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Joaquín Sabina, ante su gran despedida: los cuatro evangelios del adiós
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en mayo llegan sus conciertos a España

Joaquín Sabina, ante su gran despedida: los cuatro evangelios del adiós

Al músico le siguen apóstoles que creen haber presenciado milagros, canciones que curan, versos que salvan, rimas que confiesan pecados. Para este reportaje hablamos con todos los que trabajan (o trabajaron) en su proceso creativo

Foto: Joaquín Sabina en una foto promocional proporcionada por su discográfica. (SONY MUSIC)
Joaquín Sabina en una foto promocional proporcionada por su discográfica. (SONY MUSIC)

Joaquín Sabina acaba de llegar a las islas Canarias para dar comienzo a su gira de despedida. Tras Las Palmas llegarán Tenerife (3), Málaga (9 y 11), Madrid (19), el Royal Albert Hall de Londres (22) y el L'Olympia en París (25). Al menos en lo que a mayo se refiere. Continuarán junio y julio y un agosto descansado para retomar en septiembre el tour Hola y adiós cada noche hasta el 30 de noviembre en la capital española, donde se producirá el “adiós” definitivo.

“Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden” (Lucas 1:1-4). La historia de Jesucristo llega a través de los Evangelios, y la de Joaquín Sabina, por sus músicos, compositores, escritores y productores. Aunque no conviene caer en comparaciones celestiales, cierto es que a Sabina le siguen apóstoles que creen haber presenciado milagros, canciones que curan, versos que salvan, rimas que confiesan pecados. Y cuatro son los evangelios de este Sabina —composición, producción, feminidad y legado—, narrados por Leiva, Antonio García de Diego, Mara Barros, Pancho Varona, Laura Gómez Palma, Jaime Asúa y Alejo Stivel.

Composición (Mateo)

Luis Aragonés, un hombre de fe, decía que Dios era “justísimo”. Pero los santos no cuentan sus milagros: ganar, ganar, ganar y volver a ganar. “No me habléis de resistir, es mi Atleti de Madrid. No me vengan con lamentos, habla de sobrevivir”, cantan Joaquín Sabina y Leiva en Partido a partido.

Sabina no es del Atlético de Madrid por cuna ni por su padre, ni siquiera es futbolero. Es del Atleti por conciencia de clase, por el Manzanares, por sus músicos, por el rock and roll, por representar a “los pobres y los marginados, los desesperados”. No soñaba con ser futbolista, sino torero como Manolete, pero terminó siendo cantante, dice, por cobardía. Sin embargo, su valentía para desnudar el alma en sus canciones ha encontrado eco en Leiva, quien transforma la admiración en camaradería: “Trabajar con Joaquín es hermoso e inspirador siempre. Implica cierto caos, pero todo acaba ensamblándose por su genialidad”, declara Leiva para El Confidencial y así describir la composición como un proceso libre: “La composición se cocina casi siempre entre Joaquín, Benjamín Prado y yo. No hay tiempos de entrega, ni planes. Vamos buscando y escribiendo hasta que tenemos algo que realmente nos conmueve. Da igual si transcurren meses o años. Son procesos muy alejados de la solemnidad y donde las risas mandan. No puede ser sufrido porque sale huyendo rápido”.

Leiva: "Trabajar con Joaquín es hermoso e inspirador siempre. Implica cierto caos, pero todo acaba ensamblándose por su genialidad"

Esta dinámica permite –cuenta Leiva– desechar ideas sin que el ego interfiera. “Si existe una máxima clave entre nosotros es tener la libertad de incomodarnos en el proceso de creación. Cuando algo es flojo, se levanta la mano. Si él cree en una palabra, va a matar por ella, pero si hay algo que yo no veo claro, lo cambia. Es muy generoso y confiado en ese sentido. No existe el ego entre nosotros, tampoco la autocensura. El proceso es libre y todo puede suceder en cualquier momento”. Esa complicidad brilla en la mencionada Partido a partido, donde logró “activar” a Sabina. “La cosa agarra mucha velocidad cuando se ilusiona, realmente ese es el combustible y el punto de inflexión de todo. Cuando está enchufado vamos a todo trapo, y cuando no, hay que ir poniéndole cebos. Esa es mi verdadera misión en realidad. Grabar y producir es solo disfrute. A menudo caigo por su casa a tomar algo y siempre le dejo algunos hilos y melodías de las que tirar. Benja en esto es totalmente clave también”.

