¿Y si fuera posible volver a ver torear a Curro Vázquez?
El festival en homenaje a Antoñete programado este domingo en Las Ventas plantea la reaparición del maestro a sus 74 años, aunque la histórica jornada también propone la vuelta de César Rincón y del doblete de Morante
"Pues haber nacido antes". He aquí la respuesta que el Guerra espetó a un aficionado muy pesado que le pedía con vehemencia volver a los ruedos. Se había jubilado hace años el califa cordobés. Y ahuyentaba con ironía a quienes le reclamaban una reaparición.
La anécdota viene a cuento porque los aficionados que dispongan de una entrada este domingo en Las Ventas van a subirse a la máquina del tiempo. Torea en Madrid Curro Vázquez. Lo hace el mismo día de su alternativa (12 de octubre de 1969) y comparece con 74 años cumplidos en el DNI. No los aparenta el "rubio torero de Linares", pero la lozanía no contradice el mérito de la proeza.
Nadie ha hecho el paseíllo en Madrid con semejante edad. Ni siquiera Antoñete, protagonista ausente del festival que ha organizado Morante para sufragarle un monumento en la explanada de "su" plaza de toros. Antonio Chenel alcanzó a torear con 66 años, pulverizando el récord del remoto Nicanor Viillalta (58).
Y no es que estemos celebrando un campeonato de longevidad, sino reconociendo a Curro Vázquez la responsabilidad del compromiso adquirido. Madrid es la plaza en la que más ha toreado. Y Antoñete ha sido su compadre. Nadie mejor que el maestro puede otorgarle un valor simbólico y taurino al acontecimiento. Por eso se ha preparado con tanta profesionalidad. Y por idénticas razones sus faenas de tentadero de los últimos meses circulan en la red clandestina de los aficionados y en los móviles de los toreros incrédulos. Curro Vázquez no representa una época, sino una noción eterna de la tauromaquia cuya idiosincrasia proviene de la pureza, la estética, la hondura, la torería, el temple.
Los aficionados que dispongan de una entrada este domingo en Las Ventas van a subirse a la máquina del tiempo. Torea Curro Vázquez
Y Curro estuvo siempre a la vera de Antoñete. Lo acompañó en las horas de faena y en las de retiro, en los desengaños y en los triunfos. Bajaban juntos a la Virgen de la Paloma, compartían los silencios de la derrota, el paquete de tabaco rubio, los trasnoches de América. Rivalizaron en la plaza sin romper nunca la lealtad, como si la competencia fuera un modo de afinidad. Torearon mano a mano en la despedida de Las Ventas de 1985, cuando Antoñete ya era un mito y Curro Vázquez un heredero con pudor.
Y también lo acompañó en la última tarde, cuando el féretro de Chenel cruzó la Puerta Grande en el funeral laico de 2011. No hacía falta más metáfora: el rito del toreo devolvía al maestro por donde había salido tantas veces en vida. Curro marchaba detrás, con esa mezcla de respeto y melancolía que sólo conocen los que han compartido oficio y destino. Por eso el regreso de este domingo tiene el aire de una restitución. No es una reaparición, sino una manera de devolverle a Antoñete la ovación que faltaba.
"Pues haber nacido antes". No es Curro Vázquez el único argumento de resurrección generacional. El cartel que ha reunido Morante de la Puebla convoca a Hermoso de Mendoza, a Julio Aparcio, a Enrique Ponce, a la novillera Olga Casado... y la gloria de César Rincón. Ha cumplido 60 años el maestro colombiano.Y se ha preparado como si fuera un becerrista, aunque el reencuentro con Las Ventas se promete emocionante en clave de "flashback".
Marcó un hito Rincón en la década de los noventa. Abría la Puerta Grande de Madrid como si tuviera las llaves en el bolsillo. Y buena parte de su reputación procede de la mejor doctrina antoñetista: el cite de lejos, la muleta planchada, la ligazón y la pureza.
Se entiende que las entradas para el festival -12 del mediodía- se agotaran en cuestión de horas. Tanto por las leyendas que jalonan el cartel como porque comparece Morante de la Puebla. Ha sido suyo el mérito de levantar un monumento a Antoñete 14 años después de su muerte, como es suya la responsabilidad de convertir el festival en el preámbulo de la actuación vespertina.
En efecto, el maestro sevillano hace doblete. De corto por la mañana. De luces por la tarde. Se despide Fernando Robleño y confirma la alternativa Sergio Rodríguez, pero es Morante quien representa el centro de atracción total. No ya porque su última tarde en Madrid -8 de junio- le permitió abrir la Puerta Grande por primera vez, sino porque concluye en Las Ventas una temporada prodigiosa.
Costaba imaginar que un matador de 46 años de edad y 28 de alternativa se convertiría en el gran revulsivo que ha encontrado la tauromaquia para sacudirse la hostilidad de la política, el boicot de los medios informativos de izquierda, el rechazo de los anunciantes y las precauciones de una sociedad inodora, incolora e insípida. Morante ha evolucionado de manera insólita, se ha decantado en la pureza y la esencialidad. Y ha alcanzado la plenitud cuando bien podría haberse retirado, pero el periodo de gracia que nos ha concedido ha conseguido un impacto social que se reconoce en las plazas llenas y en el aluvión de chavales. Coleccionan los cromos de toreros. Se disputan el de Morante como si fuera un icono ortodoxo. Y acuden a la plaza porque el maestro de La Puebla representa un fenómeno original, genuino, exuberante, extremo, radical, contracultural frente a la idolatría de los héroes impostados.
Morante no tiene página web ni ventana alguna en las redes sociales. Carece de estrategia mediática y de equipo de comunicación. Y se desenvuelve con las claves analógicas de antaño, aunque la propia excepción y anomalía no contradicen la viralidad de su sus contenidos en la aldea digital. El torero de la eternidad multiplica su verbo y su gracia en la fórmula encapsulada de los "gifs", hasta el extremo de engendrar un contenido ubicuo e incendiario. Morante es el primer torero de arte que manda de verdad. El más regular de su estirpe. El provisto de más valor. El más íntegro. El depositario de una memoria y de un sentido patrimonial que se identifica en todos los toreros a los que evoca -Joselito, el primero- sin haber copiado a ninguno.
Marcó un hito Rincón en la década de los noventa. Abría la Puerta Grande de Madrid como si tuviera las llaves en el bolsillo
La conciencia de un linaje, de una estirpe, explica el empeño con que se ha implicado en el homenaje a Antoñete. Resultaba intolerable que el "torero de Madrid" por excelencia no tuviera el reconocimiento de un monumento. Y nada mejor que la muleta y el capote de su gallo, Curro Vázquez, para empezar a remediar el despecho en un 12 de octubre que ya es memorable.
"Pues haber nacido antes". He aquí la respuesta que el Guerra espetó a un aficionado muy pesado que le pedía con vehemencia volver a los ruedos. Se había jubilado hace años el califa cordobés. Y ahuyentaba con ironía a quienes le reclamaban una reaparición.