Cesare Pavese, el escritor que se mató para que los demás aprendiéramos a vivir
Pierre Adrian ha recorrido los lugares y la vida del autor italiano, y el resultado es 'Hotel Roma' (Tusquets) un libro maravilloso, un delicioso ejercicio literario e intelectual
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"El vicio absurdo", lo llamaba él. El suicidio fue una obsesión que persiguió siempre a Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo 1908, Turín 1950). Ya siendo adolescente, uno de sus compañeros de instituto se descerrajó un tiro en la sien junto a un árbol, lo que le dejó hipnotizado. “Me has dado el ejemplo y me esperas”, escribió entonces.
El domingo 27 de agosto de 1950, con 42 años, Pavese se quitó la vida. El escritor se había pasado toda la vida fantaseando con el ‘vicio absurdo’, con aún más fuerza en sus últimos meses de existencia. En su diario, que empezó a escribir en 1935 cuando tenía 27 años, que mantuvo hasta su muerte 15 años después y que se publicó de manera póstuma bajo el título
La ciudad de Turín estaba aquel verano desierta, el calor era asfixiante. Pavese, que detestaba viajar y detestaba el mar, había pasado unos días en Bocca di Magra, una localidad costera de Liguria. A su regreso a Turín, en lugar de instalarse en el piso que compartía con su hermana, optó por irse a un hotel. No sabía freír un huevo ni plancharse una camisa, y como su hermana aún seguía de vacaciones, decidió tomar una habitación individual, con media pensión, en el Hotel Roma de Turín, situado a unos 15 minutos andando de su casa, junto a la estación ferroviaria.
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Le dieron la habitación número 47. Y fue allí donde el domingo 27 de agosto de 1950, alrededor de las 20.30 horas, le encontraron muerto. El escritor llevaba desde el día anterior sin dar señales de vida, así que un conserje decidió entrar en su estancia. Halló a Pavese tumbado en la cama, en mangas de camisa, con el cuerpo inerte, sin zapatos ni chaqueta, junto a siete paquetes de cigarrillos y unas doce cajas de somníferos vacías. En la primera página de
Pavese escribió unas palabras con bolígrafo negro, con su letra pulcra y firme: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No chismorreéis mucho”.
Casi 75 años después de su muerte, Cesare Pavese sigue ejerciendo una gigantesca fascinación. “Si dejamos de lado al gran novelista y cuentista que fue, al poeta desgarrador que en apenas 15 años creó una de las obras más bellas del siglo XX italiano, creo que Pavese todavía fascina porque es un escritor generacional. A menudo lo leemos a una determinada edad y encontramos en él las preguntas propias de un determinado período de la vida: la juventud frente a la edad adulta. De hecho, sin El oficio de vivir, un diario existencial, y sin el suicidio que proyecta una sombra definitiva sobre su vida, quizá Pavese no sería tan fascinante más de 70 años después de su muerte”.
El domingo 27 de agosto de 1950, con 42 años, se quitó la vida. El escritor se había pasado toda la vida fantaseando con el ‘vicio absurdo’
Quien así habla es el escritor francés Pierre Adrian, un pavesiano de los pies a la cabeza. Tal es su devoción por el autor italiano que recientemente emprendió un viaje siguiendo las huellas de Pavese, en busca de su rastro. Un viaje que le ha llevado a hablar con expertos, con algunos de los amigos del escritor que aún siguen vivos, a viajar a Turín, a visitar la localidad en la que nació Pavese; a trasladarse a Brancaleone, la localidad calabresa en la que estuvo confinado durante 7 meses en 1935 como castigo por aceptar recibir cartas comprometedoras dirijas a Tina Pizzardo, una amiga comunista; a recrear cómo fue el último verano del autor… Pierre Adrian ha recorrido los lugares y la vida de Cesare Pavese, y el resultado es
“Al escribir Hotel Roma aprendí a conocer al amigo que Pavese era para tanta gente. Ciertamente, era un hombre taciturno y solitario, decepcionado amorosamente, con complejos, pero estaba rodeado de amigos a los que él, a su manera, ayudaba a vivir. Y también yo, al leerlo, al escribir sobre él, lo convertí en un amigo, en un compañero de viaje. Es sorprendente cómo algunas personas consiguen transmitir lo que han perdido. Pavese nos enseña cómo vivir, cómo estar en el mundo, mientras él pasó su vida desprendiéndose de la misma, hasta su suicidio el 27 de agosto de 1950”, señala Pierre Adrian.
