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De la Plaza de Colón al Templo de Debod, dos ideas para que Madrid multiplique su potencial
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De la Plaza de Colón al Templo de Debod, dos ideas para que Madrid multiplique su potencial

En Madrid hay oportunidades que se están desaprovechando, y que podrían potenciar significativamente su inmenso patrimonio cultural y permitirle jugar la partida de las ciudades globales desde una posición inigualable

Foto: Imagen de cómo quedaría el Templo de Debod cubierto. (Elaboración propia a partir de imagen de Google Maps)
Imagen de cómo quedaría el Templo de Debod cubierto. (Elaboración propia a partir de imagen de Google Maps)

Era 1959, la Comunidad Europea llevaba un año en vigor y la Guerra de Argelia sumía a Francia en una gran crisis existencial. Fue entonces cuando Charles de Gaulle decidió que había que volver a colocar a Francia como faro de la cultura occidental. Para ello creó el Ministerio de Cultura y puso a André Malraux al frente. De Gaulle veía necesario impulsar la creación artística y la cultura en el país y en el extranjero a través de las artes y la filosofía. Era la forma con la que Francia y sus élites debían hablarle al mundo. Desde entonces París se ha llenado de museos de referencia internacional como el Pompidou, el D'Orsay, y más recientemente, la Fondation Louis Vuitton, Instituciones que hoy abren franquicias a lo largo y ancho del planeta. Y ahora Macron pretende reformar el Louvre, una suerte de refundación del buque insignia de la proyección internacional de Francia.

La cultura siempre ha sido una de las grandes herramientas de soft power de nuestros vecinos. A fin de cuentas, su objetivo último consiste en que los demás veamos el mundo en sus términos. Por eso el Louvre abrió una filial en Abu Dabi, igual que el Pompidou en Metz, Málaga, Shanghai y próximamente Jersey City y Arabia Saudita.

Un museo es una plataforma de proyección e influencia diplomática a través de la cultura.

El Louvre en París, el Museo Británico en Londres, la Isla de los Museos de Berlín o el Metropolitan de Nueva York cumplen una función diplomática (lo vimos con el Prado durante la cumbre de la OTAN) ya que proyectan a sus países y ciudades como los centros de conocimiento y aprendizaje. Y en el imaginario internacional son el lugar común que custodia los tesoros de la humanidad

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También en España hay ciudades, como Bilbao o Málaga, que se han puesto en el mapa a través de sus museos y otras como Barcelona que buscan recuperar el tiempo perdido y “garantizar su relevancia y atractivo en el panorama cultural global”, apostando por mejorar su oferta cultural reformando sus museos y abriendo nuevas instituciones. Ahí están los proyectos del Liceu Mar, Centre de Cultura Digital de Catalunya, la Biblioteca Pública Estatal, y las ampliaciones del Macba y el MNAC. Además del nuevo Museo Carmen Thyssen, que abrirá sus puertas en 2027 en pleno Paseo de Gracia.

Sin embargo, la ciudad global que empieza a quedarse sin grandes proyectos es Madrid. Una capital con una oferta apabullante pero que hace ya tiempo que renovó casi todos sus grandes museos y amplió su oferta con otros nuevos como Matadero o CaixaForum. Pero de eso ya han pasado casi veinte años.

La ciudad global que empieza a quedarse sin grandes proyectos es Madrid

Tras la crisis, la última gran apertura fue el Museo de las Colecciones Reales. Una operación inteligente que ha funcionado como un amplificador del inmenso patrimonio acumulado a lo largo de los siglos. Este museo es un muy buen ejemplo de cómo se puede aumentar la oferta cultural de la ciudad simplemente utilizando aquello de lo que ya se dispone. Es decir, creando el espacio propicio para reunir y exponer de manera conjunta un valioso patrimonio que antes estaba diseminado y diluido en palacios y almacenes, facilitando así su acceso al público y ofreciendo una visión más completa de la historia de la monarquía española y su impacto en el arte y la cultura.

Quizás, el único ejemplo que hoy desdice la tendencia madrileña sea la reforma y ampliación del Museo Sorolla a manos del estudio de arquitectura Nieto-Sobejano. En última instancia esta ampliación servirá para que más personas en el mundo conozcan y aprecien al pintor valenciano, de forma que sus obras se revaloricen y con ello toda la pintura española, al redescubrir para el mundo a otro artista para el elenco de españoles universales. Pero el Sorolla no deja de ser un museo pequeño y alejado de los circuitos turísticos. Algo que no es ni bueno ni malo, pero falta algún elemento de atracción entre este museo y el Paisaje de la Luz que ayude a continuar y ampliar ese conjunto cultural.

En Madrid hay oportunidades que se están desaprovechando. Oportunidades que no se explotan. Madrid ya está colocada en el mapa, pero, como hemos dicho, la competencia entre las grandes ciudades globales por la atracción de talento e inversión es inmensa. Recordemos: en París van con ambición y luces largas y después de las Olimpiadas, la pirámide del Louvre se les ha quedado pequeña.

Dos propuestas para Madrid

Hace unos meses se publicó la noticia de que el Ayuntamiento de Madrid estudia convocar un concurso para la reforma integral de la Plaza de Colón. Una remodelación que muy probablemente conlleve la necesidad de abrir la losa que cubre el aparcamiento y el Centro Cultural Fernando Fernán Gómez y reconstruirla al menos parcialmente.

Sin embargo, remodelar ese centro cultural y reconfigurar esa plaza tan politizada como descuidada podría ser una oportunidad perdida y quizás merezca la pena replantearse el proyecto para llevar a cabo una operación mucho más interesante: construir un gran museo bajo la plaza, coronando el conjunto monumental de Prado-Recoletos.

