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'La patética': Miguel del Arco ajusta cuentas con la homofobia en la Rusia de Putin (y sale regular)
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hasta el 22 de junio en el Valle-Inclán

'La patética': Miguel del Arco ajusta cuentas con la homofobia en la Rusia de Putin (y sale regular)

El director de escena y autor de esta obra se basa en la vida de Chaikovski para hablar de las libertades, la muerte y la trascendencia (y la crítica) en un montaje en el que brillan Francisco Reyes y Jesús Noguero

Foto: Israel Elejalde como un afamado director de orquesta. (BSP)
Israel Elejalde como un afamado director de orquesta. (BSP)

Una nueva obra de teatro de Miguel del Arco siempre es un acontecimiento. Es uno de los directores de escena más importantes de nuestro país. Además, si viene acompañada por un reparto protagonizado por Israel Elejalde, uno de sus actores fetiche, -es también una producción de su compañía Teatro Kamikaze- el acontecimiento se convierte casi en un hito. Así, el teatro Valle-Inclán, del Centro Dramático Nacional, estaba lleno el día de su estreno para ver La patética, el nuevo montaje de Del Arco -también autor del texto- que aprovecha parte de la vida y obra del compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski para hablar de la muerte y la trascendencia (y la crítica), pero sobre todo, para ajustar cuentas contra la homofobia en todo el mundo (y darle unas cuantas bofetadas, de paso, también a Putin). El resultado, sin embargo, patina, se desinfla y el aplauso final se vuelve tímido y casi, casi de compromiso.

Se inicia el montaje sobre un escenario sobrio, tecnológico y grisáceo, con plataformas, con escaleras que aparecerán de las paredes como cubos de Lego. Esa escenografía moderna que ahora se lleva tanto para los montajes (potentes y con presupuesto) contemporáneos. Vemos a Elejalde como Pedro Berriel, un afamado director de orquesta español de 53 años, y a Jesús Noguero como el fantasma de Chaikovski. Están inmersos en la grabación de La Patética, la famosísima 6ª sinfonía del ruso, estrenada el 6 de noviembre de 1893. Nueve días después moriría el compositor. A los 53 años. Se dijo que por el cólera. También se dice que se suicidó por el sufrimiento que tuvo siempre al no poder revelar su verdadera orientación sexual.

placeholder Elejalde y Jesús Noguero empastan muy bien como pareja teatral en este montaje. (BSP)
Elejalde y Jesús Noguero empastan muy bien como pareja teatral en este montaje. (BSP)

Los dos actores, y los dos personajes, son los encargados de llevar todo el peso del montaje. Y los dos se compenetran de forma fantástica. Empieza algo confusa su relación, pero después se centra y se engrandece. Noguero hace una réplica estupenda a Elejalde quien podría pensarse hasta como un trasunto del propio Del Arco. Esta pareja teatral es uno de los puntos a favor de la obra.

También lo es Francisco Reyes como el crítico musical (y el cirujano). Son papeles cómicos que provocan la carcajada en el público. Reyes es ácido, irónico, soberbio. Y está soberbio. Este podría ser el primer ajuste de cuentas de Del Arco: los críticos como seres excesivos, presuntuosos, altaneros, endiosados, pedantes y fatuos. Aquí está tirada con mucha gracia. También la que se hace del médico deshumanizado y que Reyes vuelve a dibujar con muchísimo desparpajo. Este actor nos hace la obra muchísimo más digerible.

Francisco Reyes como el crítico musical es ácido, irónico, soberbio. Es de lo mejor de la obra

Porque no es esto una comedia sino un drama profundo que nos habla mucho de la enfermedad, la muerte y el sufrimiento por ser uno como es. El personaje de Berriel pronto es desahuciado y debe enfrentarse a sus fantasmas, su profesión, su ego, sus ganas de pasar a la historia y alcanzar la gloria… y cómo ha vivido su propia homosexualidad durante toda su vida. Ante él se abren también preguntas de cariz identitario, fiel reflejo del mundo en el que vivimos (y pilar en el que parece asentarse el montaje): ¿Es un músico? ¿Es homosexual? ¿Es un músico homosexual? ¿Tiene que hacer bandera de su sexualidad? ¿Hay que aparecer en la lista de los 100 gays más influyentes? ¿Han cambiado los tiempos desde que Chaikovski tuvo que ocultar su orientación sexual? Una diría que sí, aunque es obvio que en Rusia, no.

