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Sleepy Hollow: el pueblo que perdió la cabeza
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Sleepy Hollow: el pueblo que perdió la cabeza

Cada otoño, miles de visitantes exploran un pueblo transformado por la leyenda, donde la historia, el misterio y el folclore europeo se entrelazan en celebraciones únicas y escenarios emblemáticos

Foto: Entrada al cementerio de Sleepy Hollow. (Getty/John Greim)
Entrada al cementerio de Sleepy Hollow. (Getty/John Greim)

El jinete sin cabeza ya ha salido de su tumba, como cada año. En estas fechas, abandona el cementerio y cabalga a lomos de su enorme caballo negro, atravesando la avenida Broadway, un centenario camino de tierra convertido hoy en una carretera de doble sentido que divide los bosques fantasmales de Mount Pleasant de la zona residencial, donde un cartel saluda al forastero: "Bienvenido a Sleepy Hollow, establecido en 1640". Aunque esta es una verdad a medias, pues el pueblo no se llamó siempre así. De hecho, su nombre original era North Tarrytown. Pero entonces nadie lo visitaba. Ahora, sin embargo, miles de turistas colapsan sus calles bañadas por las gélidas aguas del río Hudson, especialmente en estas fechas, cuando los comercios están repletos de calabazas, esqueletos, sombreros de brujas y otros emblemas de Halloween.

Las autoridades locales revisan con cautela la decoración de algunos jardines, pues la estrella es el hanging man o el hombre colgado, que consiste en colgar de las ramas de los árboles a muñecos que simulan un ahorcamiento. En 2005, en Federica, Delaware, alguien colgó uno de estos ahorcados en uno de sus árboles. Los vecinos se extrañaron cuando, al cabo de unos días, la propietaria de la casa aún no había desmontado su particular decoración. Finalmente, la policía descubrió que el muñeco no era tal y que, en realidad, la dueña de la vivienda había decidido quitarse la vida pocos días antes del 31 de octubre, y todos los vecinos la habían confundido con un adorno bastante realista. Puede parecer una anécdota macabra, pero ya ha ocurrido varias veces, y por eso algunos estados han intentado prohibir, sin éxito, la decoración del hombre colgado.

Hasta finales del siglo XX, North Tarrytown había sido una ciudad industrial. El motor de su economía (nunca mejor dicho) era una planta de automóviles que abarcaba 36 hectáreas de aquellos terrenos que habían pertenecido, originalmente, a una colonia holandesa. La Asamblea de North Tarrytown daba trabajo a más de 2.000 empleados, pero en 1970, varias asociaciones ecologistas denunciaron que la planta de General Motors estaba vertiendo cantidades ingentes de residuos al río Hudson, entre los que se encontraban sustancias como el plomo y otros químicos de la pintura y los materiales que utilizaban para limpieza y soldadura. El 12 de enero de 1971, el New York Times publicó un artículo sobre la guerra entre los vecinos de North Tarrytown y la planta de General Motors, y recogía unas declaraciones de Dominick Pirone, un ecologista que afirmaba que se podía averiguar de qué color estaban pintando los coches cada día dependiendo la tonalidad del río.

Finalmente, en 1996, la planta cerró sus puertas para siempre, y una cuarta parte del pueblo perdió su trabajo. Pero el alcalde en aquel momento, Sean Treacy, tenía un plan perfecto. Iba a convertir el viejo pueblo industrial en un escenario irresistible para los amantes del misterio y de la literatura: "El nombre de North Tarrytown pertenece a los libros de historia. El nombre de Sleepy Hollow es nuestro futuro", declaró. Tomaba, así, prestado, el nombre del pueblo ficticio en el que el escritor Washington Irving había ubicado al personaje más famoso de su obra: el jinete sin cabeza. La publicación de La leyenda de Sleepy Hollow, en 1820, había generado una enorme impresión en los lectores, al estar escrito a modo de crónica real, con abundantes rasgos que le otorgaban cierta verosimilitud, como el propio inicio del cuento, que fingía ser una crónica encontrada entre los documentos auténticos de un difunto llamado Diedrich Knickerbocker. Para colmo, el cuento de fantasmas empieza describiendo un paraje con profundo detalle, al más puro estilo de una crónica de viajes. Las primeras líneas nos hablan de un lugar de Estados Unidos ubicado "en lo más profundo de una de las inmensas ensenadas de playas que el Hudson acaricia en sus orillas orientales". Una pequeña aldea llamada Sleepy Hollow.

placeholder 'El jinete sin cabeza persiguiendo a Ichabod Crane', cuadro de 1858 de John Quidor. (Wikipedia)
'El jinete sin cabeza persiguiendo a Ichabod Crane', cuadro de 1858 de John Quidor. (Wikipedia)

Y después de una larga y profusa descripción geográfica, el autor entraba en la propia historia del pueblo. Según contaba, un 28 de octubre de 1776, el ejército de George Washington fue acorralado por las tropas británicas en la aldea de White Plains. Todo este episodio, inspirado en una batalla real de la Guerra de la Independencia, termina con cientos de soldados muertos. Pero el que nos ocupa es el de un soldado hessiano, auxiliar mercenario alemán contratado por el gobierno británico, cuya cabeza fue arrancada del cuerpo por una bala de cañón.

