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El arte de la escalada política
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El arte de la escalada política

Dirigida por el argentino Santiago Mitre, 'El estudiante' analiza el arte de sobrevivir en política. Poniendo el foco sobre una elección universitaria

Foto: Imagen de 'El estudiante'
Imagen de 'El estudiante'

Quizás conozcan ustedes la historia de un tipo de 150 años al que encuentran vivito y coleando en las profundidades de Argentina. Preguntado por el secreto de su extraordinaria longevidad, responde: “Nunca en mi vida llevé la contraria a nadie”. “Eso es imposible”, le dicen todos a coro. “Sí, tienen ustedes razón, es imposible”, responde encantado el anciano. Este chiste, que se escucha al final de El estudiante, condensa con sorna el significado profundo de una de las películas políticas más astutas de los últimos tiempos, que se estrena ahora en nuestros cines tras un recorrido triunfal por festivales internacionales como Gijón (mejor película), BAFICI (premio especial del jurado) y Locarno.

Dirigida por el argentino Santiago Mitre, El estudiante analiza el arte de sobrevivir en política. Al contrario que otras ficciones contemporáneas, la película no pone el foco sobre una institución de altos vuelos, tipo el Congreso o la sede gubernamental, sino sobre una elección universitaria, cual versión juvenil de El ala Oeste de la Casa Blanca.

placeholder Póster de 'El estudiante'

Lo primero que sorprende durante la presentación de personajes es la naturalidad con que la que se mezclan estudios, ligues, drogas y política. Como si la separación entre vida y política fuera algo artificial. Una fusión paradójica si atendemos a las peripecias de nuestro protagonista, Roque Espinosa, que llega a Buenos Aires para estudiar en la universidad pública. El muchacho no parece demasiado interesado en política más allá de asomarse por alguna asamblea estudiantil a ver qué se cuece. Su ideología también es confusa: un vago peronismo. Lo que le pasa es que es joven y cambia de opinión con facilidad, tanto en lo ideológico como en lo sentimental, de ahí su tendencia a saltar de ligue en ligue. Pero un buen día se enamora de una joven profesora que milita en una de las organizaciones estudiantiles de referencia. Ahí comienza su enamoramiento político.

Como quizás no pueda ser de otro modo cuando uno entra en tromba en el mundo del activismo (es decir, enamorado), Espinosa se revela como un animal político. Sin que quede claro al principio donde acaba la pasión sexual y empieza la pasión política. Espinosa no sólo aprende por la vía rápida las dinámicas militantes, sino que parece especialmente dotado para la resolución de conflictos. Alberto Avecedo, ex alto cargo socialdemócrata dedicado a la formación de cuadros desde su cátedra en la universidad, le convierte en su hombre de confianza, alianza que refleja las relaciones entre militantes históricos y jóvenes cachorros en la universidad, que basculan entre la camaradería, la transmisión de conocimientos, la manipulación sentimental y la sumisión a una jerárquica.

Acevedo intenta primero hacerse con el poder en su facultad; más tarde apuntará hacia la universidad. Cuanto más grande es el objetivo más evidente se hace una problemática política clásica que aún no ha podido ser resuelta tras siglos y siglos de experimentos de organización social: cuando el poder deja de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo. Ese inquietante momento en el que empiezan a rodar las cabezas…

El estudiante comienza siendo un retrato de los vicios y virtudes de la militancia universitaria para acabar transformándose en un análisis de la escalada política. Sus riesgos, sus manejos, sus ganadores y sus perdedores. Las causas que explican por qué unos se quedan clavados en mitad del ascenso, otros coronan la cima y el resto se despeña por el camino. Con una mirada que huye de todo cinismo para centrarse en el análisis y las contradicciones.

La película habla sobre una crisis del ejercicio del poder que rebota mucho en otros lugares del mundo

Su director lo ha explicado así: “Me di cuenta de que narrando la política argentina también estaba narrando la política en otros lugares. La película habla sobre una crisis del ejercicio del poder en democracia que rebota mucho en otros lugares del mundo, y uno lo ve a diario, cuando te enteras de las manifestaciones que hay en España, Grecia, Londres, Israel, EEUU o Chile.

El estudiante entra en sintonía con una juventud que empieza a cuestionarse qué es la política y cómo se participa en ella. Esto es central porque creo que hay una gran pregunta que nos estamos empezando a hacer como generación: ¿cómo se participa de la política y cómo se producen los cambios? Y si bien la película retrata un procedimiento muy viciado de mecanismos casi canallescos en algunos casos, lo narra para empezar a hacer una crítica que permita empezar a pensar. Por eso termina con ese final”.

Al analizar los entresijos de toda estrategia política, El estudiante refleja las tensiones típicas de una toma de poder: entre el pacto y el chanchullo, la reforma y la ruptura, la negociación y la algarada. O la sutil línea que separa el consenso de la traición ideológica, la honestidad del engaño, la coherencia del vale todo, trascendiendo así su condición de película sobre la política argentina (que lo es, y mucho) para mutar en una estupenda historia universal sobre los conflictos de la fontanería política.

El estudiante

Director: Santiago Mitre

Reparto: Esteban Lamothe, Romina Paula, Ricardo Félix

Género: Thriller

Nacionalidad: Argentina

Duración: 124 minutos

Quizás conozcan ustedes la historia de un tipo de 150 años al que encuentran vivito y coleando en las profundidades de Argentina. Preguntado por el secreto de su extraordinaria longevidad, responde: “Nunca en mi vida llevé la contraria a nadie”. “Eso es imposible”, le dicen todos a coro. “Sí, tienen ustedes razón, es imposible”, responde encantado el anciano. Este chiste, que se escucha al final de El estudiante, condensa con sorna el significado profundo de una de las películas políticas más astutas de los últimos tiempos, que se estrena ahora en nuestros cines tras un recorrido triunfal por festivales internacionales como Gijón (mejor película), BAFICI (premio especial del jurado) y Locarno.

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