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James Stewart, 100 años del buen americano
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James Stewart, 100 años del buen americano

Larguirucho -medía 191 cm-, con aires de torpeza, de no saber muy bien qué hacer con sus brazos, pero sobre todo bonachón. El bueno de James

Foto: James Stewart, 100 años del buen americano
James Stewart, 100 años del buen americano

Larguirucho -medía 191 cm-, con aires de torpeza, de no saber muy bien qué hacer con sus brazos, pero sobre todo bonachón. El bueno de James Stewart. Sin duda. Que alguien se atreva a negarlo. Es prácticamente imposible porque el intérprete nacido hace hoy cien años y fallecido en 1997 se movía como pez en el agua en los papeles de buena persona.

Frank Capra lo supo aprovechar mejor que nadie al darle personajes de ciudadano ejemplar como en Caballero sin espada, pero sobre todo en uno de sus papeles más inolvidables: el de George Bailey en ¡Qué bello es vivir!, el joven que quería recorrer el mundo, pero debido a sus obligaciones en la idealista empresa de su padre ha de sacrificar sus sueños; el cabeza de familia caído en desgracia y salvado por un ángel en busca de sus alas. Pero aquí Stewart demostró que la bondad no le restaba incluso sensualidad al protagonizar una inolvidable escena en la que comparte el auricular telefónico con la adorable Donna Reed. Verdaderamente irresistible.

Pero de mostrar al Stewart más romántico se encargaron otros. Unos años antes que esa navideña cinta, Lubitsch le dejó lucirse como héroe tierno en El bazar de las sorpresas, una película deliciosa sobre citas a ciegas, relaciones por carta e intereses más o menos culturales en la que ninguno de sus personajes tenía desperdicio. También Hitchcock, que le dirigió en El hombre que sabía demasiado; La ventana indiscreta o La soga, pero sobre todo en Vértigo, donde interpretaba a un detective con miedo a las alturas pero sin problemas para tirarse al río y salvar la bella Madeleine, de la que tan locamente se enamoraba. Así lo demostraba uno de los mejores besos vistos en la pantalla.

Aunque quien esto escribe el Stewart que más recuerda es el que se puso a las órdenes de John Ford en su obra maestra El hombre que mató a Liberty Valance. Allí intentaba llevar la ley a un oeste regido por la arbitrariedad representada por el loco de Valance y de, como no podía ser de otra manera, John Wayne interpretando al vaquero Tom Doniphon. Con ellos tres se produce una escena que no tiene desperdicio: Stewart harto de que Valance y Tom estén a punto de dispararse por un filete que se ha caído al suelo, lo recoge con mala leche, lo pone en el plato y les increpa poniendo en evidencia lo absurdo de su pelea.

Con Ford rodaría también Dos cabalgan juntos, pero en el terreno del western quien mejor le supo utilizar fue Anthony Mann, que le dio la oportunidad de poner en entredicho su imagen de buenazo. Fue gracias a los personajes vengativos y algo obsesivos en cintas como Winchester 73 -otro peliculón-, Tierras lejanas o El hombre de Laramie.

Dentro de carrera repleta de títulos inolvidables, rescatamos por último el de Historias de Filadelfia, en el que se emparejó con otros dos actores con carrera cinematográfica de órdago: Cary Grant y Katherine Hepburn. Stewart salió airoso del reto de medirse con ellos e incluso se llevó un Oscar, el único de su carrera si exceptuamos el honorario que le otorgaron en 1985.

Cuarenta y cinco años casado con Gloria, con cuatro hijos, con una vida impecable que le llevó incluso a perdonar a su amigo Henry Fonda que se casase con el amor de su vida, Margaret Sullavan -su partenaire en El bazar de las sorpresas-, y el primer actor de Hollywood que se enroló en el ejército para participar en la Segunda Guerra Mundial. Jimmy ejemplificó como nadie de qué manera sentaba eso de ser el buen americano dentro y fuera de la pantalla, y además tenía talento. Su vida valió la pena y, como en ¡Qué bello es vivir!, cualquier ángel hubiese dado lo que fuera por mostrárselo. Hasta sus alas.

Larguirucho -medía 191 cm-, con aires de torpeza, de no saber muy bien qué hacer con sus brazos, pero sobre todo bonachón. El bueno de James Stewart. Sin duda. Que alguien se atreva a negarlo. Es prácticamente imposible porque el intérprete nacido hace hoy cien años y fallecido en 1997 se movía como pez en el agua en los papeles de buena persona.