El secreto del amor para Sócrates: discute con tu pareja, ayúdale a pensar
La filósofa estadounidense Agnes Callard analiza en su nuevo ensayo por qué el pensador griego sigue siendo radical y actual y por qué ella plantó a su marido por un alumno siguiendo los principios socráticos
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Las preguntas eran: “¿Qué resultará de lo que haga hoy? ¿De lo que haga mañana? ¿Qué resultará de toda mi vida?”.
Tan pronto como dirigió su atención hacia esas preguntas, Tolstói entendió que eran las más importantes que uno podía hacerse, hasta el punto de concluir que si no las respondía no valía la pena vivir. Pero también se dio cuenta de que nunca sería capaz de contestarlas, así que empezaron a asaltarle pensamientos suicidas. Iba sin pistola por miedo a que pudiera pegarse un tiro, y dio orden en su casa de que escondieran las cuerdas para impedir que pudiera acabar colgándose de una viga. Al final, el escritor no dio con la respuesta a sus interrogantes, pero encontró consuelo en la religión.
"El problema de Tolstói", como lo denomina Agnes Callard, es el punto de partida de
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Dialogar, debatir, parlamentar. Esa es la gran lección que nos dejó Sócrates.
Callard opina además que ahora es un momento especialmente propicio para entablar esa conversación socrática. “Vivimos en un mundo global en el que es posible establecer conversaciones con gente muy diferente, han desaparecido muchas de las restricciones de clase social que en el pasado limitaban las posibilidades de conversar. Creo que tenemos la oportunidad de mantener esa conversación libre y abierta que Sócrates defendía y para la que su sociedad no estaba del todo preparada”, nos cuenta.
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Resulta tentador pensar que Tolstói estaba deprimido cuando, disfrutando de éxito, dinero y salud, se planteó aquellas famosas preguntas y se hundió en la desesperación. Pero Callard lo descarta. “Gran parte de lo que hoy llamamos problemas de salud mental quizás respondan a un bloqueo de las crisis existenciales. En un momento histórico en el que gozamos de relativa prosperidad y bienestar, en el que no debemos preocuparnos de si morimos de hambre el día de mañana, sin guerras civiles en nuestros países, eso nos deja un poco de tiempo libre y esas preguntas empiezan a presionarnos”. Es lo que le ocurrió a Tolstói: mientras escribía Guerra y paz o Anna Karenina no tuvo tiempo de plantearse las preguntas de marras. Pero en cuanto dispuso de tiempo, no puedo evitar dejar de formulárselas.
Sostiene Collard que el filósofo griego demostró un enorme conocimiento en tres ámbitos fundamentales de la vida humana: la política, el amor y la muerte. ¿El amor? ¿Se puede vivir el amor a la manera socrática?
Es una buena pregunta que lanzarle a Agnes Callard, quien en 2023 desató un pequeño gran revuelo en el mundo académico estadounidense (y no solo) al publicar la revista New Yorker que se había divorciado de su marido, también profesor de filosofía y con el que tenía dos hijos pequeños, para casarse con un estudiante.
Fue precisamente el deseo de Callard de seguir los preceptos socráticos lo que llevó a ser honesta consigo misma, a admitir que su matrimonio había entrado en barrena y a encarar a su entonces marido, con quien estuvo un día entero hablando de su relación. Al día siguiente decidieron divorciarse de mutuo acuerdo, y Callard se casó no mucho después con quien había sido su alumno.
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Cuando el semanario New Yorker publicó la historia, una de las más leídas y comentadas ese año en Estados Unidos, Callard estaba enfrascada escribiendo Sócrates al descubierto. Y decidió que el libro debía incluir un capítulo sobre Sócrates y el amor, un tema que se trata bastante en
Respecto al amor la profesora de filosofía de la Universidad de Chicago asegura por ejemplo que al pensador griego le habría espantado una imagen que en la actualidad muchos consideran bucólicamente tierna: la de dos ancianos sentados juntos durante un buen rato en el banco de un parque, en silencio, cogiditos de la mano. “Desde la perspectiva socrática, el problema crucial es que no hablan entre ellos. Para Sócrates el amor es una actividad en la que las personas se ayudan mutuamente, y para él el modo fundamental en el que los seres humanos se ayudan no es proporcionándose comida ni cuidados. Eso está bien, pero también un extraño podría darte alimentos o curarte una herida. Sócrates considera que el acto de amor de un ser humano hacia otro consiste esencialmente en discutir con él y ayudarlo a pensar”.
Sin respuestas
A Sócrates le acusaban sus contemporáneos de repetirse, de decir siempre lo mismo. El filósofo respondía a quienes le hacían esa crítica diciéndoles que ojalá ellos pudieran decir lo mismo, que ojalá tuvieran la misma consistencia, acusándolos de estar siempre vacilando. “La palabra griega planao significa vagar. Sócrates decía que divagamos al hablar. Yo creo que el valor de la indagación a través del método socrático reside en que, a medida que avanzas hacia el conocimiento, dejas de vagar y te estabilizas”, señala Callard.
Para ella, el método socrático es un magnífico camino de vida para afrontar las incertidumbres actuales. Y considera que la principal razón por la que no vivimos nuestras vidas socráticamente estriba en que Sócrates no tenía respuestas. Ser como Sócrates, como el filósofo que predicaba “sólo sé que no sé nada”, significa tener la mente abierta y no tener miedo a plantearse preguntas incómodas. Y eso no es fácil.
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