Se busca pueblo que quiera cine para salvar el desierto de pantallas
Francia e Irlanda son los países con más cines; Rumanía el que menos. Las salas pequeñas cierran en Europa, ellos quieren salvarlas; incluidos unos salmantinos
Entrada del Cine Union, inaugurado en 1969, que proyecta cine de autor en el corazón de Bucarest, octubre de 2025. (Lola García-Ajofrín)
En el cine de Chemillé-sur-Dême, un pueblecito francés de 700 habitantes a orillas del río Dême, con arroyo, castillo y pista de petanca, se proyectó la comedia francesa Regarde, a comienzos de octubre. La misma semana, en el cine de Cormery, un municipio de 1.500 personas, conocido por su abadía, los vecinos asistieron a Sirat, la película que representará a España en los Oscars. Y, en Sainte-Maure-de-Touraine, de 4.000 habitantes, hay cuatro días de cine a la semana.
En Francia,el país de Europa con más salas de cine, si los espectadores no van a la sala, la pantalla va a ellos. Estos pueblos son parte de la red de cine itinerante Ciné Off, que recorre los pueblecitos del departamento de Indre y Loira, desde hace más de 40 años (desde 1982). Cada sesión cuenta con unos 26 espectadores; 2,5 veces más que la media nacional, estima Solenne Berger, la directora de Ciné Off. El secreto, según Berger, es que involucran a la audiencia, tanto a priori como a posteriori: "Organizamos muchas actividades en torno a las películas, así como festivales, por lo que las proyecciones se convierten en citas esperadas en los pueblos", explica a El Confidencial.
Proyección de One World Romania en Oradea en 2024 (László Vigh)
Además, Ciné Off lleva las proyecciones a zonas rurales dentro de tres programas nacionales de educación cinematográfica. En 2024, se registraron 28.370 entradas. En el circuito itinerante, su público es "esencialmente familiar y ocasional". En las salas fijas, los abonados son mayores de 40 años y familias, y en la zona metropolitana de Tours, "la mayoría de más de 60 años". Pero notan que el público adolescente "es difícil de captar", así quecon la Noche del Terror intentan acercarse a ellos.
Francia e Irlanda, los más cinéfilos
Con 6.320 pantallas en 2023, Francia es el país de la Unión Europea con más cines,según datos del informe anual de la Unión Internacional de Cines (UNIC), seguido de Alemania (4.901 cines), España (3.591) e Italia (3.484). En términos de población, Irlanda, con 10,51 pantallas por 100.000 habitantes, Francia (9,25) y Suecia (9,04) son los que tienen más pantallas por cabeza. Sin embargo, solo el 19% de los cines de Francia se encuentran en zonas poco pobladas, según el Centro Nacional del Cine. Y, aunque el número de salas en Francia ha aumentado en un 12%, hay menos cines pequeños (-3,2 de una sala), y ha aumentado en un 30% los multiplexes, de más de seis pantallas.
Los cines de barrios y pueblos cierran en el continente, a la par que salas multicines con éxitos comerciales abren en centros comerciales. Organizaciones como Ciné Off luchan por mantenerlas. O como Proyecfim, en España, que como dice su slogan, llevan el cine "a tu localidad".
"Llevo toda la vida escuchando a mi padre decir que el cine siempre está en crisis: cuando pasó del cine mudo al sonoro; cuando llegó la televisión; con el video y nada", afirma, optimista, por teléfono, a El Confidencial, Alberto Fuentes deProyecfilm, una empresa de Villares de la Reina, en Salamanca, que lleva proyectores y películas por los pueblos de España. "Es cierto que la pandemia ha sido un golpe muy fuerte y no sé si se va a recuperar [la asistencia], pero creo que se va a organizar", puntualiza. Lo que nota es que cada vez van menos niños: "Antes de la pandemia, los papás los llevaban, pero los que nacieron en 2018 y 2019 y tendrían que haber empezado a ir en ese momento, no van".
Se busca pueblo en España que quiera cine
A través de Proyecfilm, la familia Fuentesbusca pueblos que quieran cines para salvar el desierto de pantallas. Alberto es la tercera generación que trabaja en el sector. Su abuelo era pintor de los cárteles cinematográficos y Joaquín,su padre, nació –literalmente— en el cine de un pueblo "y esto no es licencia poética", apunta. "Vamos, en la cabina", apostilla. Dice que, ese día, proyectaban Los agentes del quinto grupo (1955), en el cine de verano de Piedralaves, en Ávila. Ese niño, Joaquín, se crió ayudando a su padre a acercar el cine a la Salamanca rural, llevando un proyector de 16mm y una sábana como pantalla. Cada espectador llevaba su silla, como en la película El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, donde los vecinos contemplan Doctor Frankenstein proyectado en una sábana blanca.
