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Ha ganado 4 millones de dólares al póker y ahora te enseña cómo aplicar ese juego a tu vida diaria
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ENTREVISTA

Ha ganado 4 millones de dólares al póker y ahora te enseña cómo aplicar ese juego a tu vida diaria

La estadounidense Annie Duke, experta en Psicología cognitiva, ha sido durante 20 años jugadora profesional y sostiene que todos los trucos para ganar en el tapete verde son aplicables a los procesos de toma de decisiones en general

Foto: La exjugadora de póker Annie Duke. (Cedida)
La exjugadora de póker Annie Duke. (Cedida)
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Annie Duke es doctora en Psicología cognitiva por la Universidad de Pensilvania y una gran jugadora de póker. Durante los veinte años que jugó como profesional, ganó importantes torneos de la Serie Mundial de Póker y otros grandes eventos, amén de más de cuatro millones de dólares en premios.

Se retiró de los tapetes verdes en 2012, pero asegura que ese juego de cartas le ha enseñado muchísimo, que gracias a él ha sido capaz de mejorar numerosos aspectos de todos los ámbitos de su vida. “Al fin y al cabo, una apuesta en realidad no es más que una decisión sobre un futuro incierto”, nos cuenta por videoconferencia. Y ese es el envite que nos lanza: nos propone que pensemos como jugadores de póker.

Duke, que se ha reconvertido en una de las grandes gurús internacionales en el ámbito de la toma de decisiones, nos anima a que pensemos en términos de apuestas, a que calculemos las probabilidades que hay de que algo ocurra, del mismo modo que los jugadores profesionales analizan el porcentaje de posibilidades que hay de que salga determinada carta, a que evaluemos los riesgos de cada jugada y a que aprendamos de cada resultado. Toda la sabiduría que ella ha acumulado en ese sentido la ha volcado en Decide y apuesta.Toma mejores decisiones y enfréntate a la incertidumbre (Península), un libro tan fascinante y lógico como ameno y divertido.

PREGUNTA. ¿De verdad el póker puede ser de gran ayuda a la hora de tomar decisiones?

RESPUESTA. SÍ. El póker es una muy buena manera de entender el problema al que todos nos enfrentamos a la hora de tomar decisiones. Se suele subrayar que el ajedrez es muy bueno para tomar decisiones, en Estados Unidos se dice de hecho que uno “está jugando un ajedrez tridimensional” cuando se quiere destacar lo bueno que es alguien tomando decisiones. Sin embargo, el ajedrez no refleja dos cosas que hacen que tomar decisiones sea tan difícil. La primera es la información oculta, cosas que no sabemos. En el ajedrez todas las piezas de mi oponente están a la vista, sé dónde se encuentran y no necesito hacer suposiciones, mientras que en el póker no puedo ver las cartas de otro jugador. ¿Y no es eso mucho más parecido a lo que ocurre en la vida real, donde hay un montón de cosas que no sabemos? Ese es el primer motivo por el que el póker me parece que es mejor analogía que el ajedrez sobre lo que supone tomar decisiones.

P. ¿Y el segundo motivo?

R. El segundo motivo es que en el ajedrez no hay un fuerte componente de suerte. Si mi oponente mueve un peón, el peón se moverá hasta ahí y se quedará ahí; nadie va a tirar los dados y, si sale un siete, gana un alfil extra, y si salen dos unos —lo que se llama “snake eyes”— entonces consigues un jaque o algo así. En el ajedrez las piezas se quedan donde están a menos que alguien las mueva, mientras que en el póker hay cosas que sólo pueden pasar por un golpe de suerte, algo que queda especialmente en evidencia en el reparto de las cartas. Yo no tengo control sobre cuál será la siguiente carta que me repartirán, todo lo que puedo hacer es tomar una decisión que, de media, me ofrezca el mejor resultado. Por ejemplo: puede haber una probabilidad de un 18 % de que a mi oponente le salga una carta que le ayude, y un 82% de que no le salga. Pero yo no tengo control sobre cuándo le tocará el 18 % y cuándo el 82 %. Y eso también es mucho más parecido a la vida. En la vida uno puede respetar escrupulosamente los semáforos en rojo, pasar sólo cuando se enciende la luz verde, seguir todas las normas de tráfico… y, aún así, otro coche puede chocar contra el mío, es algo sobre lo que no tengo control. Eso no pasa en el ajedrez, sólo pasa en la vida. Y por eso creo que el póker es una forma muy buena de entender cómo funciona la toma de decisiones: porque intervienen esas dos fuerzas - la información oculta y la suerte- y uno tiene que navegar entre esas dos fuerzas tan complicadas a la hora de tomar decisiones.

