Es noticia
Radiohead: no era una orgía, era un manicomio
  1. Cultura
En el Movistar Arena

Radiohead: no era una orgía, era un manicomio

La banda liderada por Thom Yorke vuelca sobre el escenario madrileño sus traumas y depresiones en su primer concierto en siete años

Foto: Thom Yorke, durante el concierto en Madrid. (Alex Lake)
Thom Yorke, durante el concierto en Madrid. (Alex Lake)
EC EXCLUSIVO

Probablemente era más difícil ir al primer concierto de Radiohead en Madrid que a una orgía. Había muchas instrucciones. El grupo propuso un método de compra alambicado. Había que registrarse en su sitio web, algo que podías hacer desde un día en concreto y sólo durante 60 horas, y luego ya comprar la entrada el 7 de septiembre, a partir de las 23 h. Después de este proceso para personas sin dignidad propia (lo normal es pasar de Radiohead si te lo pone tan difícil), muchos además se quedaron sin entrada.

El resultado de tener ticket para el primer concierto de la nueva gira de Radiohead no se parecía a Eyes wide shut, o sea, a una orgía en palacio llena procedimientos previos, sino a contemplar a un señor en camiseta encerrado en un manicomio, llamado Movistar Arena. Yorke dijo a finales del año pasado, al ser preguntado si pensaba reunir a la banda, que “no le importaba una mierda el tema”. Supongo que ver a Oasis hacer dinero como nunca le ha llevado a reconsiderar su posición.

Había ánimo, juventud y mitomanía en torno al escenario circular que proponía el grupo. Abundaba la ropa informal, la gente iba de tiradillo, como de no saber qué prendas pegan con una canción donde te llamas a ti mismo basura (Creep; no sonó). Se comparaba en redes el escenario con la cúpula del trueno de Mad Max, hasta que empezó a emitir luz y sonido, y pensamos de pronto en Encuentros en la tercera fase. Las cosas nos hablaban.

Los músicos accedieron al escenario atravesando la multitud, lo que provocó un pasillo de móviles encendidos muy propio de nuestro tiempo. Cuando empezaron a tocar, no se les veía. Los paneles que acotaban el escenario mostraban imágenes de la banda, pero la banda misma quedaba tapada por las imágenes de sí mismos. Eran tímidos. Era un escenario para cuando no quieres.

Foto: radiohead-valencia-fascinacion-bostexo-1995
TE PUEDE INTERESAR
Radiohead en la Valencia de 1995: entre la fascinación y el bostezo
Víctor López Heras. Valencia

Empezaron con una canción famosa que no sé cómo se llama y siguieron con tres canciones que nunca había escuchado. Era un recital muy exigente. Sonaban traumas. Thom Yorke, el cantante, hacía movimientos espasmódicos detrás de las imágenes de sí mismo que proyectaban las paredes del escenario, ya de por sí pesadillescas debido a los efectos visuales. El manicomio tiene paredes transparentes, quería decirnos el grupo. Bienvenidos.

Gracias a un usuario de X, vi la setlist del concierto, y así pude enterarme un poco más.

Foto: entre-el-caos-y-la-opera-rave-lady-gaga-sale-coronada-de-su-primer-sold-out-en-barcelona

Radiohead tocaba a pillar, y era gracioso e infantil ver al público jugando a adivinar las canciones. Sonaba el comienzo de una, y en dos o tres segundos los listillos gritaban satisfechos, porque habían reconocido el tema. Luego nadie decía nada hasta que empezaba otra canción. Algunas eran soporíferas.

A los veinte minutos, los paneles del escenario se levantaron para que haber pagado más de 100 euros por ver a Radiohead te permitiera de hecho ver a Radiohead. Eran seis hombres entregados a sus cosas, como en un taller mecánico. Yorke dijo “gracias” tres o cuatro veces, y ni una palabra más.

Nada sonaba muy convincente hasta que llegó Ful stop, que subió el nivel, aprovechando que nadie la conocía (es de su último álbum, 2016). A partir de The gloaming se instaló en el hormigón del palacio deportivo una vibración tectónica, tribal, excesivamente tecnológica, gustosa, de mucha tralla. La voz del cantante no se entendía, pero la batería era fantástica.

Foto: dios-artistas-interes-culto Opinión

Radiohead, desde 2011, toca con dos baterías, o sea, con dos bateristas. Así cualquiera.

Esto favorecía las canciones más ruidosas, como The national anthem o Bodysnatchers o Idioteque, y condenaba a las más deprimentes, como No surprises.

El manicomio se expandía, varias chicas se desgañitaban sin motivo, gritando incluso obscenidades. La gente se fue animando para no ser ellos mismos Radiohead, un grupo que está sufriendo todo el tiempo.

Foto: alanis-morissette-fin-de-fiesta-en-una-secta

Las canciones lentas y deprimentes sonaban tan mal que eran verdaderamente deprimentes. Se salvó Fake plastic trees, quién sabe por qué. You and whose army no sonó como otras veces, en directos que vio uno hace quince años. Había perdido santidad.

El concierto fue enfermizo, desigual, lleno de demonios internos y tecnología punta. La gente siempre lo pasa en grande, porque se trata de un evento elitista, para privilegiados, y eso es lo más importante en nuestro tiempo. Estar. Estar en el primer concierto de Radiohead en siete años.

Las orgías no se hacen esperar tanto.

Probablemente era más difícil ir al primer concierto de Radiohead en Madrid que a una orgía. Había muchas instrucciones. El grupo propuso un método de compra alambicado. Había que registrarse en su sitio web, algo que podías hacer desde un día en concreto y sólo durante 60 horas, y luego ya comprar la entrada el 7 de septiembre, a partir de las 23 h. Después de este proceso para personas sin dignidad propia (lo normal es pasar de Radiohead si te lo pone tan difícil), muchos además se quedaron sin entrada.

Música
El redactor recomienda