Las formas que utiliza Del Arco para presentarnos todo esto son varias. Una, el novio de Berriel, Jon, interpretado por Jimmy Castro. Pese a los intentos, caricias y abrazos -y una escena de sexo un tanto ortopédica- no empasta del todo bien esta relación que a veces parece mucho más fría de lo que a priori debería ser. Un piquito y gracias.

placeholder A la derecha Francisco Reyes como el crítico musical. (BSP)
A la derecha Francisco Reyes como el crítico musical. (BSP)

Dos: la Rusia de Putin. Berriel recibe una invitación del Concurso Internacional Chaikovski para dirigir La Patética en Moscú durante la gala de clausura que estará presidida por Putin. Son los tiempos actuales y el director finalmente decide acudir. Hasta que llegan -y tardan mucho en llegar- se recuerdan varias escenas que reflejan bien la homofobia del régimen ruso y cómo se persigue allí a las personas LGTBI+. Juan Paños interpreta a un Putin (con un discurso real) de una manera muy caricaturesca que despierta la sonrisa del espectador…, pero que en conjunto queda un tanto gruesa. La comicidad con los acentos autoritarios ya nos la sabemos. La escena la salva, de nuevo, Francisco Reyes como el traductor.

Tres: la homofobia en la familia y los amigos. Inma Cuevas, que es la única actriz de toda la obra, interpreta distintos papeles y, entre ellos, a la madre de Berriel. Y defiende muy bien su personaje, muy sensato. Paños es, esta vez, el padre, uno de esos hombres trabajador de sol a sol para darle lo mejor a sus hijos, pero de mentalidad cerrada con respecto a la homosexualidad aunque luego también se emociona con los éxitos. ¿Otro ajuste de cuentas de Del Arco? ¿Estamos hablando del pasado de este país o es este también el presente?

placeholder Los amigos del barrio: como la Velvet pero en Carabanchel. (BSP)
Los amigos del barrio: como la Velvet pero en Carabanchel. (BSP)

Los amigos son chicos de barrio salidos de una película cheli de los años ochenta, pero con maquillaje del Nueva York de la Velvet Underground. Mucha droga (pero no heroína) y otra vez el asunto de la homofobia con esa delgada línea en la que el mejor amigo es muy hetero, pero se siente atraído por el amigo homosexual (rozando bien ahí el tópico).

Todas estas escenas van pasando unas detrás de otras entre que el protagonista se muere y no se muere. También hay algún número musical de carácter felliniano, otros pasajes sobre la gloria, la muerte, la trascendencia…, pero hay que ir terminando esta reseña y no pueden entrar todas.

La Patética tiene aciertos, los actores son de relumbrón y defienden sus papeles con sus mejores armas, pero el texto se desangra y se muere. No se sabe si por muerte natural... o es un suicidio.

Una nueva obra de teatro de Miguel del Arco siempre es un acontecimiento. Es uno de los directores de escena más importantes de nuestro país. Además, si viene acompañada por un reparto protagonizado por Israel Elejalde, uno de sus actores fetiche, -es también una producción de su compañía Teatro Kamikaze- el acontecimiento se convierte casi en un hito. Así, el teatro Valle-Inclán, del Centro Dramático Nacional, estaba lleno el día de su estreno para ver La patética, el nuevo montaje de Del Arco -también autor del texto- que aprovecha parte de la vida y obra del compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski para hablar de la muerte y la trascendencia (y la crítica), pero sobre todo, para ajustar cuentas contra la homofobia en todo el mundo (y darle unas cuantas bofetadas, de paso, también a Putin). El resultado, sin embargo, patina, se desinfla y el aplauso final se vuelve tímido y casi, casi de compromiso.

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