Fabio Marchese, buen conocedor del Papa: "Francisco dijo que el futuro de la Iglesia está en Asia"

El periodista italiano Fabio Marchese Ragona tuvo varios encuentros con el papa Francisco que dieron lugar al libro Vida. Mi historia a través de la Historia, publicado en España por HarperCollins en 2024. En él, el pontífice contaba todos sus recuerdos incluso desde el estallido de la II Guerra Mundial, en 1939, cuando contaba solo con tres años. A partir de ahí iba intercalando los acontecimientos de su vida con los de la Historia en mayúsculas. Esta no fue la única entrevista que concedió Francisco de esas características. De hecho, fue un papa muy cercano a los escritores, periodistas y a los directores de cine y documentales, que le grabaron de manera muy estrecha. De ahí también la imagen que nos ha dejado. El propio Marchese así lo confesaba: “Nunca un Papa ha concedido tantas entrevistas o ha contado su vida con tal nivel de detalle". Ahora, tras la muerte del pontífice, hemos hablando con él sobre aquella entrevista y los deseos futuros de Francisco.

PREGUNTA. ¿Cómo era el papa Francisco? ¿Cómo le recuerda?

RESPUESTA. Un hombre bueno, de gran fe, de gran humanidad, una persona que nunca olvidó sus orígenes y que no cambió de vida, a pesar de haberse convertido en Papa. Un hombre con un gran sentido del humor, siempre dispuesto a sacarte una sonrisa, un hombre de Dios, de profunda fe, que nos deja un legado inmenso: hasta el final ofreció su sufrimiento al Señor por la paz en el mundo. Recuerdo sus lágrimas por los niños de Ucrania: no esperaba que se pusiera a llorar y, sin embargo, también él acabó cediendo a la emoción.

P. ¿Le vio cansado entonces? Él en su libro todavía decía que gozaba de buena salud…

R. La situación empeoró a mediados de diciembre, al regresar del viaje a Córcega. Luego, obviamente, tras casi 40 días de hospitalización, la situación era totalmente distinta. El papa Francisco estaba muy cansado y sufriente. Pero dio lo máximo por los fieles, para estar cerca de la gente y hacerles sentir la caricia de Dios. Cuando trabajamos en el libro, estaba bastante bien, en la medida de lo posible dada su edad. Luego todo cambió a causa de la neumonía. Pero, como he dicho, hasta el último momento quiso entregarse por completo a los fieles.

P. Ha pasado a la historia como un papa “progresista”: ¿cree que modernizó o ayudó a mdernizar la iglesia? Y si lo hizo, ¿en qué?

R. En mi opinión, ayudó a la Iglesia a vivir mejor en la sociedad actual, inmersa en mil cambios y novedades, a un ritmo frenético. También por eso insistía tanto en que la Iglesia fuera para todos, “todos, todos, todos”, una Iglesia que supiera dialogar y acoger incluso a quienes se han sentido diferentes o equivocados. Siguió el Concilio Vaticano II, no hizo nada fuera de lo común, simplemente puso en práctica lo que pidieron los padres conciliares.

P. ¿Cuál es su principal legado?

R. Hasta el último momento quiso una Iglesia pobre para los pobres y supo cambiar la mentalidad de los hombres de Iglesia: basta de mundanidad, basta de privilegios, lo que se necesita es servicio, escucha, misión en las periferias. Su principal legado consiste precisamente en esto: haber marcado una época de profundos cambios en la Iglesia, desde la reforma de la Curia hasta la reforma económica. Y luego, el estilo del Papa, un hombre entre los hombres, porque siempre dijo que el mundo necesita una Iglesia con el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura.

P. ¿Le dijo algo Francisco de quién le gustaría que le sucediera como papa?

R. Nunca hablamos de esto, pero le pregunté si tenía en mente reformar el cónclave permitiendo votar a monjas y laicos, como había escrito algún periódico. Me respondió con su habitual sinceridad: no tengo ninguna intención de reformar el cónclave, todo eso son mentiras. Hablamos, en cambio, de la Iglesia del futuro, y me dijo que la imaginaba tal como lo había predicho Joseph Ratzinger: una Iglesia ciertamente más pequeña, pobre y popular. Pero sin escándalos y cercana a la gente. No una Iglesia insignificante, sino igualmente con autoridad.

"Francisco me dijo con su habitual sinceridad que no tenía ninguna intención de reformar el cónclave, que todo eso eran mentiras"

P.Tras Francisco, ¿la Iglesia podría optar por seguir por la vía progresista de Francisco o cree que optará por algo más conservador?

R. Creo que el papa Francisco ha puesto en marcha unos mecanismos que ya no se podrán detener. No creo que el próximo Papa pueda deshacer lo que Francisco ha comenzado: ciertamente tendrá su propio estilo, pero creo que continuará su labor hacia una Iglesia más cercana a la gente, más espiritual y menos mundana.

P. También se habla de abrir la Iglesia a otros continentes, como ocurrió con Francisco con América Latina. ¿Tenemos que poner el foco en Asia o África?

R. Una vez el papa Francisco le dijo a un cardenal que el futuro de la Iglesia está en Asia. Yo añadiría que también está en África: mientras en Occidente y en los países más industrializados la fe está en crisis y la secularización avanza a un ritmo vertiginoso, en África y Asia se sigue otra dirección. Pensemos en el continente africano: mientras en Europa las iglesias se vacían, en África tienen el problema opuesto, no cuentan con estructuras capaces de acoger a un número cada vez mayor de fieles. La Iglesia no es solo Europa, es mundo. Y en el mundo hay países y continentes que están viviendo una primavera de la Iglesia.

"No creo que el próximo Papa pueda deshacer lo que Francisco ha comenzado: será una Iglesia más cercana, más espiritual y menos mundana"

P. ¿Cuáles son los problemas que tiene ahora la Iglesia católica en el mundo?

R. Sin duda, debe resolverse el problema de los escándalos de pedofilia. El papa Francisco inició un camino de limpieza, y ahora será necesario continuar con esa labor. También está la crisis de vocaciones, especialmente en Occidente: los jóvenes ya no encuentran respuestas ni estímulos en la Iglesia, y a menudo se alejan atraídos por otras cosas, como las nuevas tecnologías. Esto se debe a que la Iglesia, con frecuencia, no logra dialogar con ellos ni hacerse entender. Y luego está la necesidad de responder a las demandas reales y a las peticiones del Pueblo de Dios: por eso Francisco quiso un Sínodo sobre la sinodalidad, para repensar la Iglesia y acoger, desde la base, todas las propuestas de los fieles que piden cambios.