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Si te importan los dramas del amor y la amistad, este Shakespeare con karaoke te va a encantar
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Si te importan los dramas del amor y la amistad, este Shakespeare con karaoke te va a encantar

'Los dos hidalgos de Verona' es una de las mejores propuestas teatrales que se pueden disfrutar estos días en la capital. Es amena, ocurrente y muy alegre. Ojalá el Teatro de la Comedia consiga rejuvenecer su público

Foto: 'Los dos hidalgos de Verona', de la CNTC, es una de las mejores obras que hay ahora en la cartelera madrileña. (Javier Naval)
'Los dos hidalgos de Verona', de la CNTC, es una de las mejores obras que hay ahora en la cartelera madrileña. (Javier Naval)

Los británicos Declan Donnellan y Nick Ormerod son unos genios del teatro clásico. No hay mucho más que añadir si usted ha visto alguna de las obras de su compañía Cheek by Jowl o las producciones internacionales en las que trabajan desde hace años. Posiblemente, ahora mismo sea una de las compañías más importantes e influyentes del mundo. Son capaces de acercar los textos antiguos a nuestros días y limpiar los versos para que entren como el agua en nuestros cerebros del siglo XXI. Y lo dice una que vio un Hamlet suyo en rumano sin saber una sola palabra de rumano y se emocionó.

Ahora lo han vuelto a hacer con Los dos hidalgos de Verona, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico y LAZONA. Donnellan y Ormerod han trabajado en el texto de Shakespeare -uno de los primeros de su dramaturgia y no de los más conocidos- con una dirección pulcra que se permite un humor con el que el bardo inglés seguramente hubiera estado muy contento. Y con un final bastante acorde a nuestros días que no provoca rechazo. Al contrario, es que si no ya no podríamos entender a Shakespeare. Recuerda un poco a lo que hacía Kenneth Brannagh con aquel cine de los noventa con el que era capaz de llenar salas hablando en verso. Pues esto es todavía mejor.

La obra aborda las dos temáticas que el inglés desarrollaría en obras posteriores: el amor, la amistad y todas sus dificultades. Porque muchas veces parece fácil y no lo es en absoluto. Y eso se sabía también en el siglo XVI. El inglés nos presenta a dos grandes amigos, Valentín y Proteo (Manuel Moya y Alfredo Noval) que se quieren casi como dos enamorados. De hecho, la amistad que refleja este montaje es muy física sin entrar en ningún caso en ambigüedades. “La amistad entendida como una forma de amor sin sexo estaba siendo tratada desde muchas perspectivas en esa época y enaltecida como una forma de alto compromiso sentimental opuesta a las relaciones amorosas”, cuenta Donnellan.

placeholder Valentín (Manuel Moya) y Silvia (Rebeca Matellán) y al fondo Julia (Irene Serrano) en una de las escenas. (Javier Naval)
Valentín (Manuel Moya) y Silvia (Rebeca Matellán) y al fondo Julia (Irene Serrano) en una de las escenas. (Javier Naval)

Porque, precisamente, ese es otro de los puntos que bien toca el dramaturgo: la lealtad, el compromiso, el cuidado de las personas a las que queremos. Y ahí no solo entra el amor sentimental de pareja, sino todo tipo de amores (y, por supuesto, la amistad). “En la obra encontramos diferentes tipos de amor: el amor entre los dos protagonistas, el amor que cada uno de ellos siente por las mujeres de las que se enamoran, el amor entre padres e hijos... ¡Incluso el amor entre las personas y sus mascotas!”, señala el director, que abunda, “y en todos los casos, incluido el de la amistad, el amor no debería limitarse a sentir un sentimiento cálido. Recrearse en la intensidad de nuestros sentimientos es muy peligroso, lo mejor es prestar atención y cuidar de las personas a las que queremos. Pero para poder ver al otro, primero tenemos que poder vernos a nosotros mismos. Algo que no es tan fácil como estos personajes piensan”. En el siglo XVI estaban casi tanto en terapia como nosotros, pero en vez de ir al psicólogo -que no existía- iban al teatro.