Se trataría de sacarle partido a todo lo que ya tenemos: Espacio (bajo la plaza) y muchas colecciones. Si hay que abrir la losa, ¿por qué no vaciar el hueco que hay debajo y que hoy ocupa el depósito de coches de la grúa municipal? Seguro que le encontramos otro sitio a los coches mal aparcados. A mí no me parece ninguna locura plantear un proyecto ambicioso acorde a las dimensiones culturales que está adquiriendo la ciudad. De hecho ese espacio subterráneo sería perfecto para exponer en su interior muchas de las colecciones nacionales que hoy se encuentran diseminadas por otros museos de la ciudad a los que acuden muy pocos visitantes. Un museo de museos.

placeholder Simulación de cómo quedaría la Plaza de Colón. (Elaboración propia a partir de Google Maps)
Simulación de cómo quedaría la Plaza de Colón. (Elaboración propia a partir de Google Maps)

Imaginemos una entrada monumental que dé acceso bajo la plaza a una serie de grandes salas de exposiciones donde otros museos de la ciudad pudieran exponer parte de sus colecciones, o sus exposiciones temporales o sus fondos.

Un gran contenedor de salas para la Biblioteca Nacional,el Museo Arqueológico, el Museo de América, Museo Naval, Museo del Traje, Museo de Antropología, el de Artes Decorativas, Museo de la Ciudad, etc…Museos que hoy languidecen con presupuestos limitados en ubicaciones, a veces, fuera de los circuitos turísticos de la ciudad. E incluso, por qué no, ofrecerle alguna sala a otros museos hispanoamericanos como el fantástico Museo de Antropología de México, el Nacional de Colombia o el Museo del Oro de Lima.

Pongamos por ejemplo el cercano Museo Naval. Podría trasladar allí parte de su estupenda colección histórica, desde 1400 hasta Trafalgar. En suma tendría muchas más visitas e ingresos y le permitiría utilizar su espacio actual bajo el Cuartel General de la Armada para centrarse en la Armada contemporánea, desde el siglo XIX hasta hoy inspirando vocaciones y fomentando el reclutamiento.

Tendría sentido, sobre todo exponer bajo la Plaza de Colón la parte del Museo Naval referente a Colón y junto a ella, las colecciones de la misma época que atesoran la Biblioteca Nacional y el infravisitado Museo de América. A propósito de este último, en 2024 el gobierno de Colombia exigió la devolución del Tesoro Quimbaya, quizá la mejor colección del Museo de América. ¿Y si fueran expuestas en una sala conjuntamente con el Museo Nacional de Colombia? Quizás es demasiado ingenuo, pero como pueden ver, de pronto nuestras instituciones culturales pueden ser una forma diplomática de estrechar lazos con nuestros hermanos y no una fuente de conflictos. Lo que sí es seguro es que las visitas y los ingresos de quienes exhiban en esas salas aumentarán considerablemente. Falta les hace. Además con un buen proyecto museológico conjunto, buena parte de esas colecciones cobrarían mucho más sentido y valor que expuestas por separado. Y con ello aumentaría considerablemente su proyección y conocimiento dentro y fuera del país.

Nuestras instituciones culturales pueden ser una forma diplomática de estrechar lazos con nuestros hermanos y no una fuente de conflictos

Y es que precisamente se trata de eso, de poner en valor nuestros tesoros culturales. Utilizar lo que ya hay, pero de otra manera para potenciarlo.

Por último, hay otra oportunidad evidente. En Madrid está el mayor templo egipcio del mundo fuera de Egipto. Un edificio que lleva décadas deteriorándose y que debería cubrirse, como propuso recientemente el concejal socialista Antonio Giraldo.

Ese cubrimiento podría aprovecharse para construir otro museo, también soterrado gracias al desnivel de la colina donde está el templo de Debod. El Museo Egipcio. Quizá una dependencia del Museo Arqueológico Nacional (MAN), con toda su colección de aquella civilización. No es de las mayores colecciones de Europa, pero junto a un Templo de Debod bien cuidado sí se convertiría en un referente internacional. Porque hay una gran diferencia entre tener dicho museo o que haya una curiosidad en un parque y un par de salas desubicadas en el MAN, una institución que, por otra parte, se centra en las civilizaciones que habitaron nuestra Península. Y sería un magnífico colofón urbano para la Plaza de España.

En definitiva, se trata de ser inteligentes y ambiciosos. Barcelona lo ha entendido. Y si Madrid coloca bien sus piezas (nunca mejor dicho), también puede potenciar significativamente su inmenso patrimonio cultural y jugar la partida de las ciudades globales desde una posición inigualable. Una posición que le permitiría ampliar los ingresos culturales y con ello las labores de investigación, restauración e innovación que tanto necesita nuestro inmenso patrimonio.

Al final, se trata de aprovechar aquel principio físico de que el conjunto es mayor que la suma de las partes.

Era 1959, la Comunidad Europea llevaba un año en vigor y la Guerra de Argelia sumía a Francia en una gran crisis existencial. Fue entonces cuando Charles de Gaulle decidió que había que volver a colocar a Francia como faro de la cultura occidental. Para ello creó el Ministerio de Cultura y puso a André Malraux al frente. De Gaulle veía necesario impulsar la creación artística y la cultura en el país y en el extranjero a través de las artes y la filosofía. Era la forma con la que Francia y sus élites debían hablarle al mundo. Desde entonces París se ha llenado de museos de referencia internacional como el Pompidou, el D'Orsay, y más recientemente, la Fondation Louis Vuitton, Instituciones que hoy abren franquicias a lo largo y ancho del planeta. Y ahora Macron pretende reformar el Louvre, una suerte de refundación del buque insignia de la proyección internacional de Francia.

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