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"La élite tecnológica americana ya se está comportando como la élite china"
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ENTREVISTA A NICK CLEGG

"La élite tecnológica americana ya se está comportando como la élite china"

El ex vice primer ministro británico Nick Clegg trabajó para Mark Zuckerberg hasta que Donald Trump regresó a la Casa Blanca. De vuelta a Europa, nos trae un mensaje importante

Foto: Nick Clegg, exvicepresidente de Asuntos Globales y Comunicación de Meta. (EFE)
Nick Clegg, exvicepresidente de Asuntos Globales y Comunicación de Meta. (EFE)
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Nick Clegg (Chalfont St Giles, Inglaterra, 1967) ha sido muchas cosas en sus 58 años de vida. Por orden cronológico: diputado del Parlamento Europeo, miembro de la Cámara de los Comunes, líder del partido Liberal Demócrata, vice primer ministro del Gobierno encabezado por el conservador David Cameron y, en los últimos siete años, vicepresidente de Asuntos Globales y Comunicación de Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger.

Cuentan que, como ejecutivo de la compañía de Mark Zuckerberg, Clegg tenía un salario anual de 4.500.000 euros, unas sesenta veces lo que ganaba como diputado británico. Aun así, en enero pasado, anunció su dimisión y dejó Silicon Valley, donde se había trasladado junto con su familia. No oculta que el motivo ha sido la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca y, sobre todo, la muy cuestionable relación que las compañías tecnológicas están tejiendo con el Gobierno de Estados Unidos, lo que le ha impulsado a hacer las maletas e irse. De hecho, a principios de septiembre saldrá a la venta How to save the Internet, un libro en el que Clegg promete destripar los secretos de Meta y en el que alerta sobre el peligro que suponen las redes sociales para las democracias.

Clegg estará el próximo 13 de septiembre en el Hay Festival de Segovia, donde debatirá sobre el momento crucial que vive en la actualidad la Unión Europea junto a Enrico Letta, ex primer ministro italiano y en la actualidad decano de IE School of Politics, Economics & Global Affairs. En su opinión, o Europa se pone las pilas y hace grandes avances en integración, o en cinco años se arriesga a ser completamente irrelevante el tablero económico y geopolítico.

PREGUNTA. Usted ha sido líder de los Demócratas Liberales británicos, pero en Europa y en todo occidente en general, los partidos liberales están perdiendo terreno. ¿Cree que aún hay espacio para defender las ideas y posiciones liberales?

RESPUESTA. El liberalismo significa cosas diferentes en cada lugar. En Gran Bretaña tenemos una larga tradición liberal que se remonta al siglo XIX, a Gladstone, a la época victoriana. En Estados Unidos, liberal significa algo así como ultraprogresista. Y en lugares como España liberal tiene una connotación de libre mercado, es fundamentalmente un concepto económico. En sitios como los Países Bajos, hay distintos partidos liberales, algunos de centroizquierda, otros de centroderecha. Yo solo puedo hablar en nombre de la tradición liberal que mejor conozco, que es la británica. Me pregunta si hay espacio para el liberalismo, y para mí es como si me preguntara si hay espacio para la razón en política. Porque, para mí, liberalismo es creer que la ciencia, la razón y la evidencia pueden y deben ser un motor de las decisiones políticas. Obviamente, eso es algo que está muy pasado de moda en estos momentos, cuando gran parte de la política es irracional y está impulsada por el sentimiento de identidad, la ira, la difamación y la polarización. Como filosofía política que cree en los valores de la Ilustración y en el progreso a través de la razón y la lógica, el liberalismo británico es algo muy pasado de moda en estos momentos. Actualmente, domina la política quien es capaz de provocar entre sus seguidores la mayor ira y la mayor pasión posibles. El liberalismo no es una filosofía política que esté de moda, pero creo que es más necesaria que nunca.

P. Sin embargo, muchos partidos y movimientos políticos, así como medios de comunicación como The Economist o el Financial Times, consideran que el orden liberal está muerto. ¿Lo cree usted también?

