre: En llamas. No es que esta segunda parte de la saga adolescente esté a la altura de las obras citadas, pero sí sorprenderá al mejorar sustancialmente a su predecesora.
En la película original, dirigida por Gary Ross, sobraba una cosa: pretensiones, y faltaba otra: entretenimiento. Ross no puedo (o no supo) desprenderse de ciertos amaneramientos de autor que no casaban con lo que la película necesitaba. Su cámara en mano y nerviosa fue un estorbo más que un logro. Sólo sirvió para esquivar de manera simplona los arrebatos violentos de la historia. Pese a ello, a los críticos americanas les satisfizo el resultado. Muchos lloraron la pérdida del realizador para la continuación. Aún más cuando se supo que el elegido para sustituirle era Francis Lawrence.
Una opción más comercial (Lawrence se había encargado de Soy leyenda y Constantine previamente) y menos personal que, sin embargo, ha supuesto un paso de gigante en la saga de libros escrita por Suzanne Collins. El director ha fijado la cámara y ha dotado a la película de espectacularidad y ritmo. Un divertimento de los pies a la cabeza con escenas de acción potentes y una historia que ha ganado en profundidad.
Ya no hay que introducir a los personajes ni su universo, así que sólo quedaba desplegar ante el espectador el verdadero núcleo de la trama, el resurgir de un pueblo ante las injusticias de un gobierno dictatorial. Por si todo eso puede resultar demasiado adulto y denso se introducen unas dosis de amor, y unos novedosos juegos para finalizar. Todo bien mezclado y agitado para que las casi dos horas y media de película se pasen volando y uno crea ser adolescente de nuevo.
Los productores se han tomado su producto en serio y han recurrido a guionistas de prestigio
Parte de este éxito hay que atribuírselo a unos productores que se han tomado el producto en serio. Desde el nivel técnico al más importante, el guión. Es extraño encontrar dos figuras como las de Michael Arnt (Oscar por Pequeña miss Sunshine) y Simon Beaufoy (Oscar por Slumdog Millionaire) detrás del libreto de una película que tiene asegurado el triunfo en taquilla. Ellos se han encargado de que esta mezcla salga en su punto, y no sólo la puedan degustar los más jóvenes de la casa.
Si a todo esto le unes un reparto en el que vuelve a brillar la personalidad de la nueva novia de Hollywood, Jennifer Lawrence, acompañada de pesos pesados como Phillip Seymour Hoffman y Lynn Cohen, entre otros, el resultado solo puede ser un filme endiabladamente entretenido. Un blockbuster de libro, por los que vale la pena pagar la entrada. Hasta ese final abierto cuadra perfectamente para dejar al espectador pendiente de quién ganará por fin esta revolución.
Los juegos del hambre: en llamas
Director: Francis Lawrence
Reparto: Jennifer Lawrence, Phillip Seymour Hoffman, Lynn Cohen
Género: Acción juvenil
Nacionalidad: EEUU
Duración: 142 minutos
Siempre que llega la secuela de alguna película alguien se apresura a decireso de "segundas partes nunca fueron buenas". Suele ser verdad, pero existen varios filmes que rompen esa tradición: El Padrino II, El Imperio contraataca… y ahora Los juegos del hambre: En llamas. No es que esta segunda parte de la saga adolescente esté a la altura de las obras citadas, pero sí sorprenderá al mejorar sustancialmente a su predecesora.