Es noticia
Desertores, curas y patriotas: la historia de la guerrilla que acabó con el ejército de Napoleón
  1. Cultura
HISTORIA

Desertores, curas y patriotas: la historia de la guerrilla que acabó con el ejército de Napoleón

Ante la conmemoración del 2 de Mayo, que por primera vez no contará con el tradicional desfile militar, analizamos el verdadero papel del ejército y las guerrillas en la guerra de Independencia

Foto: "El dos de mayo de 1808 en Madrid", de  Francisco de Goya. (Museo del Prado)
"El dos de mayo de 1808 en Madrid", de Francisco de Goya. (Museo del Prado)

La llegada de la celebración del 2 de Mayo en Madrid para conmemorar el levantamiento del pueblo español contra la invasión de los franceses ha servido para la enésima batalla política entre el Gobierno y la Comunidad de Madrid que preside Isabel Díaz-Ayuso. La ministra de defensa, Margarita Robles, anunció el veto de su ministerio para que se produjera la tradicional parada militar argumentando que no era adecuado pasar revista a las Fuerzas Armadas "con un pasodoble de fondo", si bien nunca antes se había puesto en duda la presencia del ejército.

La decisión de Robles se suma además a la de hace algunas semanas de limitar los actos de conmemoración del desembarco de Alhucemas, "por no molestar a Marruecos", a pesar de que como señalaron entonces varios historiadores, ese desembarco de Alhucemas (1925) que se realizó de manera conjunta entre España y Francia para pacificar la región del Rif, que entonces constituía el Protectorado español, se hizo con la aquiescencia del sultán de Marruecos al igual que la misma existencia del Protectorado ¿Quiere apartar el PSOE al ejército de la Historia de España? A nadie se le escapa que el 2 de Mayo sirve para conmemorar de hecho la victoria en la Guerra de Independencia, que es además el periodo en el que nace propiamente la nación española, constituida como una unidad sin atisbo de nacionalismos periféricos, que no existían entonces.

Lo más curioso de todo es que inadvertidamente la batalla política actual pone el foco en un interesante aspecto: el papel del ejército en esa guerra de liberación puramente nacional que es la campaña contra Napoléon entre 1808 y 1814, un ejército que fue sustituido en gran medida por los famosos guerrilleros. Está el Levantamiento del 2 de Mayo, está por supuesto la increíble victoria del ejército regular de España en la Batalla de Bailén, pero si por algo es conocido todo ese periodo de lucha contra el francés es por la historia de esos guerrilleros echados al monte, hostigando los destacamentos franceses, con sus carismáticos héroes locales como el Empecinado o el cura Merino y al margen de una tradición militar que hasta ese momento era más propia de la aristocracia.

El historiador Antonio J. Carrasco Álvarez se ha adentrado en esa historia con su magnífica Guerrilla . Una historia nueva de la Guerra de Independencia (Desperta Ferro), en el que explica y analiza la realidad de esas partidas de guerrilleros que frente a algunas visiones más o menos románticas, estaban constituidas por un gran número de partisanos y que seguían reglamentos de las Juntas de Defensa, aunque por supuesto, también se ejerciera algo de bandolerismo. Tal y como se pregunta Carrasco:

Foto: Una mañana de primavera en el palacio Han, por Qiu Ying (1494–1552).

"¿Patriotismo o ambición? ¿Obligados o voluntarios? ¿Las guerrillas estuvieron constituidas por soldados que querían escapar de las filas de unos ejércitos mal armados, mal dirigidos, mal abastecidos y desmoralizados, que parecían fantoches para que los franceses los destrozaran una y otra vez? ¿O eran patriotas que encontraron en la guerra partisana una forma de canalizar sus deseos de servir a la causa nacional, como ha postulado parte de la historiografía?".

Carrasco considera la cuestión una falsa dicotomía: el patriotismo y la ambición no eran antagónicos, ni en el periodo de transición del Antiguo Régimen a la modernidad, ni ahora. Se le podría añadir de hecho que coinciden en el tiempo con lo que sí comenzaba a ser una unidad indisoluble, como serían los casos de nación-pueblo y de ejército-nación. De hecho, esas partidas de guerrilleros que se van engrosando a lo largo de la contienda las forman en muchos desertores y dispersos sí, pero que se habían alistado como voluntarios a partir de la victoria de la Batalla de Bailén y que habían desertado después por las sucesivas derrotas.

placeholder Cubierta del libro 'Guerrilla', de Antonio J. Carrasco Álvarez.
Cubierta del libro 'Guerrilla', de Antonio J. Carrasco Álvarez.

Es decir, que el deseo de escapar a las rígidas convenciones de los cuerpos regulares podía combinarse con la voluntad sincera de expulsar a los franceses de España, que es lo que ocurrió en la campaña de 1808-1812. Existían indudablemente muchas ventajas, tanto logísticas para desarrollar la insurgencia, como prácticas para los propios guerrilleros, ya que las partidas eran menos exigentes en cuanto a disciplina, disfrutaban de mejores pagas, comían más y mejor, y luchaban cerca de sus casas.

