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Obamafilia: el cine herido de halago
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Obamafilia: el cine herido de halago

El cine norteamericano tiene a su presidente como un héroe. Películas como El mayordomo, Criadas y Señoras y La noche más oscura han sido criticadas por ello

Foto: Cartel de 'El mayordomo'
Cartel de 'El mayordomo'

Hay historias de amor del Diez Minutos: sórdidas, con peleas, amenazas y reproches. Y hay historias de amor del ¡Hola!: repulsivamente perfectas, artificialmente edulcoradas y a todo color. La de Obama con Hollywood es de las segundas y ni Siria ni la violación de la intimidad de todo el planeta por el escándalo de la NSA parecen que vayan a hacerla cambiar. A la mitad de su segunda legislatura y con los Oscar a la vuelta de la esquina, conviene reflexionar sobre cómo va a pasar cinematográficamente a la historia el primer presidente de color de EEUU.

A fin de cuentas, en la campaña de segunda reelección, Forbes tenía claro quién era el favorito cuando titulaba: “A Romney lo apoyan multimillonarios. Pero a Obama lo apoya Hollywood”. Nadie duda de su telegenia, solo comparable a la de Ronald Reagan, bajo cuyo mandato se produjo un cine, abominable para la crítica, fácilmente identificable con los valores y principios del antiguo actor de medio pelo. Pero, ¿existe un cine de Obama?

Interior. Día

Empecemos por las cosas de casa. El cine de la era Reagan destacó por la exaltación enfermiza por los valores familiares, y es una apreciación literal viendo, como señala Lipovetsky, lo locatis que estaba alguien que quería acabar con el dulce hogar como Glenn Close en Atracción fatal(Adrian Lynne, 1987). La familia estaba condenada, inexorablemente, a solucionar sus problemas de manera feliz. El cine de Obama, por su parte, destaca por el buen rollito interracial. Es una expiación masiva de culpas, llena de blanquitos solidarios con la gente de color. Ya sea en la paz, como en Criadas y señoras (Tate Taylor, 2011), en la que una blanquita es cómplice de cómo su mucama afro cocina un pastel de chocolate a las ricas heces para su tiránica ama; o en la guerra, con ese ¡alemán! que ayuda a Django a masacrar a los malvados rostros pálidos que han abusado de su mujeren Django desencadenado (Tarantino, 2012).

Precisamente, el productor de Django, Harvey Weinstein, ha hablado: “Hay un efecto Obama. Se están borrando las diferencias raciales. Vivimos en un país mejor”. Weinstein se lo ha creído tanto que ha triplicado la apuesta por el color este año la indie Fruitvale Station, el biopic Mandela y El mayordomo. Cuando el tiburón más importante del mundo del cine susurra, las rémoras escuchan: hoy por hoy, la gran favorita para los Óscar es 12 años de esclavitud, de Steve McQueen, otra historia de superación de los prejuicios raciales.

placeholder Criadas y señoras

Lo prometido es deuda: si hay un director representativo del Obama doméstico, ese es Lee Daniels:el día 11 estrena la anteriormente citada El mayordomo, también conocida como “la película que hizo llorar a Obama”. No es para menos: nos narra la historia de Eugene Allen (rebautizado como Cecil Gaines en el filme), nacido en campos de algodón, fichado por Eisenhower como sirviente, padre de un primera generación de universitarios afroamericanos, seguidor de Luther King y sufridor de las iras del Ku Klux Klan, protegé de Jackie Kennedy y enfrentado a Reagan por su postura frente al apartheid sudafricano que, finalmente, acabará por ver lo nunca visto.

¿Lo adivinan? Exacto: un presidente negro en la Casa Blanca. Una historia de buenos (los demócratas) y malos racistas (los republicanos) que, sin embargo, falta a la verdad: Eugene Allen reconoció que los Reagan habían sido unos señoritos casi tan estupendos como los Obamaen la prensa… pero pocos leen el Washington Post. Muchos menos, en todo caso, que los millones de espectadores que solo conocen la versión que cuenta la película.