En el verano de 2016, Rota se convirtió en el epicentro creativo de Sabina, Leiva y Benjamín Prado. Entre tragos y charlas gestaron Lo niego todo, un disco que, lejos de ser un epílogo, se siente como un nuevo comienzo. “Si no lo cuentas es como si no hubiera pasado. O sólo habrá ocurrido para los que estaban allí, de puertas hacia dentro”, escribe Prado en el libro Incluso la verdad, donde él y Sabina abren la cocina, revelando el cómo y el porqué de cada verso. Pero ¿qué impulsa a Sabina a componer? Algunas veces, él mismo se recuerda a alguien; otras, se trata de un personaje inventado. ¿Ha hecho Sabina canciones para ser quien no podía ser? “Todo el mundo ha hecho canciones para ser quien no era”, declaraba Sabina a este autor. “Cualquiera que escriba, lo que hace es inventar una vida que hubiera querido vivir, ¿no?, como pasa en La del pirata cojo. Hablo de la vida de un idiota con bombín que dice llamarse como yo”.

placeholder Sabina, Leiva y Benjamín Prado. (SONY MUSIC)
Sabina, Leiva y Benjamín Prado. (SONY MUSIC)

Jaime Asúa, colaborador desde los 80, completa este relato: “Normalmente yo le enseñaba canciones compuestas para él, con melodías tarareadas o letras aleatorias que utilizaba como plantilla para rehacer todo el texto. Pero también he compuesto música y melodía sobre un texto previamente escrito. Joaquín siempre ha sido un tipo muy creativo e inquieto, y en cualquier momento del proceso puede aparecer con una letra nueva o con cambios y mejoras de una letra ya grabada”, cuenta Jaime para este medio. Para él, la música es el primer milagro: “Prefiero empezar siempre por la música y la melodía. Entiendo que la letra es una pieza fundamental, aunque reconozco que puedo disculpar una letra banal si la música me gusta; pero si un gran poema va acompañado de una mala música, prefiero leerlo”.

Producción (Juan)

Antonio García de Diego, guitarrista, productor y cómplice, llegó a Sabina tras un dilema bíblico. Asentado con Víctor Manuel y Ana Belén, enfrentó una elección: quedarse en lo conocido o aventurarse con Sabina. “Estaba llorando porque sabía que tenía que elegir. Era muy desgarrador”, confiesa por teléfono, recordando los ensayos de Mucho más que dos en Gijón, donde tocaba el piano en A la sombra de un león. Como los discípulos que dejan sus redes, Antonio eligió a Sabina por “proyección musical”, sumándose a un repertorio de rancheras, boleros, rumbas y rock.

En el estudio, García de Diego es un artesano de milagros sonoros. “Me emociona mucho ver crecer las canciones”, dice, comparando el proceso con un acto de fe. No siempre aciertan: en Contigo, él y Pancho Varona probaron un arreglo “medio rock” que no capturó su esencia poética. Pero cuando la inspiración llega —como el steel guitar inspirado en los Flying Burrito Brothers que elevó Contigo o cuando Con la frente marchita, que creció de un boceto a una pieza redonda— se emociona. “Esos son regalos que te dan las canciones. La música me toca tanto por dentro que duele. Pienso en notas más que en textos, solfeando incluso mientras toco”. Su rol no es escribir las escrituras —“normalmente escribimos para Joaquín”, aclara—, sino darles vida, como un evangelista que interpreta las palabras de un profeta.