placeholder Cubierta de 'Decide y apuesta', de Annie Duke.
Cubierta de 'Decide y apuesta', de Annie Duke.

P. ¿Puede explicarme con un ejemplo práctico cómo puede exactamente el póker ayudarme a tomar mejores decisiones?

R. Claro. Si le parece, se lo voy a explicar a través de un error que todos cometemos, un error del que hay numerosos ejemplos en la vida de cualquiera y que es especialmente común en el mundo de los deportes. Se trata de lo siguiente: cuando se toma una decisión sobre cómo llevar a cabo una jugada, y el resultado de esa jugada es crucial, si la jugada sale mal se considera que la decisión que se tomó fue espantosa. Hay un ejemplo muy famoso en el fútbol americano, en la Super Bowl de 2015: quedaban solo 26 segundos para terminar el partido y el entrenador de los Seattle Seahawks ordenó una jugada de pase contra los New England Patriots. Si marcaban, ganaban el partido. Pero el pase fue interceptado, el otro equipo atrapó la pelota y el juego terminó con la derrota de los Seattle Seahawks. En vista de ese mal resultado, todos los seguidores de ese equipo empezaron a clamar que aquella había sido la peor jugada posible por la que se podía optar.

El problema es que no se puede afirmar que aquella jugada fuera una mala decisión sólo porque salió mal, igual que no se puede decir que fuera mala decisión pasar ante un semáforo en verde sólo porque tuviste un accidente y otro coche te embistió. Pero actuamos como si lo supiéramos, pensamos: “Aquella fue una mala jugada porque la interceptaron”. Sin embargo, no podemos saber si fue una mala decisión sin conocer ciertos datos. Uno de los más importantes es: ¿cuál era la probabilidad de que ese pase fuera interceptado? En ese caso concreto, y aunque aún hay debate, probablemente estaba entre un 1 % y un 2 %. Había solo un 2% de posibilidades de que la jugada saliera tan mal como salió, y cuando te das cuenta de ello te das cuenta de que quizá no fue tan mala idea ordenar esa jugada. Ese error se llama resulting, y supone juzgar la calidad de una decisión por el resultado obtenido. Es algo que pasa en el póker constantemente: alguien juega una mano, pierde y se dice: “No debería haber jugado”. O al revés: aunque fuera una pésima decisión jugar determinada mano, consigue ganar porque tiene suerte con la carta que salió. A veces, una carta con sólo un 2% de probabilidad de salir, sale y te hace ganar. Y la persona sale diciendo: “¡Qué gran jugada, soy un genio!”.

P. ¿Y por qué es un error tan grande?

R. Se lo voy a explicar con un ejemplo muy simple: imagínese que usted pasa un semáforo en verde y tiene un accidente. Puede cometer el error de pensar que, para evitar que algo así se repita, a partir de ahora va a pasar cuando el semáforo esté en rojo. Se trata sin duda de una muy mala decisión, que además se puede ver reforzada si usted pasa en rojo varias veces y no le sucede nada malo, al revés, se percata de que ahorra tiempo. El caso es que en los temas relacionados con el tráfico, no hay incertidumbre que valga: sabemos que hay que pasar en verde y detenerse en rojo. Pero hay otras muchas decisiones en las que no sabemos las matemáticas que hay detrás, no sabemos cuál es la probabilidad de que una bola sea interceptada en una determinada jugada. Y como desconocemos esa información, tendemos a pensar que si el resultado salió mal, es porque fue una mala decisión.

