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Ana Torrent y Aura Garrido se destrozan en este dramón amoroso y clásico de Fassbinder
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Ana Torrent y Aura Garrido se destrozan en este dramón amoroso y clásico de Fassbinder

'Las amargas lágrimas de Petra Von Kant' es un buen montaje que nos habla de desamor, sumisión, manipulación y mucho sufrimiento. Aún quedan entradas en la Nave 10 del Matadero (pero dense prisa)

Foto: Ana Torrent como Petra en 'Las amargas lágrimas de Petra Von Kant', que se puede ver estos días en la Nave 10 del Matadero de Madrid. (Isa Saiz)
Ana Torrent como Petra en 'Las amargas lágrimas de Petra Von Kant', que se puede ver estos días en la Nave 10 del Matadero de Madrid. (Isa Saiz)

El alemán Reiner Werner Fassbinder era un tipo muy moderno que supo cogerle muy bien la medida a eso del amor. Quizá precisamente por eso, por probarlo todo en los setenta, dio con la tecla de lo que pasa cuando nos enamoramos (mal) mejor que cualquier terapeuta. De hecho, su primera obra llevaba el título tan significativo de El amor es más frío que la muerte. Una de sus mejores incursiones fue Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, obra que estrenó por primera vez en 1971 y que luego llevaría al cine en 1972 para convertirlo en un clásico setentero que nos escupe lo siguiente: todos vamos de liberales con copa de champán en la mano -una cosa que es bastante burguesa- hasta que nos enamoramos de quien no nos respeta (o, directamente, no nos quiere bien). Una obra que nos habla, en definitiva, de desamor, sumisión, manipulación y mucho sufrimiento. Una buena palada de melodrama ahí y fuera hipocresía burguesota.

Algo más de medio siglo después -y en parte se nota en el texto-, la obra se ha estrenado en el Matadero de Madrid bajo la versión y dirección de Rakel Camacho, una directora que está en racha ya que hace solo unas semanas también estrenaba El cuarto de atrás en La Abadía con Emma Suárez y buenas críticas. Esta vez ha contado solo con actrices, encabezadas por Ana Torrent en el papel de Petra, esa diseñadora de moda de cincuenta años y conducta casi poliamorosa (por, en parte, su mala suerte con los hombres) hasta que cae rendida ante una veinteañera que le roba el corazón y la vida entera.

Vayamos por partes. El texto tiene partes poéticas que son auténticas flechas emocionales. Quien lo probó lo sabe, que diría el otro, y ahí Fassbinder se muestra fresco como una lechuga. Nos habla de la libertad -estar con este, con aquel y qué más si aquí nadie se enfada (hasta que alguien sufre)-, del amor, de quien nos quiere incondicionalmente (una madre, una buena amiga)-, y de quien simplemente juguetea (o experimenta). Bienvenidos a los años setenta o a la era de las aplicaciones de citas y el amor de baja intensidad. Y claro, primero viene el amor y el sexo apasionado y luego la rabia y los gritos. Fassbinder hace una buena coctelera de teatro costumbrista americano con el toque brechtiano alemán. Camacho además ha intensificado mucho más el corsé y tacón a lo Helmut Newton.

placeholder Aura Garrido como Karin, la veinteañera que le hace sufrir a Petra. (Isa Saiz)
Aura Garrido como Karin, la veinteañera que le hace sufrir a Petra. (Isa Saiz)

Ahora bien, aunque el alemán no ha pasado nada de moda a veces también queda un poco polvoriento sobre todo en su parte final -muy apresurada- con un encuentro entre madre e hija que sabe más a otros tiempos que a los actuales. Ocurre lo mismo con esa estética newtoniana de maniquí sexualizado que podría ser muy transgresora en los setenta de David Bowie, pero que ahora, aunque no chirría, queda un tanto deja vu. Me pasa igual con el uso de la GoPro: me sobra (quizá porque ya he visto demasiado este recurso).