Una sala de cine vacía de los Cines Zoco Majadahonda, en Madrid. (EFE)
Hoy, hijo y nieto, de 67 y 34 años respectivamente, siguen acercando el cine a los pueblos españoles. Explica que no hace falta tener propiamente un cine para que haya cine en el pueblo, "hay muchos municipios que tienen recintos que son totalmente válidos para proyectar, pero la burocracia lo complica todo", afirma Alberto. Los ayuntamientos interesados los contactan, después, "les equipamos y le damos la oportunidad a la comarca para que disfruten de estrenos". Explica que lo ideal son municipios de 4.000 o 5.000 habitantes, "que no tengan un multicines a dos minutos".
Milán, la ciudad que, en los 60, contaba con 160 cines, hoy conserva solo 30. Menos de diez en el centro, menos de veinte en los barrios, y los pocos restantes, en la periferia, donde han surgido tres multicines que, por sí solos, concentran más de un tercio (36) de las 102 salas milanesas. En todo el país, en Italia hay 5,91 cines por 100.000 habitantes, la mitad que en Irlanda.
"Si una película termina tarde y no hay transporte público, o usas medios privados o te quedas en casa", critica Giuseppe Rausa, autor italiano de numerosos volúmenes sobre la historia del cine, quien dice que la dificultad de aparcamiento ha perjudicado a los espectadores. Solo les queda el centro comercial, con un buen parking. A su vez, Rausa cree que el cine también tiene su responsabilidad, porque no ha sabido diferenciarse y afrontar la competencia de la televisión y los canales temáticos surgidos en los noventa: "El público, desmotivado, empezó a ir al cine solo por grandes producciones, lo que llevó al cierre de muchos cines pequeños".
Un empleado de un autocine trabaja para proyectar la película 'Joker' en un autocine temporal en Golmés. (Getty Images/David Ramos)
El cine es una de las muchas cosas que el covid-19 hirió: "Cuando llegó la época del coronavirus, el gobierno concedió subsidios a las distribuidoras y a los cines con una lógica que ni siquiera un graduado de primaria aceptaría", afirma Zinos Panagiotidis, fundador de la distribuidora griega Rosebud.21. Sin embargo, se muestra optimista: "Esta no es una profesión en extinción".
Tras tres años interrumpidos, "primero por la pandemia del covid y luego por el coste de la vida", explica el informe anual de la Unión Internacional de Cines (UNIC), los cines europeos empezaron a recuperarse en 2023. Ese año se vendieron 986 millones de entradas de cine en los 39 territorios europeos que cubre el informe de UNIC, 200 millones más que el año anterior, pero aún lejos de los 1.347 millones de antes de la pandemia.
El informe de UNIC explica que las tasas de retorno al cine aumentaron significativamente en 2023, alcanzando un 82%. Y pone como referencia algunas campañas como CineSenior, que se lanzó en España en 2023, con una inversión de 10 millones de euros del Ministerio de Cultura. Por la que los mayores de 65 años pueden asistir a las proyecciones los martes en 420 cines colaboradores por 2 euros. Esto supuso un aumento del 49,6% en la asistencia de este grupo de edad respecto al año anterior.
Rumanía y Lituania los que menos
Paradójicamente, el cine rumano es elogiado en el sector –Scorsese se declara fan: "Hay un tipo llamado Radu Jude…", dijo en referencia al director que conquistó la Berlinale y Locarno—, pero Rumanía es el país de la UE con menos cines por habitante, con solo 2,42 pantallas por 100.000 personas, seguido de Lituania (2,58) y Bulgaria (3,43).
"Creo que la gente no tuvo acceso durante tanto tiempo que dejó de interesarle", afirma a El Confidencial, Andreea Lăcătuş, directora del festival deOne World Romania, una asociación que acerca el cine documental a las comunidades y barrios de Rumanía. "Si no estás expuesto a un tipo de arte, es muy difícil que te interese", añade. Admite que a la mayoría de rumanos no les gusta el cine nacional: "Consideran que es solo ver a alguien comer sopa en una cocina".
