James Bond y su doble comunista. Así funcionaba la cultura durante la Guerra Fría
007 fue un ejemplo de confluencia entre cultura, política y propaganda. Este texto es parte del nuevo libro de González Férriz, 'La otra Guerra Fría. Cómo el capitalismo y el comunismo convirtieron la cultura en un campo de batalla'
David Niven durante el rodaje de 'Casino Royale', en 1967. (Sunset Boulevard/Corbis via Getty)
El 13 de abril de 1953, Ian Fleming publicó una novela titulada Casino Royale. Fleming, nacido en 1908, descendía de una adinerada familia de banqueros y fue alumno del elitista colegio Eton, aunque era tan mal estudiante que no tuvo más remedio que aceptar un trabajo como periodista. A mediados de los años treinta, la agencia Reuters le mandó a Moscú para cubrir la detención de seis ingenieros británicos a los que se sometió a un juicio espectáculo. Tras regresar a Londres, el Ministerio de Asuntos Exteriores británicos pidió a Fleming que le informara sobre la situación en la Unión Soviética y, en 1939, lo mandó otra vez a Moscú para que, fingiendo ser periodista, informara sobre el grado de preparación del país y el estado de la moral de los soviéticos ante el probable estallido de la guerra. Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, se integró en la inteligencia naval de la Royal Navy.
Allí demostró una extraordinaria capacidad para desarrollar planes de contraespionaje contra los soviéticos. Es probable que la idea de colocar papeles falsos en un cadáver y luego abandonarlo en el mar, de modo que lo encontrara el enemigo, fuera suya; de ahí surgió la rocambolesca Operación Mincemeat. Los británicos trasladaron en un submarino el cadáver de un vagabundo vestido de oficial de los Royal Marines hasta la costa del sur de España y lo soltaron en el mar, con documentación que sugería que los aliados se disponían a invadir Grecia y Cerdeña. Un pescador local lo encontró y las autoridades españolas hicieron llegar los documentos a los servicios de inteligencia alemanes. A causa de esta información, el ejército alemán desatendió Sicilia y los aliados pudieron hacerse con ella con mayor rapidez y facilidad de lo que habían esperado. Fleming también ideó operaciones para interceptar e interpretar los mensajes en código del ejército alemán, y para sabotearlo con el fin de mantener la comunicación de Reino Unido con Gibraltar si los nazis invadían España. También participó en la coordinación de operaciones de inteligencia entre Reino Unido y Estados Unidos.
Es probable que la idea de colocar papeles falsos en un cadáver y luego abandonarlo en el mar, de modo que lo encontrara el enemigo, fuera suya
Durante todo este tiempo, Fleming aseguró a sus amigos que cuando terminara la guerra escribiría una novela de espías y, de hecho, afirmaba que la inspiración para Casino Royale la tuvo en 1941 cuando, de camino a Estados Unidos, su superior y él se detuvieron en Portugal, un país neutral, y pasaron una noche en el Casino de Estoril. Al salir, Fleming dijo a su superior: "¿Te imaginas que esos hombres hubieran sido agentes del servicio secreto alemán y les hubiéramos birlado todo el dinero?". En Casino Royale, la misión del protagonista consistía en desplumar en una mesa de juego a Le Chiffre, un miembro de la agencia de contraespionaje soviética Smersh. Aunque Fleming estaba convencido de que la novela tendría poco éxito y una vida corta, la primera tirada se agotó enseguida y la editorial tuvo que reimprimirla tres veces durante las primeras semanas. La revista Time publicó una reseña entusiasta: "Casino Royale presenta a una nueva clase de escritor de misterio, el británico Ian Fleming, y a un encallecido agente del servicio secreto británico, James Bond, que en el futuro debería seguir merodeando por el submundo internacional en unos cuantos libros más".