R. Una cosa es el orden liberal y otra el liberalismo, son asuntos distintos. Cuando se habla del orden liberal, en realidad se hace referencia al sistema de Bretton Woods donde, tras la Segunda Guerra Mundial, las principales potencias de la época, y en particular en Europa y Norteamérica, decidieron que la paz y la prosperidad mundiales se alcanzarían mejor mediante la creación de instituciones, leyes, tratados y normas que permitieran que pequeños y grandes, débiles y fuertes, tuvieran un lugar en la mesa de negociaciones. Y de ese modo consagraron la idea del multilateralismo, donde diferentes naciones de diferentes partes del mundo se comprometen con un conjunto básico de normas, ya sea sobre la proliferación nuclear, el cambio climático, el comercio o la cooperación contra el crimen y el terrorismo. Se trata del principio de soberanía compartida, de que las naciones hagan más cosas juntas que separadas. Ese era el núcleo del orden que se construyó tras la Segunda Guerra Mundial. Y creo que es verdad que esa filosofía ha colapsado.

"En muchos aspectos, el proteccionismo de Biden ha sido casi tan malo como las guerras arancelarias de ahora de Trump"

P. ¿Y por qué ha colapsado?

R. Ha colapsado porque la relación fundamental sobre la que se construyó todo el orden post Segunda Guerra Mundial fue el atlantismo, la relación entre Norteamérica y Europa. Y esa relación ha cambiado irrevocablemente, no solo por Donald Trump —aunque él es el catalizador más obvio del colapso de esa relación— sino simplemente porque el orden internacional liberal se transformó rápidamente en occidente contra el comunismo soviético. Y el orden internacional liberal fue, en realidad, la forma en que una coalición de países liderada por Estados Unidos intentó organizarse en oposición al comunismo soviético. Con el colapso del comunismo soviético en 1989, y, por supuesto, el auge de China e India, era inevitable que Estados Unidos, como principal superpotencia mundial, se interesara cada vez menos por lo que sucedía en el hemisferio europeo y por el acuerdo de la Guerra Fría y más por la competencia básicamente unilateral con las potencias que surgían en Asia. En muchos aspectos, el proteccionismo de Biden ha sido casi tan malo como las guerras arancelarias que ahora está llevando a cabo Trump.

P. ¿De verdad lo cree?

R. Sí. Trump consume mucho oxígeno y provoca una reacción tan fuerte que los europeos se olvidan de que el alejamiento de Estados Unidos del orden internacional liberal, del atlantismo y de Europa, ya estaba ocurriendo, y seguirá con un presidente demócrata o republicano. Es de eso de lo que Enrico Letta y yo hablaremos en el Hay Festival de Segovia, y por eso es tan importante que Europa se organice. Europa ya no puede operar bajo el paraguas de los acuerdos de la Guerra Fría, bajo el paraguas del orden internacional liberal. Y mientras el mundo se reinventa por completo, y justo cuando Europa necesita estar a la altura del desafío, se está comportando de un modo cada vez más disfuncional y débil. Es una tragedia terrible lo que está sucediendo en Europa.

"El futuro es que Europa se convierta en un museo que cada vez genere menos empleos de calidad y menos empresas de éxito"

P. ¿Qué tipo de orden cree que está surgiendo? ¿Y cuál cree que debe de ser la postura que deben de adoptar la Unión Europea y el Reino Unido y Europa ante esta situación?

R. Bueno, estamos volviendo al mundo del siglo XIX o principios del XX, un mundo de políticas unilaterales donde la ley del más fuerte prevalece. El problema es que ese es un mundo carnívoro, y en Europa somos herbívoros. Y no vamos a conseguir nada en un mundo de carnívoros si continuamos con nuestro estilo herbívoro. Existe el riesgo muy real de que la Unión Europea se vuelva cada vez más irrelevante y disfuncional, porque no tiene capacidad de actuar como la suma de sus partes.

