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Nazis al sol, estrellas de Hollywood, orgías y princesas exiliadas: la otra Costa Brava
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Nazis al sol, estrellas de Hollywood, orgías y princesas exiliadas: la otra Costa Brava

Francesc Ribes desvela en 'Locos por la Costa Brava' historias increíbles de los primeros veraneantes en el litoral gerundense, incluida la de la casa de vacaciones para miembros de las Juventudes Hitlerianas

Foto: Ceremonia de inauguración del Hogar Alemán de Sant Feliu de Guixols. (Archivo Municipal de Sant Feliu de Guíxols/Fondo Pere Rigau Roch)
Ceremonia de inauguración del Hogar Alemán de Sant Feliu de Guixols. (Archivo Municipal de Sant Feliu de Guíxols/Fondo Pere Rigau Roch)
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Antes de que la Costa Brava se llamara Costa Brava, la gente se refería a ella como el litoral gerundense, la Costa del Empordà o, directamente, nombraba alguno de sus pueblos marineros: Cadaqués, Roses o Palamós.

Cuenta Francesc Ribes en su libro Locos por la Costa Brava (Anaya Touring) que fue el periodista catalán Ferran Agulló quien, en 1908 y en un gesto literario y absolutamente mitopoético, la nombró así en un artículo publicado en La Veu de Catalunya ("Oh, nuestra Costa Brava, sin igual en el mundo", decía el titular).

Se puede pasar a la historia por algo así, por ponerle un nombre en condiciones a un lugar, y eso está muy bien. No es lo mismo decir "me voy al litoral gerundense" que "me voy a la Costa Brava". El cuerpo no se queda igual. Litoral gerundense suena a trámite administrativo, casi a gestoría de tráfico, mientras que la Costa Brava te está pidiendo épica y relatos desde el primer momento. Y todo lo que suene a épica, ya se sabe, atrae a cierto tipo de gente. Al menos fue así durante un tiempo, desde que lo que había entre Blanes y Portbou era asunto de pescadores hasta que todo se inundó de turistas.

Francesc Ribes (Barcelona, 1964) explica que un día, por casualidad, leyó un artículo sobre una casa de Sant Feliu de Guíxols que había sido una residencia de verano para las Juventudes Hitlerianas y que todavía seguía en pie. La Costa Brava se le reveló entonces como un territorio lleno de historias ocultas y se preguntó cuáles serían y qué vestigios habrían dejado. Además, su pareja, Olga García, autora de muchas de las fotografías del libro, ha sido una de las traductoras al castellano de la monumental biografía de Josep Pla, escrita por Xavier Pla, donde se evoca la figura del escritor Robert Ruark, que vivió en Sant Antoni de Calonge y de quien él no sabía nada (más tarde descubriría que llegó a ser uno de los periodistas mejor pagados de Estados Unidos y que en su casa recalaban todas las estrellas de Hollywood).

A partir de estas incógnitas nació Locos por la Costa Brava, un minucioso trabajo fruto de meses de investigación en el que se propuso mostrar "qué queda hoy en pie de aquellos pioneros; casas, tumbas, ruinas… De algunos queda todo, como los jardines de Cap Roig y las casas que construyeron los Woevodsky; de otros, nada, como Robert Ruark", explica Ribes.

placeholder La playa de Tossa de Mar, en una imagen de alrededor de 1955. (Getty Images)
La playa de Tossa de Mar, en una imagen de alrededor de 1955. (Getty Images)

Amantes de la vida y la libertad

Los protagonistas de Locos por la Costa Brava comparten un rasgo común, según Ribes: "Fueron, casi siempre, personas que amaban la vida y la libertad, y que creyeron que aquí podrían hacer realidad sus sueños". En sus páginas se entrelazan las vidas de estrellas de Hollywood, princesas con destinos trágicos, espías alemanes en canoa, aristócratas en Rolls, jóvenes nazis y personas anónimas con los acontecimientos que marcaron el siglo XX, como la Guerra Fría, la Guerra Civil española o la Revolución rusa.

