El 'bestseller' Joël Dicker: "Darle a un niño una pantalla es como darle un vodka. ¿Se lo darías?"
El escritor suizo publica 'La muy catastrófica visita al zoo', en el que amplía su público desde la niñez "hasta los 100 años". Se ha marcado como objetivo incentivar la lectura (en papel) como una manera de mejorar nuestra democracia
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El suizo Joël Dicker (Ginebra, 1985) es un super bestseller que quiere que sigamos leyendo sin parar. Él ya tiene millones de lectores en todo el mundo gracias a sus novelas de misterio -desde La verdad sobre el caso Harry Quebert en 2012 aquello se disparó y no ha parado-, pero desea que la fiesta continúe. Acaba de publicar
¿Eres insaciable?, ¿No es suficiente con los lectores que ya tienes que ahora quieres tener también a los niños?, le pregunto en conversación telefónica ahora que anda de promoción. Se ríe. “No, no. Mira, este libro surgió porque cuando he ido a las librerías veo a lectores desde los 11 años en adelante y me han llegado a decir, yo no era lector, pero leí tu libro y ahora lo soy. Y esto les ha pasado a adolescentes, jóvenes, adultos, gente de 30, 40, 50 años. Y ¿sabes qué? Que creo firmemente en la lectura, es bastante fácil empezar a leer y es divertido, lo que pasa es que a la gente le da miedo. Por eso mi reto con este libro es que cualquiera pierda el miedo a leer”, afirma.
Pero hay más cosas y, sobre todo, varios asuntos subyacentes que Dicker ha observado en la sociedad actual que le preocupan. Problemas que sí son más de adultos que de niños y que, aunque a priori no lo parecen, para él también están relacionados con los libros y el hábito de leer.
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“Creo que hemos olvidado lo importante que es la lectura. Hemos olvidado que le da a nuestro cerebro las herramientas para construir la vida que queremos. Ser lector implica empoderarse. Y además, también crea vínculos y une a las personas. Como el fútbol, como ver una buena película. Leer también puede ser algo que todos podemos hacer juntos. Podemos compartir una misma historia. Se crea una comunidad con los libros”, asegura.
Esta pérdida de importancia se enlaza también con la pérdida de prestigio de los libros. Antes las casas con una gran librería emocionaban… ahora empiezan a dar igual. “Tal cual, tiene más prestigio jugar al pádel que leer. Pero creo que no es una cosa de los lectores, sino de la industria editorial que no está sabiendo convertir la lectura en algo genial y cool en 2025”, manifiesta ofreciendo varias recetas muy relacionadas con nuestro mundo de hoy: “Ojalá campañas con futbolistas leyendo e incentivando a la lectura, con músicos, con algo que se parezca a los jóvenes, que ver a alguien leyendo en una terraza sea guay”, indica. Y que no sea postureo de Instagram, que eso quizá es lo más difícil.
Porque para Dicker, y en ello se detiene de alguna manera en este nuevo libro, que la lectura no sea sexy entronca con los comportamientos, con la convivencia… y en definitiva, con la democracia y con la crisis que atraviesa ahora (no hay que irse muy lejos para mirar solo a EEUU).
"Hemos olvidado lo importante que es la lectura. Hemos olvidado que le da a nuestro cerebro las herramientas para construir la vida que queremos"
“Para mí es evidente. Y no lo digo solo yo, sino los científicos. Leer en papel activa el cerebro. Mucho más que en pantalla que no tiene el mismo efecto. Deberíamos leer a diario, es muy importante porque nos da las herramientas para comprender al otro, para entender lo que queremos hacer. Nos da las herramientas para crear nuestra vida como queremos que sea, lo que significa ir a la escuela, ser capaces de lidiar con un profesor que no nos gusta porque eso nos va a pasar después con gente en el trabajo. Leer también nos da las herramientas para crear un lugar más seguro, una mejor democracia, para aceptar al otro. Y si no leemos, no podemos lograr todo esto. Si no leemos, no nos empoderamos. Si no leemos, no tenemos la capacidad de construir nuestra propia vida ni una sociedad más fuerte. Por eso debemos recordarle a la gente que debemos leer. Por la misma razón que intentamos hacer un poco de gimnasia cada semana y comer sano o comer más verduras.
En la novela se cuenta que las cosas habitualmente no ocurren porque sí, sino porque algo te lleva a otra cosa… Y si es algo que ya no está muy bien, la consecuencia va a ser todavía peor. Y lo sabemos, pero no aprendemos. Ocurre una y otra vez. “Sí, he intentado escribir sobre nuestra incapacidad para aceptar a los demás, nuestra forma de juzgar, nuestra forma de querer controlarlo todo. La gran pregunta es cómo nos comportamos como individuos en una sociedad colectiva”, comenta.
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Al respecto de todo esto, tiene un diagnóstico severo. No le gusta lo que está viendo en la forma en la que nos comportamos y tratamos al otro y cree que pasa por no aceptar a los que piensan diferente. Cada vez más en bloques, cada vez más polarizados. “Sí, nos cuesta mucho aceptar la diferencia. Quizá hasta sea la razón por la que hay tantos divorcios. Nos cuesta mucho, incluso con nuestra propia pareja, asumir que, en realidad, es diferente a lo que era. Pensamos, ah, creía que éramos iguales. Adiós.Y no, no debería ser así”.
Por supuesto, en toda la conversación se cuela un ingrediente que ahora está en todas las salsas: la atención. Cómo leer con tanta pantalla. Cómo dedicarle una hora, media de hora de tu tiempo a sentarte tranquilamente a leer, aunque sea en el metro o en el autobús. Casi nadie lo hace. “Cierto, tenemos muchos problemas con esto. Creo que leer en papel nos da una mayor capacidad de atención. Debemos trabajar más en esto”, señala.
"Nos cuesta mucho, incluso con nuestra propia pareja, asumir que, en realidad, es diferente a lo que era. Pensamos, ah, creía que éramos iguales. Adiós"
¿Entonces también cree que los colegios deberían prohibir las pantallas?, le pregunto. Reflexiona un momento. “No, el problema de las pantallas no viene de los colegios. Viene de casa, de los padres. Les toca a los padres solucionar esto. Los niños tienen pantallas a todas horas, también los fines de semana. Lo que acabará pasando es que los gobiernos europeos aprobarán leyes para prohibir las pantallas en las escuelas o para limitar la edad de adquisición de las mismas porque los padres no lo hicieron aunque represente un grave problema de salud para los niños. ¿Sabes? cuando veo niños, cuando voy a un restaurante y veo a una familia entrar y les dan pantallas para que se porten bien y los padres puedan comer tranquilos, pienso: "¿Les darías a esos niños un vaso de vodka?". Entonces, si no les das un vaso de vodka para que se callen, ¿por qué les darías una pantalla? Porque es exactamente lo mismo”, zanja.
Ya lo saben. Dicker es taxativo: denles libros a los niños. Nada más.
El suizo Joël Dicker (Ginebra, 1985) es un super bestseller que quiere que sigamos leyendo sin parar. Él ya tiene millones de lectores en todo el mundo gracias a sus novelas de misterio -desde La verdad sobre el caso Harry Quebert en 2012 aquello se disparó y no ha parado-, pero desea que la fiesta continúe. Acaba de publicar