Es noticia
La ansiedad y la angustia y el gran debate actual: ¿medicación, terapia o meditación?
  1. Cultura
extracto

La ansiedad y la angustia y el gran debate actual: ¿medicación, terapia o meditación?

Este es un fragmento de 'Ansiedad. Guía filosófica', del escritor y consejero filosófico Samir Chopra, quien a partir de textos filosóficos insiste en que la ansiedad es una condición inherente del ser humano

Foto: Imagen: iStock/CSA-Printstock/EC.
Imagen: iStock/CSA-Printstock/EC.

¿Puedo "curarme" a mí mismo de mi ansiedad sin "perderme"? Esta pregunta aparentemente absurda captura el sentimiento instintivo que tenemos de que somos unas complejas estructuras físicas, conceptuales y afectivas; un cuerpo, un conjunto de creencias, un complejo de emociones interrelacionadas; cambia tu ansiedad y te cambiarás a ti mismo; no puedes cambiar una cosa sin cambiar todo lo demás, porque yo soy "dueño" de mi ansiedad, como parte de mi propia personalidad distintiva y de mi "estilo"; ella anima cada uno de mis pasos, cada una de mis decisiones. Las personas que toman medicación psiquiátrica descubren con frecuencia que "han desaparecido" ciertas "partes" de su personalidad, lo que las torna irreconocibles para sus amigos y a veces para ellas mismas; esa arma de doble filo puede no ser aceptable para todos. Esta ansiedad, la que me ha llevado a dedicarme a la filosofía y a practicar senderismo y escalada, la que me ha hecho reordenar mi vida desde que nació mi querida hija, desde que decidí contraer el compromiso de una relación para toda la vida con su madre: sin ella, no me reconocería a mí mismo. Mi ansiedad representa mi existencia en este mundo, un aspecto distintivo y singular; mi ansiedad es lo que hace de mi "estar-en-el-mundo" aquello que singularmente es.

Pero si la angustia y la ansiedad son una parte de la existencia y si jamás podemos librarnos de ellas, ¿por qué no ser entonces clementes y usar simplemente la medicación psiquiátrica para terminar con el dolor? ¿Qué se pierde en la prescripción de medicación para la ansiedad y otros trastornos psicológicos? El más antiguo argumento en contra de la medicación es que al tomarla se impide el abordaje de cualesquiera problemas que estén causando la ansiedad, que bloquea la propia introspección promocionada en estas páginas. Ahora bien, la sugerencia de que deberíamos "relajarnos y capear nuestra ansiedad" puede antojarse ofensiva y mal encauzada, no suficientemente sensible al sufrimiento experimentado por quienes sí toman los medicamentos o consideran sus ataques de ansiedad las experiencias más aterradoras de sus vidas. Yo no deseo trivializar el agudo sufrimiento de quienes padecen trastornos psicológicos de ansiedad, idealizarla, convertirme en un poeta suyo, ofreciendo descripciones líricas de dolorosas patologías desde una segura atalaya. No obstante, incluso aquellos que buscan medicación y hallan alivio necesitarán reflexionar sobre la ansiedad existencial que permanecerá y continuará apuntalando los temores que crearán los pasajes de la vida. La ansiedad es la más plebeya de todas las cosas, el espíritu viviente de lo que supone ser humano. Deberíamos tratarla y vivir con ella en consecuencia.

La sugerencia de que deberíamos "relajarnos y capear nuestra ansiedad" puede ser ofensiva

A veces, la medicación psiquiátrica podría ser necesaria para hacer manejable el trabajo con la ansiedad; en ocasiones la medicación puede permitirnos abordar los "problemas psicológicos" que han adquirido ahora una definición y un contorno más claros. Ahora bien, todavía no he oído a nadie decir que la medicación lo curó de su ansiedad, pese a volverla más soportable haciéndolo incluso "funcional", aunque sin un "alto rendimiento". Un ansiolítico es "efectivo" si quienes lo toman no quedan incapacitados y pueden realizar esas tareas esenciales (personales o profesionales) que requieren su atención y su trabajo. Se han reintegrado en su familia y en la sociedad, y vuelven a ser funcionales.

placeholder 'Ansiedad. Una guía filosófica', de Samir Chopra (Paidós)
'Ansiedad. Una guía filosófica', de Samir Chopra (Paidós)