Por si no teníamos suficiente inquietud encima, Ribes cuenta que, mientras los artistas plásticos se concentraron en Tossa o Cadaqués, los escritores, sin embargo, estaban por todas partes: "Fueron muchos los que llegaron por azar y se enamoraron de la Costa Brava, como Roberto Bolaño o Tom Sharpe. Y también los ha habido que han estado aquí como podían haber estado en cualquier otro lugar, que solo querían un sitio tranquilo donde trabajar, como Truman Capote, que aunque pasó aquí tres veranos, no escribió ni una línea sobre la Costa Brava".

Los Woevodsky y Nancy Johnstone

Entre tantas historias, algunas han tocado especialmente al autor. "Dudo entre Nancy Johnstone y los Woevodsky. Estos, los Woevodsky, ejemplificaban dos estereotipos de principios de siglo: el noble ruso exiliado por la revolución bolchevique y la dama de la alta sociedad británica marginada entre los suyos por un escándalo. Sus respectivos mundos se desmoronaban y decidieron recrear el suyo propio en la Costa Brava. Compraron un peñasco, construyeron un castillo y lo rodearon de un jardín enorme para vivir a su manera, ajenos a cuanto ocurriera a su alrededor. Con matices, lo consiguieron. Y dejaron como legado uno de los jardines más impresionantes del Mediterráneo, escenario de un conocido festival musical en verano", indica.

placeholder Los Woevodsky. (Archivo Histórico de la Fundación La Caixa)
Los Woevodsky. (Archivo Histórico de la Fundación La Caixa)

Sobre Nancy Johnstone, la mujer detrás del Hotel de los Ingleses en Tossa de Mar, Ribes no oculta su admiración: "¿Qué puedo decir? Una joven británica que viene a España para construir un hotelito en la Costa Brava, y lo hace en 1934, con una guerra civil a la vuelta de la esquina; el sueño que se convierte en pesadilla; la hostelera que atiende a los primeros turistas británicos y que acaba acogiendo a niños refugiados y los acompaña al exilio".

placeholder Archie, Nancy Johnstone y Walter Leonard. (Archivo Municipal de Tossa)
Archie, Nancy Johnstone y Walter Leonard. (Archivo Municipal de Tossa)

Tal vez esta historia tenga un eco personal para Ribes, que explica que su propia abuela fue una de los miles de refugiados que intentaron alcanzar la frontera con Francia, con su padre en brazos. "Sin duda, en los años treinta y cuarenta del pasado siglo hubo muchas vidas llenas de amor, tragedia y coraje, pero pocas reflejaron tan bien esa realidad como Nancy Johnstone en sus libros, con humor, empatía y compasión".

placeholder Carl Faust. (Fundació Carl Faust)
Carl Faust. (Fundació Carl Faust)

El primer capítulo está dedicado al alemán Carl Faust, artífice del jardín de Marimurtra, en Blanes, considerado el mejor jardín botánico mediterráneo de Europa. ¿Es que nadie venía a la Costa Brava a estar unos días e irse?, le pregunto. ¿Es que siempre tenían que construir algo? "Eso parece", dice Ribes, "porque cuando Faust llegó a España (en 1907) la Costa Brava casi no tenía ni nombre ni era un destino turístico. Faust fue un empresario que se jubiló joven, que había tenido que trabajar en algo que no le gustaba y que, en cuanto hizo fortuna, lo dejó todo para hacer su sueño realidad: dedicarse a la botánica. Supongo que si tienes talento para crear empresas, no te conformas con ser jardinero, tienes que crear tu propio jardín, y él lo hizo en los acantilados de Blanes”, explica.

