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"Verdi fue un grandísimo comunicador, hay toneladas de emociones en sus primeras óperas"
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ENTREVISTA

"Verdi fue un grandísimo comunicador, hay toneladas de emociones en sus primeras óperas"

El Teatro Real cierra la temporada con dos funciones (en versión concierto) de 'I Lombardi', la cuarta ópera del genio italiano, compuesta en su época más oscura. Una exquisitez que dirigirá el maestro Daniel Oren.

Foto: Daniel Oren al frente del Coro y la Orquesta Titular del Teatro Real interpretando 'Les Pêcheurs de Perles', de Bizet.  (Javier del Real / Teatro Real)
Daniel Oren al frente del Coro y la Orquesta Titular del Teatro Real interpretando 'Les Pêcheurs de Perles', de Bizet. (Javier del Real / Teatro Real)
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Giuseppe Verdi no fue siempre el genio aclamado que hoy conocemos. Hubo una época oscura en la que encadenó terribles tragedias familiares (perdió a su mujer y a sus dos hijos) y en la que trabajó a un ritmo frenético y extenuante, tanto física como mentalmente, logrando a cambio muy poco reconocimiento. En aquel duro periodo, que se extendió desde 1842 hasta 1853, era habitual que Verdi comenzara a trabajar a las cuatro de la madrugada y no parara hasta bien entrada la noche. En esos 11 agotadores años, equiparados por el propio Verdi a los trabajos forzados de los remeros de las galeras, compuso una docena de obras, incluyendo algunas de las más famosas, como Nabucco, Ernani o Macbeth.

Justo de esa etapa, conocida como los “años de galera”, es la ópera I lombardi alla prima crociata, compuesta por Verdi en 1843 con libreto de Temistocle Solera. El Teatro Real cierra la temporada con dos funciones (el 6 y el 9 de julio), en versión concierto, de esa poderosa y apasionada partitura, en la que Daniel Oren (Tel Aviv, 1955) dirigirá al coro y orquesta del Teatro Real y en el que los papeles protagonistas serán interpretados por los tenores Iván Ayón Rivas (Arvino) y Francesco Meli (Oronte), la soprano Lidia Fridman (Giselda) y el bajo-barítono Marko Mimica (Pagano).

Después del enorme éxito de Nabucco en La Scala de Milán en 1842, Verdi recibió el encargo de escribir una nueva ópera para el mismo teatro, muy bien retribuida económicamente y sin ninguna imposición temática o estilística. Así, un año después estrenaría I Lombardi, cuya trama tenía, una vez más, una lectura patriótica subliminal: al glorificar a los lombardos en su lucha para liberar los lugares sagrados, se aludía a otra liberación, la de las tierras lombardas todavía bajo la égida austriaca.

Foto: 'La traviata' estará en el Teatro Real entre el 24 de junio y 23 de julio. (De Nationale Opera/Hans van den Bogaard)

I Lombardi es la cuarta de las 26 óperas de Verdi, quien fue creciendo en complejidad y refinamiento con el pasar de los años. Pero aunque muy desigual, sobre todo en la orquestación, se trata de una ópera que reviste un enorme interés y en la que ya es posible apreciar algunos de los más importantes y magistrales rasgos verdianos. Lo sabe bien el maestro Daniel Oren, quien llevará la batuta en las dos únicas representaciones (en versión concierto) de este título que tendrán lugar en el Teatro Real el 6 y 9 de este mes de julio.

PREGUNTA. ¿Tiene sentido hacer una ópera como I lombardi alla prima crociata en versión orquestal?

RESPUESTA. Sí. Cualquier ópera en forma de concierto es una maravillosa experiencia. Está claro que uno querría también ver la escena, el movimiento, la dramatización... En la ópera, como bien sabemos, la música no lo es todo. Pero el valor de la música es importante, y creo que al público le gustará en este caso concentrarse en una música genial, en la música de un genio, Giuseppe Verdi, probablemente el mayor genio de la ópera.

P. I lombardi alla prima crociata es una de las obras de formación de Verdi. ¿Es posible apreciar en ella las debilidades y las grandezas del compositor?

