¿Qué hizo la gente sin memes ni televisión? Puso la radio, paseó durante horas y leyó
Ayer el móvil, la televisión… eran objetos inútiles. Y eso hacía muchos años que no ocurría. Por lo menos quince. Todos volvimos a entretenernos con lo de antes
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En todas las películas y series sobre grandes apagones, la gente se pone nerviosa enseguida, comienza a proveerse de grandes cantidades de agua, de latas de comida, de pilas y de velas. Los supermercados se vacían. Las carreteras se colapsan con coches chocando unos con otros. El tráfico aéreo y marítimo explosionan. Y la gente se abraza mucho y llora mucho y tiene mucho miedo. Eso ocurre a los diez minutos.
La vida real es, ciertamente, mucho más aburrida, aunque también da lugar para multitud de anécdotas. Ayer fueron muchas las personas que caminaron durante horas para regresar a sus casas; otros tuvieron que dormir en estaciones de tren y hubo los que fueron desalojados de los convoyes en medio de la nada; también los que se quedaron angustiosamente encerrados en ascensores. O los que estuvieron unas cuantas horas en las carreteras atascados. Y en los hospitales se tuvo que trabajar con muchísima diligencia para que ningún paciente se viera seriamente perjudicado. Y, finalmente, a nadie le hacía nada de gracia que cayera la noche y todo estuviera completamente a oscuras.
Pero, aparte de estas incidencias, para muchas personas el día consistió en estar pegados a la radio -sin conexión digital-, en darse un buen paseo o, incluso, leer. Son tres aspectos que facilitaban el hecho de que se hubieran caído las comunicaciones, cosa que no ocurrió durante la pandemia. Ayer no podía haber memes. Ayer mucha gente no podía entrar en las redes sociales para comentar lo que fuera porque no había conexión. Ayer no se podía ver ni una serie ni una película ni nada para entretenerse. Ayer el móvil, la televisión… eran objetos inútiles. Y eso hacía muchos años que no ocurría. Por lo menos quince.
Comprobamos que hay quien tiene transistores como supimos que hay quien tiene esquíes en su casa cuando ocurrió Filomena
Sin móvil ni internet -y sin una preocupación excesiva por alguien cercano- la gente decidió salir a la calle. Más aún cuando los niños habían sido recogidos a toda prisa de los colegios. En Madrid zonas como Madrid Río estaban a reventar. Hubo quien se acordó de los tiempos de los paseos de la pandemia cuando nos desconfinaron. Aquellas riadas y riadas de personas que no teníamos mucho más que hacer. Los paseantes vieron a otras tantas personas apostadas en las paradas de autobús (aunque no venía nada ni nadie); vieron pasar los coches de la policía, los bomberos…, y vieron como otros acudían a los supermercados aunque sin mucho afán porque ni las cajas ni los datáfonos funcionaban. Era una situación también extraña: rara, porque era evidente que nada era normal, pero no alarmante. Sí surrealista: cuando se empezó a recuperar la luz hubo quien aplaudió a los semáforos al verlos ponerse en rojo, ámbar y verde. Las personas y nuestra capacidad para humanizar lo inanimado.
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Otros se acordaron de la radio, pero evidentemente no podía ser la del móvil ni la del portátil. Hubo quien se bajó al coche a escucharla. Y comprobamos que hay quien tiene transistores como supimos que hay quien tiene esquíes en su casa cuando ocurrió Filomena. Y hasta palas. Qué no tiene la gente en sus trasteros. Poner la radio ayer era una algarabía. Un viaje a otra época, pero que sigue siendo la nuestra. Porque hay algo que nunca cambia: la exigencia de la información ante la incertidumbre y el trabajo ayer de los compañeros de la radio fue espectacular.
Y quedaron los libros porque qué hacer cuando ya no puedes escrolear sin parar. Qué hacer cuando no se puede entrar en Instagram, TikTok, X.com, Facebook, YouTube o cualquier tipo de aplicación. Qué hacer cuando no puedes ponerte la televisión para el programa vespertino de turno, la serie de sobremesa ni para entrar en ninguna plataforma. “Nos dijeron en el trabajo que volviéramos a casa así que por la tarde me cogí un libro y al sofá”; “Estaba teletrabajando cuando todo se cayó y pensé que era yo, pero luego me enteré que era en toda España… Intenté reiniciar varias veces, pero al no conseguirlo, me fui al sofá y cogí un libro”; “Yo voy a llegar a casa y no tengo nada que hacer así que me pondré a leer”. “He estado hasta las diez de la noche sin conexión. Me cogí un libro”. Son testimonios reales de mensajes de WhatsApp recibidos (hubo quienes tuvimos la suerte de contar con wifi durante muchas horas).
"Nos dijeron en el trabajo que volviéramos a casa así que por la tarde me cogí un libro y al sofá"
No hay forma de analizar los datos lectores del día del apagón porque nadie lleva un chip (de momento) que nos mida esta afición. Teniendo en cuenta los datos del hábito lector de nuestro país -hasta un 35% no coge un libro nunca- quizá fueron románticos de la lectura los que lo vieron como un buen pasatiempo. Pero quizá el apagón rascó algo entre ese 35%. Sería otra buena noticia del fin del mundo.
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