Es una tarde lluviosa de principios de octubre, se han desplomado las temperaturas y la veintena de espectadores en la sala del cine Elvira Popescu de Bucarest ríe a carcajadas con las ocurrencias de los protagonistas, que interpretan a los tres ladrones que sustrajeron siete valiosas obras de un museo de Rotterdam –incluidas un Picasso, un Monet y un Matisse— en el llamado "Robo del siglo". La película, con el mismo título que el suceso, Jaful Secolului, dirigida por Teodora Ana Mihai y con guion de Cristian Mungiu,representará a Rumanía en los Oscars y está basadaen un golpe tan increíble como cierto –para evitar spoilers solo diremos que los cuadros fueron robados en 2012 y aún no han aparecido—.
En 1990, justo después de la caída del régimen de Ceaușescu, Rumanía aún contaba con 430 salas de cine. La administración poscomunista se encontró con la necesidad de reorganizar sectores enteros desde cero, incluido el sector cultural. Y el sueño de un renacimiento cultural pronto chocó con la realidad: gestión ineficiente, financiación limitada y total desinterés político. ¿El resultado? Año tras año, esos teatros —una vez el corazón palpitante de las comunidades— comenzaron a desmoronarse.
La lenta decadencia de los cines rumanos alcanzó un punto de inflexión en 2008, con la aprobación de la Ley 303, que transfirió la gestión de los cines a las autoridades locales. Y, sin embargo, los números muestran una paradoja: en la última década, las salas han aumentado, pero se trata de multicines en centros comerciales, donde reinan los blockbusters.
"Hace falta educación cultural"
La productora rumana Andreea Lăcătuş aún estaba en la universidad cuando, con unos compañeros, crearon la Asociación InCAP para hacer accesible la cultura. Recuerda con cariño cuando fueron a Scânteia, una comuna ubicada en el condado de Ialomița, donde las madres hacían palomitas y los niños ayudaban a preparar la proyección. Ahora, desde la Asociación One World Romania, lleva el cine documental a los barrios, pero les cuesta mucho reunir a gente. Dice que no es solo cuestión de recursos.
"Entiendo que hay personas que lo están pasando mal y no tienen tiempo para el arte, pero hay mucha gente con dinero a los que no les importa". Dice que se debe "a la falta de educación cultural"; "si escuchas a los políticos, no entienden su importancia", critica. Cree que ocurre algo similar "en toda esta parte de Europa". El fenómeno se repite en República Checa, donde en 2023, se vendieron 13,3 millones de entradas de cine, lo que supone 1,2 por persona, una cifra inferior a la época anterior a la pandemia, con 18 millones de entradas en 2019 y a años luz de la era pre-Internet, en 1989, cuando se vendieron 51 millones.
Algunos optimistas, sin embargo, observan un cambio de paradigma: "Existe una ligera fatiga con las plataformas, es leve y afecta a un público específico, como los estudiantes con un interés particular en el arte, pero nos dicen que, cuando pueden elegir entre ver una película en su pantalla o la misma, en el cine, este público va al cine", afirma Orestis Andreadakis, director artístico del Festival de Cine de Tesalónica, el festival de cine más grande de Grecia.
"No puedo estar sentada frente a una pantalla todo el tiempo. Me siento mucho mejor cuando voy al cine. Me sienta bien, incluso cuando voy sola", afirma Anastasis, de 38 años, una cinéfila que vive en Atenas. Por otro lado, María, de 60 años, dice que solía llevar a sus hijos al cine, pero desde que crecieron, no ha tenido tiempo ni dinero.
El cine llegó a España, por primera vez, en mayo de 1896, en vísperas de San Isidro, poco después de que los hermanos Lumière patentaran el cinematógrafo en Francia. La prensa de la época recogió asombrada tal artificio: "Seguramente acudirá todo Madrid a contemplar lo que puede considerarse una verdadera maravilla,"publicó El Iberia.
En el cine de Chemillé-sur-Dême, un pueblecito francés de 700 habitantes a orillas del río Dême, con arroyo, castillo y pista de petanca, se proyectó la comedia francesa Regarde, a comienzos de octubre. La misma semana, en el cine de Cormery, un municipio de 1.500 personas, conocido por su abadía, los vecinos asistieron a Sirat, la película que representará a España en los Oscars. Y, en Sainte-Maure-de-Touraine, de 4.000 habitantes, hay cuatro días de cine a la semana.