R. No se trata de debilidades… Verdi recorrió un largo camino hasta llegar a Falstaff, eso está clarísimo. No sé si podemos hablar de debilidades, pero está claro que este primer Verdi es mucho más primitivo en lo que a orquestación se refiere, y eso hace que el trabajo de director de orquesta sea mucho más difícil. Yo era muy amigo de Franco Zeffirelli, quien me contaba muchas de sus anécdotas. Zeffirelli hizo muchas óperas con el grandísimo Kleiber, y me contó que cuando Kleiber dirigía estas primeras óperas de Verdi no sabía cómo afrontarlas para que no resultara vulgar el acompañamiento, porque le parecía que la orquestación era un poco de banda. Para evitarlo hizo de todo, probó todos los caminos. En una ocasión, por ejemplo, hizo sonar todo en pianissimo, porque pensaba que de ese modo daba cierta nobleza al acompañamiento, lo hacía más bello. Yo también creo que es necesario dotar de nobleza a este acompañamiento.

El Verdi de sus inicios, es un Verdi más simple. Pero Verdi es siempre Verdi

P. ¿Cree que Verdi podría haber recurrido a esa orquestación un poco vulgar, como usted dice, para ser más popular y llegar a más gente?

R. Creo que no, que simplemente era el Verdi de sus inicios, un Verdi más simple. Pero Verdi es siempre Verdi. Yo esta partitura la estudié hace tiempo para otros teatros, y ahora la he estudiado de nuevo, y siempre vuelves a descubrir el gran genio de Verdi en todo, desde la primera nota hasta la última, en los coros…

P. ¿El coro tiene mucha importancia en I lombardi alla prima crociata, verdad?

R. El coro es uno de los protagonistas importantes de esta ópera, un coro maravilloso que dirige el maestro Basso, a quien conozco desde hace unos 30 años, cuando ambos estábamos en el San Carlo, yo como director musical y él como director del coro. Basso es maravilloso, es uno de los mejores del mundo. El coro del Real es estupendo, cuenta con voces magníficas, pero se necesita siempre un buen guía, y él lo es. El coro tiene una enorme importancia en esta ópera. I Lombardi tiene coros maravillosos, hay un coro en el cuarto acto, tipo oración, que es como un segundo Va, pensiero. Ningún coro puede llegar a la altura de Va, pensiero, ni siquiera el propio Verdi, pero este coro de los peregrinos del cuarto acto es de altísimo nivel. El genio de Verdi se siente en todas las notas.

placeholder Daniel Oren. (Teatro del Real/Javier del Real)
Daniel Oren. (Teatro del Real/Javier del Real)

P. ¿Esta ópera es particularmente difícil para los cantantes, les requiere exigencias muy elevadas?

R. Sí, en especial a la soprano. Es un papel muy complicado, hay que tener no una soprano que grita, sino una soprano que emociona, capaz de registros elevados, pero también de cantar piano, pianissimo y a media voz, y eso es muy difícil. No sé si es más difícil en I Lombardi o en Nabucco. En Nabucco es espantosamente difícil, pero en mi opinión en I Lombardi aún lo es más. Para el papel de la soprano hemos tenido algunos problemas, cancelaciones y demás, pero el maestro Matabosch (director artístico del Teatro Real) ha encontrado a esta joven de 29 años que se llama Lidia Fridman y que es muy notable, porque es realmente difícil para una chica de su edad afrontar un papel así de difícil.

P. ¿I Lombardi es una ópera para un paladar más experto, más gourmet, o es para todos los públicos?

R. Es para todo el mundo. La música comunica, emociona, y en esta ópera hay toneladas de emociones. Verdi fue un grandísimo comunicador y, en esta ópera, puso toda su alma. Creo que I Lombardi es para todos los públicos, porque tiene una música que va directa al corazón, y eso se transmite a la orquesta, al coro, a los cantantes y todos nosotros lo transmitimos al público. En ese sentido, creo que no hay ninguna diferencia entre I Lombardi y Rigoletto.

