:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2Feac%2F92a%2Fc20%2Feac92ac2031a480ef7e035b9497f7a7b.png)
Por
Una de 'fucking' ensalada partisana: cómo capitalizar el fetichismo para hacerte rico
La militancia de una organización se puede capitalizar para ocupar un nicho de negocio en lugar de un espacio político. Los influencers Llados y Pablo Iglesias saben de lo que hablo
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fee2%2F14c%2Ffc1%2Fee214cfc1f993b6448504a83c9255620.jpg)
"Esto es más grande que yo, esto es una misión que me ha encomendado Dios", dice últimamente Llados, el influencer de los fuckings burpees que desprecia a la gente panzona, cuando trata de vender sus nuevos cursos y extrañas mentorías a la cada vez más chica ola de chavalitos despistados que lo idolatran en redes sociales —todas las modas se pasan, esta no va a ser menos—. Su discurso ha evolucionado mucho desde esos primeros vídeos virales que lo hicieron saltar a la prensa y los programas antigymbros; si antes decidía tocar el nervio individualista, el de la riqueza extrema, para convencer a centenials desempleados de que pidieran 10.000 euros a sus viejitos para pagarse las mentorías, ahora apuesta por vender que tiene entre sus dedos como langostinos un plan divino, una supuesta encomendación que el Altísimo le ha hecho, con el que liberará a sus seguidores de las cadenas asalariadas para que así alcancen el paraíso financiero. El gancho, claro, es que en el paraíso que él vende por parcelas no se te recompensa con la convivencia plena y armoniosa junto a Dios, sino con Bugattis color burdeos y mansiones megalómanas en el Indian Creek de Miami Beach. Reza, puto; reza mucho y suelta tu dinero para que haga contigo aquello para lo que Cristo me ha enviado a nuestra tierra caduca.
Esta jugadita mercadotécnica de convertir un proyecto individual —y capitalista— en algo más grande que tú, para así colarlo como algo incluso más grande que el mundo entero, debe trabajarse junto con un deseo colectivo del que extraer unos fetiches personales que luego poder vender a ese mismo diablito a los que se les ha robado; Llados es tremendamente hábil generando un imaginario propio, muy cercano al que trabaja la cultura del "new rich" del hip-hop estadounidense, y consigue aglutinar a sus fans en comunidades muy cerradas donde les despierta deseos turbios de abdominales sin chuzos y cuentas gordísimas, y luego él se vende a ellos como el mesías definitivo y proveedor. Sin embargo, Llados es un aprendiz zopenco comparado con el maestro del rédito de la fetichización: el exvicepresidente del Gobierno de España y empresario multinacional – bueno, al menos multicomarcal – Pablo Iglesias Turrión.
*Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí
El otrora líder de Podemos, quien invierte media jornada de su tiempo en servir como ariete llorón de la derecha contra el gobierno progresista —de exvicepresidente de la cuarta potencia europea a tonto útil, los caminos del Señor son inescrutables— y la otra mitad en cuidar de sus medianamente rentables negocietes, salió el otro día a pedir a sus seguidores perras a fondo perdido para ampliar uno de sus principales activos, la Taberna Garibaldi. Y la estrategia que el exvice ha seguido, me mandará a sus paramilitantes desnucados a acosarme en Twitter por decirlo, es exactamente la misma que la que sigue Llados: la del plan mesiánico superior y la explotación de los fetiches.
Según Iglesias, la reforma de un negocio privado no es la mejora de un activo económico del que sacar pelas, turbio progre mediático o agente de la ultraderecha, sino una forma de armar los cañones de la lucha antifascista con esa poderosa munición que es la ensalada partisana —lean la carta del local—; los más de cien mil pavos que está pidiendo por Goteo para reformar su bar son, me pongo en sus zapatos, la mejor forma que tienen sus seguidores de luchar contra la reacción mundial. "Estamos más cerca de una Garibaldi más grande para seguir resistiendo con cultura al fascismo", dice literalmente en el mensaje promocional de la campaña de recaudación. Porque él encabezará esa fierísima lucha, inconsciente y temeroso lector mío, y será el mesías que se abrirá paso entre las terribles hordas armado con un trapo de tela y un Gramsci Negroni —otra vez he vuelto a citar la carta de forma literal—.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F199%2F3d4%2Ff74%2F1993d4f74d231130b3bf6cfef403dae9.jpg)
Como buen Llados de pepperoni, Iglesias ha creado una comunidad digital, calentita también gracias a las brasas aspiracionales de Podemos, a la que ha convertido en una mina extractiva de fetiches y gustos; Iglesias ha sabido rentabilizar el imaginario de la izquierda, ese de los ídolos como el Che o Rafaela Carrá o los cantautores de guitarrita desafinada, para venderlo en una especie de museo en Lavapiés, barrio que ya es en sí un fetiche más de su izquierda, en el que no se cobra entrada aunque sí consumición; ha convertido su ideología en un producto identitario más con el que jugar a los empresarios – es la persona más vendida a este lado del Tajo —: si eres de izquierdas, amigo, debes consumir con tu gente de izquierdas en mi taberna y ver mi medio de comunicación e incluso vestir con la marca de mis amigos —Uno Nueve Ocho, la empresa textil cuyo obsceno lema es "La marca de ropa para vencer" y que suele lucir el propio Iglesias, fue fundada por Eduardo del Olmo, hermano de una de las vacas sagradas de Podemos, Juanma del Olmo —.
El fideicomiso mental de quien fue vicepresidente del Gobierno de España, aunque quiera olvidar que estuvo a sueldo de Pedro Sánchez y prefiera definirse en redes como un vulgar profesor de Ciencias Políticas, vive de extraer los fetiches más oscuros de gente que ha construido sus amistades o incluso sus relaciones amorosas y sexuales alrededor del mismo grupo; todo vale para él, o todo valdrá, claro, mientras pueda seguir sacándole dinero a personas que en la mayoría de los casos, estoy totalmente seguro, actúan con la mejor de las intenciones. Pero mientras, sigan rezándole al mesías. O dándole más dinero. Y recuerden que él se sacrifica por nosotros cobrando los dividendos de sus negocios fetichistas; todo forma parte de un plan más grande que todavía no han entendido. Amén, Señor de las Tabernas.
"Esto es más grande que yo, esto es una misión que me ha encomendado Dios", dice últimamente Llados, el influencer de los fuckings burpees que desprecia a la gente panzona, cuando trata de vender sus nuevos cursos y extrañas mentorías a la cada vez más chica ola de chavalitos despistados que lo idolatran en redes sociales —todas las modas se pasan, esta no va a ser menos—. Su discurso ha evolucionado mucho desde esos primeros vídeos virales que lo hicieron saltar a la prensa y los programas antigymbros; si antes decidía tocar el nervio individualista, el de la riqueza extrema, para convencer a centenials desempleados de que pidieran 10.000 euros a sus viejitos para pagarse las mentorías, ahora apuesta por vender que tiene entre sus dedos como langostinos un plan divino, una supuesta encomendación que el Altísimo le ha hecho, con el que liberará a sus seguidores de las cadenas asalariadas para que así alcancen el paraíso financiero. El gancho, claro, es que en el paraíso que él vende por parcelas no se te recompensa con la convivencia plena y armoniosa junto a Dios, sino con Bugattis color burdeos y mansiones megalómanas en el Indian Creek de Miami Beach. Reza, puto; reza mucho y suelta tu dinero para que haga contigo aquello para lo que Cristo me ha enviado a nuestra tierra caduca.