Si nos vamos a la escenografía, esta nos lleva directamente a esa sala que cuenta con un jacuzzi, una especie de pasarela, un par de rampas y mucho, mucho maniquí colgado con corsés estrafalarios, que hoy te los puedes encontrar en cualquier balcón de barrio gentrificado. A Camacho le gusta que haya muchos objetos en escena y dejarlo todo perdido. Lo malo de todo esto es que buena parte de la obra te la pasas pensando en si alguien no se caerá por esas rampas con esos tacones, si algún maniquí no abrirá a alguien la cabeza o si no se caerá toda la estructura de golpe. Afortunadamente, nada de eso ocurrió y las actrices solventaron bastante bien toda la cacharrería.

Torrent es Petra, esa diseñadora de moda de 50 años que cae rendida ante Karin, una veinteañera que le roba el corazón y la vida entera

Las intérpretes. Ana Torrent, a la que estamos volviendo a ver con más frecuencia en el cine -está fenomenal en Cerrar los ojos, de Víctor Erice- y en el teatro, es la desdichada Petra Von Kant, que lo tiene todo y pasa de todo, hasta que cae en las garras de un amor que ahora llaman tóxico, pero que, en realidad, es el desamor de siempre. Es decir, el amor no correspondido, pero que te agarra y tampoco te suelta, una de las temáticas que más abundan en las obras de Fassbinder.

Y Torrent transmite con veracidad la fragilidad de su personaje y el sufrimiento del no saberse querida, además cuando se ha establecido una relación de poder (aquí sí) muy tóxica. Le da muy bien la réplica Aura Garrido como Karin, la joven rebelde que queda deslumbrada ante la sabiduría de Petra, pero que pronto se cansa y sale a buscar nuevas aventuras. La tercera en discordia es Celia Freijeiro como su amiga Sidonie, y la cuarta María Luisa San José, como Valerie, la madre: las dos son los contrapuntos más racionales de la historia.

placeholder Ana Torrent como Petra y Aura Garrido como Karin se divierten (hasta que dejan de hacerlo). (Isa Saiz)
Ana Torrent como Petra y Aura Garrido como Karin se divierten (hasta que dejan de hacerlo). (Isa Saiz)

Sorprende mucho Julia Monje como Marlene, la asistente de Petra, ya que a través de ella vemos cómo también Petra maltrata a los demás y cómo carece de toda empatía. Y Monje lo consigue todo únicamente con el movimiento. Tiene una capacidad muy grande esta actriz para moverse por el escenario (y mover a otros, ya que también se encargó de esto en El cuarto de atrás).

Rakel Camacho ha creado un final un tanto apresurado. La obra va bien de ritmo, de hecho, va de menos a más, pero el cierre parece deprisa y corriendo. Sin embargo, aunque a veces todo parezca un poco descacharrante y deslavazado -el inicio es un pelín confuso- este es un buen montaje que aborda un asunto que nos sigue doliendo a todos y lo transmite bien: cuando no te quieren como a uno le gustaría. Tiene a Fassbinder entre manos y eso, todavía hoy, es una garantía de buen teatro. El alemán murió a los 37 tras un cóctel mortal de somníferos y cocaína. Lo que podría haber hecho si el final no hubiera sido tan trágico.

El alemán Reiner Werner Fassbinder era un tipo muy moderno que supo cogerle muy bien la medida a eso del amor. Quizá precisamente por eso, por probarlo todo en los setenta, dio con la tecla de lo que pasa cuando nos enamoramos (mal) mejor que cualquier terapeuta. De hecho, su primera obra llevaba el título tan significativo de El amor es más frío que la muerte. Una de sus mejores incursiones fue Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, obra que estrenó por primera vez en 1971 y que luego llevaría al cine en 1972 para convertirlo en un clásico setentero que nos escupe lo siguiente: todos vamos de liberales con copa de champán en la mano -una cosa que es bastante burguesa- hasta que nos enamoramos de quien no nos respeta (o, directamente, no nos quiere bien). Una obra que nos habla, en definitiva, de desamor, sumisión, manipulación y mucho sufrimiento. Una buena palada de melodrama ahí y fuera hipocresía burguesota.

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