Esta misma funcionalidad de los individuos medicados engendra sospechas, por supuesto, de que los ansiolíticos y su prescripción excesiva forman parte de una ideología de "volver al trabajo" indiferente a la crisis existencial genuina del trabajador, el padre, el hijo, el adulto joven que se esfuerzan por encontrar su camino en un mundo confuso y desorientado. Esas personas medicadas no están libres de ansiedad: no dejarán de preocuparse por su muerte o la de sus seres queridos ni de temer lo desconocido, que puede ocultar toda suerte de aterradores infortunios. No se librarán de su dosis del sufrimiento que surge en respuesta al hecho mismo de la existencia, al triplete existencial de la existencia en el tiempo, la finitud y la autoconsciencia; y, por ende, al mundo artificial que hemos erigido. Su ansiedad ha pasado de ser patológica a ser la "cuota" habitual que se asigna a todo ser humano. Seguimos necesitando la introspección filosófica que nos ayude a comprender por qué los ansiolíticos pueden haber funcionado en ciertos casos biológicamente inducidos y no en otros, y por qué no pueden ir más allá en otros distintos. Más en concreto, el mero hecho de que podamos alterar nuestra estructura biológica de pensamiento no implica que se haya perdido el significado de nuestros pensamientos. Necesitamos todavía que la reflexión filosófica nos ayude a comprender y a vivir con la cantidad de ansiedad que nos envían esos pensamientos.

Los ansiolíticos y su prescripción excesiva son parte de una ideología de "volver al trabajo"

La medicación psiquiátrica también tiene sus costes: sus gastos prohibitivos; sus numerosos efectos secundarios desconcertantes y a menudo aterradores; los difíciles traumas del constante cambio de medicamentos visibles en aquellos pacientes con medicación psiquiátrica que parecen estar ajustando continuamente sus dosis y combinaciones y quejándose de que sus efectos desaparecen; los variados efectos a largo plazo, que siguen siendo poco conocidos y estudiados, y los agudos problemas de la retirada. El propio consumo de medicación psiquiátrica induce una variante de respuestas ansiosas, sensibles a sus promesas: ¿está funcionando mi medicación? ¿Por qué no me siento mejor de forma instantánea? ¿Por qué ha disminuido la eficacia de mi medicación? ¿No tengo ninguna esperanza ahora que esta mágica poción química no ha funcionado? ¿Seré capaz alguna vez de dejar de tomar medicación y ser una persona normal? ¿He de mantener en secreto mi medicación ante quienes me conocen y me quieren? ¿Me considerarán débil por tomar esa medicación? (Las etapas de la vida que experimentamos marcan una diferencia en la ansiedad que experimentamos y los remedios que buscamos en respuesta; la anticipación por parte del adolescente de la vida que le aguarda supone una diferencia significativa en esta experiencia, al igual que la ansiedad del adulto de mediana edad por la vida vivida y por el dolor y el sufrimiento de los años que aún le quedan por vivir. Este último podría considerar más atractiva una medicación de supuesto "alivio rápido", pero, como demuestra la crisis de salud mental de los adolescentes en Estados Unidos, no siempre es este el caso).

Tal como están las cosas, la prescripción excesiva de medicación en nuestra cultura ha transformado la definición misma del "trastorno de ansiedad"; hoy se describe como "la aflicción para la cual se prescriben ansiolíticos". Cualquiera que sea la relación de las estructuras bioquímicas con la salud y la enfermedad mental, es más complicada y deja un espacio considerablemente más amplio para las intervenciones cognitivas y la comprensión psicosocial del que permiten nuestras actuales tendencias psiquiátricas y medicalizadas. Como mínimo, las decisiones acerca de si medicar o no nuestra ansiedad deberían ser más matizadas de lo que lo son en nuestra cultura. La prominencia intelectual y académica de los modelos materialistas de la mente, que sostienen nociones medicalizadas de la salud mental dependiente de la rápida intervención farmacéutica; nuestra vergüenza y ansiedad social recurrente cuando nos enfrentamos a los "problemas psicológicos" de las personas a las que queremos y que nos importan; el posicionamiento y afianzamiento cultural de la psiquiatría farmacológica; nuestras preocupaciones apremiantes por engrasar las ruedas de la industria con una fuerza laboral disponible, eficiente y productiva: estos factores garantizan que la medicación psiquiátrica sea nuestra respuesta social y cultural más inmediata a la ansiedad.

placeholder El escritor y consejero filosófico Samir Chopra.
El escritor y consejero filosófico Samir Chopra.

