¿Te duele algo en euskera? Por qué los vascos prefieren hablar con el médico en castellano
Solo el 16% emplea el euskera para comunicarse con los galenos, según reconoce la propia Consejería de Salud. El castellano se impone en un tema crucial como es la salud
Un niño en el dentista en 1956. (Dennis Rowe/BIPs/Getty Images)
El lehendakari Pradales manda invertir más de medio millón de euros en inteligencia artificial para blindar el euskera en la sanidad, una rebaja en las exigencias lingüísticas para compensar la escasez de profesionales. Un traductor neuronal de textos clínicos permitirá a los sanitarios redactar en euskera los informes médicos, aunque el paciente prefiera el español, para no enredarse con el diagnóstico. Los vascos aceptan gustosos intercambiar unas palabras en euskera, pero no se toman a broma la sanidad. El castellano es la lengua preferida, según reconoce la propia Consejería de Salud. Solo el 16% se inclina por el vasco.
Lo que sucedió es que hubo un proceso de españolización de los vascos sin que nadie lo exigiera ni lo impusiera. El humanista veneciano Andrea Navagero decía a principios del siglo XVI: "En Vitoria se habla castellano, pero entienden el vascuence, y en los más de los pueblos se habla esta lengua". Hasta el siglo XVII el espacio natural del uso del vasco fue el caserío, en cuyas paredes había resonado durante siglos. En vasco se transmitían las costumbres, las tradiciones, los mitos y las leyendas de generación en generación; en vasco se intercambiaban las palabras de afecto y amistad, se estrechaba el vínculo entre quienes se sentían estrechamente unidos por su pasado.
En ese mismo siglo, en el XVII, se precipitó la castellanización. El español se utilizaba en la administración, en las actas, en la justicia, en la iglesia y en la educación, especialmente en las ciudades. Ciertos cargos y procedimientos exigían el castellano, y los vascos lo aprendían sin esfuerzo, con la naturalidad de lo que se necesita. Y aunque había evangelización en euskera y catecismo, y sobre todo sermones, los libros litúrgicos y la instrucción religiosa formal iban en castellano, lengua que promovían los jesuitas y otras órdenes porque facilitaba el acceso a la cultura y el acomodo social. Así fue como el vasco se refugió en el uso familiar, redes vecinales e identidad cultural y rural, mientras el castellano, por razones obvias, se extendía entre la población.
Hasta el siglo XVII, el espacio natural del uso del vasco fue el caserío, en cuyas paredes había resonado durante siglos
El siglo XIX marcó la decadencia. Por entonces, el castellano, incentivado por las comunicaciones, se introdujo hasta las cocinas de los caseríos de las aldeas tradicionalmente monolingües sin que nadie le cerrara la puerta. La alta clase social, aunque vascófona, tuvo a bien hablar y divulgar el español con tanto éxito que actualmente –y de eso se alegran todos– puede decirse que no existen hablantes monolingües de vasco.
La vasconización de los hispanófonos
El vasco llegó al siglo XX fragmentado en dialectos. Los lingüistas encontraron una solución artificial al crear el vasco unificado o euskera batúa (1968) para reanimar la lengua en la educación, los medios de comunicación y la literatura. El batúa, que tomó como base el dialecto guipuzcoano, eliminó el vocabulario local y apostó por el estándar, simplificó estructuras gramaticales, y adoptó formas más simples; impuso una norma común distante de los cánones de los hablantes del dialecto suletino, labortano o vizcaíno. Desde finales del siglo XX, la Comunidad Autónoma Vasca se propuso, desde la lehendakaritza, el proceso inverso: vasconizar en batúa a los hispanófonos monolingües mediante la enseñanza obligatoria. La obligación afecta aproximadamente a cuatro quintas partes de la población. Pero el batúa no entra en la cocina de las familias vasco-hispanófonas, porque en la vida cotidiana se habla la variedad o dialecto, ni tampoco en las cocinas de las familias hispanófonas, porque allí se habla castellano de toda la vida (ya ni recuerdan que sus antepasados hablaron vasco).
Mientras tanto, los chicos de castellano se sienten excluidos o socialmente incompetentes frente a los de euskera, y rechazan la imposición porque asimilan con la misma fluidez que sus compañeros, y eso debilita el rendimiento académico y la autoestima.