Humor, feminismo y karaoke

La historia comienza con Valentín y Proteo despidiéndose en Verona. El primero (Moya, correcto en su papel del amigo ingenuo, pero leal y valiente) parte en busca del honor hacia la corte de Milán y haciendo un poco de ascos a eso del enamoramiento; y el segundo (Noval: hace grande su papel del guapo traidor con esas burpees que le quedan que ni pintadas), sin embargo, se queda porque, precisamente, anda loco por Julia (Irene Serrano: está muy divertida en todos los momentos). En Milán, Valentín, el desapegado, cae enamorado de Silvia, la hija del Duque (Rebeca Matellán: nos creemos a la hija pija, snob y estirada, pero franca y fiel). Hasta ahí la presentación de la historia, los personajes y los sentimientos. Justo después, una serie de acontecimientos hace que ambos se vuelvan a encontrar en Milán y ahí es cuando empieza el lío: Proteo se enamora de Silvia, la amada de Valentín y comienza a cortejarla traicionando a su mejor amigo. El amor, la amistad, la lealtad… Y todo saltando por los aires.

placeholder Proteo (Alfredo Noval) y Turio (Alberto Gómez Taboada) en pleno karaoke cortejando a Silvia. (Javier Naval)
Proteo (Alfredo Noval) y Turio (Alberto Gómez Taboada) en pleno karaoke cortejando a Silvia. (Javier Naval)

La manera en la que Donnellan y Ormerod tienen de contarnos esta historia es realmente entretenida y jovial. A la parte “seria” y que podría volverse aburrida si la dejaran tal y como está escrita le dan la vuelta y, por ejemplo, reescriben la parte de la criada Lucetta y del criado Lanza -interpretados ambos por Goizalde Núñez, que es una cómica fantástica- para que directamente surjan las carcajadas. Al Duque (Jorge Basanta, que nos lo imaginamos como un señor de los que manejan una empresa del Ibex 35) nos lo hacen aparecer haciendo running y ejercicios físicos en escenas que consiguen mantener completamente la atención del público (y de eso va lo de entretener). Como colofón una escena que no vamos a desvelar pero en la que Turio (con el que el Duque quiere casar a su hija) se nos aparece como un patán micrófono en mano (Alberto Gómez Taboada está muy bien como el tonto útil). Sí, han metido karaoke y queda bien.

La puesta en escena no tiene alharacas ni las necesita porque solamente con los movimientos de los actores en el escenario -muchas veces hay ahí una hermosa coreografía- y una pared que a veces hace de pantalla para los rótulos es más que suficiente. Ahí vemos Verona, Milán, la corte, el bosque y todo: estas escenografías tan escuetas cuando funcionan son buenísimas. También es una buena idea que las actrices que interpretan a Julia y Silvia estén todo el tiempo en escena aunque no digan nada. Sí, los dos amigos son los protagonistas, pero ellas, las mujeres, también tienen su espacio y su importancia nos quieren decir Donnellan y Ormerod. Esto lo veremos completamente reforzado en un final mudo que no imaginó Shakespeare, pero nosotros sí. Y nos vale.

placeholder Goizalde Núñez como el criado Lanza: retorcer el texto para que nos encante en el siglo XXI. (Javier Naval)
Goizalde Núñez como el criado Lanza: retorcer el texto para que nos encante en el siglo XXI. (Javier Naval)

Los dos hidalgos de Verona es una de las mejores propuestas teatrales que se pueden disfrutar estos días en la capital. Es amena, ocurrente y muy alegre. Y además está hecha sin truquitos ni trampas. Ojalá el Teatro de la Comedia consiga rejuvenecer su público. A cualquier treintañero (o incluso veinteañero) que tanto habla del amor y de la amistad en las redes sociales esta obra le gustaría.

Los británicos Declan Donnellan y Nick Ormerod son unos genios del teatro clásico. No hay mucho más que añadir si usted ha visto alguna de las obras de su compañía Cheek by Jowl o las producciones internacionales en las que trabajan desde hace años. Posiblemente, ahora mismo sea una de las compañías más importantes e influyentes del mundo. Son capaces de acercar los textos antiguos a nuestros días y limpiar los versos para que entren como el agua en nuestros cerebros del siglo XXI. Y lo dice una que vio un Hamlet suyo en rumano sin saber una sola palabra de rumano y se emocionó.

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