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Esta madre mexicana se inventó un crimen y destrozó decenas de vidas para salvar a su hijo
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Esta madre mexicana se inventó un crimen y destrozó decenas de vidas para salvar a su hijo

Ricardo Raphael reconstruye en 'La fabricación de un crimen' cómo Isabel Miranda fingió que su hijo había sido secuestrado y asesinado, una mentira por la que seis personas llevan casi 20 años en prisión

Foto: Isabel Miranda de Wallace en 2013 junto a una pintada en recuerdo de su hijo Hugo Alberto, supuestamente secuestado y asesinado en 2005. (Contacto/Notimex/Gustavo Durán)
Isabel Miranda de Wallace en 2013 junto a una pintada en recuerdo de su hijo Hugo Alberto, supuestamente secuestado y asesinado en 2005. (Contacto/Notimex/Gustavo Durán)
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Isabel Miranda ha sido durante años la madre coraje de México: la mujer que en 2005 sufrió el secuestro y asesinato de un hijo, la heroína que no paró hasta dar con los culpables del crimen y verlos encerrados entre rejas, la activista que luchó infatigable por conseguir justicia para las víctimas de la delincuencia organizada, la voz de todos aquellos que exigían penas más severas para los delincuentes. El problema es que era todo mentira, absolutamente todo.

Pero lo más aterrador es que, con tal de mantener su farsa, Isabel Miranda no dudó en torturar, corromper, falsificar pruebas, inventarse una gigantesco engaño y llevar a la cárcel a seis personas inocentes, la mayoría de las cuales llevan casi 20 años en prisión. La fabricación de un crimen es el elocuente título del libro de más de 500 páginas que condensa la exhaustiva investigación llevada a cabo por Ricardo Raphael sobre este espeluznante caso, y que ve ahora la luz de la mano de Seix Barral. “Para lograr esa fabricación, Isabel Miranda de Wallace también hizo pedazos la vida de otras 60 personas, muchos de ellos testigos a quienes forzaron y arrancaron confesiones falsas. Algunos de ellos luego tuvieron que huir, perdieron todo su patrimonio y no volvieron a ver a sus familias”, nos explica el periodista.

Todo empezó en 2005, cuando Isabel Miranda denunció el secuestro y posterior asesinato de su hijo, el joven empresario Hugo Alberto. En realidad, nunca hubo tal secuestro. Todo apunta a que Hugo Alberto tenía tratos con el narcotraficante Édgar Valdez Villarreal -conocido como La Barbie por su pelo rubio y sus ojos azules-, quien en 2018 fue condenado por un tribunal de Estados Unidos a 49 años de cárcel. “Este individuo declaró en algún momento que Hugo Alberto le había dejado una deuda de 3 toneladas de cocaína. Este es el origen del problema. La Barbie es un narcotraficante muy sanguinario con un caudal de homicidios y de violencia muy impresionante”, asegura Ricardo Raphael. Y, dado su amplio historial de asesinatos y torturas, parecía evidente que La Barbie no iba a quedarse de brazos cruzados ante alguien que le había robado 3.000 kilos de cocaína, sino que se cobraría la peor de las venganzas.

placeholder Cubierta de 'La fabricación de un crimen', de Ricardo Raphael.
Cubierta de 'La fabricación de un crimen', de Ricardo Raphael.

Pero entonces Isabel Miranda tuvo una idea tan genial como aterradora: simular que su hijo había sido secuestrado y luego asesinado, evitando así que La Barbie pudiera ajustar cuentas con él. Eran años en los que México se veía sacudido por toda una oleada de secuestros cometidos por violentas bandas criminales, así que Isabel decidió aprovechar la coyuntura. “Nos convenció a todos de que su hijo había sido secuestrado y luego descuartizado por una banda”, relata Ricardo Raphael.

El caso enseguida saltó a los medios de comunicación, e Isabel Miranda no tardó en exhibir su falso duelo por los platós de televisión, interpretando a la perfección el papel de madre víctima. Y, para dar más credibilidad a su historia, se inventó una banda de secuestradores. “Como si hiciera una película, esa mujer eligió a unos personajes creíbles, hizo una suerte de casting. Eligió a un policía que podía ser corrupto, a la novia del policía, al amigo del policía, al chofer del policía… Todos ellos habían ido a un santuario religioso en Chalma, cerca de la Ciudad de México, donde se tomaron una fotografía. Y todos ellos, todos los que salían en esa foto, fueron acusados de ser los secuestradores, de ser la banda de la Chalma”, destaca el autor de La fabricación de un crimen.

Como era dueña de una empresa de vallas publicitarias, Isabel Miranda llenó Ciudad de México de anuncios gigantescos en los que denunciaba a los supuestos secuestradores de su hijo y ofrecía una recompensa a quien proporcionará información sobre su paradero. A partir de ahí esa madre coraje, esa vengadora con los arrestos de denunciar a los secuestradores de su hijo, se convirtió en un personaje inmensamente popular, en un auténtico fenómeno mediático.