El objetivo de la integración europea era conseguir que, actuando todos juntos, el continente tuviera más poder que si cada país iba por separado. Y, sin embargo, asistimos a este lamentable fracaso de la Unión Europea a la hora de desarrollar una defensa y seguridad comunes, con países como España que se resisten a aumentar su gasto en defensa. Ya han visto el humillante resultado de las recientes negociaciones comerciales entre Estados Unidos y la UE, y no es culpa de Ursula von der Leyen, quien se enfrentaba a una tarea imposible porque los propios países no logran ponerse de acuerdo.

"La UE se puede convertir en los próximos cinco o diez años en algo parecido a la ONU, sin ningún poder real"

P. Si no se avanza en la integración europea, ¿qué panorama nos encontraremos?

R. Europa tiene dos opciones: o profundizar en la integración europea o que cada país actúe por libre, lo que está bien, pero en ese caso seremos irrelevantes, completamente irrelevantes, especialmente en el mundo de nuestros hijos y nietos, que estará cada vez más dominado por Estados Unidos, India, China y posiblemente Brasil. Pero, por alguna razón, en Europa no estamos haciendo lo que acordamos que haríamos para fortalecernos. Ya sabe que Enrico Letta y Mario Draghi publicaron informes sobre la UE. No son informes perfectos y, en algunos aspectos, no estoy de acuerdo con ellos. Pero la esencia de esos informes es que es necesario profundizar el mercado único para poder competir con Estados Unidos y China, y eso es completamente cierto. Sin embargo, no se está haciendo. Conozco bien de mi época en Silicon Valley la economía digital, y le puedo asegurar que el mercado único digital de la Unión Europea no existe, es una mentira, una ficción. Es un disparate cuando la gente en Bruselas se pone de pie y dice: “Estamos muy orgullosos del mercado único digital”, porque ese mercado único digital no existe, lo que existen son barreras, barreras locales, barreras nacionales. En Alemania, por ejemplo, hay 17 autoridades diferentes de protección de datos, tomando decisiones diferentes basadas en una legislación que ni siquiera existía cuando surgió la IA. Es una locura. Nuestro problema fundamental es la fragmentación. Los políticos, ya sea Sánchez, Merz o Macron, tienen que persuadir a los votantes de que se debe avanzar enormemente en la integración, con mayor rapidez y mayor agresividad, para poder rivalizar y competir con Estados Unidos y China. Si no, la Unión Europea podría convertirse en los próximos cinco o diez años en algo parecido a las Naciones Unidas: habrá instituciones y oficinas de las que la gente entrará y saldrá, pero no estará conectada a nada, no tendrá poder real a nivel mundial. Será un buen lugar para celebrar reuniones, pero nada más. Ese es mi temor para la Unión Europea, y creo que la complacencia actual de las élites europeas es indignante.

"El futuro es que Europa se convierta en un museo que cada vez genere menos empleos de calidad y menos empresas de éxito"

P. ¿No son conscientes de lo que está ocurriendo?

R. Es indignante porque todos sabemos que si no profundizamos en la integración nos convertiremos en un continente museo, y es justo ahí hacia donde nos dirigimos. Ese es el futuro. Si nada cambia, el futuro es que Europa se convierta en un continente-museo que cada vez genere menos empleos de calidad y cuente con menos empresas líderes mundiales para nuestros hijos y nietos. Seguirá siendo un lugar muy agradable para ir de vacaciones, y muchos chinos, indios y estadounidenses ricos vendrán de vacaciones a España y a otros países de Europa. Pero se convertirá en un museo, y el orden mundial lo decidirán personas que estarán por encima de nosotros, de los europeos. No sé usted, pero desde luego no es el futuro que yo quiero para mis hijos y nietos, se lo aseguro.

P. Y esa Unión Europea fuerte que usted defiende, ¿se puede construir prescindiendo del Brexit y del Reino Unido?

R. Obviamente, sería mucho mejor si el Reino Unido estuviera dentro. Pero si la Unión Europea se reforma y se fortalece, estoy seguro de que en los próximos años el Reino Unido reconsiderará su decisión de abandonarla. Está claro que el Reino Unido no volverá a una Unión Europea que no funciona y que cada día sea más débil. Pero si la Unión Europea se reinventa de nuevo, siguiendo en parte las recomendaciones de Letta, de Draghi y de otros, es solo una cuestión de tiempo que el Reino Unido vuelva a entrar.

