Redada en Condesa de Sagasta 34, León: así fulminó Franco al espionaje británico en España
Una nueva obra expone el destacado papel de los servicios de inteligencia franquistas durante la Segunda Guerra Mundial habitualmente relegados a comparsas de los alemanes y británicos
Juan Martínez apenas tuvo tiempo de coger su revólver cuando los guardias civiles irrumpieron por sorpresa en las habitaciones de la pensión en la que se alojaba. Hacía dos días que la benemérita tenía vigilado el quinto piso del número 34 del Paseo Condesa de Sagasta en León en el que se había inscrito como huésped Martínez: un comercial de la sede de Santander de la empresa de transportes La Vasco Riojana.
El operativo de la Guardia Civil, ejecutado a las 9 de la mañana del 20 de noviembre de 1943 en la pensión leonesa iba a resultar en un durísimo golpe contra el espionaje británico en España porque Juan Martínez no era sino el alias de Lorenzo Sanmiguel, Jefe de la Zona Norte del Special Operations Executive, el mítico SOE inglés. Martínez se movía con su alias y su tapadera comercial de La Vasco Riojana por toda la zona septentrional de la península: La Coruña, Ferrol, Asturias, León, Santander y Bilbao. También había visitado desde 1941 de manera habitual las embajadas y consulados ingleses de Madrid, Bilbao y Sevilla, y más recientemente el bar Minerva en La Coruña, donde dejaba información cada 15 días.
Fue, sin embargo, en la localidad ovetense de Trubia donde surgió el chivatazo que supuestamente sirvió para que la Guardia Civil desmantelara una red fundamental para el espionaje británico en España. Ocurrió además en 1943, el año más delicado de la misión de Gran Bretaña en la península, que no era otra que la de presionar al régimen franquista para cortar todos los lazos con la Alemania nazi y su colaboración en el esfuerzo de guerra y que durante ese año había avanzado incluso hasta contemplar planes de invasión de España y del derrocamiento del dictador. Lorenzo Sanmiguel se había dedicado desde 1941 a diferentes trabajos para la inteligencia británica y ya en 1943 a recopilar y suministrar información al frente de una red de unas 80 personas, precisamente para esos proyectos de invasión aliada en España.
Fue en Trubia donde surgió el chivatazo que supuestamente sirvió para que la Guardia Civil desmantelara la red de espionaje británico
La actividad de todo el grupo caería cuando el jefe de Orden Público de Asturias que se traslada a León para dirigir la operación desde las seis de la mañana, hizo subir al quinto piso a todo un destacamento de la Guardia Civil. Muy pronto –algunos informes indican que suben a las 8:30– la portera fue abriendo las puertas a los guardias. Cuando llegaron a la de Juan, según el informe de la Causa Militar, el cabo que entra "percibe en la oscuridad que en una cama se halla acostada una persona, que, al darse cuenta de su presencia, aparta las ropas, al mismo tiempo que monta una pistola que tiene en la mano apuntando al citado cabo, momento en el que se defiende este haciendo un disparo que logra matar a dicha persona".
Lorenzo Sanmiguel, alias Juan Martínez, había sido abatido y tras el registro, la Guardia Civil encontró en la habitación "varias pistolas, una ametralladora, un puñal e incluso dinamita". Un auténtico arsenal, según explica el historiador Emilio Grandío Seoane en uno de los interesantes capítulos de La España espiada. Redes de Inteligencia durante la Segunda Guerra Mundial publicado ahora por Cátedra y conjuntamente coordinado con Carlos Píriz. Y no solo encuentran armas, sino una "numerosa documentación, que permite, entre otras fuentes, poder reconstruir el intenso funcionamiento de esta red y sus actividades, incluidas partes quincenales de diferentes provincias que empiezan en La Coruña y terminan en León [...] en las que se contienen datos reveladores de sus actividades de espionaje".
Grandío Seoane es uno de los autores de este nuevo trabajo sobre el desarrollo del espionaje en España durante la Segunda Guerra Mundial que ofrece una mirada poco habitual sobre una materia que, sin embargo, ha sido profundamente investigada.
El resultado es un estudio con algunas conclusiones relevantes como es el hecho de que el propio espionaje español, según sus tesis, tuvo un peso más destacado del que se le ha concedido tradicionalmente. Así, España era un tablero de juego entre británicos, estadounidenses y alemanes, pero en el que participó el régimen más allá de mero espectador o colaborador, como demuestra el desmantelamiento de la red Sanmiguel para sus propios intereses de supervivencia. Franco utilizó activamente el espionaje de la Segunda Guerra Mundial para mantenerse en el poder.
Desde el principio de 1943, las autoridades franquistas habían afinado sus redes de información para desbaratar las rutas de evasión de los soldados aliados que intentaban reintegrarse a Gran Bretaña tras haber cruzado desde territorio alemán a la península vía los pirineos, fundamentalmente. La realidad es que a pesar de declararse un estado ‘no beligerante’ Franco los entregaba directamente al Eje ante el pasmo de Londres. Esta política junto al conocido suministro de materias primas para la maquinaria bélica nazi provocó que los británicos intensificaran ese año la campaña monárquica de Don Juan con el objetivo de derrocarle y que se estudiaran incluso planes de invasión por el noroeste de España en octubre de 1943.