Cuando al año siguiente, 1954, el senador estadounidense John F. Kennedy se recuperaba en el hospital de una operación de espalda, un amigo le llevó un ejemplar de Casino Royale. A Kennedy le encantó, siguió leyendo las novelas de Bond —tras el éxito de la primera, Fleming publicó nuevas entregas a un ritmo de casi una al año— y en 1960, mientras se encontraba de campaña para las elecciones presidenciales, invitó a Fleming a su casa. Ambos hablaron de política internacional y el escritor, recordando sus viejos y estrafalarios planes de inteligencia y contrainteligencia durante la Segunda Guerra Mundial, le propuso a Kennedy que, si ganaba las elecciones, organizara una operación aérea para lanzar sobre La Habana pesos, la moneda oficial cubana, con panfletos que dijeran "Saludos de Estados Unidos". También propuso, entre risas, que Estados Unidos afirmara que las pruebas nucleares comunistas hacían que los hombres con barba se volvieran impotentes, lo que haría que los revolucionarios cubanos se afeitaran y perdieran el aura que les confería su aspecto; eso, dijo, seguro que hacía que derrocaran a Fidel Castro.
Portada del libro 'La otra guerra fría', de Ramón González Férriz.
Obviamente, cuando Kennedy llegó al poder no hizo caso de esos consejos. Pero Allen Dulles, que había sido director de la CIA con Dwight D. Eisenhower y siguió siéndolo con Kennedy, y era también un fanático de las novelas de Bond, ordenó la creación de una división que recibiría el nombre de Oficina de Servicio Técnico. Su objetivo era crear artilugios para el espionaje parecidos a los que utilizaba 007, como cigarros explosivos y zapatos con punta de cuchillo. Cuando la revista Life preguntó a Kennedy cuáles eran sus diez libros preferidos, el presidente mencionó algunas biografías de grandes políticos como John Quincy Adams o Abraham Lincoln, la novela de StendhalRojo y negroy, también, Desde Rusia con amor, la cuarta novela de la serie de Bond.
Los libros de Bond habían tenido mucho éxito, pero tras la cita de Kennedy sus ventas en Estados Unidos se dispararon. Es probable que también contribuyera la construcción, en 1961, del Muro de Berlín, que se convirtió en un emblema físico y reconocible de la separación entre los dos bloques: la encarnación del telón de acero que Churchill había mencionado metafóricamente tras el final de la guerra. Muy pronto, además, el Muro se volvió un inmenso generador de relatos reales y ficticios acerca de los espías y su peligrosa vida a caballo entre los dos bloques de la Guerra Fría. Una productora estaba pensando en adaptar algunos libros de Bond al cine, a pesar de que los intentos anteriores para la televisión habían fracasado y resultado mediocres; el aumento de popularidad de las novelas hizo que los planes se aceleraran y que ese mismo año se pusiera en marcha el rodaje de Dr. No, con Sean Connery en el papel de James Bond. La película fue un enorme éxito.
El aumento de popularidad de las novelas hizo que los planes se aceleraran y que ese mismo año se pusiera en marcha el rodaje de 'Dr. No'
Bond se convirtió en la imagen popular del espía. Tenía glamour y era seductor, pero también implacable y, cuando era necesario, violento. Solía estar rodeado de mujeres bellísimas, era meticuloso con las bebidas que consumía y vestía con la misma elegancia un bañador y un esmoquin. Utilizaba tecnología punta y operaba en una Guerra Fría en la que los soviéticos eran malvados y crueles; en Dr. No, por ejemplo, los malignos aliados de la Unión Soviética estaban dispuestos a utilizar la energía nuclear. Esto último tendría un particular impacto psicológico, porque en 1962, el año del estreno de la película, se produjo la llamada "crisis de los misiles en Cuba". Fue entonces cuando el mundo estuvo más cerca de un apocalipsis nuclear, y este se convirtió en un género cultural.
Los libros y las películas de James Bond estaban prohibidos en la Unión Soviética y los países comunistas. Pero algunas revistas literarias habían publicado críticas al personaje, que, creían encarnaba el verdadero espíritu del capitalismo: materialista, hedonista, violento. Y las autoridades búlgaras decidieron promover una respuesta comunista: así surgió el Bond soviético.