El problema es que eso distorsiona tus decisiones futuras, porque puedes juzgar decisiones buenas como malas y malas como buenas. El póker nos enseña que cuando uno está en entornos de incertidumbre —donde no hay verdades absolutas como en el semáforo verde—, cuando uno tiene que decidir la estrategia de ventas de su empresa, con quién casarse, qué casa comprar, qué carrera seguir o cómo jugar una mano, tendemos a cometer este error, y si no lo corregimos, tendremos problemas.

"Decidir la ruta para ir al trabajo es una previsión probabilística. Y lo mismo se puede aplicar a algo tan trascendental como con quién casarnos"

P. El póker tiene mucho que ver con las probabilidades y las matemáticas. ¿Pasa lo mismo en la vida real?

R. Sí. En realidad, todas las decisiones que uno toma en la vida son problemas de probabilidad. Siempre que tomamos una decisión, podemos elegir entre distintas opciones. Pongamos un caso muy simple: tengo que conducir hasta el trabajo y tengo distintas opciones sobre qué ruta tomar. Puedo elegir entre distintas opciones, y cada una de esas opciones tendrá un conjunto de resultados asociados. Podemos pensar, por ejemplo, en tres escenarios: que haya un tráfico inusualmente ligero, un tráfico extrañamente denso o que se produzca un accidente mientras conduces a tu trabajo. Cada escenario tiene un tiempo asociado para llegar al trabajo y una probabilidad de que ocurra. ¿Cómo podríamos estimar esa probabilidad? Bueno, si sales durante la hora punta, la probabilidad de que haya tráfico ligero será muy baja, pero si sales a media mañana, puede ser muy alta. Podemos intuir esas probabilidades según las condiciones: la hora del día, el clima, si hay algún evento importante, si el presidente está ese día de visita en nuestra ciudad, etc. Imaginemos que tu objetivo es llegar al trabajo lo más rápido posible: elegirás la opción teniendo en cuenta la hora del día, si está lloviendo o si hay algún evento relevante. Consideras todo eso al comparar las diferentes rutas y eliges la que tiene la mayor probabilidad de hacerte llegar a tiempo al trabajo. Y, posteriormente, una vez elegida la ruta, tengo que decidir a qué hora salgo de casa. Tomaré esa decisión en base a la estimación sobre la probabilidad del tiempo que me lleve realizar ese trayecto, y podré cambiar mi elección dependiendo de lo importante que sea llegar puntualmente. Si realizar esa ruta el 70% de las veces me llevará 40 minutos y el 100% menos de 80 minutos, si tengo una reunión importante no querré arriesgarme y salir sólo 45 minutos antes, por si acaso saldré con una hora y quince minutos de tiempo, para asegurarme de que incluso si las cosas van muy mal, llegaré a tiempo a esa reunión importante.

Algo tan sencillo como decidir la ruta para ir al trabajo y a qué hora salir de casa es en realidad una previsión probabilística. Y lo mismo se puede aplicar a algo tan trascendental como con quién casarnos. ¿Cuáles son mis valores? ¿Qué quiero en una pareja? He salido con varias personas, tengo una idea de las cualidades que valoro y voy a intentar elegir una pareja —dadas mis limitaciones de tiempo, a quién conozco, etc. - que tenga la mayor probabilidad de darme un matrimonio feliz, teniendo en cuenta que lo que “feliz” signifique para mí puede ser diferente de lo que signifique para los demás. En cualquier caso, sigue siendo una estimación probabilística. Y sabemos que lo es porque la gente se divorcia.

P. Solemos pensar que esos cálculos probabilísticos se aplican a las grandes decisiones de los Gobiernos, no a la vida privada de cada uno.