Muchos ansiolíticos son también potenciadores de la productividad; estudiantes de costosas universidades privadas, abogados corporativos, banqueros de inversiones, académicos en busca de la titularidad, agentes de bolsa: todos ellos "se atiborran de medicamentos para el TDAH" para las noches en vela dedicadas a conseguir esas preciosas notas, cumplir plazos onerosos, mantener los registros informáticos y los torniquetes zumbando. Pero sentimos que nuestros familiares, amigos e hijos están sobremedicados, que las presiones de nuestra cultura y sus aprietos económicos nos dejan poco tiempo para la autocomprensión mientras corremos del trabajo a la familia, al cuidado de los hijos, a la cita médica; estamos lejos de vivir la vida examinada y no dejamos de descubrir que nuestras ansiedades fundamentales existenciales, morales y espirituales permanecen intactas. (En un campo relacionado, la nueva "revolución psicodélica", tanto en el ámbito psiquiátrico como en el cultural, se alimenta de una creciente toma de consciencia del potencial de la psicodelia para dejar que sus usuarios se liberen de las soluciones médicas y materiales culturalmente impuestas a los problemas de salud mental).

Estudiantes de costosas universidades privadas, abogados, banqueros de inversiones, todos ellos "se atiborran de medicamentos para el TDAH"

Es importante señalar que, si nuestros deseos inducen culpa, y por tanto nos provocan ansiedad, porque están prohibidos por nuestra sociedad, nuestra familia o nuestro lugar de trabajo, entonces medicar nuestra ansiedad es una forma de hacernos renunciar a esos deseos y buscar, en cambio, la respetabilidad; cuando nos vemos forzados a reprimir nuestros deseos y disimular constantemente para no ser descubiertos, nos hacemos candidatos a la ansiedad. Estos deseos no son exclusivamente sexuales; también pueden ser indicios de que no queremos estar sujetos a demandas normativas preestablecidas sobre nuestras vidas: el antiguo miembro autoexiliado de un grupo religioso o el desertor corporativo están actuando en función de un deseo fundamental semejante. El rechazo de la ansiedad, el deseo de no sentirla, puede ser revelador de una respuesta profundamente sentida, quizá más ansiosa aún; medicar la ansiedad puede indicar una resistencia que Freud sugeriría que está respaldada por el temor a descubrir quiénes somos, qué deseos abrigamos, qué rencores guardamos, qué culpas nos atormentan. Destruir ídolos nunca es fácil.

Por consiguiente, el examen detenido de nuestras angustias puede revelarse política y moralmente problemático; puede ser inquietante y disruptivo para nuestras relaciones sociales y personales. Podemos llegar a descubrir que nuestra cultura y sus anuncios de la "buena vida" nos han dañado; que nuestras disposiciones sociales nos oprimen y nos alienan, tornando vacías y agobiadas nuestras vidas personales; que nuestra política nacional y global está saturada de una retórica malévola y una violencia real; que llevamos demasiado tiempo procesando traumas personales por nosotros mismos bajo las presiones de una masculinidad tóxica o una feminidad circunscrita; que hemos librado ataques brutalmente autodestructivos de autocrítica y odio en respuesta a las exigencias que el mundo nos impone; que vivimos en tierras en las que son demasiados los sintecho y los enfermos mentales convertidos en desechos que pueblan nuestros espacios urbanos. La medicación puede anestesiarnos ante estas espantosas revelaciones, impidiendo que sintamos un temor y la ira resultante que tiene una considerable valencia política y moral.

Nuestros estados medicados podrían ser precisamente los necesarios para mantenernos quietos y dóciles, y preservar la estabilidad de nuestras disposiciones sociales y políticas y sus concomitantes relaciones de poder de dominación y subyugación. La reflexión sobre nuestra ansiedad puede ser el camino hacia el autoconocimiento y la comprensión de la relación que el mundo y sus disposiciones tienen con nosotros. Por consiguiente, puede ser una fuerza disruptiva en términos sociales, morales y culturales. Los efectos narcotizantes, distractores y adormecedores de nuestros entretenimientos y responsabilidades sociales nos ofrecen desde hace tiempo mecanismos de defensa contra las corrosivas angustias de sus miembros. Pero una ansiedad reprimida se expresa como neurosis; nuestras sociedades pueden estar engendrando neurosis al no permitir que sus miembros experimenten y comprendan su ansiedad.

