¿Lo llamas "español" o "castellano"? Una discusión eterna (con mucha historia detrás)
El castellano se consolidó como lengua de la monarquía y del Estado. Con el tiempo, la denominación "español" se generalizó; fue un proceso sociopolítico complejo, no una simple decisión individual
La cortesía recomienda llamar a cada lengua por el nombre que sus hablantes prefieren. ¿Por qué no decir "valenciano" en Valencia o "catalán" en Cataluña, siempre que así lo deseen sus hablantes?
Los alemanes llaman a su lengua Deutsch, derivado del alto alemán antiguo diutisc, que originalmente significaba ‘del pueblo’ (vernáculo, frente al latín). El latín llamó Germania a la región y germani a sus habitantes, por entonces divididos en tribus. De ahí procede la forma inglesa German. El francés se inspiró en los Alamanni (alemanes), asentados en Alsacia y Suabia, y por eso llaman a la lengua allemand. De ahí lo tomaron otras lenguas: occitano y catalán (formas equivalentes), turco almanca y árabe almānī (ألماني, ‘alemán’). En las lenguas eslavas aparece němь (‘el que no habla nuestra lengua’, literalmente ‘mudo’), de donde procede el ruso nemets ‘alemán’; el húngaro adoptó la forma német. En finés y estonio, saksa o saks(a) deriva de Saxon, por identificación histórica con los sajones.
La lengua llamada vasco en español (Basque en inglés y francés) es denominada euskera por sus hablantes. En sus propios nombres, el griego es elliniká (Ἑλληνικά), el húngaro magyar, el finés suomi, el georgiano kartuli, el armenio hayeren, el chino mandarín putonghua (普通话, ‘lengua común’) y el japonés nihongo.
Lingüísticamente, hablamos de un continuo —a menudo denominado serbocroata o variantes del mismo— con denominaciones nacionales: croata, bosnio, serbio y montenegrino; la distinción es en gran parte política y normativizada, aunque existen diferencias dialectales y sociolingüísticas. El conflicto surge cuando la designación adquiere carga política o se impone a otros, fenómeno relativamente habitual en contextos de identidad nacional o regional.
Históricamente no siempre existieron conflictos al llamar castellano o español a nuestra lengua
Históricamente no siempre existieron conflictos al llamar castellano o español a nuestra lengua. Al italiano, cuyo modelo literario se basó en el toscano, se le llamó así en sus orígenes; a lo que hoy llamamos occitano se le llamó a menudo provenzal en contextos literarios medievales. El término bohemicus (bohemio) se usó hasta el siglo XIX para lo que hoy llamamos checo. En fuentes históricas se empleó el término ruten(o) para designar variedades de la esfera oriental eslava (incluido el antecedente del ucraniano), uso que persistió hasta el siglo XIX en ciertos contextos.
El castellano, originario de Castilla, se consolidó como lengua de la monarquía y del Estado y, con el tiempo, la denominación "español" se generalizó; fue un proceso sociopolítico complejo, no una simple decisión individual, sino un proceso influido por las instituciones. Tampoco ahora debería haber conflicto. Algunas posturas interpretan la preferencia por "castellano" como intento de subrayar su origen regional; otras la consideran una forma legítima de nombrar la lengua. Conviene distinguir intención política de uso común.
El español es la lengua de comunicación interregional más extendida en España y sirve frecuentemente como lengua común entre comunidades de distintas lenguas cooficiales; sin embargo, hay ámbitos y hablantes que se comunican en catalán, euskera u otras lenguas, además de en español. La lengua propia de una región no es algo que puedan definir las leyes, sino el uso. La única lengua común a la mayoría de los vascos y de los catalanes es el español. Sin el español, ni todos los catalanes ni todos los vascos podrían entenderse.
Cuando "español" pasa a ser sinónimo de "castellano"
Los Reyes Católicos hablaban castellano, lengua materna de Isabel. Fernando creció en un reino plurilingüe. Se discute si su lengua materna era el aragonés o el catalán, según los autores; en cualquier caso, conocía el castellano. El heredero de los Reyes Católicos, Felipe el Hermoso, tuvo una muerte temprana, y su sucesor, Carlos V, aprendió castellano cuando llegó a España en 1517 para asumir las coronas, y llegó a usarlo con soltura, aunque con marcado acento. También hablaba latín e italiano. Aquella natural propensión no impedía que otras lenguas, como el portugués, en boca de la emperatriz Isabel, fueran frecuentes en la corte.
En esa encrucijada de lenguas predominó cierta tolerancia y coexistencia, y las lenguas siguieron sus cauces naturales de uso social. Y el cauce natural, sin necesidad de elección o de imposición, fue el que mejor podía contribuir a los intereses del Imperio. De modo análogo, el latín y, en tiempos recientes, el inglés han alcanzado funciones de prestigio y de lengua vehicular en contextos supranacionales. Es plausible que otras lenguas hubieran podido ganar mayor proyección si las circunstancias políticas hubieran sido distintas. Pero le tocó al castellano, que alcanzó un prestigio parecido al que hoy se atribuye al inglés.
La adopción del castellano como lengua de escritura en varios ámbitos peninsulares se debió a factores administrativos, culturales y de prestigio, de manera análoga a cómo el latín funcionó en la Edad Media. Desde los siglos XIII-XIV aparecen en italianismos referencias como lingua di Spagna o spagnolo para el castellano. En 1492, Antonio de Nebrija, en su Gramática de la lengua castellana, escribió en el prólogo que era la lengua de toda España.
La adopción del castellano como lengua de escritura en ámbitos peninsulares se debió a factores administrativos, culturales y de prestigio
Autores europeos de la época palpan la existencia del "español" como idioma reputado en ámbitos internacionales (por ejemplo, en obras de Erasmo y en traducciones de la época). En la Península se siguió usando mucho tiempo la palabra castellano, pero coexistía con español. Cervantes (El Quijote, 1605) escribe: "nuestra lengua castellana o española".
Desde finales del siglo XVI en Europa se difundió el término "español" para el castellano, en parte por el papel internacional de la monarquía hispánica. En América se desarrollaron usos particulares y persistió "castellano" en muchos contextos. Cuando en Hispanoamérica se dice "castellano" ya no se piensa que esa lengua se originó en Castilla, sino que se percibe como un sinónimo libre de cualquier brizna de torcida intención.
Contaba el lingüista Manuel Alvar una anécdota que apoya el concepto de lengua en lugares de expansión del castellano, como Canarias. Decía que un campesino, que respondía a la pregunta "¿qué lengua habla usted?", contestó, con la típica abertura canaria de la vocal final para la formación del plural y el seseo: "Aquí hablamo españó porque el castellano no lo sabemo pronunsiá" [sic].
**Rafael del Moral es sociolingüista experto en lenguas del mundo y autor de la 'Enciclopedia de las lenguas', 'Breve historia de las lenguas', 'Historia de las lenguas hispánicas' y' Las batallas de la eñe', así como de numerosos artículos en revistas especializadas.
La cortesía recomienda llamar a cada lengua por el nombre que sus hablantes prefieren. ¿Por qué no decir "valenciano" en Valencia o "catalán" en Cataluña, siempre que así lo deseen sus hablantes?