Así, en la lucha contra el francés, se mantuvo al ejército y a las partidas de guerrilleros, que, por otra parte, contaron con una nutrida representación del clero español, volcado sin duda en la defensa de España. Si algo caracterizó a las guerrillas fue la constante presencia de estos frailes y párrocos, que según los testimonios extranjeros fueron fundamentales también por su capacidad de adoctrinamiento entre la población.

La existencia de estas guerrillas en España fueron aceptadas además rápidamente por el propio ejército. Por ejemplo, el general Castaños, cuyo ejército obtuvo la victoria de la Batalla de Bailén en 1808 asumió, según explica Carrasco, la realidad de las partidas de guerrilleros, por lo que se adoptaron medidas prácticas, como que los desertores y los dispersos que se habían unido a alguna guerrilla pudieran seguir formando parte de ella sin perder su condición de soldados regulares, lo que en teoría podía significar que les reclamaran de nuevo para incorporarse.

Foto: F-35 noruego en una base polaca. (EFE/Jakub Kaczmarczyk)

Era evidente que ese tipo de soldados no se podían reintegrar fácilmente a la disciplina del ejército frente a la vida informal que llevaban y peor aún, reconocer los grados de oficialidad que habían alcanzado durante la contienda, lo que no impidió por supuesto que los partisanos que encontraron en la lucha armada una forma de vida y que mostraron grandes aptitudes para ello no acabaran en el ejército con los más altos grados de oficialidad, como fue el caso del cura Merino, teniente coronel, Durán y el Empecinado, que llegaron a brigadieres o Francisco Espoz y Mina que acabó como mariscal de Campo.

Un aspecto interesante del momento reside precisamente en que es el momento en que el ejército como tal se constituye en toda Europa con su propia identidad. "Durante las Guerras Napoleónicas se consolida la separación de ambos en universos conceptuales diferenciados, esto es, cuando los ejércitos europeos desarrollaron una cultura profesional propia que se manifestaba en la existencia de espacios distintivos -cuarteles-, uniformes e incluso hasta modas -barbas, bigotes-; dicho de otro modo, cuando la guerra deja de ser un arte aristocrático y se transforma en una ciencia burguesa", escribe Antonio J. Carrasco Alvárez en Guerrilla. Una historia nueva de la Guerra de Independencia.

Eso explica que se fuera diferenciando claramente lo civil de lo militar: en una guerra de liberación nacional, como lo era la de España contra Napoleón, la realidad es que los partisanos patriotas que se habían alistado inicialmente para luchar`por su país encontraron su acomodo en esa guerrilla, porque nadie podía realmente evadirse de la guerra. Aun así, un partisano no era, como explica Carrasco, un militar, y el hecho de que esas partidas fueran fundamentales para acabar con el ejército francés en España no cambia que también había un ejército, además claro está del inglés comandado por el general Arthur Wellesley, duque de Wellington, que ejerció el mando conjunto de ambos ejércitos para las grandes operaciones contra Napoléon, que es lo que expulsa finalmente a los franceses de España.

Foto: Ejercicios militares en Letonia. (EFE/Toms Kalnins)
TE PUEDE INTERESAR
España ante el dilema de ampliar sus Fuerzas Armadas: ¿cuántos efectivos son suficientes?
Jesús M. Pérez Triana Datos: Miguel Ángel Gavilanes

Pero Wellington contaba con una ventaja decisiva en todo momento, según Carrasco, y es que siempre dispuso de información detallada, puntual y precisa acerca de de la posición, fuerza e intenciones de los ejércitos imperiales y esto era posible por la propia existencia de las guerrillas.

Existe, por otra parte, la cuestión de si las partidas formadas por desertores dificultaron en parte el esfuerzo bélico al detraer a soldados desertores y dispersos que habrían servido mejor en sus divisiones. Los guerrilleros incurrieron sin duda en algunas tropelías contra las poblaciones civiles, requisando bienes y víveres de forma violenta, pero también fueron atroces los saqueos de los ejércitos de Wellington a su paso por las ciudades reconquistadas a los franceses. Carrasco además duda de que esos desertores y dispersos que formaron las filas de los partisanos hubieran podido reintegrarse en el ejército y que podrían haber acabado en un bandolerismo puro y duro del que ya hubo también algunos casos.

La contraofensiva de Napoleón después de la Batalla de Bailén entre enero de 1808 y 1809 en buena lógica debería haber supuesto la total pacificación de España, pero no se produjo precisamente por la formación de estas guerrillas que mantuvieron la belicosidad y el espíritu de lucha frente a un ejército desecho y desmoralizado que se rehizo poco a poco y en el contexto de una coalición internacional contra Napoleón. Una población civil obligada por una guerra que se ofreció por la nación para servir a su ejército y que cuando qué derrotado continuó la lucha con una forma de insurgencia que evidentemente les resultó más atractiva.

La llegada de la celebración del 2 de Mayo en Madrid para conmemorar el levantamiento del pueblo español contra la invasión de los franceses ha servido para la enésima batalla política entre el Gobierno y la Comunidad de Madrid que preside Isabel Díaz-Ayuso. La ministra de defensa, Margarita Robles, anunció el veto de su ministerio para que se produjera la tradicional parada militar argumentando que no era adecuado pasar revista a las Fuerzas Armadas "con un pasodoble de fondo", si bien nunca antes se había puesto en duda la presencia del ejército.

Ejército Historia de España Napoleón
El redactor recomienda