El arte minimalista se hace maxi en París
La Bourse de Commerce consagra la mayor exposición realizada nunca en Europa a ese movimiento artístico, con más de un centenar de obras de 52 artistas de todo el mundo
"Tendencia estética e intelectual que busca la expresión de lo esencial eliminando lo superfluo”, lo define el diccionario de la Real Academia de Española. “Corriente estética, filosófica y vital que busca reducir lo superfluo para centrarse en lo esencial”, nos responde ChatGTP cuando le preguntamos por él.
Nadie sabe exactamente cuándo surgió, pero el término minimalismo fue cobrando cada vez más fuerza a partir de los años 60 hasta alcanzar su clímax en los 90. A partir de ahí fue poco a poco perdiendo fuelle, pero hubo una época en la que era todo minimalista: el arte, la decoración, la moda, la gastronomía, la jardinería… Hasta había un estilo de vida minimalista.
Tradicionalmente, se considera que el minimalismo surgió en los años 60 en Estados Unidos como reacción a los excesos del expresionismo abstracto, a su desmedida carga emocional. Pero la realidad es que fue un movimiento global y simultáneo. Porque además de en Norteamérica, también en Asia, en América Latina y en Europa hubo artistas que desde mediados de los 60 y durante toda la década de los 70 crearon obras tan radicalmente sintéticas y concisas como potentes, empleando indistintamente materiales industriales y naturales.
Una magnífica exposición ahora en la Bourse de Commerce en París titulada precisamente Minimal analiza esos años en los que lo mini se hizo absolutamente maxi, alcanzando dimensiones mundiales. La exposición -la más grande hasta la fecha que se consagra en Europa a ese movimiento artístico y comisariada por Jessica Morgan, directora de la Dia Art Foundation de New York, una de las grandes expertas mundiales en minimalismo- reúne más de un centenar de obras de 52 artistas que con menos lograron más, por emplear el lapidario lema del arquitecto Mies van der Rohe. Junto a nombres consagradísimos como los de Robert Ryman, Agnes Martin, Richard Serra, Donal Judd, Dan Flavin o Walter de MarIa, Minimal también presenta trabajos de artistas mucho menos conocidos pero igual de interesantes. “Fue un momento extraordinario en el que en todo el mundo había similitudes”, subraya Morgan.
Las obras que componen la muestra pertenecen todas ellas a François Pinault, el millonario francés que en los últimos 50 años ha reunido una excepcional colección de arte contemporáneo compuesta por más de 10.000 piezas. Es más: muchos de los trabajos que hasta el 19 de enero se pueden contemplar en la Bourse de Commerce son obras con las que Pinault convive a diario, obras que componen la parte más íntima de su colección. “El arte minimalista va a lo esencial, su expresión es incisiva y su radicalismo deja de lado lo anecdótico. Fue con el arte minimalista que comprendí que el tiempo podía detenerse, que la mente podía liberarse para aventurarse más allá de las apariencias. Por primera vez, desvelo la parte íntima de mi colección de arte, que me ha acompañado e inspirado durante más de cincuenta años”, señala el propio Pinault.
Pinault, por ejemplo, es uno de los principales coleccionistas fuera de Japón de Mono-ha, un movimiento de vanguardia que surgió en Tokio a mediados de los años 60 y cuyos miembros abrazan principios muy próximos a los del minimalismo. “Sin influencia alguna occidental”, tal y como destaca Jessica Morgan. “Al revés: varios artistas minimalistas occidentales se vieron influidos por la cultura japonesa, en particular por los jardines japoneses”, señala la comisaria.
En la exposición de la Bourse de Commerce se pueden contemplar varios trabajos de artistas del movimiento Mono-ha, como por ejemplo uno en el que Susumi Koshimizu explora si la materia mantiene su identidad cuando cambia de forma. La obra consiste en cuatro tetraedros de bronce, los cuatro del mismo tamaño y peso, pero con distinta apariencia.
Pero vayamos por orden. La exposición se abre con una sala en la que se exhiben las últimas obras de Robert Ryman, compuestas por sus característicos lienzos blancos pero en los que en esta ocasión se vislumbra en los bordes algo de color. También hay una instalación con caramelos de Félix González-Torres dedicada a su padre.
En la rotonda, la magnífica y enorme sala central de la Bourse du Commerce (un edificio en el centro de París con 500 años de historia y que ha sido renovado por el arquitecto japonés Tadeo Ando- la protagonista es Meg Webster, una muy potente artista de San Francisco de 81 años que, sin embargo, no es excesivamente conocida. En esta exposición presenta una instalación que contrapone lo natural con lo artificial a través de varias obras realizadas todas ellas con materiales orgánicos pero adoptando formas geométricas: hay un gigantesco cono hecho de sal, una enorme semiesfera de tierra oscura, un círculo de tierra marrón claro, un panel de cera y una especie de laberinto hecho con plantas. Las obras van cambiando con el pasar de los días, según el clima y la humedad.
Alrededor de la rotonda está el japonés On Kawara y sus Pinturas Fecha, una serie que empezó en 966, que continuó hasta su muerte en 2014 y que consta de unas 3.000 obras: cada una es un lienzo con la fecha del día acompañado de una caja con un recorte de periódico de esa misma fecha. “Si no acababa la obra en el día de la fecha, On Kawara la descartaba”, nos cuenta Jessica Morgan.
En la segunda planta hay una sala dedicada a Agnes Martin y sus composiciones con motivos geométricos. A partir de ahí, la exposición continúa siguiendo un orden temático: en la sala llamada Equilibrio, hay obras que muestran tensión, como el péndulo de Susumi Koshimizu o la piedra de Lee Ufan sobre un roto. En la sala denominada Superficie hay muestras de cómo el arte minimalista de las décadas de los 60 y los 70 creó esculturas con acabado de pinturas y pinturas que eran tratadas como material escultórico. Obras de Donald Judd, Pauline Oliveros y Blinky Palermo, entre otros, así lo demuestran.
En la sala bautizada como Grid (Cuadrícula) hay numerosos ejemplos de obras que siguen patrones geométricos, incluidas algunas de Sol Lewitt, Francesco Lo Savio o Enzo Mari. Hay también una estancia dedicada al Monocromo, cuyos orígenes se remontan a los trabajos constructivistas de Malevich y que luego exploraron artistas minimalistas como Robert Ryman o Günter Uecker. La sala llamada Materialismo analiza como numerosos artistas de los 60 y los 70 emplearon materiales orgánicos como la tierra, el agua, el aceite o la madera para crear obras con formas geométricas o en serie que no existen en la naturaleza. De Michelle Stuart, por ejemplo, se exponen cuatro grandes papeles de distintos tonos marrones, cada uno de los cuales ha adquirido su tonalidad al ser expuesto a la tierra.
Y, para terminar, en el sótano de la Bourse de Commerce la luz es la gran protagonista, porque ya se sabe que en los 60 y los 70 fueron varios los artistas que empezaron a utilizar la luz como material escultórico: desde Dan Flavin con sus tubos fluorescentes a Chryssa, una de las primeras artistas en empleo el neón.
Una exposición realmente sensacional. Si tienen ocasión, no se la pierdan.
"Tendencia estética e intelectual que busca la expresión de lo esencial eliminando lo superfluo”, lo define el diccionario de la Real Academia de Española. “Corriente estética, filosófica y vital que busca reducir lo superfluo para centrarse en lo esencial”, nos responde ChatGTP cuando le preguntamos por él.