Desde entonces, cada noche, el jinete salía de su tumba en busca de su testa, merodeando por los alrededores del conocido como árbol del Mayor André y un puente de madera, hostigando a los habitantes:

"El espíritu dominante, sin embargo, el que más influjo tiene sobre la imaginación de las gentes, el que parece someter a todos los espíritus que habitan los aires, es un fantasma, auténtico rey de esta región encantada: un fantasma decapitado que aparece a lomos de un caballo…. Para algunos, no es otro que el espectro de un soldado que sirvió en la caballería de Hesse; un soldado al que una bala de cañón arrancó de cuajo la cabeza en una batalla de la Guerra Revolucionaria y que aún galopa, como llevado por el viento, en las noches más oscuras".

placeholder El cementerio de Sleepy Hollow. (iStock)
El cementerio de Sleepy Hollow. (iStock)

Todas las descripciones de los paisajes evidenciaban que Washington Irving se había inspirado en esta región que, además, él había visitado en 1790 junto a su amigo James K. Paulding, con quien había investigado el folclore local y los cuentos de fantasmas que, posteriormente, utilizó para dar forma a su más famosa obra. Irving, por cierto, siempre fue un amante de España y de su cultura. Muestra de ello es otra de sus obras más famosas, Cuentos de la Alhambra. Vivió en Madrid durante años como embajador de Estados Unidos en España, pero lo que vio en la política le devolvió los deseos de dedicarse a escribir ficción: "Estoy cansado y a veces angustiado por la miserable política de este país", escribió entonces.
Por eso, en estos días, y hasta las primeras semanas de noviembre, miles de turistas de todo el mundo visitarán el viejo North Tarrytown, actual Sleepy Hollow, para fotografiarse junto al árbol del Mayor André, para cruzar el puente del Jinete sin cabeza, y para adentrarse en la iglesia Old Dutch Church. Los más valientes pueden, también, visitar el viejo cementerio, donde la leyenda dice que está enterrado el Jinete sin cabeza, y donde las tumbas más antiguas muestran apellidos holandeses (Van Winckle, Van Tassel, Van Brunt), en los que el escritor se inspiró para bautizar a algunos personajes de su relato. El propio Washington Irving reposa allí, para la eternidad.

Sobre el autor

Javier Pérez Campos(Ciudad Real,1989) es un periodista y escritor interesado en la fina línea que separa la realidad de la ficción. Ha investigado cientos de historias por todo el mundo, y las comparte semanalmente como reportero y redactor de los exitosos programas de televisión Cuarto Milenio y Horizonte (Cuatro TV).  

Es autor de la editorial Planeta desde hace más de una década, donde ha publicado  libros como Los ecos de la tragedia (2013), Los Otros (2016), Los Guardianes (2019), Los Intrusos (2021) o Immaturi (2023).

Su nuevo libro, escrito íntegramente en las horas posteriores al anochecer y que aconseja leer sólo al caer la noche, se titula Nocturnos (Planeta) y es un catálogo de seres e historias aterradoras, entre las que se encuentra El Muerto, un jinete que cabalga eternamente por la llanura mexicana y cuya historia parece salida de una novela de Cormac McCarthy; el cazador de Anchorage, un hombre que disfruta atrapando a mujeres en su finca o Carl Tanzer, un científico vanguardista que quiere romper las barreras del amor más allá de la muerte. 

Es muy probable que la historia del jinete sin cabeza viajara hasta Estados Unidos con los primeros colonos europeos, que tenían en su cultura varias referencias similares. En la mitología irlandesa, por ejemplo, existe la figura del Dullahan, un hombre a caballo que porta su propia cabeza bajo el brazo. A pesar del desmembramiento, los ojos del jinete se mueven de un lado a otro, y sonríe a los pobres desdichados con los que se encuentra. Además, alumbra la noche con propia cabeza, que brilla como una especie de fuego fatuo debido a la fosforescencia de los huesos y a los efectos de la putrefacción. El fantasma lleva también un látigo, fabricado con la espina dorsal de una de sus víctimas. Su aparición suele ser considerada el augurio de una muerte próxima.

William Irving, padre del famoso escritor norteamericano, era originario del pueblo de Quholm, en Escocia, y su madre, Sarah Sanders, había crecido en la región de Cornualles. En estas zonas se hablaba también del jinete sin cabeza que monta en su corcel, como un demonio, durante las horas de oscuridad.

placeholder Cubierta de 'Nocturnos', de Javier Pérez Campos.
Cubierta de 'Nocturnos', de Javier Pérez Campos.

Seguramente, la fuerza de estas leyendas y, especialmente, del relato de Washington Irving, tenga que ver con el poder que todas las culturas han atribuido a la cabeza, especialmente a nivel ritual. Y es que el cráneo es, junto al corazón, el elemento sagrado, donde se almacena el conocimiento y donde se produce nuestra interpretación del mundo. Para algunas culturas como los mayas, cercenar la cabeza era, incluso, una vía de comunicación con el Más Allá. Es muy posible, por tanto, que llevemos grabado en nuestro ADN un miedo universal y muy profundo a lo que significa la decapitación. No sólo como daño físico, sino también como algo simbólico.

No es de extrañar, por tanto, que el Jinete sin cabeza sea el más ilustre habitante de este pequeño pueblo en el que la fiesta de Halloween se celebra durante todo el año.

El jinete sin cabeza ya ha salido de su tumba, como cada año. En estas fechas, abandona el cementerio y cabalga a lomos de su enorme caballo negro, atravesando la avenida Broadway, un centenario camino de tierra convertido hoy en una carretera de doble sentido que divide los bosques fantasmales de Mount Pleasant de la zona residencial, donde un cartel saluda al forastero: "Bienvenido a Sleepy Hollow, establecido en 1640". Aunque esta es una verdad a medias, pues el pueblo no se llamó siempre así. De hecho, su nombre original era North Tarrytown. Pero entonces nadie lo visitaba. Ahora, sin embargo, miles de turistas colapsan sus calles bañadas por las gélidas aguas del río Hudson, especialmente en estas fechas, cuando los comercios están repletos de calabazas, esqueletos, sombreros de brujas y otros emblemas de Halloween.

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