Ramón González Férriz es periodista y editor. Escribe sobre política y cultura en El Confidencial, es consejero editorial de la consultora LLYC y dirige el pódcast El futuro de las ideas para el Center for Economic Policy de la escuela de negocios Esade (EsadeEcPol).
Ha escrito en El País, en la edición en español de The Washington Post y lo hace regularmente en revistas como Política&Prosa. Ha sido esporádicamente analista en la Cadena Ser y Radio Nacional de España. Sus comentarios sobre política española han sido citados en medios como The Economist, The New York Times o The New Yorker. Su nuevo ensayo es'La otra Guerra Fría. Cómo el capitalismo y el comunismo convirtieron la cultura en un campo de batalla'.
Andréi Gulyashki era un novelista de 51 años que, entre otros libros, había publicado cuatro thrillers de espías protagonizados por Avakoum Zahov, un agente de la contrainteligencia de su país. En realidad, Zahov tenía que ver más con Sherlock Holmes que con Bond: no resolvía los casos mediante la fuerza o con tecnología, sino gracias a su inteligencia y poder de deducción, y tenía gustos austeros y más bien intelectuales. Además de traducirse a otras lenguas del bloque comunista, alguna de esas novelas se había publicado en inglés y, en 1966, Gulyashki fue invitado a Londres por su editorial británica, que le presentó como "el Ian Fleming del mundo comunista". Una vez allí, en una rueda de prensa celebrada en la embajada de Bulgaria, Gulyashki explicó que había ido a Londres para conocer de primera mano los escenarios reales en los que se movía James Bond: quería ir a las discotecas, sentarse en los sillones de piel de los clubes privados y pasear por el Soho (además, dijo, de conocer el supuesto lugar donde se hallaba la casa de Holmes y visitar la tumba de Karl Marx) porque había decidido escribir un libro en el que Zahov se enfrentaría a Bond.
La novela pretendía demostrar que el intelecto del primero podía vencer a los trucos baratos del segundo y contraponer las visiones del mundo de los dos espías. Bond, dijo en la embajada ante los periodistas británicos, "carece de ideales, solo cree en la libertad para matar, satisfacer sus instintos, realizar por cualquier medio la tarea que le han impuesto sus superiores […]. Lucha por la defensa de un orden social por el que en realidad siente indiferencia […] solo tiene un arma, su pistola". En cambio, Zahov, dijo, "lucha por la preservación de una nueva estructura social porque cree en ella […] solo tiene un arma, su lógica y la fuerza de su mente analítica". Tras las explicaciones de Gulyashki, surgieron muchos rumores no probados de que aquella novela había sido un encargo del KGB. Se decía que, aunque la agencia soviética había prohibido los libros de Fleming, quería que los lectores del bloque comunista supieran que sus espías eran muy superiores a los del bloque capitalista. El hecho de que Gulyashki pudiera viajar a Londres y moverse libremente por la ciudad con la protección de la embajada, y que la novela se publicara de manera serializada en Komsomólskaya Pravda, hacen pensar que, por lo menos, disponía de la aprobación del Partido Comunista. En todo caso, y en contra de su intención inicial, por problemas de derechos de autor la novela no se tituló Avakoun Zahov contra James Bond, sino Avakoun Zahovcontra 07 —con un único "0"—, para evitar posibles conflictos legales.
El 13 de abril de 1953, Ian Fleming publicó una novela titulada Casino Royale. Fleming, nacido en 1908, descendía de una adinerada familia de banqueros y fue alumno del elitista colegio Eton, aunque era tan mal estudiante que no tuvo más remedio que aceptar un trabajo como periodista. A mediados de los años treinta, la agencia Reuters le mandó a Moscú para cubrir la detención de seis ingenieros británicos a los que se sometió a un juicio espectáculo. Tras regresar a Londres, el Ministerio de Asuntos Exteriores británicos pidió a Fleming que le informara sobre la situación en la Unión Soviética y, en 1939, lo mandó otra vez a Moscú para que, fingiendo ser periodista, informara sobre el grado de preparación del país y el estado de la moral de los soviéticos ante el probable estallido de la guerra. Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, se integró en la inteligencia naval de la Royal Navy.