R. Por supuesto, se aplican en la geopolítica. La Reserva Federal de Estados Unidos tiene que decidir cuál cree que es la probabilidad de que haya inflación y si sube o baja los tipos de interés, cómo afectará eso a esa probabilidad”. Pero nada de eso es seguro: se trata de suposiciones sobre cómo tus acciones modificarán la probabilidad de distintos resultados mientras intentas gestionar fenómenos como la inflación. Y en una operación militar pasa lo mismo: ¿cuál es la probabilidad de éxito si lanzo determinada ofensiva? ¿Y si avanzo por esta otra zona? ¿Y si uso drones, cuál es la probabilidad de que ocurra tal cosa? Pensamos así, a través del cálculo de probabilidades, lo que ocurre es que no lo hacemos de forma explícita. Los jugadores de póker sí que piensan así explícitamente.

"Solo dos cosas determinan tu vida. Una es la suerte (en qué año naciste, en qué país, de qué padres...); la otra es la calidad de tus decisiones"

P. ¿Por qué es importante que apliquemos la mentalidad de los jugadores de póker a la toma de decisiones relacionadas con nuestra vida personal?

R. Mira, hay sólo dos cosas —sólo dos— que determinan tu vida. Sólo dos. Una es la suerte: en qué año naciste, quiénes son tus padres, en qué país naciste… Yo, por ejemplo, nací en Estados Unidos justo al comienzo de la época en que las mujeres empezaban a trabajar fuera del hogar. Si hubiera nacido 20 o 25 años antes, el conjunto de posibilidades disponibles para mí como mujer habría sido completamente distinto. Pero nací en un momento en que, de repente, las mujeres iban a la universidad, a la escuela de posgrado, entraban en el mundo laboral. Eso no significa que no pudiera haber elegido ser ama de casa, pero tenía muchas otras opciones disponibles. Y aún podemos irnos más atrás: si hubiera nacido en 1600 en Estados Unidos, habría sido propiedad de mi marido, le habría pertenecido. Obviamente, el conjunto de resultados posibles para una mujer nacida en 1600 habría sido muy diferente del que tuve yo. Y, por supuesto, sería distinto si hubiera nacido en Senegal en lugar de en Estados Unidos. Todo eso influye. ¿Tengo control sobre eso? No, ninguno. No tengo control sobre mi altura, por ejemplo. Si uno quiere ser jugador de baloncesto, necesita suerte y nacer alto, atlético… Hay muchas cosas que están fuera de nuestro control, y no sólo las circunstancias de tu nacimiento —si eres alto, bajo, etc.—, sino también cosas que pasan en el mundo: puedes vivir por ejemplo en un lugar donde estalle una guerra, no es algo sobre lo que tengas control, es simplemente suerte, mala suerte en ese caso. Así que la primera gran fuerza es la suerte, que determina buena parte de cómo se desarrollará tu vida y la probabilidad de distintos resultados. Y el otro gran factor que determinará el resultado de tu vida es la calidad de tus decisiones.

Eso es todo. Esas dos cosas son las que decidirán tu vida, una no puedes controlarla, la otra sí. Así que debemos centrarnos en la que sí que podemos controlar.

P. En el póker sabemos lo importante que es poner cara de póker, que los demás no puedan saber las cartas que llevas. ¿Es también importante en la vida real, fuera del tapete verde, ocultar las emociones?

R. En realidad en el póker a veces sí quieres que la gente sepa las cartas que tienes. Tiene que ver con la gestión del riesgo. En ocasiones puedes señalar a alguien que llevas una mano muy fuerte, lo que nunca haces es mostrar que tienes una mano débil si en efecto la tienes. Se trata de aumentar las probabilidades de obtener un buen resultado. Y aunque es poco común en el póker, a veces sí es recomendable hacer saber que llevas una mano muy buena porque eso aumenta las probabilidades de lograr un buen resultado. En la vida, es mucho más habitual que mostrar cómo te sientes te lleve a un buen resultado, no hay que tener siempre cara de piedra para ser bueno tomando decisiones, lo importante es entender lo que cada situación exige. En una negociación empresarial, probablemente sea buena idea ocultar tus cartas y no mostrar tu mano, aunque a veces sí conviene hacerlo, igual que en el póker. Pero normalmente, mostrarlas es más prudente. En un matrimonio, en cambio, aumentan las probabilidades de tener una relación feliz si muestras tus cartas, si eres honesto y le dices al otro cómo te sientes, y lo mismo ocurre con las amistades. Hay muchas circunstancias en la vida donde la apertura emocional aumenta las probabilidades de felicidad. Y otras —como las negociaciones empresariales— en las que ser reservado probablemente sea más inteligente.

