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La resurrección de la película que destruyó Hollywood
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'la puerta del cielo' se reestrena en reino unido

La resurrección de la película que destruyó Hollywood

Se reestrena 'La puerta del cielo', película de Michael Cimino que arrastra desde 1980 una gran cruz: es culpable de haber acabado con el Nuevo Hollywood

Foto: Una escena de 'La puerta del cielo'.
Una escena de 'La puerta del cielo'.

Existen discrepancias entre los historiadores cinematográficos sobre dónde situar el arranque de la última edad de oro del cine estadounidense. Unos hablan de Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967); otros de Easy Rider (Dennis Hopper, 1969). El consenso llega a la hora de determinar el estrepitoso fin de fiesta: La puerta del cielo (1980). La película de Michael Cimino (Nueva York, 1943) arrastra desde su estreno una cruz muy pesada: culpable de haber acabado con el Nuevo Hollywood. Responsable del entierro del movimiento de directores emergentes que, al calor de las revoluciones culturales hippies, birló el poder a los productores a finales de los años sesenta. El Nuevo Hollywood pariría en los setenta una sucesión de hitos de autor con el respaldo de los grandes estudios: El padrino, Apocalipsis now, El cazador, etc. O cuando arte y taquillazo no eran conceptos antagónicos.

El pecado de La puerta del cielo, que se reestrenará el 2 de agosto en el Reino Unido en pleno fervor crítico tras tres décadas de ostracismo, fue provocar un descomunal agujero en taquilla y hundir un estudio (United Artists). La cinta de Cimino, sobre las luchas entre campesinos, colonos y terratenientes en el Wyoming de 1889, fue utilizada como excusa para voltear las relaciones de poder entre directores y productores, que volvieron a hacerse con el control del show business y lo utilizaron para infantilizar el cine comercial en los ochenta.

Los directores se lo habían puesto a huevo a los productores tras provocar una escalada presupuestaria a finales de los setenta. Tiempo de macroproyectos de autor con presupuestos disparatados (recuerden el delirante rodaje de Apocalipsis now). Al menos esa es la tesis de uno de los libros de referencia sobre el asunto, Moteros tranquilos, toros salvajes (Peter Biskind, Anagrama, 2004).

“Inflado por sus Oscar, tozudo y tan megalómano que a su lado Coppola parecía Mary Poppins, Cimino había ganado todas las refriegas previas al rodaje de La puerta del cielo, incluido un reparto en el que figuraban, en lugar de grandes estrellas, Kris Kristofferson, Isabelle Huppert, Christopher Walken y John Hurt, y, lo que es más importante, el derecho, establecido por contrato, a pasarse de presupuesto en caso necesario”, explica Biskind en el libro.

En efecto, Cimino, que venía de triunfar en los premios de la Academia con El cazador (1978), se tomó el rodaje con una mezcla de calma y meticulosidad maniaca. Tanto que la cinta, cuyo presupuesto ya había saltado de 7,5 millones de dólares a 10 millones antes de empezar, se disparó nada más gritar ‘acción’. Tras pulirse el presupuesto en un mes y medio, el director siguió rodando tres meses más (no molesten al artista con tonterías como las facturas, por favor, que está creando).

Para cuando acabó de rodar, Hollywood ya era un hervidero de rumores. Nadie había visto todavía la cinta, pero ya se la asociaba con términos como “debacle”. Y así fue. La clásica profecía autocumplida.

La primera vez que se mostró a la prensa, el 18 de noviembre de 1979, la cinta duraba tres horas y treinta y cuatro minutos. El crítico de The New York Times dijo esto al día siguiente: “La puerta del cielo es un desastre tan absoluto que podríamos sospechar que el señor Cimino vendió su alma al diablo para obtener el éxito que obtuvo con El cazadory que ahora el diablo ha vuelto para cobrar”. Pánico total y recule: la siguiente vez que se vio el filme había sido mutilado hasta quedarse en dos horas y media. Ni por esas. El público dio la espalda a un trabajo que costó 44 millones de dólares (presupuesto, copias y publicidad) y recaudó 1,3 millones.

