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"La miseria moral es de los políticos"
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"La miseria moral es de los políticos"

El autor presenta en el Festival Internacional de Toronto su última película. Un retrato de un país, España, sumido en el desconcierto absoluto

Foto: 'Gente en sitios', de Juan Cavestany
'Gente en sitios', de Juan Cavestany

Hay un filete tirado en medio de un pasillo. Hay un padre que no puede saludar a su hijo porque un cámara de televisión quiere rodar una escena en el centro de mediación familiar. Hay un hombre con peluca en busca de una entrevista de trabajo que nunca se producirá (aunque eso él no lo sabe). Hay una mujer a la que le molesta el felpudo de su vecino. Hay mucha gente. Gente en sitios. Escenas sacadas de la nueva película de Juan Cavestany, autor teatral, guionista y cineasta, titulada justamente así, Gente en sitios, un mosaico fragmentario de secuencias, entre lo cómico y lo trágico, sin aparente conexión entre ellas, y que han llevado a su autor a estrenar la película en la sección “Vanguard” del Festival de Toronto, uno de los más poderosos del mundo, con capacidad para atender a enormes producciones y a películas como esta, rodada a lo largo de un año, sin guión, sin orden, sin apoyo industrial, y con el único empeño de su autor y la colaboración de más de ochenta actores.

“La película surge en primer lugar como una reacción a El señor (2012), donde sólo había trabajado con un actor (y otros dos secundarios), montando y sonorizando en casa. Quería salir de la cueva y trabajar con más gente, en una especie de simulacro de socialización, justo lo contrario de mi vida personal. En segundo lugar surge de mi acercamiento a las piezas cortas de Franz Kafka a través de José Sanchis Sinisterra, que me deslumbra con su discurso sobre lo fragmentario, lo inacabado y lo que él llama “la poética de lo menor. Esto me abre la mente a hacer una película de ideas sin hilo conductor aparente, de momentos dispares no relacionados de forma explícita, pero que a la vez tampoco sea de sketches. Que dé una sensación de unidad, porque el viaje de la película es uno, no varios”.

placeholder Juan Cavestany en la gala de los Premios Max

Conocido por ser el autor de las obras del grupo de teatro Animalario, como la visionaria, y hoy imprescindible, Alejandro y Ana: lo que España no pudo ver del banquete de boda dela hija del presidente (2003) además de por sus trabajos en el cine industrial, con las incomprendidas El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo (2004) o Gente de mala calidad (2008), hace ya tres años que Cavestany practica un cine autónomo, hecho a mano, rodando en video digital, y prescindiendo de cualquier proceso normalizado en favor de un trabajo reducido a lo esencial que camina inseparablemente de la mano de una radicalidad formal y temática. Un cine que navega entre lo fantástico, lo cotidiano y lo surreal, entre el esperpento y el post-documental, entre la crítica y el homenaje, y que mira con cariño a un país triste que navega a la deriva: “Trato de esquivar la condescendencia y el cinismo. No me interesa sacar a la luz lo miserable del ser humano, o cuando alguien lee eso en mis películas me frustra porque pienso que me he quedado a medias. Busco qué hacer o qué decir desde la escritura dramática que tenga algún valor en medio de la sobresaturación de información y estímulos, y en plena era de decadencia moral. Y el valor, claro, no puede ser sólo el cine o el teatro como espejo”.

Gente en sitios continúa con el trabajo iniciado por Cavestany en Dispongo de barcos (2010), un cine orgulloso de su condición de outsider, porque es esta posición la que le permite atender con especial cariño a los gestos poéticos que se esconden en la grisura de las vidas corrientes, a las rebeliones cotidianas ante las embestidas del mal. Observador nato, Cavestany construye sus películas con un pie en la calle y otro en la reflexión existencial: “A veces miro a la gente desde detrás de una esquina, no como un psicópata sino con una curiosidad genuina. No les busco, sino que me salen al paso. Creo que esto tiene que ver con un ánimo de documentar a secas el momento y también con la fantasía universal subyacente que es la posibilidad de ser otro, de ‘haber sido otro. No necesariamente una fantasía positiva de deseo, puede ser de rechazo o extrañamiento. ¿Cómo es la vida del otro? ¿Cómo hace para sobrevivir? ¿Cómo sería yo si en vez de ser yo fuera ése? Un posible hilo conductor de Gente en sitios serían las preguntas ‘¿cómo ser?’, ‘¿qué hacer?’. Y la identificación, claro, es por otra parte el ingrediente fundamental del drama”.

