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Así éramos III: los 2010, de los desahucios a la gran novela sobre la inmigración
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Así éramos III: los 2010, de los desahucios a la gran novela sobre la inmigración

Fue la década del despegue de los móviles inteligentes, la lenta recuperación de la gran crisis y la llegada masiva de refugiados. La cultura lo reflejó: aquí, hasta el último cantante y novelista se convirtieron en artistas protesta

Foto:  Manifestación. (EC Diseño)
Manifestación. (EC Diseño)
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Dos grandes acontecimientos y un duradero episodio de adicción masiva dominaron la década de 2010. El primer acontecimiento fue la crisis financiera. El segundo, una nueva oleada de terrorismo islámico que, justo a mitad de la década, coincidió con la llegada masiva de refugiados a Europa. La suma de esas dos cosas generó la política insurgente, radical y polarizante que aún vivimos hoy. Pero para que esta surgiera fue imprescindible otro elemento: la adicción a las redes sociales, facilitada por la creciente omnipresencia de los teléfonos inteligentes. Si en 2010 alrededor del 20% de la población disponía de uno de ellos, al final de la década esa cifra rondaba el 80%.

El izquierdismo tradicional de la cultura española incorporó rápidamente el impacto de la crisis. Una generación entera de novelistas y cineastas la convirtió en el tema central de su obra, en lo que acabó siendo un inesperado resurgimiento del viejo compromiso social y el arte al servicio de los desamparados. Almudena Grandes publicó Los besos en el pan, una lectura sentimental del crac. Isaac Rosa retrató la explotación laboral en La mano invisible. Canal + hizo una serie a partir de Crematorio, la gran novela sobre la corrupción inmobiliaria de Rafael Chirbes. Lo llamativo no era que Ismael Serrano publicara un puñado de canciones protesta, sino que los Amaral hicieran llamadas a la revolución contra la clase política. Jorge Javier Vázquez escribía en la revista Lecturas: “Siempre digo que el éxito de Sálvame tuvo que ver con la crisis económica que azotaba al país. La audiencia encontró en las tardes un lugar en el que acomodarse y olvidar el día a día. Funcionábamos porque acompañábamos”. Vázquez no tardó en politizarse y convertir su programa, como diría más tarde, en uno “de rojos y maricones”.

placeholder La escritora Almudena Grandes (EFE Pablo Martín)
La escritora Almudena Grandes (EFE Pablo Martín)

Ningún país fue ajeno a esta oleada de politización, pero en Estados Unidos las mejores obras culturales de la época fueron el resultado de la estrategia cultural opuesta. No intentaban reflejar los estragos de la crisis, sino entender sus causas en los centros de poder. Entre ellas se encuentran el libro La gran apuesta, de Michael Lewis, una investigación periodística sobre cómo se forjó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos (la película es igualmente buena); El desmoronamiento. Treinta años del declive americano, de George Packer, un bestial libro que relata la degradación de la política y la economía estadounidense; y Margin Call, una vibrante película que cuenta cómo ni siquiera los grandes bancos de inversión sabían que sus balances estaban llenos de productos tóxicos.

Justo cuando nos recuperábamos de la crisis empezó el otro gran trauma. En enero de 2015, un grupo de islamistas asaltó la redacción de la revista satírica francesa Charlie Hebdo y mató a doce de sus trabajadores. En agosto de ese mismo año, Angela Merkel anunció que Alemania acogería a una cantidad indeterminada de refugiados procedentes de países mayoritariamente musulmanes, y que les daría un estatus legal; acabarían siendo más de un millón. En noviembre de ese mismo año, otros islamistas mataron a ciento treinta personas en varios ataques, uno de los cuales tuvo lugar durante un concierto en la sala Bataclan, en París. El año siguiente hubo tres ataques terroristas en Alemania. Muchos occidentales pensaron que la acogida de refugiados y los atentados estaban relacionados: muchos de ellos votaron en favor del Brexit, o de Trump, porque creyeron que era la mejor forma de parar esos procesos.

La novela de la época es 'Sumisión', de Michel de Houellebecq, que se publicó el mismo día en que tuvieron lugar los asesinatos de Charlie Hebdo

La novela de la época es Sumisión, de Michel de Houellebecq, que se publicó, casualmente, el mismo día en que tuvieron lugar los asesinatos de Charlie Hebdo. En ella, un cuarentón parisino, frustrado, aburrido, narra no solo la naturalidad con la que la sociedad va aceptando los atentados terroristas, sino cómo el islam asume cada vez más poder político en Europa, hasta el punto de que un musulmán se convierte en el nuevo presidente de Francia. Lo más llamativo, cuenta Houellebecq de manera seca, irónica y sexualmente delirante, es que la sociedad acepta todo esto sin demasiados problemas y adopta de manera progresiva las costumbres musulmanas, desde el pudor en la vestimenta femenina hasta la poligamia o las ideas acerca de la educación y la economía. Es una obra maestra incómoda. Su tesis es que la sociedad occidental está tan sumida en el tedio creado por la alternancia de socialdemócratas y derechistas moderados que está condenada a desvanecerse y a abrazar una religión que ofrece un sentido vital a cambio de la sumisión. Nadie ha escrito nada parecido.

placeholder 'Sumisión' de Michel Houellebecq
'Sumisión' de Michel Houellebecq

La década terminó de manera igualmente traumática en diciembre de 2019 con la aparición en la ciudad china de Wuhan de un nuevo virus cuyas consecuencias en aquel momento eran impredecibles. Todavía no lo sabíamos, pero los confinamientos, y el aburrimiento de los escritores, producirían una inmensa oleada de libros prescindibles. Yo también escribí uno. Y la canción del año fue Con altura, de Rosalía y J. Balvin: en otro giro inesperado de los acontecimientos, la cultura pop global se estaba volviendo latina.

Dos grandes acontecimientos y un duradero episodio de adicción masiva dominaron la década de 2010. El primer acontecimiento fue la crisis financiera. El segundo, una nueva oleada de terrorismo islámico que, justo a mitad de la década, coincidió con la llegada masiva de refugiados a Europa. La suma de esas dos cosas generó la política insurgente, radical y polarizante que aún vivimos hoy. Pero para que esta surgiera fue imprescindible otro elemento: la adicción a las redes sociales, facilitada por la creciente omnipresencia de los teléfonos inteligentes. Si en 2010 alrededor del 20% de la población disponía de uno de ellos, al final de la década esa cifra rondaba el 80%.

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