P. I Lombardi se representaba hace 20 años bastante más que ahora. ¿A qué lo atribuye? ¿Quizás a que es cara de llevar a escena, dado que cada acto transcurre en un escenario distinto?

R. Los cantantes es por lo general la partida más cara, y en esta ópera los cantantes son pocos (la soprano, el bajo y dos tenores), sobre todo si lo comparamos con el Don Carlos, donde son seis.

P. ¿Qué le parece la orquesta del Real? ¿En qué tal estado la ha encontrado?

R. La orquesta está muy bien. Sus miembros tienen una grandísima pasión, un enorme amor por la música, se entregan al 100%, y a mí me hace muy feliz poder hacer música con ellos.

Siempre ha habido directores de escena que no respetan la música

P. Tradicionalmente, los directores de orquesta eran las grandes estrellas de la ópera. Sin embargo, en las últimas décadas ese papel les ha sido arrebatado por los directores de escena. ¿Cómo lo lleva?

R. Esta ópera en el Teatro Real se va a representar en versión concierto

P. Sí, lo sé. No me refiero a esta ópera en concreto, sino en general. ¿Es difícil trabajar con los directores artísticos, algunos de los cuales son famosos por su ego desmesurado?

R. Depende de quién se trate. Yo he trabajado ahora con Robert Carsen en Londres, hemos hecho una Aida suya, distintas de la Aida que conocemos. Hemos trabajado un mes en esta Aida y ha sido una grandísima experiencia. Lo importante es que el director de escena sepa lo que quiere, trabaje en profundidad y no vaya contra la música. Con los grandes directores artísticos es fácil trabajar, con los que respetan a Verdi, respetan a Puccini, respetan la música. Hay grandes directores de escena que respetan la música.

P. Entonces, ¿también hay directores de escena que no respetan la música?

R. Siempre los ha habido. Siempre ha habido directores de escena que no respetan la música.

Está claro que la Violetta de 'La traviata' no la puede hacer una cantante de 300 kilos

P. Siendo usted israelí, no puedo dejar de preguntarle por la situación actual de su país…

R. Es una situación muy difícil, muy triste. Hablaba con frecuencia de esto con Franco Zeffirelli porque éramos muy amigos. Los dos coincidíamos en que un día habrá paz, por fuerza la paz tiene que llegar. La pregunta que nos hacíamos siempre era por qué había que esperar 50 ó 100 años para alcanzar la paz, por qué no podía tener paz mañana. Es algo para lo que no tenemos respuesta y que nos entristece.

P. Recuerdo que hubo bastante polémica en 2009 cuando su amigo Zeffirelli aseguró que la soprano italiana Daniela Dessì, que entonces tenía 52 años, era “demasiado madura y demasiado corpulenta” para interpretar el papel de Violetta en La traviata, motivo por el cual Teatro de la Ópera de Roma decidió prescindir de ella. Como él, ¿cree que el físico es importante para dar credibilidad a algunos personajes de óperas?

R. Sí, estoy de acuerdo, está claro que la Violetta de La traviata no la puede hacer una cantante de 300 kilos. Pero siempre que he trabajado con Zeffirelli, lo que me decía era: “Daniel, para este proyecto quiero a los mejores cantantes del mundo, quiero a los más grandes. Sin los más grandes cantantes, mi trabajo no vale nada”. Nunca me habló de cantantes gordas o delgadas, simplemente quería a las mejores.

Giuseppe Verdi no fue siempre el genio aclamado que hoy conocemos. Hubo una época oscura en la que encadenó terribles tragedias familiares (perdió a su mujer y a sus dos hijos) y en la que trabajó a un ritmo frenético y extenuante, tanto física como mentalmente, logrando a cambio muy poco reconocimiento. En aquel duro periodo, que se extendió desde 1842 hasta 1853, era habitual que Verdi comenzara a trabajar a las cuatro de la madrugada y no parara hasta bien entrada la noche. En esos 11 agotadores años, equiparados por el propio Verdi a los trabajos forzados de los remeros de las galeras, compuso una docena de obras, incluyendo algunas de las más famosas, como Nabucco, Ernani o Macbeth.

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