Isabel Miranda llenó Ciudad de México de anuncios gigantescos en los que denunciaba a los supuestos secuestradores de su hijo

Apoyada por los medios de comunicación, por el gobierno y por la inmensa mayoría de la sociedad, Isabel Miranda se fue haciendo cada vez más y más poderosa. Tan poderosa que fue asesora de varios gobiernos en política de secuestros, fue candidata en 2012 a jefa de gobierno de la Ciudad de México por el partido conservador PAN. Ya antes, en 2010 el entonces presidente del país, Felipe Calderón, le entregó el Premio Nacional de Derechos Humanos.

“Pero se necesita algo más que querer proteger al hijo para hacer lo que ella hizo. Tenemos ante nosotros a una mujer de una enorme crueldad, que no fue una asesina en serie pero sí una torturadora en serie, que en lugar de utilizar ella misma sus manos y artefactos para torturar a la gente, utilizó al Estado como el instrumento de tortura. Porque el Estado se puso a su servicio, a sus órdenes, por instrucción del presidente Felipe Calderón. Ella le brinda legitimidad y él le entrega un enorme poder, y ella va gozando con la crueldad que va imponiendo a sus víctimas”, sostiene Ricardo Raphael.

Las torturas a las que fueron sometidos los acusados del secuestro y asesinato de Hugo Alberto están bien documentadas. Al supuesto líder de la banda, el ex policía Cesar Freyre, le pasearon colgado de un helicóptero amarrado por los pies para forzarlo a confesar. “Lo increíble es que esas torturas no ocurren cuando recién son apresadas estas personas en 2006, sino en el momento en que Isabel Miranda va a recibir en 2010 el Premio de Derechos Humanos. Ella quiere recibir ese galardón del presidente Calderón habiendo resuelto el caso, y para eso necesita que esas personas confiesen, y se las tortura buscando esa confesión”, destaca Raphael. Aún así, la mayoría de las víctimas no confesaron.

placeholder Isabel Miranda en un acto del Partido Acción Nacional (PAN) en 2012. (Getty/LatinContent/Clasos.com/Edgar Negrete)
Isabel Miranda en un acto del Partido Acción Nacional (PAN) en 2012. (Getty/LatinContent/Clasos.com/Edgar Negrete)

Sus propias mentiras acabaron acorralando a Isabel Miranda. Las investigaciones periodísticas han terminado sacando a la luz la verdad y desmontando todas sus falsedades. A día de hoy en México es una persona profundamente desprestigiada, nadie cree ya en sus embustes. El caso terminó de desmoronarse hace sólo unos días, cuando tras casi dos décadas en prisión Juana Hilda González Lomelí (una de las seis personas encarceladas por el secuestro y asesinato del hijo de Isabel Miranda) fue puesta en libertad por orden de la Corte Suprema, que dictaminó que su proceso judicial estuvo plagado de irregularidades.

“¿Pero cómo les devuelves a esas personas lo que se les ha quitado?”, se pregunta Ricardo Raphael. “Yo he tenido por ejemplo acceso a la carta que la hija de Juana Hilda escribió a la Suprema Corte para pedir la liberación de la madre, en la que dice que tiene 29 años, la misma edad que tenía su mamá cuando fue encerrada, y que lleva 19 años apartada de ella. Juana Hilda ha estado en una cárcel de máxima seguridad y su hija, además con recursos muy precarios, vivía muy lejos de la cárcel, así que apenas vio a su madre durante estos 19 años. ¿Cómo le devuelves a esa hija y esa madre lo que perdieron? Brenda Quevedo Cruz, otra víctima falsamente acusada del secuestro de Hugo Alberto, entró con 24 años en prisión y tiene hoy 44. Su mayor dolor es que no ha sido madre, lo repite una y otra vez. ¿Cómo le devuelves a esa persona el que le hayas arrancado la posibilidad de hacer su vida? Y sigo: Antonio y Albert Castillo, condenados a 103 años; César Freyre, el supuesto líder de la banda, con el cuerpo destrozado, cargado de enfermedades, a causa de las torturas. ¿Qué les van a devolver?”.

Pero aunque no haya resarcimiento posible para todos aquellos arrastrados a los infiernos por la perversidad de Isabel Miranda, el periodista considera que hay muchas cosas que el Estado mexicano tendría que hacer: investigar a los jueces que no controlaron el proceso, a los fiscales que torturaron, al entonces presidente de México que entregó tanto poder a esa mujer… “Tendrían que pedir disculpas, rendir cuentas ante la justicia y, por supuesto, algún tipo de indemnización”, opina.