El coro de indignación no tardó en transformarse en un ataque al estudio que hizo la película y luego al sistema que lo había permitido. La puerta del cielo fue, en el fondo, un accidente que tenía que ocurrir y que sólo estaba esperando el momento oportuno. La causante de la crisis podía haber sido Carga maldita, Apocalipsis now, 1941 o incluso Reds. En lo tocante a la ambición y el presupuesto, Cimino no había hecho nada que hubieran hecho antes Friedkin, Coppola, Spielberg y Beatty. La puerta del cielo era un producto de los setenta, igual que Toro salvaje. El resultado, por un lado, del poder otorgado a los directores –mejor dicho, del endiosamiento de los directores– y, por otro, de la consiguiente y congruente demonización del productor”, resume Biskind.

John L. Bridges, Isabelle Huppert y Kris Kristofferson en 'La puerta del cielo'.Huelga decir que, tras rasgarse las vestiduras por el exceso de gasto de Cimino, los ejecutivos de Hollywood procedieron a celebrar su vuelta al poder gastándose millonadas absurdas en blockbusters ochenteros de dudoso gusto.

“Fue el título que concentró toda la inquina contra el poder y la soberbia de los directores. La puerta del cielo, de Michael Cimino, sirvió para que los estudios cerraran la suya a sus colegas más ambiciosos. Triste ironía, si Hollywood había cambiado debido a los excesos cometidos por los estudios a finales de los sesenta, una década después volvía a hacerlo por culpa de los excesos de los cineastas”, explica Antonio Weinrichter en el ensayo Dentro y fuera de Hollywood. La tradición independiente del cine americano (Festival Internacional de Cine de Gijón, 2004).

“La sensación predominante era que un director enloquecido había acabado con un estudio y transformado el clima en que hasta entonces se hacía cine”, escribe Biskind, que habló con Coppola y Scorsese, quizás los dos directores más perjudicados con el cambio de era de los ochenta. Scorsese: “La puerta del cielo nos debilitó a todos. Yo supe entonces que esa película señalaba el final de algo, que algo había muerto”. Coppola: “Lo que tuvo lugar después de La puerta del cielo fue como un golpe de Estado. Fue una época en que los estudios se indignaron porque los costes de las películas subían a una velocidad de vértigo y porque los directores ganaban unas sumas increíbles y tenían todo el control. Por eso, los estudios decidieron recuperar el control”.

Biskind concluye: “Scorsese y Coppola no se equivocaban. A principios de los años ochenta tuvo lugar una contrarrevolución, pero La puerta del cielo fue una mera excusa, una manera práctica para designar los cambios”.

El desafortunado filme de Cimino también fue víctima del cambio de ciclo político en EEUU. Los tiempos estaban cambiando definitivamente. “La puerta del cielo llegó a las salas dos semanas después de la elección de Ronald Reagan, cuya promesa de un ‘nuevo amanecer en América’ contrastaba profundamente con la visión del filme de Cimino sobre el 99% siendo aplastado sin piedad por el 1%”, explica el periodista Scott Foundas en una reciente entrevista a Cimino publicada en The Village Voice.

placeholder El director de cine estadounidense Michael Cimino durante el Festival de Cine de Roma de 2008. (EFE)

Existen discrepancias entre los historiadores cinematográficos sobre dónde situar el arranque de la última edad de oro del cine estadounidense. Unos hablan de Bonnie & Clyde (Arthur Penn, 1967); otros de Easy Rider (Dennis Hopper, 1969). El consenso llega a la hora de determinar el estrepitoso fin de fiesta: La puerta del cielo (1980). La película de Michael Cimino (Nueva York, 1943) arrastra desde su estreno una cruz muy pesada: culpable de haber acabado con el Nuevo Hollywood. Responsable del entierro del movimiento de directores emergentes que, al calor de las revoluciones culturales hippies, birló el poder a los productores a finales de los años sesenta. El Nuevo Hollywood pariría en los setenta una sucesión de hitos de autor con el respaldo de los grandes estudios: El padrino, Apocalipsis now, El cazador, etc. O cuando arte y taquillazo no eran conceptos antagónicos.

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