Vacaciones para jóvenes nazis

En Sant Feliu de Guíxols, Ribes desentierra la historia de Richard Schwemke, conocido como Ricardo, el nazi. "Era un contable alemán que trabajaba en una empresa corchera y que en 1939 pasó a ser responsable de un Hogar Alemán que se inauguró en una casa modernista de Sant Feliu de Guíxols. Los hogares alemanes eran una red de residencias repartidas por toda España donde los jóvenes alemanes podían pasar unas semanas de vacaciones, confraternizar, hacer deporte y, de paso, asentar el ideario, porque no hay que olvidar que pertenecer a las Juventudes Hitlerianas o a la Liga de Muchachas Alemanas era obligatorio, no vocacional. El Hogar Alemán de Sant Feliu de Guíxols se inauguró oficialmente en 1941, en una celebración donde no faltaron miembros de las SS uniformados y banderas con la cruz gamada".

placeholder El Hogar Alemán, en la actualidad. (Olga García)
El Hogar Alemán, en la actualidad. (Olga García)

Ribes cuenta que un fotógrafo aficionado, Pere Rigau, sacó fotos del evento, y permanecieron en el archivo de Sant Feliu hasta que un escritor local, Francesc Xavier Bosch, escribió hace pocos años un libro sobre este episodio. "El Hogar Alemán siguió con su actividad hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, pero en 1944 ya no alojaba a jóvenes alemanes sino a refugiados, señal de la inminente derrota del III Reich. Tras la guerra, el Hogar Alemán fue cerrado, y su contenido, expoliado. En cuanto a Schwemke, siguió viviendo tranquilamente en Sant Feliu hasta su muerte, en 1988, como tantos otros alemanes, más o menos vinculados con el nazismo, que vivieron en España sin que nadie les importunase".

Josep Pla y el Hotel Trias

Hay un par de presencias constantes en el libro: Josep Pla y el Hotel Trias. ¿Es que todos los caminos de la Costa Brava conducen a ellos? "Sin duda", responde Ribes. "Pla, porque fue un cronista de casi todo, y sobre todo, de su tierra, el Empordà. Suya es la mejor guía de la Costa Brava que se haya escrito, publicada en 1941 y ampliada y reeditada durante varias décadas. Pla, además, conoció a todo aquel que dejó huella en la Costa Brava, desde Josep Maria Sert a Salvador Dalí, pasando por Robert Ruark. Y el Hotel Trias, porque era de los pocos alojamientos que había en la Costa Brava desde que abrió como fonda en 1900. Tras ser destruido durante la Guerra Civil, abrió en su actual emplazamiento en 1940. En aquellos años, las celebrities de la época o se alojaban en el Trias o en el Hostal de La Gavina, de la familia Ensesa, la que construyó la ciudad jardín de S’Agaró".

El glamour de Mas Juny

Una fotografía en blanco y negro de Roussy Mdivani posando para Vogue con un vestido de Chanel aparece en el libro. Toda altiva. Todo brillo. Toda aristócrata desplazada, desafiante y melancólica. "Supongo", explica Ribes, "que su lánguida silueta encajaba a la perfección en los diseños de Coco Chanel, que además era amiga suya. Isabelle Roussadana Mdivani, Roussy para los amigos, es un personaje bastante trágico", continúa Ribes. "Pertenecía a una familia de la nobleza georgiana que tuvo que exiliarse tras la Revolución Rusa. Sus hermanos hicieron fortuna gracias a una acertada política matrimonial que los emparentó con grandes fortunas americanas. Ella iba para escultora, pero Josep Maria Sert, cotizadísimo pintor, se enamoró de ella, aunque ya estaba casado con Misia, una celebridad casi desde que nació. Durante un tiempo, Sert, Roussy y Misia constituyeron un peculiar ménage à trois hasta que finalmente Sert se divorció de Misia en 1927 y se casó con Roussy en 1928".

placeholder Roussy Mdivani con Salvador Dalí, Gala, Jose Maria Sert, Dorothy Webster y otras personas. (Archivo Histórico de la Fundación La Caixa)
Roussy Mdivani con Salvador Dalí, Gala, Jose Maria Sert, Dorothy Webster y otras personas. (Archivo Histórico de la Fundación La Caixa)