Muerte repleta de dudas

Quien no tendrá que responder de sus actos será ella, la gran responsable, Isabel Miranda. Supuestamente falleció el pasado 8 de marzo a los 73 años. Pero sólo supuestamente, porque hasta su muerte está rodeada de dudas y marcada por una cronología muy sospechosa. A saber: los primeros ejemplares de La fabricación de un crimen, el libro de Ricardo Raphael, fueron entregados a un grupo de unos 50 importantes periodistas el viernes 7 de marzo a las 18.00 horas, y al día siguiente, sábado 8 de marzo, a las 14.00 horas, se anunció el fallecimiento de Isabel Miranda. “Dijeron que había muerto en un hospital, pero yo hice una investigación y en ese hospital jamás entró y jamás salió. Ahora dicen que murió en otro hospital, y en ese otro hospital hay muy poca información. Su velorio también fue muy extraño, así que no podría corroborar que realmente murió. Oficialmente sí, pero no me sentiría cómodo asegurándolo. Pero, en efecto, hoy no tiene que rendir cuentas y no tiene que responder sobre los hechos que el libro denuncia”, señala.

Hugo Alberto, el hijo de Isabel Miranda que desencadenó toda esta monstruosidad ¿qué habrá sido de él? ¿Seguirá con vida? Ricardo Raphael tiene evidencias corroboradas de que no murió la noche del 11 al 12 de julio del 2005, que seguía con vida seis meses después, un año después, hasta casi dos años después. Los registros telefónicos, los gastos en sus tarjetas de crédito, la comunicación que mantuvo con tres de sus parejas y con algunos de sus empleados prueban que hasta 2007 seguía con vida. “Después de 2007 no hay ningún registro, no sabemos si se metió en algún programa de testigos protegidos, si emigró a Estados Unidos, a Canadá, a Chile o España o si lo habrían asesinado después de esa fecha”, afirma el autor de La fabricación de un crimen, quien se muestra convencido de que este caso no es único y de que en las cárceles mexicanas hay muchas mujeres inocentes.

“Al menos la mitad de las mujeres en las cárceles de alta seguridad de México se encuentran ahí por delitos que no cometieron, por delitos que cometieron sus parejas y que les han adjudicado a ellas. La autoridad, en esta lucha supuesta contra el narcotráfico en México, ha sido en realidad cómplice de estas organizaciones criminales. Y un recurso cada vez más socorrido es inventar bandas criminales y cargar toda la tinta contra estas bandas, lo que permite dejar en libertad a los verdaderos criminales. Y dentro de esas bandas inventadas, mujeres inocentes y con escasos recursos acaban cargando muchas veces con crímenes que no han cometido. Te diría que es un fenómeno generalizado”, sentencia Ricardo Raphael.

Fue una gota de sangre, una minúscula mancha de un centímetro de largo y dos milímetros de ancho, la que marcó el principio del fin de Isabel Miranda. La mancha fue encontrada siete meses después del supuesto secuestro y asesinato de Hugo Alberto en el apartamento en el que habría sido descuartizado. Los análisis genéticos mostraron que esos restos hemáticos coincidían en un 99% con el ADN de José Enrique Wallace, esposo de Isabel Miranda y padre de Hugo Alberto.

Pero en 2018 empezaron a salir informaciones, respaldadas por partidas de nacimiento y otros documentos oficiales, que apuntaban a que José Enrique Wallace no era el padre biológico de Hugo Alberto. Y en ese caso, ¿cómo demonios había llegado la sangre a esa vivienda?

Ricardo Raphael, que entonces dirigía en la televisión pública mexicana un programa semanal de debate llamado Espiral, invitó a Isabel Miranda a ese espacio. “Y ahí ella comete el peor de sus errores. Yo le pregunto, con estos documentos en la mano, si Hugo Alberto es hijo del señor Wallace, y ella se enoja, me dice que cómo me atrevo a dudar de la paternidad de su hijo, que desde luego que es el padre de Hugo Alberto”, recuerda el periodista.

"Y ahí ella comete el peor de sus errores. Yo le pregunto, con estos documentos en la mano, si Hugo Alberto es hijo del señor Wallace"

Tres días después, Raphael recibe una llamada de Carlos León Miranda, que le cuenta que es el padre biológico de Hugo Alberto, que Isabel y él son primos hermanos, que se casaron en 1969, tuvieron a su hijo y luego se divorciaron. Y ya divorciada, fue cuando Isabel Miranda se casó con José Enrique Wallace, quien reconoció a Hugo Alberto cuando éste tenía 6 años.

A partir de ahí, Ricardo Raphael empezó a tirar del hilo. El resultado: un impecable trabajo de investigación cimentado sobre los 130.000 folios del expediente judicial, un centenar de entrevistas y varios miles de artículos y crónicas periodísticas publicados a lo largo de casi veinte años, todo lo cual se condensa en las 534 estremecedoras páginas de La fabricación de un crimen.

Isabel Miranda ha sido durante años la madre coraje de México: la mujer que en 2005 sufrió el secuestro y asesinato de un hijo, la heroína que no paró hasta dar con los culpables del crimen y verlos encerrados entre rejas, la activista que luchó infatigable por conseguir justicia para las víctimas de la delincuencia organizada, la voz de todos aquellos que exigían penas más severas para los delincuentes. El problema es que era todo mentira, absolutamente todo.

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