placeholder Annie Duke durante una partida de póker en 2005 en Los Ángeles. (Getty Images/Michael Buckner)
Annie Duke durante una partida de póker en 2005 en Los Ángeles. (Getty Images/Michael Buckner)

P. En un póker, una de las cosas más difíciles es saber cuándo hay que retirarse, cuándo toca rendirse y abandonar. En la toma de decisiones, ¿cómo sabes cuándo hay que dejarlo?

R. En Estados Unidos, nos insisten en que la perseverancia lo es todo, que insistir, resistir, y tener determinación es lo que te hará tener éxito. El problema es que esa idea, tal como se interpreta, está mal entendida, hay que matizarla. Y hay un libro maravilloso sobre esto, Grit: El poder de la pasión y la perseverancia, de Angela Duckworth, quien está de acuerdo con lo que te voy a decir y que creo que ha sido malinterpretada. Angela Duckworth dice que hay que aferrarse a las cosas que merecen la pena, incluso si son difíciles, y eso es bueno. El problema es que lo llevamos demasiado lejos, y terminamos aferrándonos a cosas que no valen la pena.

P. ¿Y cómo saber si algo es lo suficientemente valioso para seguir luchando por ello o si es preferible dejarlo pasar?

R. Yo creo que la clave es preguntarnos si eso en lo que perseveramos nos ayuda a avanzar hacia aquello que nos hace felices. Si la respuesta es sí, entonces vale la pena. Por ejemplo: si estoy en la universidad y tengo una asignatura muy difícil, pero que necesito aprobar para conseguir el título, y sé que ese título, en promedio, me hará más feliz porque me abrirá las puertas a más oportunidades laborales, entonces vale la pena resistir. Eso es en lo que deberíamos pensar al hablar de la perseverancia: preguntarnos si nos ayuda a avanzar hacia algo que realmente contribuya a nuestra felicidad. Porque si te aferras a cosas que no merecen la pena, entonces estás retrocediendo, te estás alejando de lo que podría hacerte feliz. Hay muchos sesgos cognitivos, errores mentales, que nos hacen mantenernos demasiado tiempo en algo. Uno de los más conocidos es la falacia del coste hundido (sunk cost fallacy). Esa falacia consiste, básicamente, en que una vez que has invertido recursos —tiempo, esfuerzo, atención, dinero— en algo, cometes el error de pensar que todo lo que ya has invertido justifica que debas continuar.

"Una vez que has invertido tiempo, esfuerzo y dinero, se comete el error de pensar que eso justifica que se deba de continuar. Es una falacia"

P. ¿Me lo explica con un ejemplo?

R. Imagina que compras una acción por 50 dólares, y baja a 40. Tu decisión sobre qué hacer ahora con ella —si mantenerla o venderla— debería basarse únicamente en si es una buena inversión en este momento. Es decir, deberías pensar: “¿Son 40 dólares un buen precio para esta acción?”. En otras palabras: deberías evaluar esa acción como si no la tuvieras, tal y como haces cuando te planteas si comprar una nueva acción y te preguntas:

¿Es una buena compra? ¿Está barata respecto al valor real de la empresa? Si la compraste a 50 y ahora está en 40, deberías pensar en esa acción como si nunca la hubieras tenido, eso sería lo racional. En cambio, lo que nos decimos es: “No puedo venderla porque ya he perdido 10 dólares, tengo que recuperarlos”.

