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Ana Mato, una musa para Woody Allen
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estreno de 'blue jasmine'

Ana Mato, una musa para Woody Allen

El realizador retrata en su nueva película, 'Blue Jasmine', la vida de la mujer de un corrupto, interpretada por una Cate Blanchett que apunta a su segundo Oscar

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La pareja del corrupto. ¡Qué mujer! Tanta dignidad, tanta cabeza alta acompañando a su marido a los juzgados con su abrigo de visón y su bolso de Louis Vuitton. Con que entereza es capaz de decir “yo no sé nada”, “ese Jaguar pensé que ya estaba” o “no creí que el confeti costaba 4.600 euros”. Lo extraño es que con semejante material todavía no se hubiera realizado ninguna película cuyo personaje central fuera la esposa de los mangantes que asolan nuestra sociedad. Ha tenido que venir Woody Allen, en su cita anual con el espectador, para mostrarnos cómo es la vida de cualquier cómplice del desfalco.

Porque la existencia de estas señoras tiene mucho de tragicomedia, y a Woody Allen le encanta el género. No se ha podido resistir a radiografiar esa existencia que bascula entre lo ostentoso, el autoengaño y la frivolidad, y si encima encuentra una aliada como Cate Blanchett hay poco que perder. El realizador se apoya por completo en la maravillosa interpretación de la actriz australiana para regalar un verdadero retrato del patetismo de aquel que ha perdido todo pero sigue viviendo anclado en el lujo del pasado.

Que vayan grabando el nombre de Blanchett en el Oscar a la mejor actriz porque es difícil que alguien llegue al nivel de su Jasmine, un nombre por supuesto inventado para encajar en una sociedad de ricos donde las risas falsas y las apariencias son lo que más importa. Sin ella Blue Jasmine no pasaría de ser una más de Woody Allen, pero con la intérprete tomando los mandos el filme se convierte en su particular tour de forcé del que sale más que ganadora.

La obra se articula mostrando las dos caras de la misma moneda. Con un gran trabajo de montaje pasamos de ver el pasado de lujo del personaje principal (con sus amigas, sus joyas y sus cocktails en las piscinas) a un presente sucio y cargado de culpabilidad donde el vodka se bebe a palo seco en casas de 70 metros cuadrados. De la felicidad en Nueva York a la depresión (ocultada bajo una sonrisa congelada) en San Francisco.

El realizador se mantiene fiel a sus constantes cinematográficas, música de jazz, planos secuencia y un personaje femenino potente para dar uno de sus filmes más sólidos de los últimos años. Pero no es capaz de desprenderse de ciertos tics sin los que Blue Jasmine hubiera sido uno de los mejores títulos de su carrera: abundan los personajes masculinos pardillos y sus subhistorias que no aportan nada a la trama principal. Bastaba con enfrentar a Jasmine con su hermana (ya cateta de por sí) para conseguir el mismo efecto. Así, la película gira a veces a la comedia Alleniana (menos conseguida) perdiendo el norte de lo que realmente está contando. Esto sólo le sirve para introducir a secundarios de lujo como Louis C.K o Bobby Cannavale, nada más.

Al lado de una Cate Blanchett que fagocita cada escena y momento que tiene aguanta el tipo la británica Sally Hawkings como la hermana sufrida y humilde de Jasmine. Otro juego de opuestos del realizador, que contrapone las vidas de estas dos mujeres a las que no las une realmente ni la sangre. Y sin embargo ambas ansiarán lo que la otra tiene para darse cuenta de que no se puede cambiar nuestra naturaleza.

Una muestra de que Allen puede seguir ofreciendo películas maduras y diferentes, pero también de que no es capaz de escaparse, como la propia Jasmine, de su naturaleza. Un filme que enamorará a los fans acérrimos del director, y que dejará al resto con la sensación de que se ha quedado a punto de entrar dentro del saco de sus grandes películas.

Blue Jasmine

Director: Woody Allen

Nacionalidad: EEUU

Género: Comedia dramática

Duración: 98 minutos

Reparto: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Peter Sarsgaard, Alden Ehrenreich, Sally Hawkins, Louis C.K., Michael Stuhlbarg, Bobby Cannavale

La pareja del corrupto. ¡Qué mujer! Tanta dignidad, tanta cabeza alta acompañando a su marido a los juzgados con su abrigo de visón y su bolso de Louis Vuitton. Con que entereza es capaz de decir “yo no sé nada”, “ese Jaguar pensé que ya estaba” o “no creí que el confeti costaba 4.600 euros”. Lo extraño es que con semejante material todavía no se hubiera realizado ninguna película cuyo personaje central fuera la esposa de los mangantes que asolan nuestra sociedad. Ha tenido que venir Woody Allen, en su cita anual con el espectador, para mostrarnos cómo es la vida de cualquier cómplice del desfalco.

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