"Me di cuenta de que Silicon Valley iba a establecer una relación totalmente diferente con la Casa Blanca"

P. En enero pasado, usted anunció su dimisión como vicepresidente de Asuntos Globales y Comunicación de Meta. ¿Tuvo algo que ver su renuncia con la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos?

R. Por supuesto que sí. He estado siete fascinantes años desempeñando ese cargo, y estoy muy orgulloso. Creo que hice un buen trabajo para cambiar la empresa, reconstruir las relaciones con los gobiernos de todo el mundo, cambiar el producto, lograr más transparencia... Pero me di cuenta de que Silicon Valley en su conjunto, e incluso Meta, iba a establecer una relación totalmente diferente con el nuevo gobierno de la Casa Blanca, así que pensé: ´"Ahora es un buen momento para hacer otras cosas y para que un estadounidense, mi adjunto, Joel Kaplan, desempeñe mi papel".

P. Después de siete años en Silicon Valley trabajando en Meta, ¿cómo ve el mundo digital y su relación con el poder político? ¿Cree que la oligarquía tecnológica es diferente a otras oligarquías del pasado?

R. A principios de septiembre publicaré un nuevo libro que se titula How to Save the Internet (cómo salvar internet), donde hablo de este asunto, de lo que yo llamo la paradoja del poder. La tecnología de las redes sociales, de la IA generativa y de las grandes plataformas como Amazon, Microsoft, Google o Meta tiene una paradoja fundamental. Por un lado, es una tecnología muy empoderadora. Todos pasamos mucho tiempo con nuestros teléfonos, podemos hablar gratis por WhatsApp, Instagram, Facebook, podemos usar el buscador de Google, y todo eso es increíble, es muy empoderador; desde la invención de la imprenta y la circulación masiva de libros, no existe una tecnología como la inventada en Silicon Valley que empodere tanto a los seres humanos.

P. Pero…

R. Pero, al mismo tiempo, esa tecnología está muy centralizada, está en manos de un grupo muy reducido de personas muy ricas, que son las que dirigen esas empresas. Y esa paradoja del poder se repite ahora con la IA generativa. La IA generativa es una tecnología muy empoderadora, esta misma mañana he estado usando ChatGPT y es una herramienta fantástica, al usarla me he sentido realmente empoderado, como le ocurre a muchísimas personas. Pero, por otro lado, se trata de una tecnología increíblemente centralizada en solo unas pocas empresas, básicamente estadounidenses y chinas, que tienen la capacidad de producir. Esa es la gran ironía: estas tecnologías nos empoderan, pero también crean una especie de oligopolio de poder en Silicon Valley.

"La élite tecnológica estadounidense se está comportando como la élite china. Empresa y gobierno van de la mano"

P. ¿Qué propone?

R. Creo que una de las decisiones que debemos tomar como sociedad es cómo lograr el equilibrio adecuado. Si quisiéramos limitar el poder de los gigantes tecnológicos, ¿cuánto estaríamos dispuestos a sacrificar en términos de tecnología? Yo creo que se trata de lograr un equilibrio entre ambas cosas. Lo realmente interesante es que en estos momentos, y al competir con los chinos, la élite estadounidense, tanto en Silicon Valley como en Washington, se está comportando precisamente como los chinos, visto que ahora mismo existe una relación muy, muy estrecha entre el sector privado y político en EEUU. Mientras que antes entre Silicon Valley y Washington se mantenía la distancia, ahora trabajan en estrecha colaboración. Estados Unidos, o al menos las élites tecnológicas y políticas estadounidenses, se están comportando como las élites tecnológicas y políticas chinas.

Nick Clegg (Chalfont St Giles, Inglaterra, 1967) ha sido muchas cosas en sus 58 años de vida. Por orden cronológico: diputado del Parlamento Europeo, miembro de la Cámara de los Comunes, líder del partido Liberal Demócrata, vice primer ministro del Gobierno encabezado por el conservador David Cameron y, en los últimos siete años, vicepresidente de Asuntos Globales y Comunicación de Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger.

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