A pesar de declararse un estado ‘no beligerante’, Franco los entregaba directamente al Eje ante el pasmo de Londres
Es lo que Winston Churchill denominó Hora Zero un posible plan de invasión de los aliados de España a través de Galicia: "A principios del mes de octubre se envía a Londres un listado exhaustivo de lugares posibles de aterrizaje para un supuesto de intervención directa de los aliados en el noroeste español. La cantidad de lugares escogidos y detallados en la zona noroeste de la península reafirma de manera clara cuál era la zona señalada desde hace meses" explica Emilio Grandío Seone. Un plan destinado a ahondar la presión sobre Franco y que pudo ser más que una elucubración, hasta el punto de tener fecha de 8 de octubre de 1943.
Sin embargo, tal y como detallan Carlos Píriz y Grandío Seoane, lo cierto es que más allá del espionaje alemán, el servicio de Información de Falange se había infiltrado bien en los círculos tradicionalistas y monárquicos y estaban al tanto de todos los detalles de la planificación inglesa, incluso de los puntos de desembarco y de aterrizaje de aviones, depósitos de gasolina, claves de comunicación radiofónica, y planes de liberar a soldados aliados internados en Miranda de Ebro.
En agosto, dos meses antes de que Lorenzo Sanmiguel cayera abatido en la redada de León, ejecutada quirúrgicamente por las autoridades franquistas, se había desarrollado en el Pazo de Meirás una crucial reunión entre el embajador británico Samuel Hoare y Francisco Franco. Se trataba del complemento diplomático real paralelo a la amenaza de invasión de la que iba teniendo constancia el espionaje español. El contexto era delicado: tras la derrota del Eje en el norte de África y el inicio de la campaña italiana, los Aliados buscaban asegurarse de que España no basculara hacia Alemania, algo que pondría en riesgo Gibraltar y el Mediterráneo.
Según explica el historiador Grandío Seoane, Hoare llegó a Galicia con un mensaje muy claro y durante la reunión en Meirás expuso cuatro exigencias fundamentales: la retirada de la División Azul del frente ruso, el cierre de los puertos españoles a buques alemanes, la reducción del comercio de wolframio y cobre con Alemania, y el abandono de la posición de "no beligerancia" para adoptar una neutralidad más estricta.
La reacción de Franco fue evasiva. Más que rechazar o aceptar de forma tajante, respondió con su habitual ambigüedad. Para Hoare, que esperaba compromisos firmes, la reunión resultó frustrante. La consecuencia inmediata fue que Hoare volvió a Londres sin un resultado tangible, mientras los aliados mantenían la presión diplomática sobre España, además de los planes de invasión de la Hora Zero destinados a ese mismo objetivo.
Ese mismo verano fue el momento de los servicios secretos españoles. Formados y apoyados por los alemanes, con el apoyo de Falange, –que estaba bien infiltrada en esos grupos– se realizó una campaña contra los monárquicos, según Grandío Seonae, que implicó numerosas detenciones y localización de estructuras. Entre ellos "el siempre vigilado Gil Robles fue motivo de especial seguimiento no solo por su condición de cabeza de puente y continuidad simbólica respecto de la derecha que participara en el régimen republicano, sino también por su relación con los grupos monárquicos y británicos
Poco después de la reunión de Samule Hoare con Franco y de que se hubiera alejado la Hora Zero de la invasión de España, es cuando cae al completo la red de Sanmiguel. Lo más relevante que transmite el autor es el nivel de infiltración de los servicios franquistas que habrían dejado hacer en cierta medida al espionaje británico, incluyendo a la red Sanmiguel hasta que traspasan la "línea roja" de intervenir en el destino de la política interior, es decir, en el momento en el que se plantea apartar a Franco. Se tenía constancia de las actividades y se vigilaban: la acción diplomática iba en paralelo a la del espionaje.
La conocida estrategia del palo y la zanahoria británica respecto al régimen franquista ejercitada desde el comienzo de la guerra no se iría resolviendo hasta tan tarde como 1944, cuando el dictador comenzó a asumir paulatinamente algunas de las exigencias claves británicas, pero habiendo dejando claro que sería él en el poder y no con una alternativa monárquica. Habría sido en ese segundo semestre de 1943 cuando Franco se jugó realmente su futuro, el momento en el que la intervención británica en España se convirtió en una amenaza cada vez más seria, a la que se respondió con un puñetazo encima de la mesa. Habría demostrado la capacidad de infiltración de sus propias redes dentro de los servicios británicos y la facilidad para romper y frenar la extensión de los aliados dentro de la península con la oportuna desarticulación de la red Sanmiguel.
La estrategia del palo y la zanahoria británica respecto al régimen franquista no se iría resolviendo hasta tan tarde como 1944
Las conclusiones del estudio ahondan precisamente en este aspecto, la subestimación de la capacidad de los servicios de inteligencia españoles durante la guerra que se muestra en otros episodios como son también los casos de las Islas Canarias y el peñón de Gibraltar, a pesar de que en el caso de la red Sanmiguel Grandío Seoane reconozca el papel destacado de la inteligencia alemana, que en este caso habría actuado más al servicio de España que al revés. Nada o poco fue una sorpresa en el campo del espionaje.
Juan Martínez apenas tuvo tiempo de coger su revólver cuando los guardias civiles irrumpieron por sorpresa en las habitaciones de la pensión en la que se alojaba. Hacía dos días que la benemérita tenía vigilado el quinto piso del número 34 del Paseo Condesa de Sagasta en León en el que se había inscrito como huésped Martínez: un comercial de la sede de Santander de la empresa de transportes La Vasco Riojana.