Tras la mezcla, recorrieron la Castellana a las cuatro de la mañana en un descapotable, con el disco a todo volumen y Sabina puesto en pie

Alejo Stivel, productor de 19 días y 500 noches, llegó sin ser fan incondicional. “Solo conocía los grandes éxitos que sonaban en la radio, como Calle Melancolía o Princesa. Mis gustos tiraban más al rock”, declara el argentino. Su perspectiva externa le permitió proponer un sonido orgánico, rompiendo con producciones previas de Sabina, marcadas por guitarras procesadas y una voz maquillada. “Quería que sonara como en su casa, con la voz cerca del micrófono y sin artificios”, explica. El proceso fue un desafío: Sabina, incapaz de dar por terminado el disco, seguía componiendo y ajustando letras incluso con las bases grabadas en Madrid. En los estudios El Cortijo de Málaga, grabaron las voces, y el material creció hasta casi un disco doble, idea que la discográfica (BMG Music), preocupada por lo comercial, rechazó. Stivel y Sabina cedieron, seleccionando canciones para un álbum sencillo, temiendo que la compañía saboteara el proyecto. En una cena, Stivel hizo que Sabina firmara una servilleta cediendo el control tras un año de trabajo.

Stivel también compuso para dos canciones que en realidad eran una: Cerrado por derribo y Nos sobran los motivos, esta última adaptada con referencias argentinas. La culminación fue vibrante: tras la mezcla, recorrieron la Castellana a las cuatro de la mañana en un descapotable, con el disco a todo volumen y Sabina puesto en pie, como un predicador celebrando su última misa. “El legado no es su personaje, sino sus canciones”.

Feminidad (Lucas)

En el Evangelio de Lucas, la figura femenina resplandece con una humanidad cálida y cercana, un eco de compasión y fortaleza que trasciende lo divino para anclarse en lo terrenal. María, Isabel, Ana la Profetisa: mujeres que no solo acompañan, sino que sostienen y dan sentido a la narrativa sagrada. En la obra de Sabina, esta feminidad reverbera con una intensidad similar. Laura Gómez Palma, bajista de su banda, lo expresa así para El Confidencial: “En el universo Sabina, la figura de la mujer ocupa un lugar primordial. Es obvio que él siempre ha tenido una gran adoración por la figura femenina, por las mujeres”. Sus palabras no solo confirman la centralidad de lo femenino en la obra del cantautor, sino que reflejan cómo esta presencia se materializa en cada acorde, en cada verso, en cada escenario donde la voz femenina no es un mero fondo precisamente.

placeholder Sabina, risueño. (SONY MUSIC)
Sabina, risueño. (SONY MUSIC)

Mara Barros profundiza en esta idea al describir su rol: “La voz femenina que acompaña a Joaquín está muy presente, no es una corista al uso que hace fondos por detrás. Le acompaña en varios fraseos, especialmente en el estribillo, y hay canciones que son enteras a dúo”. Este acompañamiento no es casual; piensa la entrevistada que es una elección deliberada que eleva a la mujer a un plano de igualdad sonora y emocional. Canciones como Contigo, Y sin embargo o Un último vals —dedicada a su pareja Jimena Coronado— son testimonios de una devoción que trasciende lo artístico para convertirse en un homenaje. Mara subraya aquí la generosidad de Sabina: “Es el artista más generoso con el que he trabajado, me da muchísimo espacio en el escenario”. En este gesto, Sabina no solo ensalza a la mujer, sino que la invita a compartir el protagonismo, como Lucas exalta a María en su Magníficat.

Mara Barros: "La voz femenina que acompaña a Joaquín está muy presente, no es una corista al uso que hace fondos"

La conexión con el Evangelio de Lucas se hace aún más evidente en la forma en que Sabina y sus músicas encarnan una sensibilidad que no solo observa, sino que siente. Laura, al hablar de su experiencia tocando con él, confiesa: “Intento no pensar las canciones, sino sentirlas, sobre todo con alguien que toca la fibra tan fácilmente como Joaquín”. Desde Rocío y Carmela, sus hijas, hasta las amantes de 19 días y 500 noches, Sabina retrata a la mujer con un respeto que Laura percibe en su trato cotidiano: “Es la persona más respetuosa y en muchos aspectos yo puedo decirte que es el mejor trabajo que he tenido en mi vida”.