Roussy quería vivir a orillas del Mediterráneo y Sert le compró Mas Juny, una antigua masía fortificada. Mas Juny no tardaría en convertirse en "el rincón más cosmopolita que había visto hasta entonces la Costa Brava, con un desfile continuo de artistas, empresarios, políticos, etc. Por supuesto, Pla andaba por allí y también Gala y Salvador Dalí. Y Alexis, el hermano más querido de Roussy. Debieron de ser años gloriosos porque Sert, generoso hasta el exceso, agasajaba a sus invitados con todos los placeres que estuvieran al alcance de su bolsillo, o eso se contaba. Y luego llegó la familia Puig Palau, cuya vida social tampoco fue precisamente discreta", según cuenta Ribes.

Rumores de orgías en Mas Juny

Sobre los rumores de orgías y fiestas interminables en Mas Juny, Ribes cuenta que igual no era para tanto: "Seguramente era bastante menos de lo que se contaba. Ocurre que junto a Mas Juny estaba y está el núcleo de S’Alguer, unas preciosas casitas de pescadores que ahora valen una fortuna y que entonces habitaban familias de pescadores de costumbres, digamos, contenidas. Esas gentes veían el ir y venir de viandas, a gente ligera de ropa y a Roussy paseándose en shorts, y la imaginación calenturienta hizo el resto. Hay una anécdota al respecto: al parecer, Sert se quejó a Maria Trias, dueña del hotel, de que los pescadores de S’Alguer se asomaban a su propiedad para espiar a los invitados. Ella, pragmática, le recomendó que no se enfrentara a ellos y que les ofreciera el teléfono que tenía en la masía si lo necesitaban para cualquier urgencia. Al parecer, funcionó».

En el capítulo Guerra Fría bajo el sol, Ribes cuenta la historia de Radio Liberty, la emisora que EEUU levantó en 1959 en la Costa Brava para hacer llegar sus noticias y su cultura hasta el último rincón de la Unión Soviética. Sus gigantescas antenas dominaron la playa de Pals durante 40 años, aunque la emisora siguió activa después. En un epílogo irónico, en marzo de este año Trump intentó clausurarla por ser demasiado de izquierdas.

placeholder Las instalaciones de Radio Liberty, en la actualidad. (Olga García)
Las instalaciones de Radio Liberty, en la actualidad. (Olga García)

"El capítulo de Radio Liberty", comenta Ribes, "se aparta un poco de la estructura del libro. No hablo de nadie que se enamorara perdidamente de la Costa Brava, sino de otro tipo de locura, muy actual: la que emana de la tiranía y la estupidez. Que una emisora que nació como emblema del anticomunismo sea hoy clausurada por ser demasiado progresista, como ha ocurrido con Radio Free Europe-Radio Liberty, es un síntoma de los tiempos oscuros que vivimos. Cuando se demolieron las antenas de Radio Liberty en Pals, en 2006, surgió la pregunta de qué hacer con los edificios de la emisora, un notable diseño racionalista de 1958. Que si un museo dedicado a la Guerra Fría, que si un centro de interpretación del parque natural del Montgrí… Lo cierto es que nadie ha hecho nada y las instalaciones han sido saqueadas y vandalizadas durante casi veinte años sin que nadie lo haya impedido, como muestran nuestras fotografías. En este sentido, Radio Liberty ya es un monumento, a la desidia", reflexiona Ribes.

Antes de despedirnos, le pregunto a Ribes a cuál de todos los personajes que aparecen en Locos por la Costa Brava le habría gustado entrevistar. "Yo creo que a Nancy Johnstone", me dice, "para saber qué ocurrió cuando renunció a recuperar su hotel y se fue a Brasil en 1951. Nunca se ha sabido nada más de ella, y es raro, porque con su personalidad seguro que no pasó desapercibida allí donde fue. Creo que yo aún no he cerrado el capítulo Johnstone".

Antes de que la Costa Brava se llamara Costa Brava, la gente se refería a ella como el litoral gerundense, la Costa del Empordà o, directamente, nombraba alguno de sus pueblos marineros: Cadaqués, Roses o Palamós.

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