Antonio de la Torre, Juan Cavestany y Roberto ÁlamoGente en sitios renuncia a la idea clásica de narración y personajes, en favor de un relato fragmentario compuesto por secuencias aparentemente inconexas y nunca resueltas, que sin embargo caminan todas en la misma dirección: “En la película hay una búsqueda de algo esencial, universal y evidente, a pesar de que casi nada se resuelve. Espero que la película se vea como un viaje de ese tipo, en movimiento constante, en lo dramático y en lo emocional”.

Rodada a lo largo de un año, Cavestany construyó la película con la única idea de hacer un filme sin un hilo conductor, rodando de forma independiente y asignando a los actores las escenas de forma casi azarosa en función de sus disponibilidades. Un proceso orgánico, pegado a la vida, que crece y cambia sobre la marcha: “La película ha sido escrita, rodada y montada casi simultáneamente, rodando escenas basadas en cosas diversas: textos míos preexistentes, bien originales o retales de otras cosas; ideas que fueron surgiendo y me apetecía rodar sin esperar a un contenedor más adecuado; propuestas de los actores, o ejercicios para hacer versiones del cuento corto de Kafka El puente. El 50 por ciento de la película más o menos está guionizado y el resto son solo bocetos de diálogo para los actores. En su relato ‘La muralla china’, Kafka explica cómo construyeron la muralla: a fragmentos (para que los obreros no se agobiaran con lo inabarcable de la tarea) y dejando huecos entre medias. Y se preguntaba qué tipo de defensa podía garantizar una muralla intermitente. Eso mismo me pregunto yo de mi película”.

El resultado es una película tan fascinante como hipnótica, tan desasosegante como esperanzadora. Un cine político sin parecerlo que termina por trazar uno de los mejores retratos posibles de un país sumido en el desconcierto absoluto, nockeado por las embestidas brutales de sus gobernantes y que tan pronto es capaz de reaccionar con belleza como de sumirse en un letargo zombie y apático. De alguna manera, Gente en sitios se aparece como la consecuencia inevitable de Alejandro y Ana: lo que España no pudo ver del banquete de boda dela hija del presidente (2003): los personajes que hoy filma Cavestany son aquellos que asistieron al espectáculo mediático de la boda de la hijísima de Aznar como si fuera la boda de la heredera del Imperio, las carencias, las heridas, el mal que hoy nos acecha son las consecuencias de aquello que celebrábamos en la boda, ampliamente retransmitida, y que solo Cavestany y sus compañeros de Animalario supieron ver como el epítome del mal que hoy nos gobierna: “Estoy de acuerdo con que puede ser una película política sin parecerlo, porque principalmente trata sobre cómo nos organizamos la vida en común. Pero no creo que sea el retrato de una miseria moral absoluta. La miseria moral es la de la mayoría de los dirigentes políticos y económicos del momento, y de la gente que se hace cómplice o se va rindiendo de manera idiota. La clave está en cómo algunos, o la mayoría a ser posible, afrontamos estas embestidas del terror. Yo hay días que miro alrededor y la gente me deprime, otros días me sorprendo con gente llena de iniciativa, criterio, bondad, gente necesaria a la cual este gobierno desea y necesita desmoralizar y asfixiar”.

Después del intento de estreno exclusivamente online ensayado con El señor a través de su propia página web sin intermediarios ni distribuidores, Gente en sitios arranca su vida en uno de los festivales más importantes de la escena internacional, y de ahí buscará su propio camino, no necesariamente por los cauces tradicionales: “Aspiro a que la película, a su ritmo, adquiera un valor en los festivales donde va a verse, y si se estrena en salas estará bien, pero no es el principal objetivo. Hoy día como ya se sabe el paso por salas no es garantía de que una película se haga un sitio en el imaginario del momento, hay que buscar que las películas tengan su vida no condicionada por la coyuntura del mercado. De manera que me interesa más el recorrido que la llegada”.

Hay un filete tirado en medio de un pasillo. Hay un padre que no puede saludar a su hijo porque un cámara de televisión quiere rodar una escena en el centro de mediación familiar. Hay un hombre con peluca en busca de una entrevista de trabajo que nunca se producirá (aunque eso él no lo sabe). Hay una mujer a la que le molesta el felpudo de su vecino. Hay mucha gente. Gente en sitios. Escenas sacadas de la nueva película de Juan Cavestany, autor teatral, guionista y cineasta, titulada justamente así, Gente en sitios, un mosaico fragmentario de secuencias, entre lo cómico y lo trágico, sin aparente conexión entre ellas, y que han llevado a su autor a estrenar la película en la sección “Vanguard” del Festival de Toronto, uno de los más poderosos del mundo, con capacidad para atender a enormes producciones y a películas como esta, rodada a lo largo de un año, sin guión, sin orden, sin apoyo industrial, y con el único empeño de su autor y la colaboración de más de ochenta actores.

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