Pódcast | Cuando las obras tropiezan con el pasado: arqueología en tiempos de renovables
Durante las obras de una planta solar en Cortijo Lobato (Badajoz) ha aparecido un yacimiento calcolítico. Ainara Cano (Tera Arqueología) y Jennifer Andreu (Acciona Energía) lideran un descubrimiento que reescribe la historia sin frenar el progreso
Imaginemos una construcción que avanza con ritmo firme hasta que, de repente, surge lo inesperado: unas losas antiguas, unos fragmentos óseos o los restos de un asentamiento olvidado. Lejos de ser un contratiempo, un hallazgo arqueológico puede convertirse en una oportunidad única para rescatar parte de nuestra historia. Bajo la tierra, el asfalto o las placas solares laten siglos de vida que aguardan ser descubiertos. Cuando una obra tropieza con el pasado, la cultura gana un espacio inesperado en el presente.
En España, la ley ampara el patrimonio oculto bajo tierra: cualquier obra que descubra restos arqueológicos debe paralizarse y notificarlo en un máximo de 48 horas. A partir de ese momento, entran en juego arqueólogos y técnicos que valoran la importancia del hallazgo. Lo que sigue puede ser una investigación urgente, la reorientación del proyecto o incluso la integración del yacimiento en el entorno. Es un equilibrio entre desarrollo y memoria, donde ambos pueden convivir.
Eso fue lo que ocurrió en Cortijo Lobato, en plena ejecución de una planta fotovoltaica de 125 megavatios. La empresa promotora, Acciona Energía, había dejado libre una zona sospechosa de albergar restos, pero lo que parecía un pequeño yacimiento acabó revelando murallas, bastiones y un complejo fortificado de época calcolítica. “Lo interpretamos como un lugar defensivo, lo que nos da pistas muy valiosas sobre cómo vivía la sociedad del tercer milenio antes de nuestra era”, explica Ainara Cano, arqueóloga de Tera Arqueología.
Por su parte, Jennifer Andreu, responsable de medio ambiente en Acciona Energía, recuerda cómo tuvieron que rediseñar buena parte del proyecto una vez constatada la magnitud del hallazgo. “Sabíamos que había algo, pero no su dimensión. Al confirmarse la extensión, tocó quitar infraestructuras en zonas previstas para paneles. Fue un trabajo en equipo con los arqueólogos: ellos marcaban los límites y nosotros adaptábamos el diseño”, afirma. El resultado: una planta en funcionamiento y varios yacimientos vallados y protegidos a la espera de lo que desvele la investigación.
La convivencia fue rápida: “La comunicación fue fluida desde el primer día”, subraya Cano. “Estamos acostumbrados a que nos vean como un obstáculo, pero aquí se entendió la arqueología como un valor añadido”. La colaboración entre técnicos, ingenieros y arqueólogos ha permitido que este enclave histórico salga a la luz sin renunciar a la producción de energía limpia. Bajo el sol y las placas, la historia sigue hablando.
Si quieres saber más, escucha el quinto episodio de Sociedad Positiva.
Imaginemos una construcción que avanza con ritmo firme hasta que, de repente, surge lo inesperado: unas losas antiguas, unos fragmentos óseos o los restos de un asentamiento olvidado. Lejos de ser un contratiempo, un hallazgo arqueológico puede convertirse en una oportunidad única para rescatar parte de nuestra historia. Bajo la tierra, el asfalto o las placas solares laten siglos de vida que aguardan ser descubiertos. Cuando una obra tropieza con el pasado, la cultura gana un espacio inesperado en el presente.