Exterior. Noche

Ocurrió en el pasado Festival de Venecia. George Clooney, la súper estrella comprometida, detenida por protestar junto a su mamá frente a la embajada de Sudán en Washington, fue interpelado por un posible ataque a Siria: "Creía que me preguntarías por la elección de Ben Affleck para Batman y no, es por Siria". Y no dijo más. Curioso en un artista que produjo y protagonizó un filme titulado Syriana (Stephen Gaghan, 2005) en el que criticaba duramente los intereses negros como el petróleo de la administración Bush en Oriente Medio.

En su silencio con respecto a la política exterior del gobierno actual, Clooney está acompañado por una multitud. Mutis a las constantes violaciones de los derechos humanos en Guantánamo; mutis sobre el espionaje internacional a través de la NSA; mutis acerca de la perpetua chapuza iraquí, libia o egipcia; mutis incluso al trato recibido por dos estadounidenses que se atrevieron a denunciar las tropelías de la administración Obama como Snowden y Manning.

placeholder La noche más oscura

Para Ed Asner, portavoz oficioso de la progresía hollywoodiense “muchos no quieren que se les considere anti-negros por oponerse a las políticas de Obama […] Pero yo lo tengo claro: ha demostrado estar del lado de las grandes empresas. No es mi presidente”.

La política exterior de EE UU en la época de Reagan tenía un nombre, John Rambo, y dos enemigo:los soviéticos y la burocracia del Pentágono, que no hacía más que poner trabas a la vocación heroica y suicida del soldadito. La de Obama solo tiene un enemigo, el radicalismo islámico, y vencerlo es posible si ayudamos todos un poco. Y todos podemos hacer algo: especialmente, si miramos o filmamos para otro lado...

Nancy Reagan con Mr.TY es que si en Rambo eran los “malditos charlies” los que rasgaban el recipiente de esteroides que era el pechamen de Stallone, en La noche más oscura (también conocida como “Así matamos a Bin Laden. La versión del Pentágono”), son los agentes de la CIA los que torturan a miembros de Al Qaeda con una técnica tan sofisticada y humanitaria como la asfixia por ahogamiento, que ya practicaban los franceses en el Argel de los años 50.

El mensaje es perverso: “no seáis así y no os pongáis tiquismiquis, que más nos duele a nosotros y lo hacemos por vuestro bien”. Eso sí, cuando la lían, lo hacen en grupo. Frente al individualismo feroz de la era Reagan, representado por Stallone y Schwarzenegger, para Scott y Dharguis, del New York Times, una de las principales características del cine Obama es el valor de la comunidad. En su opinión, películas como Los Vengadores o (agárrense) Wall-E son 100% Obama en su proclama de que “el colectivo, unido, jamás será vencido”.

Ir todos a una incluye no solo hacer la vista gorda en el exterior, sino también en el interior, como se demostró en el caso del soldado Manning, sometido a horas de insomnio, aislamiento total y a mil más perrerías de lo más “guantanameras” en suelo estadounidense sin que nadie abriese la boca. Por extraño que parezca, John Rambo y Manning son dos caras de la misma moneda.

Rambo, ese hombre que, en palabras de su personal trainer, el Coronel Trautman: “sería capaz de comer cosas que harían vomitar a una cabra”, y Bradley Manning, el delicado friqui informático, desgarrado por sus conflictos sexuales. Unidos por una misma pasión por hormonarse (para parecer más hombre el primero, más mujer el segundo, hoy llamado Chelsea); hermanados por el mismo desprecio del ejército; y sufridores de una misma violación de sus derechos fundamentales. Solo que uno de los dos es real y no ha salido en pantalla.

Hay historias de amor del Diez Minutos: sórdidas, con peleas, amenazas y reproches. Y hay historias de amor del ¡Hola!: repulsivamente perfectas, artificialmente edulcoradas y a todo color. La de Obama con Hollywood es de las segundas y ni Siria ni la violación de la intimidad de todo el planeta por el escándalo de la NSA parecen que vayan a hacerla cambiar. A la mitad de su segunda legislatura y con los Oscar a la vuelta de la esquina, conviene reflexionar sobre cómo va a pasar cinematográficamente a la historia el primer presidente de color de EEUU.

Hollywood Barack Obama
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