El escenario de Sabina, como el texto de Lucas, es un espacio donde lo femenino no solo existe, sino que transforma. Mara, al reflexionar sobre su papel, destaca la dualidad de cantar “para” y “con” Joaquín, una dinámica que refleja la convivencia entre servicio y complicidad. “Canto con él, como la fan absoluta de Joaquín Sabina que soy”, cuenta. Como en el Evangelio de Lucas, donde las mujeres no son meras testigos, sino portadoras de la buena nueva, en Sabina la mujer es musa, compañera y, sobre todo, coprotagonista de una historia que no sería la misma sin su voz.

Legado (Marcos)

Pancho Varona, desde Madrid tras volver de República Dominicana, habla para El Confidencial sobre componer como un acto de fe: “Es un acto de autocomplacencia. Hacer una canción es demostrarte a ti mismo hasta dónde puedes llegar con una guitarra, un bolígrafo, un papel”. Su relación con Sabina, como la de Mateo y Pablo escribiendo epístolas, es una de amor, derrota, humor y vida.

Varona fue más que un músico: fue un coautor esencial, un apóstol que ayudó a escribir el evangelio sabinero. Con Sabina, un “gigante” cuya sombra es alargada, luchó contra la autocrítica: “Todo lo que yo escribía me parecía una mierda a su lado”. En los 90, recuerda, crearon con valentía: “Éramos valientes, descarados, no pensábamos en el qué dirán”. Balada de Tolito, su primera colaboración, nació de una melodía juvenil de Varona adaptada a la poesía de Sabina, un rayo divino que marcó el inicio de una hermandad creativa. Canciones como Y sin embargo o Peces de ciudad llevan su huella.

Pancho Varona: "Éramos valientes, descarados, no pensábamos en el qué dirán"

Varona piensa en aquellos años como una revelación. Las noches sin dormir, buscando “la palabra soñada”, eran un ritual sagrado. “Trabajar con Joaquín era un aprendizaje constante, pero también una lucha. Su genialidad te empujaba a dar más, a no conformarte”, explica. Incluso en los momentos de duda, la libertad era su evangelio: podían arriesgar, experimentar, equivocarse. Esa valentía dio frutos en discos como Física y química o Esta boca es mía.

Hoy, la fe de Pancho Varona permanece inquebrantable: “Joaquín es un genio absoluto, y sus canciones no se irán en muchos años”. El camino de Pancho ahora es más solitario, pero no menos devoto. Sigue componiendo, llevando consigo las lecciones aprendidas. “El legado de Joaquín no es solo suyo; es de todos los que estuvimos a su lado, los que pusimos nuestro corazón en esas canciones”.

Epílogo

Joaquín Sabina se despide del público argentino sentado sobre una banqueta haciendo una reverencia, quitándose el sombrero. “Hasta ahora, el concierto era 'hola'... Ahora se va acercando mucho el adiós...”, dice agradecido. El público, que ha agotado las entradas, se pone en pie con la mano en el pecho, como si del himno nacional se tratase. Aunque Sabina tiene a la vista el teleprónter, mira a su público, a las “porteñas de ojos tristes” que lloran escuchándole cantar Contigo. Se hace de noche en el escenario. Mañana será otro día.

placeholder Sabina... más cerca del adiós que del hola. (SONY MUSIC)
Sabina... más cerca del adiós que del hola. (SONY MUSIC)

Sabina no es santo, ni buen católico —“suspenso en religión”, canta en La del pirata cojo—, pero su evangelio, narrado por sus fieles, perdura. Como dice en A mis cuarenta y diez, “el cura que ha de darme la extremaunción es todavía un monaguillo”. Y las canciones, como los milagros, no se explican: se creen.

Joaquín Sabina acaba de llegar a las islas Canarias para dar comienzo a su gira de despedida. Tras Las Palmas llegarán Tenerife (3), Málaga (9 y 11), Madrid (19), el Royal Albert Hall de Londres (22) y el L'Olympia en París (25). Al menos en lo que a mayo se refiere. Continuarán junio y julio y un agosto descansado para retomar en septiembre el tour Hola y adiós cada noche hasta el 30 de noviembre en la capital española, donde se producirá el “adiós” definitivo.

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