Nuestros estados medicados podrían ser precisamente los necesarios para mantenernos quietos y dóciles

Tal vez no debamos hacer desaparecer la ansiedad a base de medicación, precisamente porque ella nos permite el autodescubrimiento, la reconceptualización y la autoconstrucción, o nos brinda oportunidades para el activismo transformador del mundo. (El filósofo francés Blaise Pascal advirtió hace mucho tiempo que los individuos empleaban "distracciones" para evitar "pensar en sí mismos"). Ahora bien, ¿qué sucede con la ansiedad patológica, con el denominando trastorno de ansiedad generalizada, los ataques de pánico que incapacitan físicamente a los individuos, que dejan a muchos impedidos y apenas funcionales? ¿Dónde cabe trazar la frontera entre esas especies de ansiedad y los tipos que he intentado describir e interpretar? Desde las perspectivas presentadas en las páginas precedentes (budistas, existencialistas o materialistas), nuestras diversas angustias materialmente influenciadas son nuestras reacciones inadaptadas a las preocupaciones existenciales por la muerte, la nada, la falta de sentido y el absurdo; nuestras disposiciones materiales exacerban nuestro sufrimiento existencial preexistente.

Desde una perspectiva filosófica semejante, nuestras psicopatologías distintivas resultan de las interacciones de los mecanismos de defensa conscientes e inconscientes, que hemos desarrollado para que nos ayuden a protegernos contra el triplete de angustias existenciales fundamentales que Paul Tillich resume con tanta elocuencia. Así pues, la ansiedad existencial descrita en las páginas anteriores puede respaldar complejos trastornos psicológicos, cuyas manifestaciones vienen determinadas por la fisiología individual y las historias psicosociales; deberíamos considerar la posibilidad, pregonada por psicoterapeutas, filósofos y teólogos existencialistas, de que la ansiedad existencial, el dukkha y la ansiedad ante la muerte sean el fundamento, la base de todos los trastornos y fobias relacionados con la ansiedad. Por tanto, la medicación puede ser necesaria y deseable cuando nuestras angustias mundanas se vuelven neuróticas e incapacitantes (una distinción presente incluso en un filósofo existencialista como Kierkegaard), pero es una creencia ilógica" que la salud mental consista en estar libres de ansiedad. Al menos persistirá una especie de angustia; y, como nos aseguran las teorías freudianas y materialistas de la angustia, también otras, a menos que transformemos radicalmente el mundo y nuestras sociedades.

* Ansiedad. Una guía filosófica (Paidós): un ensayo que nos muestra cómo la filosofía puede ayudarnos a entender la ansiedad, aprender a convivir con ella y descubrir lo que revela sobre la condición humana. Basándose en las reflexiones de múltiples filósofos —entre los que figuran Buda, Kierkegaard, Tillich, Nietzsche, Freud, Heidegger, Marx y Marcuse —, Chopra afirma que la ansiedad es una condición inherente del ser humano, y es indispensable para comprendernos.

* Samir Chopra es experto en asesoría filosófica y profesor emérito de Filosofía en el Brooklyn College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Ansiedad. Una guía filosófica es su primer libro publicado en español.

¿Puedo "curarme" a mí mismo de mi ansiedad sin "perderme"? Esta pregunta aparentemente absurda captura el sentimiento instintivo que tenemos de que somos unas complejas estructuras físicas, conceptuales y afectivas; un cuerpo, un conjunto de creencias, un complejo de emociones interrelacionadas; cambia tu ansiedad y te cambiarás a ti mismo; no puedes cambiar una cosa sin cambiar todo lo demás, porque yo soy "dueño" de mi ansiedad, como parte de mi propia personalidad distintiva y de mi "estilo"; ella anima cada uno de mis pasos, cada una de mis decisiones. Las personas que toman medicación psiquiátrica descubren con frecuencia que "han desaparecido" ciertas "partes" de su personalidad, lo que las torna irreconocibles para sus amigos y a veces para ellas mismas; esa arma de doble filo puede no ser aceptable para todos. Esta ansiedad, la que me ha llevado a dedicarme a la filosofía y a practicar senderismo y escalada, la que me ha hecho reordenar mi vida desde que nació mi querida hija, desde que decidí contraer el compromiso de una relación para toda la vida con su madre: sin ella, no me reconocería a mí mismo. Mi ansiedad representa mi existencia en este mundo, un aspecto distintivo y singular; mi ansiedad es lo que hace de mi "estar-en-el-mundo" aquello que singularmente es.

Libros
El redactor recomienda