Mientras tanto, los chicos de castellano se sienten excluidos o socialmente incompetentes frente a los de euskera
El vasco contiene una serie de características muy difíciles de asimilar cuando no se aprende como lengua materna.
Es una lengua aglutinante como el turco, el japonés o el suajili. En las lenguas aglutinantes las palabras se acumulan en una sola secuencia en la que el nombre, el adjetivo, las preposiciones y los morfemas pueden unirse a la raíz del sustantivo, y, por otra parte, el verbo y sus morfemas y complementos forman otra larga palabra. Nada que ver con las lenguas indo-europeas, que son flexivas.
Su segunda impactante característica es la exigencia de su sistema verbal, que incluye en sus morfemas las personas y los números de los complementos directo e indirecto, además del sujeto; que dispone de formas personales e impersonales, simples y compuestas; que se conjuga con varios verbos auxiliares ricos en irregularidades; que distingue seis modos (indicativo, imperativo, condicional, potencial, supositivo y votivo) y que, para rizar el rizo, se conjuga habitualmente en pasiva. En vasco no diríamos "el niño lee un libro", sino algo similar a "hay lectura de un libro por un niño".
Los nombres no distinguen el género, pero se declinan en once casos, nominativo, ergativo, dativo, genitivo de origen o primer genitivo, genitivo de posesión o segundo genitivo, unitivo, instrumental, inesivo, lativo, ablativo y partitivo, que no sólo pueden indicar singular o plural, sino también el indefinido, es decir, sin distinción de número. Y entre sus casos no figura el acusativo, porque habitualmente el complemento directo funciona como sujeto. Usa un artículo definido -a, que en forma de sufijo se añade a la raíz de la palabra.
La numeración toma como base el sistema vigesimal. De esta manera, el número noventa y nueve, laurogeita hemeretzi, es literalmente: cuatro veintes y diez nueve.
Dispone de un centenar de sufijos para formar derivados de todo tipo: acciones, resultados de las acciones, nombres colectivos, diminutivos, aumentativos, tendencias, actitudes, etc. Los prefijos son mucho menos numerosos: apenas dos o tres.
Mucho más original es su flexibilidad para señalar la afectividad de una palabra mediante la modificación de la articulación de consonantes
Mucho más original es su flexibilidad para señalar la afectividad de una palabra mediante la modificación de la articulación de alguna consonante de la misma, lo que otras lenguas harían con un sufijo: tipi ("pequeño") se convierte fácilmente en txipi ("pequeñito") o también gizon, hombre, se transforma en gixon, algo así como buen hombre querido;polit, bonito, se modifica en pollit, entrañable.
Ambilingüismo imposible
La españolización de los vascos fue un proceso natural y voluntario, tan natural como la demanda actual del inglés. La vasconización de los hispanófonos es un proceso artificial y obligado y los movimientos de las lenguas son naturales y no admiten artificios.
Visto de otra manera, los vascófonos de hoy son, con la misma habilidad, hispanófonos. Los hispanófonos nativos, sin embargo, no consiguen, porque no les hace falta, la misma habilidad con el vasco. Faltos de motivación, no llegan a ser hábiles en las dos lenguas, lo que se conoce como ambilingüismo, por eso cubren en español las conversaciones, y con mucha más razón la escritura.
Aunque la obligación conduzca a la mayoría de la población a hablar euskera, el castellano seguirá siendo, y está plenamente justificado, la lengua preferida por los pacientes vascos para entenderse con su médico.
*Rafael del Moral es sociolingüista experto en lenguas del mundo y autor de la 'Enciclopedia de las lenguas', 'Breve historia de las lenguas', 'Historia de las lenguas hispánicas' y' Las batallas de la eñe', así como de numerosos artículos en revistas especializadas.
El lehendakari Pradales manda invertir más de medio millón de euros en inteligencia artificial para blindar el euskera en la sanidad, una rebaja en las exigencias lingüísticas para compensar la escasez de profesionales. Un traductor neuronal de textos clínicos permitirá a los sanitarios redactar en euskera los informes médicos, aunque el paciente prefiera el español, para no enredarse con el diagnóstico. Los vascos aceptan gustosos intercambiar unas palabras en euskera, pero no se toman a broma la sanidad. El castellano es la lengua preferida, según reconoce la propia Consejería de Salud. Solo el 16% se inclina por el vasco.