“Cesare Pavese se quitó la vida para que nosotros aprendiéramos a vivir”, sentenció Italo Calvino, una frase memorable que Nani Moretti retoma en El sol del porvenir, su última película.
"Pavese nos enseña cómo vivir, cómo estar en el mundo, mientras él pasó su vida desprendiéndose de la misma"
Pavese fue un hombre triste, melancólico, callado, de pocas palabras. Dicen que era feo, que vivió siempre acomplejado, que sus desengaños amorosos lo convirtieron en un misógino. Lo que está claro es que siempre estuvo al margen, arrastrando un perpetuo sentimiento de fracaso. Era profundamente pesimista. Y todo eso culminó el 27 de agosto de 1950, cuando se quitó la vida en el Hotel Roma en Turín.
Unos días antes estuvo en la playa de Bocca di Magra, y allí habría empezado la cuenta atrás. “Le había dado la vuelta al reloj de arena y solo quedaba arena para tres semanas”, sostiene Pierre Adrian, para quien lo más violento de la triste vida de Pavese no fue su muerte solitaria. “Más brutal aún era su sed de amor, que nunca sació”, escribe en Hotel Roma.
El último enamoramiento de Cesare Pavese, su último naufragio sentimental, tuvo como protagonista a la actriz norteamericana Constance Dowling, Connie. Por un breve periodo de tiempo, esa pasión hizo que se le olvidaran sus pulsiones autodestructivas, el vicio absurdo. Pero, como siempre, la relación terminó mal: en un momento dado, Connie ya no quiso saber nada de Pavese, ni siquiera respondía a sus cartas.
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“¿Puedo decirte, amor, que nunca me he despertado con una mujer a mi lado, que cuando amé nunca me tomaron en serio, y que ignoro la mirada de reconocimiento que una mujer dirige a un hombre?”, le decía Pavese a Connie en la última carta que le escribió. A ella están dedicados los once poemas de
Ese nuevo fracaso pudo adelantar el suicidio del escritor, pero según Pierre Adrian no fue la razón principal que le llevó a quitarse la vida. “Pavese llevaba en sí el suicidio como una maldición. El suicidio le pertenecía como le pertenecían la pipa y las gafas”, sostiene.
"¿Puedo decirte, amor, que nunca me he despertado con una mujer a mi lado, que cuando amé nunca me tomaron en serio?"
El 18 de agosto de 1950, Pavese escribió las últimas palabras en su diario: “Todo esto me da asco. Palabras no. Un gesto. No escribiré más”. Ya antes, el 16 de agosto, registró: “He cumplido con mi papel público, he hecho lo que he podido, He trabajado. He dado poesía a los hombres. He compartido la pena de muchos”.
Hay muchas cosas sobre Cesare Pavese que desconocemos, y que ya nunca se sabrán. “A mí me hubiera gustado escuchar su voz. No tenemos ninguna grabación de vídeo o audio de Pavese. Me hubiera gustado escucharle recitar uno de sus poemas”, concluye el autor de Hotel Roma.
"El vicio absurdo", lo llamaba él. El suicidio fue una obsesión que persiguió siempre a Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo 1908, Turín 1950). Ya siendo adolescente, uno de sus compañeros de instituto se descerrajó un tiro en la sien junto a un árbol, lo que le dejó hipnotizado. “Me has dado el ejemplo y me esperas”, escribió entonces.