Ese de la acción es un ejemplo sencillo, pero se trata de algo que hacemos constantemente con nuestro tiempo. Hay gente que tiene por ejemplo un trabajo en el que es profundamente infeliz, odia su trabajo, odia a su jefe; no se sienten para nada realizados, se muestran enormemente descontentos. La pregunta es: ¿por qué esas personas no están buscando ya otro empleo? La respuesta suele ser: “Porque ya he invertido demasiado en este trabajo, llevo aquí dos años y no quiero que todo ese esfuerzo haya sido en vano”.

P. ¿Y cuál es en ese caso el modo correcto de pensar?

R. Suele funcionar imaginar que, en lugar de un trabajo, lo que tienes es un amigo con un novio o novia con el que lleva mucho tiempo. Pensemos, sólo para hacer más fácil la toma de la decisión, que se trata de una relación sin hijos y en la que tu amigo se siente profundamente infeliz y desgraciado. Seguro de hecho que tienes o has tenido algún amigo con una relación así de insatisfactoria y al que seguramente le habrás aconsejado que termine con ese novio o novia que le hace tan desdichado. No creo que te entrara en la cabeza que pudiera responderte: “Es que he invertido mucho en esta relación y no quiero desperdiciar todo el tiempo que ya le he dedicado”.
La pregunta que ante una situación así uno debe hacerse es: ¿Elegirías hoy esa relación? ¿Elegirías hoy ese trabajo? ¿Comprarías hoy esa acción? En general yo creo que cuando empiezas a plantearte si quieres dejar algo, probablemente hace ya tiempo que deberías haberlo hecho. Sé que eso no es realista, sé que la gente no va a desistir de algo en el mismo instante en que empieza a plantearse si debería hacerlo, así que tengo una estrategia alternativa. Cuando empiezas a pensar “quizá debería dejarlo”, ya sea en una relación, en un trabajo, en un proyecto o incluso en un artículo del que ya llevas 2.000 palabras escritas pero que no te convence en absoluto, debes de hacer esta pregunta: “¿Durante cuánto tiempo más estoy dispuesto a seguir así?”.

"Si empiezas a pensar 'quizá debería dejarlo', ya sea en una relación o trabajo, debes preguntarte: '¿Cuánto tiempo estoy dispuesto a seguir así?"

Imagina que eres jefe y tienes un empleado que no está rindiendo como esperas de él. Sabemos que los empleadores suelen mantener a sus trabajadores con bajo rendimiento demasiado tiempo. Lo que deberíamos preguntarnos en ese y en el resto de casos es siempre lo mismo: “¿Durante cuánto tiempo estoy dispuesto a tener a esta persona que no rinde en este puesto? ¿Durante cuánto tiempo estoy dispuesto a seguir siendo infeliz en esta relación? ¿Durante cuánto tiempo estoy dispuesto a odiar mi trabajo cada día?”.

Hazte esa pregunta y obtendrás una respuesta. Supongamos que tu respuesta son dos meses. El siguiente paso es imaginarte dentro de dos meses, plantearte qué estarás sintiendo entonces. Y el tercer paso es que, si quieres tener un escenario positivo, deberás cambiar cosas. En una relación podría ser hacer terapia de pareja, ser emocionalmente más abierto, contarle a mi pareja cómo me siento, porque tal vez ni siquiera sabe que soy infeliz. Si se trata de un empleado, la solución tal vez podría ser sentarse con él y explicarle claramente qué rendimiento espero de él y preguntarle qué necesita de mí para conseguirlo. Una vez hecho eso, dentro de dos meses y en vista de cuál es la situación, tomas la decisión final.

Annie Duke es doctora en Psicología cognitiva por la Universidad de Pensilvania y una gran jugadora de póker. Durante los veinte años que jugó como profesional, ganó importantes torneos de la Serie Mundial de Póker y otros grandes eventos, amén de más de cuatro millones de dólares en premios.

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